Caminando con Jesús

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

TERESA NOS HABLA DE LA ORACION

PREPARADO POR PEDRO SERGIO ANTONIO DONOSO BRANT

TEXTO DE SANTA TERESA DE JESUS

COMENTARIOS DE JESUS MARTI BALLESTER

TERESA DE JESUS NOS HABLA HOY

SUMA ANTOLOGICA

 

 

PRIMERA PARTE:

TERESA NOS HABLA DE LA ORACION

119 SENTENCIA ESCOGIDAS DE LOS TEXTOS DE SANTA TERESA

SEGUNDA PARTE:

COMENTARIOS DE JESUS MARTI BALLESTER

1.     LA ORACION, ACTO ELICITO DE LA VIRTUD DE RELIGION

2.     LA ORACION EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

3.     EL MAESTRO DE ORACIÓN POR EXCELENCIA ES JESÚS.

4.     LA VIRTUD DE LA JUSTICIA CON LA ORACIÓN

5.     CLASES DE ORACION

6.     LA PALABRA DE DIOS

7.     PODER Y DERECHO DE HABLAR CON DIOS

8.     SOMOS INDIGENTES

9.     UN DIOS A NUESTRA IMAGEN

10.                        CRISIS DE LA CULTURA

11.                        SIN DIOS NO HAY MANDAMIENTOS

12.                        SE FALLA DESDE LA PROPIA IGLESIA (CARDENAL ROUCO)

13.                        ¿SALVACIÓN DEL ALMA O DEL CUERPO?

14.                        DE LOS LABIOS DE SU MADRE

15.                        LA VOLUNTAD DEL PADRE    

16.                        JESUS ORANTE POR EXCELENCIA

17.                        ¡”ORAD”!

18.                        RAPTO, FUEGO, LLAMA         

19.                        LA LLAMA DE TERESITA

 

TERCERA PARTE:

TERESA NOS HABLA DE LA ORACION CONTEMPLATIVA O CON CARISMAS MISTICOS

16 SENTENCIA ESCOGIDAS DE LOS TEXTOS DE SANTA TERESA

 

CUARTA PARTE:

COMENTARIOS DE JESUS MARTI BALLESTER

ORACION CON CARISMAS MISTICOS           

SIGLAS

 

PRIMERA PARTE

TERESA NOS HABLA DE: LA ORACION

 

1.         Comenzó el Señor a concederme tantos regalos desde los principios de este camino, que ya al término de mi estancia en esta soledad de casi nueve meses, me concedía oración de quietud y alguna vez, hasta de unión, aunque yo ignoraba lo que era una y otra y lo muy preciosas que eran; haberlo entendido creo que me hubiera hecho un gran bien.

Duraba tan poco la oración de unión, que no se si llegaba al tiempo de una Avemaría; mas quedaba con unos efectos tan grandes que, aunque no tenía veinte años, me parece que traía el mundo bajo los pies, y recuerdo que tenía lástima a los que vivían para el mundo, aunque fuese en cosas lícitas (V 4, 7).

Procuraba todo lo que podía traer a Jesucristo, nuestro Bien y Señor, presente dentro de mí, y ésta era mi manera de oración.

Si pensaba en algún misterio de la Pasión, lo representaba en mi interior; aunque la mayor parte del tiempo lo empleaba en leer, lo que era mi mayor recreo; porque no me dio Dios talento para discurrir con el entendimiento, ni de aprovecharme de la imaginación, que la tengo tan torpe, que nunca conseguía representar en mí la Humanidad del Señor.

Y aunque no ejercitando la inteligencia se llega más pronto a contemplación si perseveran, es muy duro y penoso; porque si la voluntad no se ejercita en amar algo presente, se queda el alma sin arrimo y vacía y le dan grandísima guerra los pensamientos (V 4, 7).

2.         Las personas que tienen esta psicología necesitan mayor limpieza de conciencia que las que pueden discurrir con el entendimiento. Porque quien reflexiona lo que es el mundo y lo que debe a Dios y lo mucho que sufrió y lo poco que le sirve y lo poco que da el mundo a quien le ama, saca doctrina para defenderse de los pensamientos y de las ocasiones y peligros. Quien no se puede aprovechar de esto, tiene mayor peligro de distraerse y conviene que lea mucho, ya que él por si solo no puede reflexionar (V 4, 8).

3.         Es tan penosísima esta forma de orar, que si el maestro que le enseña le exige que no lea y le hace estar mucho rato en la oración sin la ayuda del libro, será imposible que persevere mucho tiempo en la oración y le dañará la salud si porfía, pues es cosa muy penosa (V 4, 8).

4.         Ahora me parece que fue providencial que yo no encontrase quien me enseñase, porque si me hubiera exigido hacer oración sin libro, no hubiera podido perseverar dieciocho años que sufrí este tormento con grandes sequedades por no poder discurrir (V 4, 9).

5.         En todo este tiempo, sólo después de comulgar me atrevía a ir a la oración sin libro. Tanto temía mi alma estar sin libro en la oración, como si con mucha gente fuese a pelear. Con este remedio, que era como una compañía o escudo donde había de recibir los golpes de los muchos pensamientos, andaba consolada (V 4, 9).

6.         La sequedad no era constante, mas siempre me sobrevenía cuando no tenía libro, pues mi alma se inquietaba y me asaltaban los pensamientos desbocados; con el libro los comenzaba a recoger y como por halago conducía el alma. Muchas veces leía un poco, otras, mucho, según la gracia que el Señor que concedía (V 4, 9).

7.         Cuando comencé este camino me parecía que teniendo libros y pudiendo estar sola, no tenía peligro de dejar tanto bien como es la oración (V 4, 9).

8.         Como quería tanto a mi padre, le deseaba el bien que yo tenía con hacer oración, que me parecía que en esta vida no podía ser mayor. Con rodeos y como pude comencé a procurar con él que hiciese. Le dí libros para que la hiciera. Como era tan virtuoso, se cimentó tan bien en él este ejercicio, que en cinco o seis años adelantó tanto, que yo alababa mucho al Señor y me daba grandísimo consuelo (V 7, 10).

9.         Ya después que yo andaba tan distraída y sin hacer oración, como veía que él pensaba que yo era la que solía, no lo pude sufrir sin desengañarle; porque estuve un año y más sin tener oración, pareciéndome más humildad. Y ésta, como después diré, fue la mayor tentación que tuve, que por ella me iba a acabar de perder; pues con la oración, un día ofendía a Dios y tornaba después a recogerme y a apartarme más de la ocasión (V 7, 11).

10.     En la misma enfermedad y en las ocasiones se hace la verdadera oración, cuando es alma que ama, ofreciendo aquello y acordándose del Señor por quien lo sufre, y conformándose con ello, y mil cosas que se ofrecen. Aquí ejercita el amor, que no es indispensable tener tiempo de soledad para que se haga oración (V 7, 12).

11.    Con un poquito de cuidado grandes bienes se encuentran cuando con trabajos el Señor nos quita el tiempo de la oración V 7, 12).

12.    No sólo procuré que hiciese oración mi padre sino también algunas otras personas. Aun metida yo en estas vanidades, como las veía amigas de rezar, les decía el modo de hacer meditación y les ayudaba y les daba libros; porque tenía deseo de que otros sirviesen a Dios desde que comencé a hacer oración (V 7, 13).

13.    Este padre dominico con quien me confesé me hizo harto provecho y se empeñó en hacer bien a mi alma con tacto y haciéndome ver la perdición que traía. Hacíame comulgar de quince en quince días; y poco a poco, comenzándole a tratar, le hablé de mi oración. Me dijo que no la dejase, que de ninguna manera me podía hacer más que provecho. Comencé a tornar a ella, aunque no a apartarme de las ocasiones, y nunca más la dejé (V 7, 17).

14.    Pasaba una vida trabajosísima, porque en la oración entendía más mis faltas: Por una parte me llamaba Dios; por otra yo seguía al mundo. Dábanme gran contento todas las cosas de Dios; teníanme atada las del mundo (V 7, 17).

15.    En la oración pasaba gran trabajo, porque no andaba el espíritu señor, sino esclavo;  y así no me podía encerrar dentro de mí...sin encerrar conmigo mil vanidades (V 7, 17).

16.    Pasé muchos años... Bien se que dejar la oración no estaba ya en mi mano, porque me tenía con las suyas el que quería para hacerme mayores mercedes (V 7, 17).

17.    Por estar arrimada a esta fuerte columna de la oración pasé este mar tempestuoso casi veinte años con estas caídas. Y con levantarme y mal, pues tornaba a caer, y en vida tan baja de perfección, que casi no hacía caso de los pecados veniales y, aunque temía los mortales, no como debía, pues no me apartaba de los peligros, sé que es una de las vidas penosas que me parece se puede imaginar; pues ni yo gozaba de Dios ni me llenaba el mundo. Cuando estaba en los contentos del mundo y me acordaba de Dios, tenía pena; cuando estaba con Dios, las aficiones del mundo me desasosegaban. Ello es una guerra tan penosa, que no sé cómo un mes la pude sufrir, cuánto más tantos años (V 8, 2).

18.    El bien que tiene quien se ejercita en la oración, hay muchos santos y personas que lo han escrito; me refiero a la oración mental, ¡gloria a Dios por ello! Y aunque así no fuera, aunque soy poco humilde, no tan soberbia que osara hablar de esto (V 8, 5).

19.    Por muchos pecados que haga quien ha comenzado a hacer oración, no la deje, pues la oración es el remedio para tornarse a remediar y sin oración será mucho más difícil. Y no se deje tentar por el demonio como a mí me tentó, para dejarla por humildad (V 8, 5).

20.    Crea que no pueden fallar las palabras de Dios que, en cuanto nos arrepentimos de veras y nos determinamos a no ofenderle, se reanuda la amistad con él y hace las mercedes que antes hacía, y a veces muchas más, si el arrepentimiento lo merce. Y quien no la ha comenzado, por amor del Señor le ruego yo que no carezca de tanto bien (V 8, 5).

21.    No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama (V 8, 5).

22.    Para que el amor sea verdadero y dure la amistad, se han de encontrar las condiciones: las del Señor, ya se sabe que no pueden tener falta; la nuestra es viciosa, sensual, ingrata. Si tú aún no le amas, no puedes conseguir amarle porque no es de tu manera de ser. Mas viendo lo mucho que te va en tener su amistad y lo mucho que te ama, pasarás por esta pena de estar mucho con  quien es tan diferente de tí (V 8, 5).

23.    ¡Cuán cierto es que sufrís Vos a quien soporta que estéis con él! ¡Oh, qué buen amigo hacéis, Señor mío! ¡Cómo le vais regalando y sufriendo, y esperáis a que se haga de vuestro estilo, y mientras tanto le sufrís el suyo! ¡Tomáis en cuenta, mi Señor, los ratos que os quiere, y con un punto de arrepentimiento olvidáis lo que os ha ofendido!

24.    He visto esto claro en mí misma y no entiendo, Creador mío, por qué todo el mundo no se decide a acercarse a Vos mediante esta particular amistad: los malos, que no son como Vos, para que los hagáis buenos, con tal de que sufran que estéis con ellos al menos dos horas cada día, aunque ellos no estén con Vos sino con mil revueltas y cuidados y pensamientos de mundo, como yo hacía (V 8, 6).

25.    No entiendo lo que temen los que temen comenzar a hacer oración mental ni sé de qué tienen miedo (V 8, 7).

26.    Esta fue toda mi oración y ha sido cuando anduve en estos peligros, y aquí era el pensar cuando podía; y muchas veces, algunos años, tenía más cuenta y deseaba que se acabase la hora y escuchar cuando sonaba el reloj, que en pensar en otras cosas buenas; y hartas veces no sé qué penitencia grave hubiera hecho de mejor gana que recogerme a hacer oración (V 8, 7).

27.    Pues si a cosa tan ruín como yo tanto tiempo sufrió el Señor y por aquí se remediaron todos mis males, ¿qué persona, por mala que sea, podrá temer?... ¿Ni quién podrá desconfiar, pues a mí tanto me sufrió, sólo porque deseaba y procuraba algún lugar y tiempo para que estuviese conmigo, y esto muchas veces sin ganas, a fuerza de vencerme o de forzarme el mismo Señor?

Si, pues a los que no le sirven, sino que le ofenden, les va tan bien la oración y les es tan necesaria, y nadie puede de ella esperar daño que no sea mayor el no hacerla, los que sirven a Dios y le quieren servir, ¿por qué la ha de dejar? (V 8, 8).

28.    Por cierto, si no es para pasar con más trabajo los trabajos de la vida, yo no lo puedo entender, y para cerrar a Dios la puerta para que no les de alegría en la oración.

29.    Cierto, les tengo lástima, porque a su costa sirven a Dios; porque a los que hacen oración el mismo Señor corre con el gasto de los trabajos, pues por un poco de trabajo, les da gusto para que con él se pasen los trabajos (V 8, 8).

30.    Para las mercedes tan grandes que me ha hecho a mí es la puerta la oración; cerrada ésta, no sé cómo las hará; porque aunque quiera entrar a regalarse con un alma y regalarla no hay por dónde, que la quiere sola y limpia y con gana de recibir los regalos. Si le ponemos muchos tropiezos y no ponemos nada para quitarlos, ¿cómo ha de venir a nosotros? ¡Y queremos que nos haga Dios grandes mercedes! (V 8, 9).

Hacía la oración de esto modo: como no podía discurrir con el entendimiento, intentaba representarme a Cristo dentro de mí y me encontraba mejor, creo, en los lugares donde le veía más solo. Me parecía que estando solo y afligido, como persona necesitada de compañía, me admitiría a mí. De estas simplicidades tenía muchas.

31.    En especial me hallaba muy bien en la oración del Huerto; allí era mi acompañarle; si podía pensaba en aquel sudor y aflicción que allí había tenido; deseaba limpiarle aquel tan penoso sudor, mas recuerdo que jamás osaba determinarme a hacerlo, porque se me representaban mis pecados tan graves; estaba allí con él todo el tiempo que me dejaban los pensamientos, porque eran muchos los que me atormentaban (V 9, 4).

32.    Parece que lo que otros con gran trabajo procuran adquirir, granjeaba el Señor conmigo que yo lo quisiese recibir, que era darme ya, en estos últimos años, gustos y regalos. Jamás me atreví yo a suplicarle me los diese, ni ternura de devoción; sólo le pedía que me diese gracia para que no le ofendiese y me perdonase mis grandes pecados. Como los veía grandes, nunca osaba desear, dándome cuenta, ni gustos ni regalos. Harto me parece hacía su piedad, y en verdad hacía mucha misericordia conmigo, consintiendo que estuviera con él y atrayéndome a su presencia, que yo veía que, si tanto él no la procurara, yo no viniera (V 9, 9).

33.    Si el que comienza, se esfuerza con el favor de Dios a llegar a la cumbre de la perfección, creo que jamás va solo al cielo; siempre lleva mucha gente consigo y, como a buen capitán, le da Dios quien vaya en su compañía (V 11, 4; CN 1).

34.    El que comienza a hacer oración, ha de pensar que comienza a hacer un huerto para que se deleite el Señor, en tierra muy infructuosa, que tiene muy malas hierbas. Su Majestad arranca las malas hierbas y ha de plantar las buenas.

Pues hagamos cuenta que el huerto ya está hecho cuando un alma se determina a hacer oración. Y con la ayuda de Dios hemos de procurar, como buenos hortelanos, que crezcan estas plantas y hemos de tener cuidado de regarlas para que no se sequen, sino que lleguen a dar flores que den de sí gran olor para dar recreación a este Señor nuestro, y así venga a deleitarse muchas veces a esta huerta y a gozar entre estas virtudes (V 11, 6; CN 1).

35.    Creo que se puede regar el huerto de cuatro maneras: sacando agua de un pozo que supone un gran trabajo de nuestra parte; con noria y arcaduces, que se saca con un torno;...es menor trabajo que el anterior y se saca más agua; de un río o arroyo; así se riega mejor, pues queda más harta la tierra de agua y no es menester regar tan a menudo, y exige menor esfuerzo del hortelano;  lloviendo mucho, que lo riega el Señor sin ningún trabajo nuestro; este modo es mejor que todos los anteriores (V 11, 7; CN 1).

36.    Los que comienzan a hacer oración son los que sacan el agua del pozo, que lo hacen con mucho trabajo de su parte, pues se han de cansar en recoger los sentidos, y como están acostumbrados a ir dispersos, les cuesta mucho recogerse. Es necesario que se vayan acostumbrando a que no les importe ver ni oir... durante las horas de la oración, buscando la soledad para en ella pensar en su vida pasada...

Al principio les aflige pensar en los pecados de su vida porque no acaban de entender que se arrepienten de ellos; y sí lo hacen, pues se determinan a servir a Dios tan de veras. Han de meditar la vida de Cristo y el entendimiento se cansa de esto. Esto lo podemos hacer nosotros...

Esto es comenzar a sacar agua del pozo, y quiera Dios que tenga agua. Por lo menos no queda por nosotros, que ya vamos a sacarla y hacemos lo que podemos para regar estas flores (V11, 910; CN 1).

37.    ¿Qué hará en la sequedad el hortelano? Alegrarse y consolarse y tener por grandísima merced poder trabajar en el huerto de tan gran Emperador. Y pues sabe que le contenta en aquello y su intención no ha de ser contentarse a sí sino a él, alábele mucho por la confianza que tiene en él, pues ve que sin pagarle nada, tiene tan gran cuidado de lo que le encomendó. Tiempo vendrá en que se lo pague todo junto. No tenga miedo de perder el trabajo. A buen amo sirve. Mirándole está (V 11, 11; CN 1).

38.    A los que pueden discurrir, no se les vaya el tiempo en esto; porque aunque es muy meritorio, les parece que como es oración sabrosa, no ha de haber día de domingo, ni rato que no sea trabajar; les parece que pierden el tiempo si no razonan, y tengo yo por muy ganada esta pérdida.

En vez de discurrir tanto, represéntense delante de Cristo y sin cansancio del entendimiento, se estén hablando y regalando con él, sin cansarse en componer razones, sino presentándole necesidades y la razón que tiene para no soportarnos allí: una cosa durante un tiempo y la otra en otro, para que no se canse el alma de comer siempre el mismo manjar. Estos son muy gustosos y provechosos si el paladar se acostumbra a comerlos; traen consigo gran alimento para dar vida al alma y muchas ganancias (V 13, 11; CN 3).

39.    Ocupe el entendimiento en que mire que le mira, y acompáñele y háblele y pídale y humíllese y regálese con él y recuerde que no merece estar allí. Cuando pueda hacer esto, aunque sea al principio de la oración, hallará grande provecho, y causa muchos provechos este modo de oración; al menos los halló mi alma (V 13, 22; CN 3).

40.    Digamos el segundo modo de sacar el agua con un torno y arcaduces para que el hortelano saque con menos trabajo más agua y, sin necesidad de trabajar continuamente, pueda descansar. Este grado se llama oración de quietud (V 14, 1; CN 4).

41.    Aquí se comienza a recoger el alma, toca ya aquí cosa sobrenatural que, por muchos esfuerzos que haga el alma, no puede conseguir.

Es verdad que durante algún tiempo se ha cansado dándole al torno y trabajando con el entendimiento y que se han llenado los arcaduces; mas aquí el agua está más alta y por eso se trabaja mucho menos que sacándola del pozo. Digo que el agua está más cerca porque la gracia se da más claramente a conocer al alma (V 14, 2; CN 4).

42.    La oración de quietud es un recogerse las potencias dentro de sí para gozar de aquel contento con más gusto; mas no quedan suspendidas ni absortas; sola la voluntad está ocupada de tal manera que, sin saber cómo, queda cautivada consintiendo que la encarcele Dios, como quien sabe que es cautiva de quien ama (V 14, 2; CN 4).

43.    Las otras dos potencias, memoria y entendimiento, ayudan a la voluntad para que se vaya haciendo capaz de gozar tanto bien, aunque algunas veces, aún estando unida la voluntad con Dios, las potencias pueden estorbarla un poco; mas entonces no hay que hacer caso de ellas, sino quedarse en su gozo y quietud; porque si las quiere recoger, el alma y las potencias perderán, pues entonces son como palomas que no se contentan con el cebo que les da el dueño del palomar sin trabajo de ellas y van a buscar de comer por otros lugares, y lo hallan tan malo que se vuelven; y así la memoria y el entendimiento van y vienen a ver si la voluntad les participa algo de lo que ella goza en su Dios. (V 14, 3; CN 4).

44.    Todo lo que pasa aquí es con grandísimo consuelo y con tan poco trabajo que no cansa la oración, aunque dure mucho rato; porque el entendimiento obra aquí muy lentamente y saca mucha más agua que la que sacaba del pozo; las lágrimas que aquí Dios da ya van con gozo; aunque se sienten, no se provocan.

Esta agua de grandes bienes y mercedes que el Señor da aquí, hace crecer las virtudes muchísimo más sin comparación que en la oración anterior (V 14, 4; CN 4).

La tercera agua con que se riega esta huerta es agua corriente de río o de fuente. Se riega con mucho menos trabajo, sólo el de encaminar el agua.

Quiere aquí el Señor ayudar al hortelano tanto que casi él es el hortelano y el que lo hace todo. Es un sueño de potencias en el que ni del todo se pierden ni entienden cómo obran. El gusto, suavidad y deleite es mayor sin comparación que el de la oración anterior, porque llega el agua de la gracia a la garganta de esta alma, y ni puede seguir adelante, ni sabe cómo, ni puede volver atrás; quisiera gozar de grandísima gloria.

45.    Es como uno que está, con la candela en la mano, que le falta poco para morir muerte que la desea, gozando en aquella agonía con el mayor deleite que se puede decir. Es un morir casi total a todas las cosas del mundo y gozar de Dios (V 16, 1; CN 6).

46.    En la cuarta agua ya no actúan los sentidos, sino que se nada en gozo sin entender lo que se goza. Se da cuenta el hombre de que está gozando de un bien que abarca todos los bienes, mas no comprende este bien. Todos los sentidos se gozan en este gozo, de modo que ninguno puede actuar en otra cosa exterior ni interior.

En los otros grados de oración se les permite a los sentidos dar muestras del gran gozo que sienten; en el cuarto grado goza más el alma sin comparación y no se puede manifestar porque ni queda poder en el cuerpo ni el alma lo puede comunicar (V 18, 1; CN 8).

47.    Esta agua que viene del cielo para empapar y hartar con su abundancia todo este huerto de agua, si el Señor la diera siempre que fuera necesaria, ya se ve el descanso que tendría el hortelano. Y si no hubiera invierno y el tiempo fuera siempre templado, nunca faltarían flores y frutos; ya se ve qué deleite tendría el hortelano; mas, mientras vivimos eso es imposible; siempre ha de haber cuidado de procurar un agua cuando falte otra (V 18, 9; CN 9).

48.    Esta agua del cielo viene muchas veces cuando más descuidado está el hortelano. Es verdad que al principio casi siempre llueve después de larga oración mental. Cumplidos los tres grados de oración, viene el Señor a tomar esta avecita y ponerla en el nido para que descanse.... ¡Y qué gran premio, que basta un momento para que queden pagados todos los trabajos pasados! (V 18, 9; CN 8)

49.    Que no desmaye nadie de los que han comenzado a hacer oración diciendo: "Si vuelvo a caer, es peor seguir haciendo oración". Yo así lo creo si se deja la oración y no se corrige; mas si no la deja, crea que el Señor la sacará a puerto de luz (V 19, 4; CN 9).

50.    Me dio mucha guerra el demonio con esto, y sufrí tanto, porque me parecía poca humildad hacer oración siendo tan ruín, y la dejé año y medio, lo que fue ni más ni menos, meterme yo misma en el infierno, sin necesidad de demonios que me empujasen (V 19, 5; CN 9).

51.    Prefiero oración joven con efectos muy grandes (pues no se puede dejar todo sin un amor muy fuerte), que oración de muchos años que nunca consiguió decisión radical por Dios ni el primer año ni el último. Sólo consiguió unas cositas menudas como sal sin peso ni entidad, que un pájaro puede llevarse en el pico... (V 39, 13).

52.    Dice nuestra primera regla que oremos sin cesar. Si se hace esto con todo el cuidado que podemos, no se dejarán de cumplir los ayunos y disciplinas y silencio que manda la Orden; porque ya sabéis que para que la oración sea verdadera se ha de fortalecer con esto, pues regalo y oración no se compadece (C 4, 2).

53.    Yo aconsejo a todos que hagan meditación aunque no tengan virtudes porque es principio para alcanzar todas las virtudes y cosa en que nos va la vida comenzarla a todos los cristianos, y ninguno por perdido que esté debía de dejar de hacer (C 16, 3).

54.    Yo estuve más de catorce años sin poder hacer ni siquiera meditación, si no la hacía apoyándome en la lectura. Habrá muchas personas que les ocurrirá lo mismo, y otras que aunque hagan lectura no podrán meditar, sino sólo rezar vocalmente y en esto se detendrán más (C 17, 3).

55.    Por eso, hermanas, oración mental, y la que no pueda mental, oración vocal y lectura y diálogo con Dios. No deje de hacer la oración como todas; no sabe cuándo llamará el Esposo, no os suceda como a las vírgenes necias (C 18, 4).

56.    A quien Dios quiere dar contemplación, Su Majestad lo hará fuerte (C 18, 10).

57.    Y siempre es bueno fundamentar vuestra oración sobre las oraciones pronunciadas por la boca del Señor. En eso tienen razón, que si no estuviera ya nuestra flaqueza tan flaca y nuestra devoción tan tibia, no sería necesaria otra clase de oraciones, ni serían necesarios otros libros (C 21, 3).

58.    Yo no digo ahora que la oración haya de ser mental o vocal para todos; a vosotras os digo que una y otra vais a necesitar: este es el oficio de los religiosos. A quien os diga que en la oración hay peligro, tenedle a él por el mismo peligro y huid de él (C 21, 7)

59.    Peligro será no tener humildad y las otras virtudes; pero que el camino de la oración sea camino peligroso, nunca permita Dios que lo sea. El demonio parece que ha inventado meter estos miedos, y ha sido muy ladino haciendo caer a algunos que parecía que hacían oración (C 21, 7).

60.    Y mirad en qué ceguedad vive el mundo, que no miran los muchos millares que han caído en herejías sin tener oración, sino distracción y si el demonio, para hacer mejor su negocio, entre la multitud de los herejes ha hecho caer a algunos, bien contados, que hacían oración, ha utilizado esto para infundir en algunos un miedo enorme hacia la práctica de la virtud (C 21, 8).

61.    Los que dejan la oración para librarse de los peligros, tengan cuidado; porque huyen del bien para librarse del mal. Nunca he visto tan mala invención; claramente se ve que es del demonio. ¡Oh, Señor mío!, defendeos...(C 21, 8).

62.    Sabed, hijas, que la oración mental no consiste en tener la boca cerrada. Si mientras estoy hablando me estoy dando perfecta cuenta y viendo que hablo con Dios con mayor atención que pongo en las palabras que digo, eso es a la vez oración vocal y mental (C 22, 1).

63.    ¿Qué es esto, cristianos? Los que decís que no es necesaria la oración mental, os entendéis? Yo quisiera dar voces y disputar, siendo la que soy, con los que dicen que no es necesaria la oración mental. Ciertamente, creo que no os entendéis, y por eso queréis que desatinemos todos: ni sabéis lo que es oración mental, ni cómo se ha de hacer la vocal, ni lo que es contemplación, porque si lo supierais, no condenaríais por un lado lo que alabáis por otro (C 22, 2).

64.    Yo siempre que me de cuenta, escribiré juntas oración mental y vocal, para que no os espanten, hijas; que yo se en qué paran estas cosas, pues he tenido que sufrir no poco por esta causa y por eso no quisiera que nadie os desasosegara, porque es muy perjudicial ir con miedo por este camino.

65.    Es muy importante que sepáis que vais bien, porque cuando a un caminante le dicen que va errado, le hacen ir de un cabo a otro, y todo lo que anda buscando por dónde ha de ir, se cansa y pierde el tiempo y llega más tarde (C 22, 3).

66.    ¿Quién puede decir que es malo que cuando comenzamos a rezar la Liturgia de las Horas o el rosario, se piense con quién vamos a hablar y quiénes somos los que hablamos, para acertar en el modo de tratar a Dios o a la Virgen o a los santos? Pues si hiciéramos bien lo que hay que hacer, que es tomar conciencia de estos dos datos, dedicarías mucho tiempo a la oración mental, antes de comenzar a rezar la oración vocal (C 22, 3).

67.    Para rezar vocalmente como es debido, ya sabéis que enseña Su Majestad que sea a solas; pues así lo hacía él siempre que oraba... Esto bien sabido es, pues no es compatible hablar con Dios y con el mundo a la vez, que eso es lo que se pretende cuando se reza mientras se está escuchando lo que están hablando, o cuando se reza dejando que el pensamiento divague en lo que se le va ocurriendo, sin cortar los pensamientos (C 24, 4).

68.    Hay temporadas de mal humor, cuando se está deprimido o se tiene debilidad cerebral en las que queriendo pensar no se puede; y hay días en los que Dios permite grandes tempestades para mayor bien de sus siervos; entonces, aunque se afligen e intentan relajarse, no pueden ni están en lo que dicen por mucho que se esfuercen ni pueden mantener la atención y están alterados y nerviosos como si tuvieran frenesí (C 24, 4).

69.    En la pena que les producen estas situaciones, comprenderán que no es culpa de ellos, no se fatiguen pues, que es peor, ni se cansen queriendo que discurra el entendimiento cuando no puede razonar, sino rece entonces como pueda, o incluso no rece, sino como una persona enferma, procure dar alivio a su alma y dedíquese a otra obra de virtud (C 24, 5).

70.    Lo que nosotros podemos hacer es procurar estar solos..., a fin de que nos demos cuenta de con quién estamos y de lo que responde el Señor a nuestras peticiones. ¿Pensáis que está callado? Aunque no le oímos, bien que habla al corazón cuando le pedimos de corazón (C 24, 5).

71.    Y bueno será que consideremos que esta oración nos la enseñó a cada una de nosotras y que nos la está enseñando, pues nunca está el Maestro tan lejos del discípulo que sea necesario gritar, sino que está muy cerca. Esto... es lo que os conviene para rezar bien el Padrenuestro; que no os separéis de junto al Maestro que os lo enseñó (C 24, 5).

72.    Diréis que esto ya es meditación y que vosotras no podéis meditar, y que tan sólo queréis rezar vocalmente; porque también hay personas poco pacientes y amigas de no hacer ningún esfuerzo que, como no tienen costumbre, les cuesta al principio recoger el pensamiento; y por no cansarse un poco, dicen que no pueden más y que no lo saben hacer y sólo quieren rezar vocalmente.

Tenéis razón cuando decís que eso ya es oración mental; mas yo os digo con seguridad que yo no se separar la oración mental de la vocal...

Yo lo he probado algunas veces, y no encuentro medio mejor que poner el pensamiento en aquél a quien dirijo las palabras. Por eso, tened paciencia y acostumbraos a cosa tan necesaria. Porque esto es necesario para ser monjas, y aun para rezar como buenos cristianos (C 24, 6).

73.    Y para que no creáis que se saca poca ganancia de rezar vocalmente con perfección, os digo que es muy posible que mientras rezáis el Padrenuestro u otra oración vocal, os ponga el Señor en contemplación perfecta; que así es cómo demuestra Su Majestad que oye al que habla y le habla su grandeza, suspendiéndole el entendimiento y cogiéndole la imaginación y quitándole la palabra de la boca, de modo que le cueste mucho esfuerzo hablar (C 25, 1).

74.     Entiende que sin ruído de palabras le está enseñando el Maestro divino, suspendiendo la actividad de las potencias que si actuaran, más que ayudar, dañarían; entonces gozan sin entender cómo gozan; está el alma abrasándose en amor, y no sabe cómo ama; conoce que goza porque está amando, y no sabe cómo goza; bien que se da cuenta de que es un gozo que el entendimiento no alcanza a desearlo; mas lo goza la voluntad sin saber cómo, y cuando puede comprender un poco, ve que este bien no se puede merecer con todos los trabajos de la tierra juntos. Es don gratuito del Señor de cielos y tierra, que, en fin, da como quien es. Esta es contemplación perfecta (C 25, 2).

75.    Ahora entenderéis la diferencia que hay de la contemplación a la oración mental, que consiste en pensar y entender lo que decimos y con quién hablamos, y quiénes somos los que osamos hablar con tan gran Señor. Pensar esto y otras cosas semejantes sobre lo poco que hemos hecho por él y lo mucho que le debemos, es oración mental; no penséis que es otra algarabía, ni os espante el nombre de oración mental (C 25, 3).

76.    Rezar el Padrenuestro y el Avemaría y otras oraciones es oración vocal. Pues mirad qué mala música hará la oración vocal sin la mental (C 25, 3).

77.    En la oración vocal y la mental o meditación, podemos hacer algo nosotros, con el favor de Dios; en la contemplación no podemos nada: es Su Majestad el que lo hace todo, pues es obra suya sobrenatural (C 25, 3).

78.    Representaos al mismo Señor junto a vos y mirad con cuánto amor y humildad os está enseñando; y mientras podáis no estéis sin tan buen amigo. Si os acostumbráis a traerle junto a vos y él ve que lo hacéis con amor y que andáis procurando contentarle, no podréis apartarlo de vos; lo tendréis con vos en todas partes: ¿pensáis que es gracia pequeña tener tal amigo al lado? (C 26, 1).

79.    Las que no podéis discurrir con el entendimiento ni podéis pensar sin distraeros; ¡acostumbraos, acostumbraos! Mirad que yo se que esto lo podéis hacer, porque yo he pasado durante muchos años este trabajo de no poder sosegar el pensamiento y se que es muy duro; mas se que no nos deja el Señor tan desiertos sin acompañarnos, si se lo pedimos con humildad; y si no podemos adquirir esta costumbre en un año, que nos cueste más: no nos duela gastar el tiempo en una trabajo en que tan bien se emplea. ¿Quién nos acosa? Yo os aseguro que se puede adquirir esta costumbre y que se puede trabajar a fin de caminar al lado de este Maestro verdadero (C 26, 2).

80.    Sólo os pido que le miréis. Pues ¡quién os impide volver los ojos del alma, aunque sea rápidamente si no podéis deteneros más, a este gran Señor? podéis mirar cosas muy feas, ¿y no vais a poder mirar la cosa más hermosa que se puede imaginar? Pues nunca aparta vuestro Esposo sus ojos de vosotras..., ¿es mucho pediros que apartando los ojos de las cosas exteriores, le miréis algunas veces a él? Mirad que no está esperando otra cosa, como dice a la esposa en los Cantares, más que le miremos. Cuando queráis le encontraréis. Desea tanto que le miremos que no quedará por él (C 26, 3).

81.    Este modo de rezar aunque sea vocalmente recoge la mente más pronto y es oración que trae muchos bienes. Se llama oración de recogimiento porque el alma recoge todas sus potencias y entra dentro de sí con su Dios, y su divino Maestro viene a enseñarla y a darle oración de quietud más pronto que por otros métodos. Porque metida allí consigo misma puede pensar en la Pasión e imaginar allí al Hijo y ofrecerlo al Padre sin necesidad de cansar el entendimiento buscándole en el monte Calvario y en el Huerto y atado a la Columna (C 28, 4).

82.    Las que se pueden acostumbrar a no mirar y a huir de los lugares donde los sentidos exteriores se pueden distraer, tengan la seguridad de que van por excelente camino y de que llegarán a beber el agua de la fuente, porque avanzarán mucho en poco tiempo. Como el que va en barco, que con poco que sople el viento favorable llega al puerto en pocos días, mientras los que van por tierra tardan más (C 28, 5).

83.    Si el recogimiento es auténtico, se nota muy claramente porque hace operación en el alma y aun en el cuerpo; no sé cómo explicarlo, pero quien lo haya vivido o lo esté viviendo, seguramente que me entiende (C 28, 6).

84.    Señora el alma de sus sentidos y pasiones, entra en su castillo fortificado para no tener que temer que la estorben sus enemigos: los sentidos dejan de ocuparse en las cosas exteriores y sin darse cuenta se le cierran los ojos para no verlas y para estar más despierta para mirar las del alma. Por eso quien va por este camino casi siempre que reza tiene los ojos cerrados, lo cual es una admirable costumbre con muy buenos efectos... (C 28, 6).

85.    Al principio cuesta esfuerzo, pero cuando la persona se ha acostumbrado, se suaviza el esfuerzo. Después ocurre lo contrario, pues lo que entonces cuesta es tener que abrir los ojos...En el mismo recogimiento percibe la persona que el espíritu se robustece para luchar contra la carne (C 28, 7).

86.    No creáis los que sois enemigos de la contemplación que estáis libres de ser contemplativos, si rezáis las oraciones vocales como se deben rezar, guardando limpia la conciencia (C 30, 7).

87.    Las almas que no hacen oración son como un cuerpo con hemiplegía o paralítico (I M 1, 6).

88.    La puerta para entrar en este castillo es la oración y meditación; no digo más mental que vocal, que para ser oración ha de ser con meditación (I M 1, 7).

89.    Lo mejor es acordarse de que está delante de Dios y tomar conciencia de quién es este Dios (IV M 3, 8).

90.    Aunque todas las que traemos este hábito sagrado del Carmen estamos llamadas a la oración y contemplación..., pocas nos disponemos para que nos la descubra el Señor (V M 1, 3).

91.    El alma no es el pensamiento ni la voluntad es mandada por él, por eso el aprovechamiento del alma no está en pensar mucho sino en amar mucho. ¿Cómo se adquirirá este amor? Determinándose a obrar y padecer, y hacerlo cuando se le presente la ocasión (F 5, 23).

92.    El amante verdadero en todas partes ama y siempre se acuerda del Amado. ¡Recia cosa sería que sólo se pudiera hacer oración en los rincones! Mas, ¡oh, Señor mío! ¡cuánta fuerza tiene ante Vos un suspiro salido de las entrañas! (F 5, 15)

93.    Lo que medita por la mañana, tráigalo presente todo el día, y en esto ponga mucha diligencia, porque hay gran provecho (Av 31).

94.    No sea vuestra merced tan incrédulo, que todo lo puede la oración (Cta 13, 5).

95.    Dicen que desde hace unos días hace Dios todo lo que le piden. Yo he visto algunas cosas y tienen razón (Cta 134, 9).

96.    Los deseos que tiene de la honra de Dios se demuestren en mirar por ella muy de veras y en emplear su memoria y entendimiento en cómo le ha de agradar y demostrar más el amor que le tiene.

¡Oh!, que ésta es la verdadera oración y no unos gustos para nuestro gusto no más. Y cuando se ofrece lo que he dicho mucha tibieza y temores y sentimientos de si no somos estimados yo no desearía otra oración, sino la que me hiciera crecer las virtudes. Si es con grandes tentaciones y sequedades y tribulaciones y esto me dejase más humilde, esto tendría por buena oración; pues lo que más agradare a Dios tendría yo por más oración, porque no se entiende que no ora el que padece, pues lo está ofreciendo a Dios, y muchas veces mucho más que el que se está quebrando la cabeza a solas y piensa, si ha estrujado algunas lágrimas, que aquello es la oración (Cta 133, 8. al P.Jerónimo Gracián).

97.    Cada día voy entendiendo más el fruto de la oración y lo que debe de valer delante de Dios un alma que por sola su gloria pide remedio para otra (Cta 158, 5).

No piense que siempre estorba el demonio la oración, que es misericordia de Dios quitarla algunas veces; y estoy por decir que casi es tan gran merced como cuando da mucha (Cta 167, 27).


 

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SEGUNDA PARTE: LA ORACION, COMENTARIOS DE JESUS MARTI BALLESTER

 

LA ORACION, ACTO ELICITO DE LA VIRTUD DE RELIGION         

        Es la especialidad de santa Teresa. La oración. De ella sabe muchísimo. Es Maestra indiscutible. La escucharemos, pero antes, vamos a dejar razonar a Santo Tomás, que también sabe lo que dice. Dotado de un sigular don de lágrimas, dejó de escribir después de un éxtasis en la misa. Ya todo lo que había escrito le parecía paja.

        La religión es parte potencial de la justicia, porque no alcanza a poder dar estrictamente a Dios todo lo que la criatura racional le debe. Le da lo que puede y lo ofrece mediante actos, entre otros, el de la oración. Dice santo Tomás: "Dijo ya Aristóteles que la razón nos conduce al bien perfecto por medio de la súplica. En este sentido interpreto la oración, tal como la entendía san Agustín, cuando dijo que "la oración es una cierta petición" y san Juan Damasceno: "la oración es la petición a Dios de lo que nos conviene" (22, 88, 1).

        Al pedir a Dios que colme nuestras aspiraciones, confesamos su excelencia y su poder, y ésta es la razón por la que la oración es un acto de religión. Podemos y debemos pedir a Dios la gracia y la gloria, que sólo El nos puede dar, pero también bienes temporales, como medios para servirle mejor, considerándolos como añadiduras.

        Hay clases de oración: Pública, la que se hace en nombre de la Iglesia; privada la que se hace en nombre propio; vocal y mental, según se exteriorice o permanezca en lo interior. La mental es discursiva, o intuitiva y contemplativa.

        Hay oración latréutica, que reconoce la excelencia de Dios, y se le somete; eucarística, que le da gracias; impetratoria, de petición; propiciatoria, que pide el perdón de los pecados.

        Dice san Agustín y lo cita Trento: "Dios no manda imposibles; y al mandarnos algo nos avisa que hagamos lo que podamos y pidamos lo que no podamos y nos ayuda para que podamos". Y san Alfonso de Ligorio: "El que ora se salva, y el que no ora se condena".

        Ha dicho Jesús: "Pedid y recibiréis, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá" (Mt 7, 7). La razón teológica prueba la eficacia de la oración por la fidelidad de Dios a sus promesas, y es infalible, cuando se piden para sí mismo, con humildad, piedad y perseverancia, cosas necesarias para la salvación. Jesús nos ha dicho constantemente que oremos. El evangelio no tiene sentido si se borra de él la oración. Todos recuerdan las  párabolas del amigo importuno (Lc 11, 5 ss) y de la viuda molesta (Lc 18, 1 ss).

        El que ora así, obtiene siempre lo que pide, porque esa oración, como toda obra buena, tiene a Dios por inspirador y causa primera, que nos impulsa a pedirle porque nos lo quiere conceder. También la oración del pecador es escuchada por Dios, cuando busca o desea un bien que conduce a la gracia y a la gloria, e incluso el cumplimiento de sus justas aspiraciones naturales. La desertización en la Iglesia y las hecatombes del mundo tienen su causa no menor en el abandono de la oración. Sin oración no hay renovación ni vida. Hay que orar siempre sin desanimarse.

        Dice el Concilio que "desde su mismo nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios" (GS, 19). Diálogo con Dios, o como define la oración la Mística Doctora: "Tratar de amistad estando muchas veces a solas con quien sabemos nos ama". No le cabe al hombre excelencia mayor que poder sostener un diálogo con Dios, su Creador que, por la revelación de Jesús, sabemos que, además, es nuestro Padre.

        Diálogo que el mismo Jesús quiere que sea incesante, como nos apunta San Lucas: "Para explicarles que tenían que orar siempre y no desanimarse..." Y al final de la parábola, dice Jesús: ¿pues Dios ¿no hará justicia a sus elegidos, si ellos le gritan día y noche? (18, 1 ss). Y termina con un lamento: "pero cuando vuelva el Hijo del Hombre, ¿va a encontrar esa fe en la tierra?"

        Podemos establecer dos principios: 1) El hombre puede hablar con Dios; 2) El hombre tiene derecho de hablar con Dios. Puede hablar con Dios como ningún otro ser de la creación, porque ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios; el libro del Génesis nos presenta a Adán, tras el pecado, como quien ha roto el diálogo con Dios, avergonzado de sí mismo, como si su conciencia intranquila quisiera que Dios no existiera, porque le tiene miedo. Esta es una de las raices inconscientes del ateísmo. El pecado ha sido la causa de que Adán renunciara al derecho de hablar con Dios.

        Pero Dios busca al hombre y le habla, le interroga, demuestra que no renuncia al diálogo con su criatura, buscándola y tomando la iniciativa: "¿Dónde estás?... ¿Por qué lo has hecho?" En su antropomorfismo, el autor sagrado describe a Dios  antes del pecado de los primeros padres, paseando por el jardín y, por tanto, dialogando con ellos, pero no después de pecar, cuando "se escondieron entre los árboles del jardín para que el Señor Dios no los viera" (3, 8 ss).

        Tenemos la posibilidad de hablar con Dios. También tenemos el derecho. Pero es que también tenemos necesidad: somos indigentes, pobres criaturas, sujetas a mil necesidades y carencias, y sometidas a todas las pasiones humanas, y víctimas de tantas calamidades, enfermedades, pobrezas y muerte. Somos además criaturas atadas con Dios por el cordón umbilical, que no podemos, auque queramos, cortar. Pero si lo cortáramos, caeríamos en el no ser, en la nada. Esto que es así física, metafísica y gratuitamente por la gracia, podemos frustrarlo usando mal nuestra libertad que anhela la independencia; que busca, locamente, ser como Dios (Gn 3, 5). Todos los árboles del bosque de la parábola de Jorgënsen, un aciago día, decidieron por unanimidad, prescindir del sol. Y le declararon la guerra. Sus hojas permanecerían cerradas y las corolas de sus flores no se abrirían. Fué su sentencia de muerte. Su suicidio.

        Como los árboles rebeldes, se pueden levantar los hombres contra Dios teórica o prácticamente. Unos, porque no aceptan al Dios que se han imaginado, hosco, gruñón, resentido y vengador, el dios de las batallas. Lo dijo Nitche: "Si Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza, le ha salido bien, porque el hombre ha creado a Dios a imagen y semejanza suya". Ha creado un "dios menor", que casi es el título de un película reciente. Otros, porque pasan de Dios. La ciencia les ha hinchado. La técnica les soluciona todos los problemas. ¿Para qué necesitan a Dios?

        El significado verdadero de la teología de la muerte de Dios, es que Dios ha muerto en la mente y en el corazón del ser humano. Pero, si Dios es un ser muerto, ¿cómo y para qué dialogar con El? Por eso dijo Jesús: "Cuando venga el Hijo del Hombre, encontrará esta fe en la tierra?".

        Ese es el problema: la fe. Sin fe la oración no es nada, cae en el vacío, no sirve para nada. Más todavía: El concepto más puro de oración no es pedir, sino dar, ofrecer; alabar, glorificar, bendecir, santificar el Nombre de Dios; no ir a la oración a recuperar fuerzas y salud, que se recuperan, sino a gastarse ante El, como se consume y se agota la lámpara del santuario, y se aja y se marchita un ramo de rosas ante el tabernáculo. ¿Cómo puede hacerse esto sin fe, sin una fe viva, sin una fe llameante? Pero a la vez, la fe se hace imposible sin oración.

        Es imposible que el pez viva fuera del ámbito de su mar o de su río. Es imposible que los árboles crezcan, florezcan y fructifiquen, sin agua. Es imposible que un edificio sea consistente sin cimientos. Es imposible que un organismo se mantenga vivo y en forma, sin alimento y sin óxigeno; y ¿pretendemos que un hombre, un cristiano, pueda vivir sin oración? Un paso más: ¿podemos esperar que ese cristiano, laico o consagrado, pueda llevar adelante con fruto, su misión de evangelizador?

        En un curso sobre Dios celebrado en El Escorial, se han deducido dos conclusiones: 1) "El olvido de Dios ha llevado a la profunda crisis de nuestra cultura". 2) "Nuestra época se caracteriza por un gran vacío y un acusado individualismo". Hay que saber estar atento a lo que cursos así tienen de positivo porque, junto con el análisis que hacen de la realidad, pueden ofrecer pistas para la reconstrucción.

        Que se haya detectado "el olvido de Dios" no nos descubre ningún secreto. Lo estamos palpando cada día. Pero el problema viene de lejos. Desde hace varios siglos, sufre la humanidad complejo de Edipo. Hoy lo tenemos todo, la ciencia y la técnica creen que pueden dominar todos los acontecimientos, encontrar solución para todas las situaciones, orientar los problemas biológicos, humanos, políticos, sociales y económicos, según los deseos del propio egoísmo, poniendo en estudio y en juego todas las posibilidades de los poderes intramundanos, y esto hace que los hombres de nuestra civilización autosuficiente y autocomplaciente, vean innecesario el recurso al Autor de la Creación, Conservador de la misma y Padre Nuestro de los cielos. "El olvido de Dios" está pues, en la raiz de la profunda crisis de nuestra cultura.

         Abolido el principio que nos da la vida y que sostiene el cosmos, quedan también anulados los preceptos que, para nuestro bien, El legisló, y de esta manera, no hay posibilidad de que el débil sea protegido, ni de que el más fuerte deje de oprimir, y así, ni hay sanción, ni premio, ni justicia, ni divina ni humana. "Aunque no temo ni a Dios ni a los hombres...", decía el juez impío de la parábola.

        Esto imprime en nuestra época carácter de vacío de valores y de individualismo e insolidaridad. Esta es la razón más profunda de la crisis de la oración en nuestra época.

         Que el ritmo frenético de la actividad y de la productividad y de la competitividad se haya exasperado, y que los medios de comunicación nos invadan avasalladores, de la mañana a la noche, son razones marginales, que tampoco ayudan, precisamente, a encontrar un espacio que posibilite tener un contacto con Dios en la oración.

         Esta situación la hemos de ver los cristianos como un desafío. Vivir en una sociedad que ha olvidado a Dios, nos debe decidir a acordanos más de Dios. A hacer su presencia en nuestras vidas más ardiente y más contínua. Nos debe llevar a la oración.

         Jesús oraba, y oraba con frecuencia, a veces pasaba noches enteras en la oración. Los discípulos, viéndole una vez orando, pacificado y feliz, tranquilo y manso, sintieron el impulso de orar. Pero ¿cómo hacerlo? Y le rogaron: "Maestro, enséñanos a orar".

         Nos suena hoy a una petición manida y trivial, pero la verdad es que ella expresa el inmenso deseo y el anhelo más profundo del corazón humano. Porque, aunque el hombre sienta tapiado por lo material y lo caduco el fondo de su corazón, su ser todo busca algo, que no sabe lo que es, pero que le falta, y él lo sabe. Lo tengo todo, pero algo me falta, puede decir cualquier hombre ahito y repleto de cosas. Y es que "nos has hecho, Señor para tí, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en tí", dijo el gran San Agustín.

        Lo tenemos todo, la ciencia y la técnica lo pueden todo, pero nos falta un padre, a quien hemos matado, y ese es el complejo de Edipo, y tenemos frío. Somos como los niños del cuento de Kafka que murieron porque se dejaron encerrar en una caja, cuya tapa nadie se preocupó de levantar.

        Cueste lo que cueste debemos levantar esa tapa que separa a nuestra sociedad de Dios. Hemos de poner todo nuestro esfuerzo para redescubrir la noción de padre, el calor de un padre, pues sin ese padre, este viejo y pobre mundo nuestro, se está enfriando más y más, día a día.

        Redescubrir al Padre que Jesús nos ha revelado, es también redescubrir a los hombres como hermanos, porque el Dios de Jesucristo es mi Dios, y mi Dios es el Dios de mis hermanos. Redescubierto esto se acaba la insolidaridad y el individualismo, que sólo ve en el otro un objeto, o un escalón, o un estorbo. Un objeto, y lo utiliza. Un escalón, y lo aprovecha. Un estorbo, y lo persigue, o lo elimina, porque es una amenaza para sus seguridades.

        Cuando en los mismos ambientes cristianos se ha difundido un concepto casi panteísta de la oración, según el cual, la oración consistiría en el compromiso incondicional de caridad hacia los demás, ya Dios era menos que una sombra. En ese mismo Congreso que antes he citado, ha dicho Gustavo Gutiérrez, el padre de la Teología de la Liberación: "Si creo más en los pobres que en Dios, he creado un ídolo". Ver a los demás como hermanos exige ver al Padre, como Padre de mis hermanos y Padre mío, a quien nos hemos de dirigir, con quien debemos dialogar, a quien debemos pedir.

        A la petición "Enséñanos a orar ", de los Apóstoles, respondió Jesús: "Así oraréis": "Padre Nuestro que estás en el cielo".

LA ORACION EN EL ANTIGUO TESTAMENTO.

        El hombre es el único ser de la creación que puede establecer relación de diálogo y de comunión con Dios, por su condición de criatura hecha a su imagen y semejanza, con capacidad de conocer y de amar; de ahí que la oración sea una prerrogativa excelente del ser humano, a la vez que una intrínseca exigencia de su precariedad. Por eso hasta los mismos pueblos primitivos y "todas las religiones dan testimonio de esta búsqueda esencial de los hombres" (Cf Hch 17, 27) (cf CIC, pg 557).

        Todas las religiones han orado y oran, incluso aquellas, que creen en un Dios muy diluído y oscurecido por representaciones falsas, y que no tienen clara su esencia personal.

        Por mucho que haya avanzado la civilización, el hombre se experimenta pobre e indigente, y siente en sí mismo, problemas psicológicos y morales, familiares y sociales; y en relación con el mundo, a menudo se ve asaltado por dificultades que le superan. Como el paralítico de la piscina probática, "no tiene hombre" que le solucione los problemas tan imponentes que le abruman, y se siente impotente. El hombre en "la noche" necesita a Dios, su ayuda, su defensa, su protección. La necesidad de Dios es innata al corazón del hombre.      

        Cuando Dios se revela a los padres del A.T., se hace más explícita la necesidad de la comunión con Dios. Al instinto innato del hombre, se suma la presencia de Dios que se manifiesta y les habla. La Biblia nos relata los encuentros de Dios con los Patriarcas. Antes del diluvio, "dijo Dios a Noé..."; "Yahve dijo a Abraham"... "Jacob tuvo un sueño y Yahve le dijo a Jacob"...; ante la zarza que ardía sin consumirse, Yahve llamó a Moisés de en medio de la zarza: "Moisés, Moisés"...

        Siempre es Dios el que habla primero, el que tiene la iniciativa, porque el hombre, ante la distancia que le separa de Dios, no se atrevería a hablarle primero. La timidez del inferior ante el superior, debe ser superada por el amor de éste. Tanto más cuanto Dios, movido por su amor, quiere crear un pueblo para tener en quien depositar su misericordia.

         La respuesta del hombre a la Palabra de Dios es la oración. Podemos decir que la raiz de la oración procede de Dios, que quiere, busca y entabla el diálogo. El hombre escucha y responde a esa llamada con la obediencia. "La obediencia del corazón a Dios que llama es esencial a la oración, las palabras tienen un valor relativo" (CIC pg 558). Noé, Abraham, Jacob, Moisés, han oido a Dios y han hecho lo que Dios les ha ido mandando, y han seguido hablando con El. Y así se ha ido formando el pueblo de la Alianza.

        Así nacerá la oración de Israel. Cuando el hombre comprueba que Dios le habla, escucha; ante sus innumerables beneficios, le da gracias; al contemplar su grandeza y su bondad, le alaba, le ofrece adoración; y, asombrado ante su poder y su magnificencia, le pide y le suplica por sus necesidades; acude a El en sus  peligros; y, cuando se experimenta pecador, implora el perdón por sus pecados,

         El Libro de los Salmos es el corazón de Israel en comunión con Dios. "Los salmos alimentan y expresan la oración del pueblo de Dios como Asamblea" (CIC pg 562). Cantan la fecundidad del justo, porque sigue el camino del Señor; Israel grita a Dios ante la cantidad de los enemigos que le acechan; se duerme tranquilo en medio de la difamación, puesta su confianza en el Señor; espera que el Señor le escuchará; confiesa ante Dios su pecado. Israel está seguro porque Dios es su refugio y su fuerza...

        Dios habla, Israel escucha: "Escucha, Israel, el Señor es nuestro Dios, es el único Dios" (Dt 6, 4)

        Pero el pueblo, siempre inclinado a convertir el rezo y el canto en rutina, tiene que ser exhortado por los Profetas a que interioricen su oración. A que no hagan como los paganos que oran a dioses que tienen oídos y no oyen, lengua y no hablan, no tiene voz su garganta, y les piden que su oración sea un diálogo con el Dios verdadero. Y que su vida comunitaria y social sea coherente con su oración. Porque "el Señor quiere misericordia y no sacrificios, amor más que holocaustos".

        Cuando llegue Jesús les argüirá que han convertido la casa de Dios en mercado. La casa de mi Padre es casa de oración y vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones.

        El hombre tiene un instinto de superación que le induce a ser más, siempre más. Cuando, por error identifica el ser más con tener más, desea alcanzar tener más cosas, creyendo que es así como es más: Nace así la cultura del materialismo y el afán de tener y poseer, que produce seres insolidarios, insensibles, egoistas, que no piensan, ni buscan, ni desean, más que el tener, como sucedáneo del ser, de lo que nos ha alertado el Concilio. "El hombre vale más por lo que es que por lo que tiene" (G. S., 35)   En la escalada del ser más no excluye el ser humano ni siquiera ser Dios. La tentación diabólica a los primeros padres presentó este señuelo: "Seréis como dioses" (Gn 3, 5).

        Todo instinto inserto en la naturaleza humana ha sido creado por Dios. Si el hombre quiere ser Dios es porque Dios le ha sembrado en el corazón la semilla de Dios. Y le ha llamado a que sea Dios. Esa es la suprema vocación del hombre. Pero, no conseguida como Satanás sugirió, desobedeciendo, sino obedeciendo.

        El Misterio de la Encarnación, la Vida de Cristo y el mensaje del Evangelio, tienen la finalidad de que los hombres consigamos ser dioses por participación en el amor. Los hombres somos vocacionados a ser uno con la Trinidad. Así nos lo dice Cristo: "Padre, que sean uno, como Tu y yo somos uno". Sólo en esta unión con Dios puede el hombre satisfacer su deseo más profundo. Unión que comienza con la amistad con Dios, con el diálogo y comunicación con El. En ese diálogo el hombre se experimenta a sí mismo y su situación ante Dios, y se sabe criatura necesitada de ayuda e incapaz de darse a sí mismo la plenitud de su existencia y de lo que espera: ¡Mi vacío es tan hondo!...

                                Mis manos se alargan inútilmente.

                                Yo no puedo llegar...

                                Mis deseos, en cambio,

                                ¡qué cordillera!

                                altísima de vértigo

                                inacabable, cercando los mundos...

                                Mis deseps...estrellas,

                                soles, mares, cielos...

                                ...Y no llego...

Sólo Dios, principio y fin del hombre, es suficientemente grande para poder llenar el ansia del corazón del hombre. En ese diálogo y en esa comunicación se realiza la oración. Eso es la oración. Ahí es donde el hombre se encuentra con Dios, y desde ahí le eleva Dios.

Cuando Dios habla al hombre y le dirige su Palabra revelándole el misterio más íntimo de su amor, de su providencia, de su bondad y de su misericordia, el hombre, más que reflexionar y pensar razonando discursos, debe dar gracias. Y eso es orar. Pero esa oración sólo es eficaz cuando el hombre se entrega a Dios en espíritu y en verdad, "con toda su mente y con todo su corazón y con todo su ser" (Deut 6, 5). Y en eso consiste la fe.

Creer en Dios no significa tan sólo tener la certeza de que Dios existe, sino principalmente, entregarse personalmente a Dios, Nuestro Creador, Principio y fin último de nuestra vida, y Padre Nuestro que está en el cielo.

A esa entrega conduce la oración, y la misma oración ya es entrega, porque el hombre inmola en la oración su ser, su tiempo, su voluntad, toda su humanidad. En eso consiste la entrega. Por eso la oración es la manifestación primordial y esencial de la fe en Dios, Creador y Padre. Cuando así se ora, es cuando se está viviendo la fe, fe que responde a Dios, y fe que se vive con responsabilidad de criatura. Fe entregada que crece con la oración; por tanto la oración más verdadera y más auténtica es la que se enraiza en la fe. Esta es la única oración que merece el nombre de tal. Sin embargo, ese es el "punctum dolens" del cristiano moderno.

EL MAESTRO DE ORACIÓN POR EXCELENCIA ES JESÚS.

 Pero para entender su magisterio no podemos olvidar que El ha sido educado en la Teología de Israel. María, su Madre, es la primera que le ha enseñado a El: "El Hijo de Dios hecho Hijo de la Virgen, aprendió a orar conforme a su corazón de hombre. Y lo hizo de su madre..." (cf CIC pg 564).

Según refiere Flavio Josefo, las primeras palabras que enseñaban a sus niños las madres de Israel, eran las palabras del "Shema": "Escucha, Israel, amarás a Yave tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas"(Det 6, 4).            Jesús aprendió a orar con su madre y en "las palabras y en los ritmos de la oración de su pueblo, en la sinagoga de Nazaret y en el Templo" (lc pg 564), y si su pueblo oraba con los Salmos, es lógico que Jesús también los utilizara para comunicarse con su Padre. Un texto de San Mateo prueba esta afirmación: "Después de haber cantado los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos" (Mt 26, 30). Se trata de los salmos 115118. Entre otras alabanzas a Yave, cantaría Jesús cada Pascua: "Yave defiende a los pequeños, yo era débil y me salvó...¡Ah, Yave, yo soy tu servidor, el hijo de tu esclava"... No está muy lejos de la respuesta de María al ángel en la Anunciación, ni del "Magnificat", como vemos, la oración de Jesús.

Lo que predomina en la oración de Jesús es el cumplir la voluntad del Padre, que El ha bebido en los Salmos, y que plasmará en la oración que enseñe a sus discípulos: "Hágase tu voluntad", y que El repite en la Oración del Huerto. La carta a los Hebreos abre y cierra la vida de Jesús con su respectiva oración: "Al entrar en este mundo Cristo dijo: "Heme aquí, vengo para hacer, oh Dios, tu voluntad". "En los días de su vida mortal, habiendo presentado con violento clamor y lágrimas, oraciones y súplicas al que podía salvarle de la muerte, y habiendo sido escuchado por su piedad, aprendió, sufriendo a obedecer". A obedecer: "Pase de Mí este cáliz", repetirá en Getsemaní."Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya".

Son abundantes los pasajes del Nuevo Testamento en los que los Evangelistas nos presentan a Jesús orando, teniendo en cuenta, además, que los Evangelios no nos lo dicen todo, ya que Jesús es infinitamente más grande y deslumbrador. Pero, al menos, nos transmiten su oración ante los acontecimientos más trascendentales de su vida. Jesús ora cuando Juan lo bautiza (Lc 3, 21); Jesús pasó la noche orando en la montaña antes de elegir a los Apóstoles (Ib 6, 12); mientras Jesús oraba en el Monte, se transfiguró (9, 29); antes de enseñar a los Apóstoles el Padrenuestro, Jesús estaba orando en cierto lugar, (11, 1). Y antes de comenzar su misión ayunará y orará cuarenta días en el desierto, (Mt 4, 1). Jesús ora en el Cenáculo al instituir la Eucaristía y el Sacerdocio. Jesús ora antes de comenzar la Pasión, en el Huerto de los Olivos (Mc 14, 36) Y, finalmente, Jesús ora en la cruz, entregándose al Padre y pidiendo perdón por los que no saben lo que hacen (Lc 23, 34).

Los evangelios están llenos de mandatos, exhortaciones y parábolas de Jesús pidiendo a sus Apóstoles que oren, que vigilen para no caer en la tentación. Y a las multitudes les enseñaba diciendo que oraran sin desfallecer, con insistencia, siempre, asegurando que quien pide recibe, quien busca encuentra, y que al que llama se le abre.

Y para garantizar la eficacia de la oración y persuadir a la confianza en el Padre, refiere la parábola del hombre que consigue de su amigo unos panes a media noche, cuando él y sus hijos están acostados, y asegura que cuánto más el Padre os dará lo que le pidáis en mi nombre. Pues, si vosotros, que sois malos, no les dais a vuestros hijos piedras cuando os piden un huevo, o una serpiente cuando os piden pescado, ¿cuánto más vuestro Padre dará su Espíritu Santo a quien se lo pida?

¿Quién no se sentirá estimulado a orar, y a orar unidos los hermanos, habiéndonos prometido el Señor: "En verdad os digo que, si dos de vosotros se ponen de acuerdo sobre la tierra, cualquier cosa que pidan les será concedida por mi Padre, que está en los cielos"?

Lo importante no es que debamos orar, lo hermoso y grande es que podamos orar. La misión y el carisma de santa Teresa en la Iglesia es ser pregonera de la oración, como camino de unión con Dios.

LA VIRTUD DE LA JUSTICIA CON LA ORACIÓN

Es la especialidad de santa Teresa. La oración. De ella sabe muchísimo. Es Maestra indiscutible. La escucharemos, pero antes, vamos a dejar razonar a Santo Tomás, que también sabe lo que dice. Dotado de un singular don de lágrimas, dejó de escribir después de un éxtasis en la misa. Ya todo lo que había escrito le parecía paja.

La religión es parte potencial de la justicia, porque no alcanza a poder dar estrictamente a Dios todo lo que la criatura racional le debe. Le da lo que puede y lo ofrece mediante actos, entre otros, el de la oración. Dice santo Tomás: " Ya dijo Aristóteles que la razón nos conduce al bien perfecto por medio de la súplica. En este sentido interpreto la oración, tal como la entendía san Agustín, cuando dijo que "la oración es una cierta petición" y san Juan Damasceno: "la oración es la petición a Dios de lo que nos conviene"(22, 88, 1).

Al pedir a Dios que colme nuestras aspiraciones, confesamos su excelencia y su poder, y ésta es la razón por la que la oración es un acto de religión. Podemos y debemos pedir a Dios la gracia y la gloria, que sólo El nos puede dar, pero también bienes temporales, como medios para servirle mejor, considerándolos como añadiduras.

CLASES DE ORACION

Hay clases de oración: Pública, la que se hace en nombre de la Iglesia; privada la que se hace en nombre propio; vocal y mental, según se exteriorice o permanezca en lo interior. La mental es discursiva, o intuitiva y contemplativa.

Hay oración latréutica, que reconoce la excelencia de Dios, y se le somete; eucarística, que le da gracias; impetratoria, de petición; propiciatoria, que pide el perdón de los pecados.

La oración es necesaria con necesidad de medio y de precepto. Dice san Agustín y lo cita Trento: "Dios no manda imposibles; y al mandarnos algo nos avisa que hagamos lo que podamos y pidamos lo que no podamos y nos ayuda para que podamos". Y san Alfonso de Ligorio: "El que ora se salva, y el que no ora se condena".

LA PALABRA DE DIOS

Ha dicho Jesús: "Pedid y recibiréis, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá" (Mt 7,7). La razón teológica prueba la eficacia de la oración por la fidelidad de Dios a sus promesas, y es infalible, cuando se piden para sí mismo, con humildad, piedad y perseverancia, cosas necesarias para la salvación. Jesús nos ha dicho constantemente que oremos. El evangelio no tiene sentido si se borra de él la oración. Todos recuerdan las  parábolas del amigo importuno (Lc 11, 5) y de la viuda molesta (Lc 18, 1).

El que ora así, obtiene siempre lo que pide, porque esa oración, como toda obra buena, tiene a Dios por inspirador y causa primera, que nos impulsa a pedirle porque nos lo quiere conceder. También la oración del pecador es escuchada por Dios, cuando busca o desea un bien que conduce a la gracia y a la gloria, e incluso el cumplimiento de sus justas aspiraciones naturales. La desertización en la Iglesia y las hecatombes del mundo tienen su causa no menor en el abandono de la oración. Sin oración no hay renovación ni vida. Hay que orar siempre sin desanimarse.

Dice el Concilio que "desde su mismo nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios" (GS, 19). Usa las mismas palabras con que la Doctora Mística define la oración: "Tratar de amistad estando muchas veces a solas con quien sabemos nos ama". No le cabe al hombre excelencia mayor que poder sostener un diálogo con Dios, su Creador que, por la revelación de Jesús, sabemos que, además, es nuestro Padre.

Diálogo que el mismo Jesús quiere que sea incesante, como nos apunta San Lucas: "Para explicarles que tenían que orar siempre y no desanimarse..." Y al final de la parábola, dice Jesús: ¿pues Dios ¿no hará justicia a sus elegidos, si ellos le gritan día y noche? (18,1). Y termina con un lamento: "pero cuando vuelva el Hijo del Hombre, ¿va a encontrar esa fe en la tierra?"

PODER Y DERECHO DE HABLAR CON DIOS

Podemos establecer dos principios:

1) El hombre puede hablar con Dios;

2) El hombre tiene derecho de hablar con Dios.

Puede hablar con Dios como ningún otro ser de la creación, porque ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios; el libro del Génesis nos presenta a Adán, tras el pecado, como quien ha roto el diálogo con Dios, avergonzado de sí mismo, como si su conciencia intranquila quisiera que Dios no existiera, porque le tiene miedo. Esta es una de las raíces inconscientes del ateísmo. El pecado ha sido la causa de que Adán renunciara al derecho de hablar con Dios.

Pero Dios busca al hombre y le habla, le interroga, demuestra que no renuncia al diálogo con su criatura, buscándola y tomando la iniciativa: "¿Dónde estás?... ¿Por qué lo has hecho?" En su antropomorfismo, el autor sagrado describe a Dios  antes del pecado de los primeros padres, paseando por el jardín y, por tanto, dialogando con ellos, pero no después de pecar, cuando "se escondieron entre los árboles del jardín para que el Señor Dios no los viera" (3, 8 ss).

SOMOS INDIGENTES

Tenemos la posibilidad de hablar con Dios. También tenemos el derecho. Pero es que también tenemos necesidad: somos indigentes, pobres criaturas, sujetas a mil necesidades y carencias, y sometidas a todas las pasiones humanas, y víctimas de tantas calamidades, enfermedades, pobrezas y muerte. Somos además criaturas atadas con Dios por el cordón umbilical, que no podemos, auque queramos, cortar. Pero si lo cortáramos, caeríamos en el no ser, en la nada. Esto que es así física, metafísica y gratuitamente por la gracia, podemos frustrarlo usando mal nuestra libertad que anhela la independencia; que busca, locamente, ser como Dios (Gn 3, 5). Todos los árboles del bosque de la parábola de Jorgënsen, un aciago día, decidieron por unanimidad, prescindir del sol. Y le declararon la guerra. Sus hojas permanecerían cerradas y las corolas de sus flores no se abrirían. Fue su sentencia de muerte. Su suicidio.

UN DIOS A NUESTRA IMAGEN

Como los árboles rebeldes, se pueden levantar los hombres contra Dios teórica o prácticamente. Unos, porque no aceptan al Dios que se han imaginado, hosco, gruñón, resentido y vengador, el dios de las batallas. Lo dijo Nietzsche: "Si Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza, le ha salido bien, porque el hombre ha creado a Dios a imagen y semejanza suya". Ha creado un "dios menor", que casi es el título de un película reciente. Otros, porque pasan de Dios. La ciencia les ha hinchado. La técnica les soluciona todos los problemas. ¿Para qué necesitan a Dios?

El significado verdadero de la teología de la muerte de Dios, es que Dios ha muerto en la mente y en el corazón del ser humano. Pero, si Dios es un ser muerto, ¿cómo y para qué dialogar con El? Por eso dijo Jesús: "Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?"

 Ese es el problema: la fe. Sin fe la oración no es nada, cae en el vacío, no sirve para nada. Más todavía: El concepto más puro de oración no es pedir, sino dar, ofrecer; alabar, glorificar, bendecir, santificar el Nombre de Dios; no ir a la oración a recuperar fuerzas y salud, que se recuperan, sino a gastarse ante El, como se consume y se agota la lámpara del santuario, y se aja y se marchita un ramo de rosas ante el tabernáculo. ¿Cómo puede hacerse esto sin fe, sin una fe viva, sin una fe llameante? Pero a la vez, la fe se hace imposible sin oración.

Es imposible que el pez viva fuera del ámbito de su mar o de su río. Es imposible que los árboles crezcan, florezcan y fructifiquen, sin agua. Es imposible que un edificio sea consistente sin cimientos. Es imposible que un organismo se mantenga vivo y en forma, sin alimento y sin oxigeno; y ¿pretendemos que un hombre, un cristiano, pueda vivir sin oración? Un paso más: ¿podemos esperar que ese cristiano, laico o consagrado, pueda llevar adelante con fruto, su misión de evangelizador?

CRISIS DE LA CULTURA

En un curso sobre Dios celebrado en El Escorial, se han deducido dos conclusiones: 1) "El olvido de Dios ha llevado a la profunda crisis de nuestra cultura". 2) "Nuestra época se caracteriza por un gran vacío y un acusado individualismo". Hay que saber estar atento a lo que cursos así tienen de positivo porque, junto con el análisis que hacen de la realidad, pueden ofrecer pistas para la reconstrucción.

Que se haya detectado "el olvido de Dios" no nos descubre ningún secreto. Lo estamos palpando cada día. Pero el problema viene de lejos. Desde hace varios siglos, sufre la humanidad complejo de Edipo. Hoy lo tenemos todo, la ciencia y la técnica creen que pueden dominar todos los acontecimientos, encontrar solución para todas las situaciones, orientar los problemas biológicos, humanos, políticos, sociales y económicos, según los deseos del propio egoísmo, poniendo en estudio y en juego todas las posibilidades de los poderes intramundanos, y esto hace que los hombres de nuestra civilización autosuficiente y autocomplaciente, vean innecesario el recurso al Autor de la Creación, Conservador de la misma y Padre Nuestro de los cielos. "El olvido de Dios" está pues, en la raiz de la profunda crisis de nuestra cultura.

SIN DIOS NO HAY MANDAMIENTOS

Abolido el principio que nos da la vida y que sostiene el cosmos, quedan también anulados los preceptos que, para nuestro bien El legisló, y de esta manera, no hay posibilidad de que el débil sea protegido, ni de que el más fuerte deje de oprimir, y así, ni hay sanción, ni premio, ni justicia, ni divina ni humana. "Aunque no temo ni a Dios ni a los hombres...", decía el juez impío de la parábola. Esto imprime en nuestra época carácter de vacío de valores y de individualismo e insolidaridad. Esta es la razón más profunda de la crisis de la oración en nuestra época. Que el ritmo frenético de la actividad y de la productividad y de la competitividad se haya exasperado, y que los medios de comunicación nos invadan avasalladores, de la mañana a la noche, son razones marginales, que tampoco ayudan, precisamente, a encontrar un espacio que posibilite tener un contacto con Dios en la oración.

SE FALLA DESDE LA PROPIA IGLESIA (CARDENAL ROUCO)

“Esta situación la hemos de ver los cristianos como un desafío. Vivir en una sociedad que ha olvidado a Dios, nos debe decidir a acordarnos más de Dios. A hacer su presencia en nuestras vidas más ardiente y más continua. Nos debe llevar a la oración. De lo contrario ha dicho el Cardenal Rouco, el hombre de hoy estará «más preocupado por la satisfacción física que por la salvación las almas», que en ocasiones se alienta «desde la propia Iglesia». En una conferencia sobre salvación del alma "pronunciada en cursos de verano de El Escorial, el Arzobispo de Madrid se atrevió a criticar el «reduccionismo" que a su juicio se le da al concepto de «salvación de las almas» que está «en la base de todo cristiano". Alertó del «olvido» y la «trivialización que el hombre contemporáneo ha realizado de esta categoría del creyente, «más preocupado por la satisfacción física, por la muerte física, que por la salvación de las almas». Un olvido que en ocasiones se alienta «desde la propia Iglesia”.

¿SALVACIÓN DEL ALMA O DEL CUERPO?

«Probablemente los jóvenes no hayan escuchado nunca hablar de la salvación del alma en las homilías de sus sacerdotes», criticó Rouco, quien se preguntó «cómo se puede ayudar al ser humano si se pierde el concepto de la salvación del alma». Hablar de la salvación del alma, suena ahora a lenguaje medieval, digo yo, pero ahora soy yo el que me pregunto: ¿Cuántas homilías o artículos encontramos en que se hable del cielo, de la gloria celeste, de los goces, alegría y fruiciones plenas y totales del hombre vocacionado a la felicidad sin fin? ¿No se queda casi siempre todo en la esfera terrestre como si la trascendencia ya no contara, o quedara para algún superdotado? ¿No semeja esto una claudicación para no resultar desfasados o fuera de tono y para no perder el tren?

A juicio del cardenal, «está muy bien buscar el bien social, las acciones benéficas, aunque si sólo hay que preocuparse por la vida física, ¿dónde está la responsabilidad moral, que trasciende este mundo?". "La Iglesia desaparece cuando grupos, comunidades y personas se despreocupan de su misión principal: la salvación de las almas". «Perder esta conciencia moral lleva a promover activismos, que estén preocupados por el impacto social de sus obras, lo que puede llevar a una trivialización de la existencia del espíritu cristiano, vaciándolo del espíritu contemplativo». De este modo, se llegaría a «una relativización de la ética, de la raíz de Dios». Para el cardenal, es necesario comprender la relación entre alma y corazón, y luego con el cuerpo, exponiendo que la vida eterna y la vida temporal no se excluyen, sino que se incluyen y complementan. La salvación es de todo el hombre, pero en él es decisiva el alma. Si no parte del alma, no habrá salída para el hombre".

Por ello, y pese a que recientes encuestas hablan de un fuerte descenso en la vida de oración, el cardenal Rouco pidió volver a cultivar la vida interior, poniendo como ejemplo los miles de jóvenes que estos días peregrinan a Santiago «en un esfuerzo físico, pero sobre todo, espiritual». El hombre no se salva con un marco de ética mínima y exigió a los católicos «una fórmula de vida que trate de responder al mandato de Dios de amar al ciento por ciento, asumiendo el ideal de la santidad. 

DE LOS LABIOS DE SU MADRE

El Maestro de oración por excelencia es Jesús. Pero para entender su magisterio no podemos olvidar que El ha sido educado en la Teología de Israel. María, su Madre, es la primera que le ha enseñado a El: "El Hijo de Dios hecho Hijo de la Virgen, aprendió a orar conforme a su corazón de hombre. Y lo hizo de su madre..." (CIC pg 564).

Flavio Josefo nos recuerda que las primeras palabras que enseñaban a sus niños las madres de Israel, eran las palabras del "Shema": "Escucha, Israel, amarás a Yave tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas" (Det 6, 4). Jesús aprendió a orar de los labios de su madre y en "las palabras y en los ritmos de la oración de su pueblo, en la sinagoga de Nazaret y en el Templo", y como su pueblo oraba con los Salmos, era natural que Jesús le hablara a su Padre con los Salmos, que se habían escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo, su Amor. Y así San Mateo escribió: "Después de haber cantado los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos" (Mt 26, 30). Esos himnos eran  los salmos 115118. Jesús, entre otras alabanzas a Yave cantaría cada Pascua: "Yave defiende a los pequeños, yo era débil y me salvó...¡Ah, Yave, yo soy tu siervo, el hijo de tu esclava"... Salmo que coincide con las palabras con que acepta María, la Madre, el anuncio de su maternidad, y con las himno del "Magnificat". Jesús oraba como María, que oraba como todo Israel.

LA VOLUNTAD DEL PADRE      

Lo que predomina en la oración de Jesús es el cumplir la voluntad del Padre, que El ha bebido en los Salmos, y que plasmará en la oración que enseñe a sus discípulos: "Hágase tu voluntad", y que El repite en la Oración del Huerto. La carta a los Hebreos abre y cierra la vida de Jesús con su respectiva oración: "Al entrar en este mundo Cristo dijo: "Heme aquí, vengo para hacer, oh Dios, tu voluntad". "En los días de su vida mortal, habiendo presentado con violento clamor y lágrimas, oraciones y súplicas al que podía salvarle de la muerte, y habiendo sido escuchado por su piedad, aprendió, sufriendo a obedecer". A obedecer: "Pase de Mí este cáliz", repetirá en Getsemaní."Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya".

JESUS ORANTE   POR EXCELENCIA

Son abundantes los pasajes del Nuevo Testamento en los que los Evangelistas nos presentan a Jesús orando, teniendo en cuenta, además, que los Evangelios no nos lo dicen todo, ya que Jesús es infinitamente más grande y deslumbrador. Pero, al menos, nos transmiten su oración ante los acontecimientos más trascendentales de su vida. Jesús ora cuando Juan lo bautiza (Lc 3, 21); Jesús pasó la noche orando en la montaña antes de elegir a los Apóstoles (Ib 6, 12); mientras Jesús oraba en el Monte, se transfiguró (9, 29); antes de enseñar a los Apóstoles el Padrenuestro, Jesús estaba orando en cierto lugar, (11, 1). Y antes de comenzar su misión ayunará y orará cuarenta días en el desierto, (Mt 4, 1). Jesús ora en el Cenáculo al instituir la Eucaristía y el Sacerdocio. Jesús ora antes de comenzar la Pasión, en el Huerto de los Olivos (Mc 14, 36) Y, finalmente, Jesús ora en la cruz, entregándose al Padre y pidiendo perdón por los que no saben lo que hacen (Lc 23, 34).

¡”ORAD”!

Los evangelios están llenos de mandatos, exhortaciones y parábolas de Jesús pidiendo a sus Apóstoles que oren, que vigilen para no caer en la tentación. Y a las multitudes les enseñaba diciendo que oraran sin desfallecer, con insistencia, siempre, asegurando que quien pide recibe, quien busca encuentra, y que al que llama se le abre.

Y para garantizar la eficacia de la oración y persuadir a la confianza en el Padre, refiere la parábola del hombre que consigue de su amigo unos panes a media noche, cuando él y sus hijos están acostados, y asegura que cuánto más el Padre os dará lo que le pidáis en mi nombre. Pues, si vosotros, que sois malos, no les dais a vuestros hijos piedras cuando os piden un huevo, o una serpiente cuando os piden pescado, ¿cuánto más vuestro Padre dará su Espíritu Santo a quien se lo pida?

¿Quién no se sentirá estimulado a orar, y a orar unidos los hermanos, habiéndonos prometido el Señor: "En verdad os digo que, si dos de vosotros se ponen de acuerdo sobre la tierra, cualquier cosa que pidan les será concedida por mi Padre, que está en los cielos"?

Lo importante no es que debamos orar, lo hermoso y grande es que podamos orar. La misión y el carisma de santa Teresa en la Iglesia es ser pregonera de la oración, como camino de unión con Dios.

RAPTO, FUEGO, LLAMA

La Doctora Mística para describir el rapto y el vuelo del espíritu se vale de la imagen del fuego y la llama, del brasero, de la saeta, del dardo y la cometa de fuego, chispa de Dios que cae en el alma. San Juan de la Cruz nos lo describe en la Llama de amor viva: “Acaecerá que, estando el alma inflamada en amor de Dios, muy inflamada ha de estar para que suceda lo que voy a describir, sentir embestir en ella un serafín con una flecha o dardo enarbolado encendidísimo en fuego de amor, traspasando a esta alma que ya está encendida como ascua, o, mejor dicho, como llama, y cauterizarla subidamente. Y entonces, en este cauterizar traspasándola con aquella saeta, apresúrase la llama del alma y sube de punto con vehemencia, como un horno encendido o fragua cuando lo hornaguean y atizan el fuego y afervoran la llama. Y entonces, al ser herida por este encendido dardo, siente la llaga el alma con deleite extraordinario. Porque, aparte de que es removida toda el alma con gran suavidad en el revuelo y moción impetuosa causada por aquel serafín en que siente gran ardor y derretimiento de amor, siente la herida fina y la hierba con que vivamente iba templando el hierro como una viva punta en la sustancia del espíritu, como en el corazón del alma traspasado”. Que por cierto lo que acaba de decir San Juan lo sabe por la Madre Teresa, pues ha basado su experiencia en su transverberación. Lo describe la misma Santa Teresa en las Sextas Moradas, 2,8: “Andando así esta alma abrasándose en sí misma acaece muchas veces como si viniese una saeta de fuego que aguadamente hiere en lo muy hondo e íntimo del alma”. Y en las Séptimas Moradas, 2, 8: “Entiende con claridad que hay en lo interior quien arroja estas saetas y da vida a esta vida, y que hay sol de donde procede una gran luz en lo interior del alma”. Lo que Santa Teresa y San Juan nos dicen tiene el valor testimonial de haberlo vivido, y de que Dios les haya otorgado la efabilidad para decírnoslo y analizárnoslo para nuestro bien.

LA LLAMA DE TERESITA

Esta es la llama y la herida que produce en Teresita del Niño Jesús: Ella se ofrece como víctima de Amor. “El Espíritu de Amor me abrasa con su fuego”, dice, y el viernes siguiente de su ofrenda, en el Viacrucis, experimenta una verdadera llama que la quema, llama que produjo un fuerte impacto en su vida: se ve renovada sin rastro de pecado en su alma; se siente inundada de luces y con una caridad ardiente que la convierte en misionera del Amor. El Amor es en ella como una gota de agua lanzada en un brasero encendido y al morir repetirá: “No me arrepiento de haberme entregado al Amor”. Tanto en Teresita como en Teresa la llaga es del alma, aunque en algunas almas como en San Francisco, y en los tiempos modernos con San Pío de Pietrelcina, redundará en su cuerpo. Según esta doctrina de antemano se puede avizorar  la duración de las Ordenes, Instituciones, Asociaciones desde la oración carismática de sus cabezas, pues la oración del extático en cuanto "gratum faciens" y en sus grados sumos de cristificación, tiene un inmenso valor, superior infinitamente al de todas las obras exteriores que pudieran hacer, que repercute y rebosa en toda la Iglesia, peregrina, purgante y celeste por ser obra divina del Espíritu Santo.

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TERCERA PARTE: TERESA NOS HABLA DE LA ORACION CONTEMPLATIVA O CON  CARISMAS MISTICOS

98.    Cuando hay arrobamientos queda el cuerpo como muerto muchas veces sin poderse mover, y se queda en la posición en que es sorprendido (V 20, 18; CN 10).

99.    Veíale en las manos al ángel un dardo de oro largo, y la punto de hierro me parecía que tenía un poco de fuego; éste me parecía que metía en el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarlo, me parecía que las llevaba consigo y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor que me hacía dar aquellos quejidos y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay que desear que se quite ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo de a gustar a quien pensare que miento (V 29, 13).

100. Los días que duraba esto andaba como embobada; no quisiera ver ni hablar, sino abrazarme con mi pena, que para mí era mayor gloria que cuantas hay en todo lo criado (V 29, 13).

101. Cuando quiso el Señor que tuviera estos arrobamientos tan grandes me ocurría que aunque estuviera con la gente no los podía impedir y con harta pena mía se comenzaron a divulgar (V 29, 14).

102. Después de estos arrobamientos ya no siento tanto la pena que llevan con ellos, sino la que dije en otra parte, que es muy diferente y de mayor precio; en cambio, cuando comienzo a sufrir esta pena en estos arrobamientos de que estoy hablando, parece que arrebata el Señor el alma en éxtasis, y así no puede tener pena ni padecer porque viene luego el gozar (V 29, 14).

103. Y a medida que las obras van demostrando mejor que lo que le hemos ofrecido no son palabras de cumplimiento, más y más se nos une el Señor y nos levanta sobre todo lo del mundo y sobre nosotros mismos para disponernos a recibir grandes mercedes, pues no acaba de pagar en esta vida este servicio. Tanto lo aprecia que ni nosotros sabemos ya qué pedir ni Su Majestad se cansa nunca de dar. Porque no contento con haberse unido al alma, comienza a regalarse con ella, a descubrirle secretos, a regocijarse de que ella se de cuenta de lo que ha crecido y de que conozca algo de lo que le tiene que dar.

104. Le va amorteciendo los sentidos exteriores para que quede vacía, lo cual ya es arrobamiento. Y comienza a tratarla con tanta intimidad que no sólo le devuelve la voluntad que ella le había entregado, sino que le da la suya con ella; porque se goza el Señor de que a veces mande el alma cumpliendo él lo que ella le pide, como ella cumple lo que él le manda, y mucho mejor de lo que ella le pide, porque es poderoso y puede todo lo que quiere y siempre quiere (C 32, 12)

105. Manda el Esposo cerrar las puertas de las moradas y aun las del castillo y cerca pues, cuando quiere arrebatar al alma, se le para la respiración de tal manera que aunque dure un poquito más el uso de los otros sentidos, no puede hablar, aunque otras veces todos los sentidos se pierden repentinamente y se enfrían las manos y el cuerpo de modo que parece que no tiene alma ni se nota algunas veces si respira. Esto dura poco tiempo porque, cuando desaparece un poco esta suspensión, parece que el cuerpo vuelve algo en sí y alienta para tornarse a morir y dar mayor vida al alma; y con todo no dura mucho este gran éxtasis (VI M 4, 13).

106. Cuando Dios suspende el alma en la oración con arrobamiento o éxtasis o rapto, que todo es uno, es menester gran ánimo para recibir estas grandes mercedes de Su Majestad (VI M 4).

107. Este apresurado arrebatar el espíritu es de tal manera que verdaderamente parece que sale del cuerpo y por otra parte claro está que no queda la persona muerta; al menos ella no puede decir si durante algunos instantes, está en el cuerpo o no (VI M 5, 7).

108. La diferencia que hay entre el arrobamiento y la suspensión es ésta: que dura y se siente más en lo exterior, porque se va acortando la respiración, de manera que no se puede hablar ni abrir los ojos. Aunque en la unión ocurre lo mismo, acá es con mayor fuerza, porque desaparece el calor natural. Cuando el arrobamiento es profundo quedan las manos como heladas y algunas veces extendidas como palos; y el cuerpo si está en pie o de rodillas, así se queda; y goza tanto con lo que el Señor le representa que parece que se olvida de animar el cuerpo y le deja desamparado y si dura quedan los nervios con dolor. Me parece que aquí quiere el Señor que el alma entienda más lo que goza que en la unión, y así casi siempre se le descubren algunos misterios de Su Majestad.

109. Los efectos con que queda el alma son grandes, y el olvidarse de sí por querer que sea conocido y alabado tan gran Dios y Señor. Me parece que si es de Dios no puede quedar sin un gran conocimiento de que ella allí no puede nada y de su miseria e ingratitud de no haber servido a quien le hace tan gran merced por sola su bondad (Cc 54).

110. La diferencia que hay entre arrobamiento y rapto es que en el arrobamiento va poco a poco muriéndose a estas cosas exteriores y perdiendo los sentidos y viviendo a Dios. El rapto viene con sola una noticia que Su Majestad da en lo íntimo del alma con una velocidad que la arrebata a lo superior de ella, a donde se le va el cuerpo; y por eso al principio es menester ánimo para entregarse en los brazos del Señor para que la lleve a donde quiere; porque hasta que Su Majestad la pone en paz a donde quiere llevarla, es menester estar bien determinada a morir por él; porque la pobre alma no sabe qué ha de ser aquello (Cc 54ª)

111. De esto quedan las virtudes más fuertes; porque desprende más y se manifiesta el poder de este gran Dios para temerlo y amarle, pues así, sin estar en nuestra mano, arrebata el alma como Señor de ella. Queda gran arrepentimiento de haberle ofendido y espanto de cómo osó ofender a tan gran majestad y grandísima ansia de que no haya nadie que le ofenda y de que todos le alaben. Pienso que deben venir de aquí estos deseos tan grandísimos de que se salven las almas y de poder hacer algo para ello y para que este Dios sea alabado como merece (Cc 54ª).

112. El vuelo del espíritu es un no sé qué cómo lo llame, que sube de lo más íntimo del alma. Sola esta comparación me viene al caso:...como un fuego grande que ha estado disponiéndose para arder, así el alma como el fuego cuando arde de repente, lanza una llama que llega a lo alto, aunque es tan fuego como el otro que está en lo bajo, y no porque suba esta llama deja de quedar el fuego. Así acá en el alma parece que produce de sí una cosa tan veloz y tan delicada que sube a la parte superior y va donde el Señor quiere y parece vuelo, que yo no sé compararlo a otra cosa. Se que se entiende muy claro y que no se puede detener. Parece que aquella avecica del espíritu se escapó de la miseria de esta carne y cárcel de este cuerpo, y así puede emplearse más en lo que el Señor le da.

113. Es cosa tan delicada y preciosa que le parece que en ello no hay ilusión...Después venían los temores..., aunque en lo interior del alma queda una gran certeza y seguridad... (Cc 53ª, 10).

114. Bueno anda nuestro Señor. Me parece que quiere manifestar su grandeza llevando a gente ruín con tantos favores. Sepa que desde hace más de ocho días ando de suerte que si me durara, mal podría acudir a otros negocios. Desde antes que escribiese a vuestra merced me han vuelto los arrobamientos y me ha dado pena; porque son en público, y así me ha acaecido en maitines. No basta resistir ni se puede disimular. Quedo avergonzadísima y me querría meter no se dónde. Harto ruego a Dios se me quite esto en público; pídaselo vuestra merced, que trae hartos inconvenientes y no me parece que es más oración. Ando estos días como un borracho; y así, como las potencias no están libres, es penosa cosa entender en más que lo que el alma quiere (Cta 173, 5, a D. Lorenzo de Cepeda).


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CUARTA PARTE: ORACION CON CARISMAS MISTICOS

COMENTARIOS DE JESUS MARTI BALLESTER

 

20. ORACION CON CARISMAS MISTICOS                                                                        

En el tratado de la vida contemplativa hemos estudiado la naturaleza de la misma, siguiendo los pasos del Angélico, que es la máxima autoridad científica, declarada así por Pío XI en la encíclica "Studiorum ducem", de 1923, sexto centenario de su canonización, en la que sigue los pasos de León XIII en la "Aeterni Patris".

Santa Teresa, exponente más elevado de la mística descriptiva y experimental, ha analizado con acierto insuperable los fenómenos místicos; por eso, como santo Tomás es doctor universal de toda la Iglesia, Santa Teresa es también la Doctora Mística por antonomasia de todo el Pueblo de Dios.

Santo Tomás en la 12, 28, al estudiar los efectos del amor, considera las manifestaciones extraordinarias de la unión del alma con Dios; comienza por la unión simple, que es algo menos intensa que la inhesión entre el amante y el amado; cuando el amor se acrecienta mucho prorrumpe en el éxtasis, se enciende en  el celo, y termina hiriendo y vulnerando el corazón del amante.

La causa del éxtasis es por tanto el amor, por cuya fuerza el amante sale de sí. El rapto también importa salida, pero de forma vehemente: "El rapto añade algo al éxtasis; pues el éxtasis implica salida simple de sí mismo, por la cual uno se pone fuera de su orden, pero el rapto añade sobre esto la violencia".

Santa Teresa es la gran maestra de oración. Para ella la oración es todo. Es el camino más rápido y seguro para alcanzar la unión con Dios. Su carisma es la oración. Y ha expuesto sus grados como nadie. En el siguiente tratado vamos a recoger los textos que se refieren a las sextas moradas y las séptimas, después de haber seleccionado en el anterior lo que pertenece a los grados primeros hasta la oración de unión.

En la sexta morada acontece el desposorio místico. Es este estado un fenómeno de contemplación sobrenatural en el que se da una unión intimísima del alma con Dios, que repercute en los sentidos exteriores, que ni ven, ni oyen ni sienten.  El extático aparece con el rostro radiante. Su expresión no es la de una persona sin vida, ni la de la que está dormida. Cuando sobreviene el éxtasis, que puede ocurrir en los momentos y circunstancias más insólitos e inesperados, queda la persona allí donde está, en la actitud o actividad que realizaba, inmóvil.

Santa Teresa se quedaba a veces con la sartén en la mano, o elevada sobre el suelo, o de rodillas, o sentada. Santo Tomás de Villanueva, de pie inmóvil, con los ojos fijos en el cielo.

La Doctora Mística para describir el rapto y el vuelo del espíritu se vale de la imagen del fuego y la llama, del brasero, de la saeta, del dardo y la cometa de fuego, chispa de Dios que cae en el alma. Lo que Santa Teresa nos va a decir tiene el valor de haberlo vivido, y de que Dios le haya concedido la efabilidad para decírnoslo y analizárnoslo para nuestro bien. La oración del extático en cuanto "gratum faciens" y en sus grados sumos de cristificación, tiene un inmenso valor que repercute y rebosa en toda la Iglesia, peregrina, purgante, celeste.

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SIGLAS

V: Vida de Teresa de Jesús leída hoy, Jesús Marti Ballester

CN: Cuatro niveles de oración de santa Teresa leída hoy, Jesús Marti Ballester

C: Camino de Teresa de Jesús leída hoy, Jesús Marti Ballester

CE: Camino de Teresa

M: Las Moradas santa Teresa leída hoy, Jesús Marti Ballester

Mdt C: Meditaciones sobre los cantares

P: Poesías

E: Exclamaciones

Cta: Cartas

Const. Constituciones

Av. Avisos

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Vej: Vejamen

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PREPARADO POR PEDRO SERGIO ANTONIO DONOSO BRANT

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