“San José, figura
“fundamental” en la historia de la salvación”
Benedicto XVI
Después de presidir en la Basílica Vaticana
la Eucaristía
por el mundo del trabajo, el Papa Benedicto XVI se asomó, como cada domingo, a
la ventana de su estudio en Palacio Apostólico para rezar el Ángelus junto a
miles de fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.
Ésta fue su intervención (que pronunció en italiano) antes de dirigir la
oración mariana e impartir su bendición:
”¡Queridos hermanos y hermanas!
Hoy, 19 de marzo, es la solemnidad de San José, pero al coincidir con el
tercer domingo de Cuaresma, su celebración litúrgica se pospone para mañana.
Sin embargo, el contexto mariano del Ángelus invita a detenerse con
veneración en la figura del esposo de la Santísima Virgen
María y Patrono de la
Iglesia universal. Me gusta recordar que de San José era
muy devoto también el amado Juan Pablo II, quien le dedicó la Exhortación Apostólica
Redemptoris Custos –
Custodio del Redentor y con seguridad experimentó su asistencia en la
hora de la muerte.
La figura de este gran Santo, aún permaneciendo más bien escondida, reviste
en la historia de la salvación una importancia fundamental. Ante todo, al
pertenecer a la tribu de Judá, unió a Jesús a la descendencia davídica, de
forma que, realizando las promesas sobre el Mesías, el Hijo de la Virgen María puede
llamarse verdaderamente “hijo de David”. El Evangelio de Mateo, de manera
especial, pone de relieve las profecías mesiánicas que hallaron cumplimiento
mediante el papel de José: el nacimiento de Jesús en Belén (2,1-6); su paso por Egipto, donde la Sagrada Familia
se había refugiado (2,13-15); el sobrenombre de “Nazareno”
(2,22-23). En todo ello él se demostró, como su esposa María, auténtico
heredero de la fe de Abraham: fe en el Dios que guía los acontecimientos de
la historia según su misterioso plan salvífico. Su grandeza, como la de
María, resalta aún más porque su misión se desarrolló en la humildad y en lo
escondido de la casa de Nazaret. Además, Dios mismo, en la Persona de su Hijo
encarnado, eligió este camino y este estilo de vida en la existencia terrena.
Del ejemplo de San José llega a todos nosotros una fuerte invitación a
desarrollar con fidelidad, sencillez y modestia la tarea que la Providencia nos ha
asignado. Pienso ante todo en los padres y madres de familia, y ruego para
que sepan siempre apreciar la belleza de una vida sencilla y laboriosa,
cultivando con atención la relación conyugal y cumpliendo con entusiasmo la
grande y no fácil misión educadora. A los sacerdotes, que ejercen la
paternidad respecto a las comunidades eclesiales, les obtenga San José amar a
la Iglesia
con afecto y plena dedicación, y sostenga a las personas consagradas en su
gozosa y fiel observancia de los consejos evangélicos de pobreza, castidad y
obediencia. Que proteja a los trabajadores de todo el mundo para que
contribuyan con sus distintas profesiones al progreso de toda la humanidad, y
que ayude a todo cristiano a realizar con confianza y amor la voluntad de
Dios, cooperando así al cumplimiento de la obra de la salvación”.
Tras rezar el Ángelus, el Papa saludó a los peregrinos en siete idiomas.
Estas fueron sus palabras en español:
Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, especialmente a los
fieles de las Parroquias Santo Tomás Apóstol, de Valencia, y Nuestra Señora
del Buen Consejo, de Torrente, así como a los profesores y alumnos del
Instituto Abanilla, de Murcia. Con la ayuda de San
José, Patrono de la
Iglesia Universal, os invito a continuar vuestro camino de
conversión cuaresmal como respuesta al amor misericordioso del Señor.
¡Feliz domingo!”
© Copyright 2006 - Libreria Editrice
Vaticana.
(Traducción del original italiano realizada por Zenit).
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