VÍA CRUCIS

En la muerte de Cristo descubren los creyentes la prueba definitiva del amor infinito del Padre hacia el mundo. He aquí la gran paradoja cristiana: A través de, la pasión y muerte del Hijo de Dios nos llega la justificación de vida a todos los que éramos hijos de maldición.
Ante los sufrimientos de Jesús, el corazón del cristiano adopta necesariamente una actitud penitencial. La cruz del Señor se levanta en medio de la Iglesia como el signo por  excelencia de la salvación. La fe en la cruz victoriosa es el fundamento de la esperanza y el acicate de una continua y profunda conversión interior.
El «vía crucis», devoción muy antigua y hondamente arraigada en el alma del pueblo cristiano surge del deseo de meditar y sentir auténticamente la pasión y, muerte de Jesucristo.

Corto  

Primera estación
JESÚS ES CONDENADO A MUERTE

Señor, has dicho claramente la verdad a todos. Y te han denunciado. Y te condenan. Si vivo como Tú, seré condenado, sufriré. A veces tengo miedo. Dame forta­leza y valentía para luchar, para vivir tu Evangelio.

Segunda estación
JESÚS, CON LA CRUZ A CUESTAS

"El que quiera ser mi discípulo, tome su cruz cada día y sígame." Señor, ensangrentado y roto, ayúdame cada mañana a emprender el camino.

Tercera estación
JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ

Cristo deshecho, sin figura humana casi... Haz, mi Dios, que palpe mi poquedad. No soy nada. Pero Tú, Señor, lo eres todo. Perdón por mis caídas.

Cuarta estación
JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE

Una cruz avanza vacilante sobre las cabezas de la mul­titud. En la calle de la Amargura, una mujer, la Madre dolorosa. Momento cumbre de la pasión de María. Se­ñor, que aprenda de nuestra Madre, corredentora de los hombres. Y Tú, Señora, perdóname, porque fui yo quien te causó tanto dolor...

Quinta estación
EL CIRINEO AYUDA A JESÚS

Te bendecimos, Dios todopoderoso, porque te haces ayu­dar por un hombre que, para colmo, no lo hizo de muy buena gana... Que la necesidad que tienes de mí no sea para Ti ni para mis hermanos los hombres una "triste necesidad».

Sexta estación
LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS

Por fin, una muestra de cariño, en aquel mar de odios Señor, en mis luchas no apartes de mí tu rostro ni retires de mí tu fortaleza.

Séptima estación
JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ

Más dolor en la caída. Más fatiga. Los soldados te golpean. Es el cansancio mortal que te produce nuestro plan: Pecar, confesar, pecar... ¡Señor¡ Basta ya.

Octava estación
JESÚS AVISA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN

'Llorad por vuestros pecados..." Hasta nos parece extraña tu respuesta. Ayúdanos a ser buenos y leales, y a no fingir ser mejores de lo que somos.

Novena estación
JESÚS CAE POR TERCERA VEZ

Caes de nuevo, Jesús. Unos pasos más, ya te queda poco hasta la cima. Mi última zancadilla, Señor. Que me avergüence de mi insinceridad, de mi falta de hombría contigo. Y que confíe.

Décima estación
JESÚS DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS

Te adoramos, belleza infinita, porque no tienes figura ni proporción. Tan mal te hemos dejado ... . Perdón por nuestros pecado impuros, por los que tuviste que pasar por este escarnio. Haz que los hombres puedan adivinar en nosotros tu presencia.

Undécima estación
JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ

Ni te dieron agua, ni permitieron que te la diera tu Ma­dre.. Clavaron tus manos brutalmente y Tú les dejabas hacer. Cristo crucificado, haz brotar en nosotros el torrente del agua viva de tu gracia, cuando el ardor de las pasiones está a punto de sofocarnos. Y enséñanos a atarnos a la cruz de nuestro deber.

Duodécima estación
JESÚS MUERE EN LA CRUZ

Era ya demasiado. Demasiada espera: treinta y tres años esperando eso. Demasiada sangre y demasiados golpes. Demasiado dolor del alma y demasiada ingratitud de los hombres. Has muerto, y has muerto, a sabiendas y libremente, por nosotros. ¡Gracias, Cristo! Ahora sabemos que no podemos morir a tu amor ni volverte las espaldas. ¡Gracias de nuevo!

Decimotercera estación
JESÚS EN BRAZOS DE SU MADRE

Sólo Ella sabía cuán finos eran aquellos nervios, aquellas manos, aquella frente torturada... Y no lloraba, se mantenía fuerte. Santa María, Madre de Dios ajusticiado, ruega por nosotros, pobres pecadores. Y Tú, Señor, des­cansa en paz. No te preocupes: nosotros cuidaremos de tu Madre.

Decimocuarta estación
JESÚS ES COLOCADO EN EL SEPULCRO

"En el bautismo fuisteis sepultados, con Cristo, muertos al pecado." Este largo y sangriento camino de tu Pasión, no ha acabado, Señor: hay hombres que sufren y mueren. Haz que tu cruz y pasión nos lleven a la gloria de la Resurrección, tras una vida quemada en tu servicio.

MÁS LARGO

PRIMERA ESTACIÓN
JESÚS CONDENADO A MUERTE

Te condenaron todos, desde los príncipes de los sacerdotes hasta la plebe; todos los hombres, con sus negros Jui­cios y sus lenguas sucias. Y tú callabas.
Porque hoy son tantos los ruines que piensan mal, los que cortan con sus lenguas y ensucian con sus bilis; por­que hoy todos los reos son jueces entorno de tu silencio; porque yo también pensé con ofuscamiento, hablé con precipitación, condené con injusticia, porque así estamos, Se­ñor, verdes de envidia, clamando  y murmurando... ¡Perdónanos; perdón!.

SEGUNDA ESTACIÓN
JESÚS CARGA CON LA CRUZ
 

Entre todos la echaron sobre tus hombros. Tú no cediste a su peso, no te dejaste caer.
Porque son muchos los que siguen con el mismo juego, los que no gustan llevar la cruz que merecen, la del trabajo y la del sudor; porque entre nosotros hay demasiados que sacuden sus yugos y demasiados que llevan los ajenos; Porque también escurrí yo el hombro; porque aún hay esclavos que sudan y tiranos que engordan... ¡Perdónanos, Señor! 

TERCERA ESTACIÓN
JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ
 

Te empujaron, fueron muchas las manos que empujaban, muchas; querían verte caer. Y lo lograron.
¡Señor! ¡Son tantos hoy también los que empujan! Son muchos los jóvenes que caen; ellos, en la haraganería, en el odio, en la negra codicia; ellas, en la liviandad... Pero, ¿quién tiene la culpa? Por ellos te pido, por los de arriba,
que empujan con sus injusticias y " sus trapacerías. Por todos los que empujan; por mi, que tanto empuje con mi mal ejemplo. ¡Perdónanos, Señor! 

CUARTA ESTACIÓN
JESÚS ENCUENTRA A SU MADRE

Tú la encontraste en la calle.  Tú el Hijo del Hombre; ella, la Señora. Y pensasteis  en nuestras calles  y encuentros...
Por eso, por nuestra calle y por nuestros encuentros, por las miradas de todos los hombres  sobre todas las mujeres, porque ya el, respeto desapareció en los hombres que sacuden sus cruces; porque ya en ellas las hombre no ven a Madres porque ya en ellas las lágrimas no se estilan, por­ que también yo preferí la selva libre a las amarguras y seriedad dé la calle, por todo ello, tú, Madre, y tú, Señor, ¡perdón!

QUINTA ESTACIÓN
EL CIRENEO AYUDA A LLEVAR LA CRUZ
 

Lo hizo a la fuerza y de mala gana, porque nadie quería libremente ayudarle; nadie. Hubo que alquilar a un hombre.
¡Señor! Por todos los egoístas, los que alzan sus, hombros y pasan indiferentes; los, que dejan en la cuneta, de la vida a los hombres con sus cruces, tirados; los que, a lo más, arrojan sus limosnas a la salida de sus juergas; los que alquilan hombres para caminar ellos más desenvueltos; por ellos y por los cireneos de pega, los que, hacen teatro de su misericordia y compran el cielo con las monedas que sobran, como yo, Señor, pon mi atroz egoísmo y mi fachada honorable, y mi voz exigente. Por tanta farsa, Señor, ¡perdónanos! 

SEXTA ESTACIÓN
LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS
 

Nadie se atrevía hasta que salió una mujer, una beata. Y se reirían de ella, la empujarían, la pisarían. Pero en sus lienzos quedó el milagro.
Igual, exactamente igual; hoy el miedo nos domina, el miedo que tienes tú que perdonarnos, ese inmenso miedo al mundo, a su juicio, a su condena. Porque hay una cobardía epidémica entre nosotros y todos dejan pasar el mal y nadie se atreve; porque en tanto, tú sólo caminas con la sangre y el barro sobre el rostro; porque también yo me hice el indiferente y el espectador.; porque todos nos reímos de la beata; por eso, por nuestra falta de hombría cristiana, ¡perdón, Señor, perdón! 

SÉPTIMA ESTACIÓN
JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ
 

Otra vez te empujaron los mismos, los de siempre, el culto fariseo y el soldado rudo. Y tú quedaste bajo la cruz.
Ahora te pido por todos los empujados, los que no se levantan y los que no saben levantarlos: los tiraron al arroyo, los tiraron a la cárcel, los tiraron al barrio de la miseria, los tiraron al club de la lujuria. Y bajo las cruces de sus pecados ahí están. Por ellos y por mí, víctima también, Señor, tú lo sabes, de los que me enseñaron a mentir, a “aprovecharme” y a ensuciarme... ¡Perdónanos, Señor! 

OCTAVA ESTACIÓN
JESÚS Y LAS HIJAS DE JERUSALÉN
 

Lloraban ellas y tú reprendiste sus lágrimas. Querías algo más que llantos. Querías obras. Hablaste del infierno y seguiste tu camino.
¡Cuantas plañideras y plañideros, inútiles estorbos, por nuestros tiempos!. Todos los que se quejan, los que protestan, los que votan en contra, siempre con sus hombros sin cargas ni cruces; los que salen al camino a ver como otros sudan. Y yo ¿qué he hecho y en qué he sufrido para quejarme tanto?. ¡Señor perdona la hipocresía de tantas lágrimas! 

NOVENA ESTACIÓN
JESÚS CAE POR TERCERA VEZ
 

Otra vez por tierra, pero de nuevo surgiste. Había que llegar hasta el fin. Y llegaste.
Por eso nos perdonarás a todos los que se cansaron, a todos los que de veras sufrieron y cargaron, pero al fin quedaron rendidos ante la tercera caída o la tercera “faena”. Los cansinos, Señor; los que buscaron excusas para su defección y  su pesimismo; los que dijeron que “para qué más”, los que no quisieron seguir “haciendo el primo”, mientras tantos espectadores se daban la buena vida. Ellos, y yo, con mis baches de misantropía y mis rachas de desconfianza: yo el débil, el cansado; yo el aburrido; yo, tantas vecescon mis ilusiones por el suelo... ¡Perdón, Señor, perdón!

DÉCIMA ESTACIÓN
JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS


Te dejaron sin nada,‑ bienaventurado en tú pobreza de sangre y desnude.‑ Y tú, les bendecías y les perdonabas.
Hoy también les perdonas. A todos los que, te despojan a todos los hombres de la rapiña y de la codicia; los que llaman operaciones a sus robos y negocios a sus crímenes; los maldecidos en tus, parábolas por sus hambres de rique­za, los que no: entrarán  por el agujero, de. la aguja; los que se, juegan, a los dados la túnica de los pobres. Perdóname; Señor, porque también yo quise quedarme con algo y también yo no creí en  la bienaventuranza de la pobreza. ¡Perdóname, Señor, tú, pobre y desnudo, a mí, codicioso y arropado! 

UNDÉCIMA ESTACIÓN
JESÚS ES CRUCIFICADO

Tu carne quedó abierta, floreciendo el árbol seco de la cruz. En tanto, tú pedías perdón y  pensabas en nuestra carne.
La carne, la nuestra; con sus hambres y sus fiebres, sus debilidades y sus pecados. La carne de todos mis hermanos, en unos, sucia, macilenta y cochambrosa; en otros, perfumada, cálida y tentadora; Por aqué­llas, y , por éstas; por la mía, en su debilidad y en sus ardo­res, en su tentación y en su penitencia.  ¡Señor, Jesús, con tu carné partida, perdónanos!

DUODÉCIMA ESTACIÓN
MUERE JESÚS

Inclinaste la cabeza ofreciéndote al Padre y llamando a la muerte. Cuando quisiste, cuando todo estuvo consumado.
Y quedaste muerto entre nuestros muertos, los que mu­rieron mirándote desde tu derecha o maldiciéndote desde tu izquierda. Nuestros muertos; los que té confesaron y los que te negaron; los que hoy te confiesan, con sus labios muerta el alma, y los que te niegan desde su cruz, el alma herida.
¡Cuántos muertos, Señor! ¡Cuántos frente a tu muerte, en nuestra tierra de muertos!. Por todos ellos y por mi, tu pequeño muerto a tu gracia, tu ladrón bueno; por todos, Jesús muerto, ¡perdónanos! 

DECIMOTERCERA ESTACIÓN
EL DESCENDIMIENTO
 

Tu cadáver está sobre el seno de, la Madre. Todo está si­lencioso, terriblemente  silencioso y en sombras.
Ahora te pido perdón sobre esta sombra y silencio‑‑‑para los que se escaparon a  la ciudad, para los que no creyeron, para los que dejaron sola a tu Madre, y para los que, humildes, mientras: los demás corrían te bajaron de la cruz. Te pido perdón para los sencillos, para los humildes, para los infelices, para los que quedan cuando los otros huyen, para los que pecan por infelicidad y hacen sus servicios por rutina, y para mí, Señor, tan vulgar en  mis virtudes como en mis pecados, ¡perdón!

DECIMOCUARTA ESTACIÓN
JESÚS ES SEPULTADO
 

Unos pocos te llevaron al sepulcro; no creían, sólo Ella esperaba; los demás, no; los demás lloraban y nada más.
Porque muchos no saben hacer otra cosa, porque no es­peran, porque no creen en tu, resurrección; porque en su mezquindad perdieron la confianza; porque la plaga del desánimo,  de la fatiga y de la deserción cubre mi tierra, y‑‑‑porque yo mismo me siento atacado, llorando ante tu se­pulcro y el de nuestros muertos; por todo ello; tú, Señor, ven con tu saludo de paz y tu promesa de vida a vengarte así de nuestra desconfianza: a disipar así nuestros temores, a iluminar, por fin, nuestras penumbras, a perdonar, Señor, a perdonar...