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POR LOS Pedro Sergio Antonio Donoso Brant |
El 19 de marzo, es el día dedicado a san José, esta
pequeña reseña, nos invita a conocer una novedad en la historia y la
geografía, en la misteriosa vida de la sagrada Familia en Egipto. La historia y la geografía son grandes ayudas para
comprender las Sagradas Escrituras, porque el Libro Sagrado nos presenta
muchos nombres y lugares desconocidos, y si no sabemos ubicarnos
geográficamente e históricamente, nos perdemos, por eso parece bueno contar
con un Atlas Bíblico para no perdernos. Como ayuda, uno de los buenos libros
históricos a tener a mano, es la Guerra de los Judíos, del historiador Judío
Flaviano Josefo, (año 37-94), a través de los escritos de Josefo, podemos
descubrir mucho sobre las tradiciones y costumbre del pueblo de Judío en
tiempos de Cristo Jesús. Aprovecho de recomendar el enlace LA BIBLIA LA BIBLIA de mi página Web: www.caminando-con-jesus.org
allí se pueden encontrar artículos como “Como leer la Biblia,
Diccionario Bíblico, Mapas Bíblicos, Diccionario Geográfico e
Historia de la cultura de la Biblia. Buscando antecedentes de San José, esposo de María, madre
de Jesús, encontré en el libro de Werner Keller, “La Biblia Tenía Razón”,
algunos datos interesantes. Este libro es una guía de los relatos sagrados
que se esfuerza por demostrar que la Biblia tenía razón comprobada por las
investigaciones arqueológicas. Ayudado por los escritos del historiador Josefo, y las
investigaciones de Keller, podemos descubrir una instructiva y valiosa
novedad de los sucesos acaecidos en el tiempo que san José huyo a Egipto
junto a su esposa María y el pequeño Jesús. Estas novedades, talvez hasta
ahora eran desconocidas, y una vez conocidas nos ayudarán a entender algo más
los evangelios, como los dos capítulos siguientes: Evangelio según san Mateo, 2:13-15 Un ángel del Señor se aparece
en sueños a José, diciéndole: “levántate, toma contigo al niño y a su madre y
huye a Egipto y quédate allí hasta que yo te diga, porque Herodes va a buscar
al niño para acabar con él.” Él, levantándose, tomó al niño y a su madre de
noche y se refugio en Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes. Aquel que huye al extranjero acostumbra ir, si es posible,
allí donde viven compatriotas suyos. Y aquel que además lleva consigo un niño
de pecho, dará la preferencia a un lugar situado detrás de la frontera. En el camino de Palestina a Egipto, unos Hoy día, como antaño, peregrinos de todo el Mundo salen
por la rechinante puerta al jardín y se detienen ante el robusto tronco de un
sicómoro en el cual se reconocen las
huellas del tiempo, llamado “el árbol de la Santa Virgen.” En su tronco
hueco, así dice una piadosa leyenda — se cobijó y se escondió la Virgen María
con el Niño Jesús al huir de sus perseguidores. Y una araña tejió una tela
tan espesa sobre los fugitivos, que éstos no fueron descubiertos. Sobre la
verdadera edad del venerable árbol se ha discutido mucho. Los testimonios más
antiguos respecto a él datan tan sólo de algunos siglos. Pero existe una
mención de este lugar que cuenta cerca de dos mil años. El jardín de Mataria era célebre en la Edad Media como
“jardín,” porque en él se producían plantas que no se encontraban en ningún
otro lugar de Egipto: “delgados arbolitos que no llegaban a crecer más altos
que el cinturón de los calzones de montar y cuyo tronco se parece al de la
vid,” escribe el inglés John Maundeville, que lo visitó en un viaje realizado
el año 1322. Lo que describió eran arbustos de balsamina. Cómo llegaron esa” preciosas
plantas a Egipto lo describe el notable historiador Flavio Josefo de la
manera siguiente: Después del asesinato de César, Marco Antonio fue a
Alejandría. Cleopatra, la ambiciosa reina de Egipto, se alió con él. En silencio preparaba el restablecimiento del antiguo
poder de sus antepasados, la reconquista de Palestina. Muchas veces visitó la
tierra judía y Jerusalén y hasta intentó tender sus redes al rey Herodes,
puesto allí por Roma, y atraerlo a su lado. Ciertamente que Herodes estaba
muy lejos de ser enemigo de las mujeres, pero era demasiado ladino y
perspicaz para no comprender que semejante aventura podía acarrearle la
enemistad del poderoso Marco Antonio. Sin embargo, la negativa dada a
Cleopatra estuvo a punto de costarle la cabeza. La vanidad femenina, herida
en lo profundo, hizo que intrigara cerca de Marco Antonio contra Herodes. Se
arregló de manera que el rey pidió, bajo la inculpación de graves cargos,
fuese citado a Alejandría. Cleopatra había llevado su juego en forma muy
refinada, pero Herodes era un viejo zorro. Cargado de oro se hizo anunciar a Marco Antonio y
consiguió apaciguar al romano sobornándole. ¡Otro nuevo motivo de humillación
para la reina! Sin embargo, tampoco ella salió del trance con las manos
vacías. Herodes tuvo que ceder toda la valiosa costa de Palestina con sus
ciudades; Marco Antonio hizo de ella un presente a su amada en calidad de
propiedad personal. Y, además, la ciudad de Jericó, junto al Jordán, con
todas las plantaciones anexas; en jardines perfumados crecían allí las
especies más valiosas del reino vegetal procedentes de semillas que, en
tiempos remotos, había donado la reina de Saba al gran Salomón... entre ellas
la planta productora del bálsamo. “La nueva propietaria — hace notar expresamente Josefo —•
tomó muestras de ella y se los llevó a Egipto. Dentro de la circunscripción
del templo de Heliópolis (el “On” de la Biblia) (Gen. 41:50) fueron plantados
por orden suya. Bajo el cuidado de expertos jardineros judíos, procedentes
del valle del Jordán, arraigaron en la tierra del Nilo aquellas plantas tan
raras y valiosas... y así se formó el famoso “jardín” de Mataria. Treinta años después, cuando Marco Antonio y Cleopatra
hacía ya tiempo se habían suicidado después de perdida la batalla naval
frente a Accio, José y María con el Niño Jesús buscaban un refugio seguro
entre los jardineros judíos, en el perfumado huerto de balsaminas de Mataria. Muchas son las huellas que conducen obstinadamente a aquel
lugar; quizá algún día se hallará alguna que resulte de auténtico valor
histórico. Evangelio según san Mateo 2:19-22 Habiendo muerto Herodes. He
aquí que un ángel del Señor se aparece en sueños a José en Egipto y le dice:
“levántate, toma al niño y a su madre y vete a la tierra de Israel, porque
han muerto ya los que atentaban contra la vida del niño”... Mas, habiendo
sabido que en judea reinaba Arquelao en lugar de su padre Herodes, temió ir
allá. Herodes murió cuando contaba setenta años, en el año 4
antes de nuestra era, treinta y seis años después que Roma le había nombrado
rey. Inmediatamente después de su muerte tuvo lugar un eclipse de Luna cuya
fecha exacta han calculado los astrónomos: ocurrió el 13 de marzo de dicho
año. Duro es el juicio que Flavio Josefo nos transmite de él
cuando, algunos decenios más tarde, escribe sobre Herodes: “No fue un rey
sino el tirano más cruel que jamás haya gobernado un país. Ha asesinado a una
multitud de personas y la suerte de aquellas que dejó con vida fue tan
triste, que envidiaban la suerte de los sacrificados. No sólo ha martirizado
como individuos a sus súbditos, sino que, además, los ha maltratado como
pueblo. Para embellecer ciudades extranjeras ha sometido al pillaje a las
suyas propias, haciendo a otros países obsequios pagados con la sangre de los
judíos. Debido a ello, en lugar del primitivo bienestar y de las costumbres
ancestrales y dignas de respeto, ha empobrecido al pueblo y ha sembrado en él
la desmoralización. En realidad, los judíos han sufrido en pocos años, bajo
Herodes, más sufrimientos que sus antepasados en el largo espacio de tiempo
desde la salida de Babilonia y el regreso bajo Jerjes.” Durante los treinta y seis años de su reinado apenas si
hubo un día en que no se cumpliera una pena de muerte. Herodes no respetaba a nadie, ni siquiera a su propia
familia ni a sus más íntimos amigos ni a los sacerdotes y tampoco a su
pueblo. En la lista de sus asesinatos figuran dos esposos de su hermana
Salomé, su mujer Mariamme y sus hijos Alejandro y Aristóbulo. Hizo ahogar a
su cuñado en el Jordán y eliminó a su suegra, Alejandra. Dos sabios que
habían arrancado las águilas romanas de oro de la puerta del templo fueron
quemados vivos. Hircano, el último de la familia de los Hasmoneos, fue
asesinado; varias familias nobles completamente exterminadas; muchos fariseos
apartados de su camino. Cinco días antes de su muerte el anciano hizo aún
asesinar a su hijo Antípater. Y esto era sólo una parte de las fechorías de
aquel que, “como soberano, era una fiera.” El carácter de ese hombre cruel explica que fuera capaz de
ordenar la degollación de los inocentes de Belén que en la Biblia se le
atribuye (Mt. 2:16). Después de asesinado Antípater, Herodes, en su propio
lecho de muerte, hace testamento, nombrando sucesores suyos a tres de sus
hijos menores: Arquelao, como heredero de la realeza; Herodes Antipas y
Filipo, como tetrarcas, soberanos de Galilea y Perea, una parte de la tierra
situada al este del Jordán, así como del territorio al nordeste del lago de
Genesaret. Arquelao es reconocido rey por su familia, y las tropas de
Herodes, constituidas por soldados germanos, galos y tracios; le aclaman.
Pero al saberse en el país la noticia de la muerte del déspota, estallan
desórdenes de violencia jamás conocida entre el pueblo judío. Al sordo odio
contra la estirpe de los herodianos se mezcla la sublevación contra Roma. En vez del duelo por la muerte de Herodes se elevan
lamentos y quejas por sus inocentes víctimas. El pueblo reclama venganza por
Yehuda ben Serifa y Matatías ben Margolot, que fueron quemados cual teas
humanas. Arquelao contesta mandando sus tropas a Jerusalén. En un solo día se
producen 3.000 víctimas. El atrio del templo está lleno de cadáveres. Esta
primera actuación de Arquelao pone al descubierto su verdadero carácter: el
hijo de Herodes supera a su padre en instintos de crueldad y en injusticias. El testamento requería aún el beneplácito del emperador
Augusto. Por eso se desplazan sucesivamente a Roma Arquelao y Herodes
Antipas. Al mismo tiempo se dirigen a Augusto cincuenta ancianos como
embajada de Israel, para solicitar de él que les libre de aquella monarquía.
En ausencia de los herodianos los desórdenes adquieren mayor extensión. Para
restablecer la paz se manda a Jerusalén una legión romana. La desgracia
quiere que en medio de estos desórdenes llegue Sabino, el pretor
administrativo de Augusto. Sin escuchar consejos ni advertencias se instala
en el palacio de Herodes y se ocupa de comprobar las contribuciones y los
tributos de la Judea. En la fiesta semanal acuden millares de peregrinos a la
Ciudad Santa. Se produce un choque sangriento. En la plaza del templo tiene
lugar una lucha encarnizada. Las tropas romanas son apedreadas. Éstas
incendian las galerías, penetran en el templo y roban todo lo que hallan a
mano. El propio Sabino se apodera de 400 talentos pertenecientes al tesoro.
Después tiene que atrincherarse apresuradamente en palacio. La rebelión de Jerusalén se propaga a todo el país como un
incendio. Los palacios reales de Judea, después de ser saqueados, son pasto
de las llamas. El gobernador de Siria acude con un poderoso ejército romano
reforzado con tropas de Beirut y de Arabia. Así que las fuerzas aparecen ante
Jerusalén los sublevados huyen. Son perseguidos y hechos prisioneros en masa. Dos mil hombres son crucificados. El gobernador de Roma en Siria, que fue quien dio la
orden, es mencionado en el libro de la Historia por una desastrosa derrota
sufrida en el año 9 después de J.C. Se llamaba Quintilio Varo. Trasladado de
Siria a Germania, perdió la batalla de la Selva de Teutoburgo. Tal era la desastrosa situación cuando José, viniendo de
Egipto, “oyó que en Judea reinaba Arquelao en lugar de su padre Herodes.” Por
esto “temió ir allá.” “Yendo a habitar a una ciudad llamada Nazaret...” (Mt.
2:23). Muchos eruditos y escritores han alabado repetidamente la
belleza del lugar en donde Jesús pasó los días de su niñez y de su juventud.
San Jerónimo llamaba a Nazaret la “Flor de Galilea.” El Nazaret actual es una
pequeña villa de 8.000 almas. En las arcadas de sus calles y callejuelas
están situados los talleres abiertos y las tiendas de muchos carpinteros. En
ellos se construyen yugos de madera para los bueyes, arados y una gran
variedad de utensilios que como entonces ahora siguen utilizando los pequeños
campesinos. En nuestros tiempos, como en los de Jesús, las mujeres van
a buscar agua y llevan en la cabeza con suma habilidad los cántaros. El agua
procede de una fuente situada al pie de la colina, donde brota en forma de un
pequeño manantial. “Ain Maryam,” es decir, “la Fuente de María” es el nombre
que lleva desde remotos tiempos. El viejo Nazaret ha dejado numerosas huellas. Estaba
situado encima de la población actual, y allí, a Lo mismo que Jerusalén, Nazaret está rodeada de montañas,
Pero ¡qué diferente el carácter de ambos paisajes, cuan distintas las
siluetas de ambas poblaciones y hasta el ambiente que las rodea! Una
sensación de amenaza y de melancolía pesa sobre la tierra montañosa de Judea.
Imponente y severo escenario de un mundo que albergó al profeta, al luchador
sin compromisos, que opone su voluntad a la voluntad de todo el mundo, que
fulmina contra toda injusticia, contra la inmoralidad, contra la inculcación
del derecho y predica la responsabilidad de los pueblos y la corrección de
las naciones. Llenos de paz, de contornos suaves y amables, son en
cambio los alrededores de Nazaret. Jardines y huertos rodean al pequeño
poblado de campesinos y artesanos. Palmerales, bosquecillos de higueras y de
granados, matizan de verdor las cercanas colinas. Los campos están sembrados
de trigo y de cebada, los viñedos dan opimos frutos y en todas partes, junto
a los linderos y a los caminos, se ven vistosas flores. Ése es el panorama del cual Jesús tomó los motivos para
sus bellas comparaciones y sus parábolas: la de la simiente, la de la cosecha
de trigo y la cizaña, la del grano de mostaza, la de la viña y de los lirios
del campo. Sin embargo, el antiguo Nazaret no estaba enteramente
apartado del gran mundo. Desde el Norte, procedente de las montañas de
Galilea, torcía en dirección a Nazaret la gran ruta de los romanos, y, pocos
kilómetros al Sur, cruzaba un antiguo camino de caravanas, la animada vía
comercial que unía a Damasco con Egipto a través de la llanura de Yezreel. San José, viva en sus corazones Pedro Sergio
Antonio Donoso Brant Bibliografía: Josefo, Flavio (1997/1999), LA GUERRA DE LOS JUDIOS,
Madrid: Editorial Gredos. Y LA BIBLIA TENÍA RAZÓN, Werner Keller (Ediciones Omega) Este link es para ver la sección dedicado a el Custodio del
Redentor: SAN JOSE |
Pedro Sergio Antonio Donoso
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