CENTRO DE ESPIRITUALIDAD CARMELITANO-BIBLICO “LA FONTE” (o.c.d.) |
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CUARTO GRADO DE ORACIÓN AGUA DE LLUVIA |
CUARTO GRADO DE
ORACIÓN AGUA DE LLUVIA Dios eleva al hombre
a gran dignidad en este grado. Libro Vida, Capítulo
20 (El lenguaje esta actualizado
al castellano del siglo XX) Diferencia entre
unión y arrobamiento (1) Definición del arrobamiento. El alma elevada por
Dios a arrobamiento recibe un grandísimo bien. Efectos que produce. Todo es
admirable. 1.-Quisiera saber exponer con el favor de Dios la
diferencia entre unión y arrobamiento o vuelo de espíritu, llamado también
arrebatamiento, que todo es lo mismo. También se llama éxtasis. Produce unos
efectos mucho mayores que la unión, pues son grados más calificados que la
unión. La unión del alma con Dios produce sus efectos en lo interior y el
arrobamiento o vuelo, por ser una comunión más intensa, los producen en lo
interior y en el exterior (2) Quiera aclararlo el Señor, como hasta ahora lo
ha hecho, pues si Su Majestad no me hubiera dado a entender cómo y con
comparaciones se pueden manifestar estas gracias misteriosas, yo no hubiera
sabido decir nada. 2. El agua de lluvia con que Dios riega el huerto de que
hemos hablado es tan copiosa, que si la tierra la pudiera soportar, bien
podemos creer que estaría siempre con nosotros esta nube(3) de la gran
Majestad acá en esta tierra. Mas cuando le agradecemos este gran regalo y lo
aprovechamos para ejercer obras buenas, según nuestras fuerzas, coge el Señor
al alma, así como las nubes cogen los vapores de la tierra (4), y la levanta,
y sube al cielo la nube y la lleva consigo y empieza a enseñarle atisbos del
Reino que le tiene preparado. No sé si la comparación cuadra, mas así acaece. 3. En estos arrobamientos parece que el alma no anima al
cuerpo y por eso se experimenta con mucha intensidad que desciende la
temperatura y que se va enfriando con grandísima suavidad y deleite. Si en la unión, aunque con pena y fuerza se puede resistir
casi siempre la embestida de Dios, porque aún estamos en nuestra tierra, en
el arrobamiento no hay remedio, sino que, incluso muchas veces sin esperarlo
ni hacer nada, viene un ímpetu tan acelerado y fuerte, que veis y sentís
levantarse esta nube o esta águila caudalosa y cogeros con sus alas (5). 4. Y digo que uno se da cuenta y ve que se lo llevan y no
sabe dónde; porque, aunque esto produce deleite, al principio la flaqueza de
nuestra naturaleza siente miedo y es necesario que el alma sea determinada y
animosa (6), mucho más que en los grados anteriores, para arriesgarlo todo
venga lo que viniere, y dejarse en las manos de Dios e ir de buen grado a
donde os lleven, pues os llevan aunque no queráis. Y hasta tal punto que muchas veces yo quisiera resistir
con todas mis fuerzas, sobre todo algunas veces que es en público, y otras
muchas en privado, por temor de ser engañada por el demonio. Algo podía resistir algunas veces con gran magullamiento y
quedaba tan cansada como si hubiera luchado con un gigante. Otras veces era imposible, pues me arrebataba el alma y
casi siempre la cabeza se me iba con ella, sin poderlo impedir, y algunas
veces era todo el cuerpo el que se elevaba. Esto ha ocurrido pocas veces. Una vez ocurrió en el coro
donde estábamos todas las monjas cuando iban a comulgar, estando de rodillas.
Me daba muchísima vergüenza, porque me parecía que aquel fenómeno tan
extraordinario había de ser muy sonado. Y por eso mandé a las monjas que no
lo dijesen, porque yo era Priora. Mas otras veces, cuando comenzaba a notar que el Señor iba
a hacer lo mismo, y una vez durante el sermón en la fiesta de la Advocación
de S. José de Ávila, en la que había señoras muy importantes, me tiraba al
suelo y las monjas me sujetaban, y aún se notaba. 5. Supliqué mucho al Señor que no me diese más mercedes
con fenómenos externos (7), porque yo estaba cansada de ir con tanta
precaución y Su Majestad podía concederme aquella merced sin que se notase. Parece que el Señor se ha dignado escucharme y hasta hoy
no los he vuelto a tener. Verdad es que hace poco tiempo que cesaron los
arrobamientos. 6. Cuando quería resistir el arrobamiento, me parecía que
me levantaban desde los pies fuerzas tan grandes, que no sé a qué
compararlas, pues eran más impetuosas que las que sólo afectan al espíritu, y
así quedaba hecha pedazos; porque resistir era como sostener una gran pelea
que cuando el Señor quiere sirve de poco, que no hay poder contra su poder. Otras veces el Señor se contenta con que veamos que nos
quiere hacer esta merced y que no queda por El y, si se resiste por humildad,
produce los mismos efectos que si lo hubiésemos enteramente aceptado. 7. Los efectos del éxtasis son grandes: en primer lugar,
se manifiesta el gran poder del Señor y que no podemos, cuando Su Majestad
quiere, detener ni el cuerpo, ni el alma, ni somos dueños de ellos. Mal que
nos pese, vemos que tenemos superior, y que estas mercedes las da El y que
nosotros no podemos en nada; con esto se infunde mucha humildad. Yo confieso que sentí gran temor, al principio grandísimo,
al ver cómo se elevaba mi cuerpo de la tierra, que, aunque el espíritu lo
lleva consigo y es con suavidad grande si no se resiste, no se pierde el
sentido; al menos yo era consciente y me daba cuenta de que se me llevaba. Se manifiesta una majestad de quien puede hacer aquello, que
espeluzna los cabellos, y queda un gran temor de ofender a tan gran Dios. Este temor va mezclado con grandísimo amor que se cobra de
nuevo a quien vemos lo tiene tan grande a un gusano tan podrido, que parece
que no tiene bastante con llevarse de veras el alma consigo, que quiere
llevarse también el cuerpo siendo tan mortal y de tierra tan sucia por tantos
pecados cometidos. 8. También deja un desasimiento extraño, que yo no puedo
decir cómo es. Me parece que puedo decir que de alguna manera es diferente de
las comunicaciones de Dios que afectan sólo al espíritu, de las que el alma
queda espiritualmente desasida de las cosas, pero aquí quiere el Señor que
también el cuerpo esté desasido y se padece una extrañeza nueva hacia las
cosas de la tierra, por lo cual es mucho más penosa la vida. Después se siente una pena, que ni nos la propusimos
nosotros ni nos la podemos quitar. Mucho quisiera poder explicar esta pena y
creo que no podré, mas diré algo si supiere (8) Nótese que tanto el desprendimiento extraño como esta pena
ocurren después de las visiones y revelaciones en las que el Señor me daba
tan grandes gustos y regalos. De ellos escribiré más adelante. Ahora, aunque
estos gustos no han cesado del todo, esta pena es más continua. Y es más o
menos intensa. 9. Quiero hablar ahora de cuando la pena es más intensa,
porque, aunque más adelante hablaré de los grandes ímpetus que me daban
cuando el Señor quiso darme los arrobamientos, éstos, en comparación de la
pena más intensa, son como dolores del cuerpo y la pena como dolor del
espíritu, y no exagero. Porque la pena menos intensa que ocurre con los
arrobamientos, la experimenta el alma junto con el cuerpo, y como la
comparten ambos, no sufre el extremo desamparo que la más intensa de las
penas produce en el alma que la sufre sola, sin el cuerpo. Y nada podemos hacer para mitigarla. Muchas veces viene un
deseo que no sé de dónde nace que penetra toda el alma en un instante y el
alma comienza a sufrir con un dolor muy por encima de sí y de todo lo criado
y la deja Dios tan despojada de todas las cosas que, por mucho que ella se
esfuerce, no encuentra en la tierra ninguna cosa que le haga compañía, ni
ella la quiere, pues lo único que desea es morir en esa soledad. Aunque le hablen y ella se esfuerce por hablar no
desaparece de su espíritu la dichosa soledad. Y aunque me parece entonces que Dios está lejísimos, a
veces me comunica sus grandezas del modo más extraño que se pueda pensar; y
así no se sabe decir, ni creo que lo creerá ni lo entenderá quien no lo haya
experimentado; porque la comunicación no es para consolar, sino para que vea
que es lógico que sufra de estar ausente del Bien que contiene en sí todos
los bienes. 10. Con esta comunicación crece el deseo y la extrema
soledad en que se ve, con una pena tan fina y penetrante, que el alma se
encuentra en el desierto, como lo dijo el real Profeta cuando se encontraba
en la misma soledad, que quizá para él fue más extremada, pues era santo:
“Estoy desvelado gimiendo, como pájaro sin pareja en el tejado” (Sal 101,8)(9) Este verso lo experimento yo en mí y me consuela ver que
tales personas han sentido tan grandísima soledad. Así parece que el alma está no en sí, sino en el tejado o
techo de sí misma y de todo lo criado; pues me parece que está encima de sí
misma, en lo más alto del alma. 11. Otras veces parece que anda el alma como
necesitadísima, diciendo y preguntándose: “Dónde está tu Dios? ” (Sal
41,4)(10). Es admirable que yo no entienda el significado en castellano de
estos versículos y cuando los entendí me consolaba al ver que el Señor me los
había traído a la memoria sin buscarlo yo. Otras veces me acordaba de lo que dice San Pablo, “que
está crucificado para el mundo” (Gál 6,14)(11). Yo no digo que esto sea a la
letra, pues está claro; mas me parece que está así el alma que ni recibe
consuelo del cielo, ni vive en él, ni quiere el de la tierra, padeciendo y
sin recibir socorro de ningún lado. Porque el socorro que le viene del cielo le causa mayor
tormento, pues siendo un conocimiento de Dios tan admirable por encima de lo
que podemos desear, acrecienta el deseo de Dios tanto que le causa una gran
pena que algunas veces le quita el sentido, aunque por poco tiempo. Parece que está en trance de muerte y a la vez con una
alegría tan grande de este padecer, que no sé a qué lo puedo comparar. Ello es un recio martirio sabroso que el alma no lo
cambiaría por la más sabrosa cosa de la tierra. Nada quiere, todo lo
desprecia. Bien entiende que sólo quiere a su Dios y no una partecita
suya, sino todo junto le quiere, aunque no sabe lo que quiere. Digo que no “lo sabe” porque la imaginación es incapaz de
formular nada de este bien (12), ni tampoco las potencias actúan, pues al
igual que en la unión y en el arrobamiento quedan suspendidas por el gozo
experimentado, en esta pena el mismo dolor las impide actuar. 12. ¡Oh Jesús! ¡Quién pudiera dar a entender bien a V.
esto! para que me explicara lo que es, porque es en lo que ahora anda siempre
mi alma! Apenas está desocupada le sobrevienen, casi siempre, estas
ansias de muerte(13), y teme, cuando ve que comienzan, porque sabe que no se
ha de morir; mas cuando ya está en ello quisiera que toda su vida futura
estuviera sumergida en este padecer. Pero es tan excesivo, que mal lo puede sufrir la persona,
pues algunas veces casi pierdo las pulsaciones, según dicen las hermanas que
se acercan a mí, que son las que más lo entienden, y se me abren las
canillas, y las manos quedan tan yertas que algunas veces ni las puedo
juntar, y por eso hasta el día siguiente me dura el dolor en las muñecas y en
el cuerpo, como si me hubieran descoyuntado (14). 13. Yo pienso que alguna vez, si esta pena sigue como
ahora, se acabará por acabarse la vida, pues hay motivo para ello, aunque yo
no lo merezca. Toda mi ansia es morirme entonces; ni me acuerdo del
purgatorio, ni de los grandes pecados que he hecho. Todo se me olvida con
aquél ansia de ver a Dios; y aquel desierto y soledad le paréce mejor que
toda la compañía del mundo. Lo único que la podría consolar sería tratar con quien
hubiese pasado por este tormento. 14. El saber que nadie la va a creer, aunque se queje,
también la atormenta, pues esta pena es tan enorme que no quiere soledad como
otras veces, ni compañía de no ser de alguien con quien pueda desahogarse y
quejarse. Es como alguien que se está ahogando con la soga a la
garganta y lucha por respirar. Creo que el deseo de tener compañía proviene
de nuestra flaqueza; pues como la pena nos sitúa en peligro de muerte (que es
así, pues yo, que me he encontrado en ese peligro por mis grandes
enfermedades, puedo decir que es éste mayor que todos), la exigencia que
tienen el cuerpo y el alma de no separarse es la que les hace pedir socorro
para respirar, manifestándolo y quejándose (15) y tratando de distraerse y
buscando alivio para vivir muy contra la voluntad del espíritu o del alma
superior, que no querría salir de esta pena. 15. No sé si atino en lo que digo o silo sé decir, mas yo
veo que lo que ocurre es así. Ya me dirá V. qué descanso puede tener el alma
en esta vida, pues el que tenía, que era la oración y soledad, porque en
ellas me consolaba el Señor, le causa este tormento, y es tan sabroso y veo
que es tan precioso, que ya lo quiere más que todos los regalos que solía
tener. Considera más seguro este tormento, porque es camino de
cruz, y es tan sabroso y valioso porque el cuerpo no goza, sino sufre, y sólo
el alma padece y goza a la vez la alegría que da este padecer. Yo no sé cómo puede ser esto, mas así pasa, y creo que yo
no cambiaría esta merced que el Señor me hace (que sólo de su mano viene y no
es adquirida por mí, porque es muy sobrenatural) por todas las mercedes no
juntas, sino recibidas una por una. No se olvide que esta pena la estoy padeciendo ahora,
después de haber pasado por todo lo que relato en este libro (16) 16. Cuando comencé a padecer esta inmensa pena, me
sobrecogió el temor, que es lo que me ocurre casi siempre que recibo una
nueva merced del Señor hasta que, a medida que se va desarrollando, me la
garantiza Su Majestad. El me dijo (17) que no tuviera miedo y que estimase más
esta gracia que todas las que me había concedido, que en esta pena (18) se
purificaba el alma como el oro en el crisol, para hacerla capaz de recibir
los esmaltes de sus dones, y que se purificaba en ella lo que había de hacerse
en el purgatorio (19). Bien entendía yo que era una gran merced, mas quedé con
gran seguridad, y mi confesor me lo confirmó. Y aunque yo temí, por ser tan
ruin, nunca pude creer que tal merced era mala; pero al ser un regalo tan
excelso me hacía temer, acordándome de que no lo merecía. Bendito sea el
Señor que tan bueno es. Amén. 17. Parece que me he salido del tema, porque comencé a
hablar de arrobamientos y esta merced es mayor que los arrobamientos y así
deja los efectos que he dicho. 18. Volvamos a los arrobamientos y a sus características
(20) Digo que muchas veces me parecía que me dejaba el cuerpo tan ligero que
desaparecía de él la gravedad, en tanto grado a veces, que parece que no
sentía tener los pies en el suelo. Cuando hay arrobamientos queda el cuerpo como muerto,
muchas veces sin poderse mover, y queda el cuerpo en la posición en que lo
sorprende: si lo coge estando en pie, en pie se queda, si sentado, sentado, o
con las manos abiertas, o con ellas cerradas (21) Aunque el sentido se pierde pocas veces, yo lo he perdido
algunas veces, pocas y poco rato; mas ordinariamente el sentido queda turbado
y, aunque exteriormente no puede hacer nada, entiende que oye como de lejos. En el momento más álgido del arrobamiento no entiende, ni
oye, ni siente, pues se pierden las potencias al estar muy unidas con Dios;
mas esta transformación del alma totalmente en Dios (22) dura poco, mas lo
que dura ninguna potencia siente ni sabe lo que le pasa allí. Debe de ser que no se puede entender mientras vivimos en
la tierra, o al menos no quiere Dios que se entienda porque no somos capaces
de entenderlo. Esto me enseña mi experiencia. 19. Me dirá V. que cómo es que alguna vez dura el
arrobamiento tantas horas. Lo que a mí me ocurre es, como dije en la oración
de unión, que se goza a intervalos. Muchas veces se engolfa el alma, o, mejor dicho, la
engolfa el Señor en El, y la mantiene engolfada un poco, quedando después
sola engolfada la voluntad. El movimiento de las dos potencias es parecido al
movimiento del estilo de los relojes de sol, que no paran nunca; mas cuando
el sol de justicia quiere, lo hace detener, aunque poco rato. Mas como el ímpetu de la oleada espiritual ha sido muy
grande, aunque la memoria y el entendimiento vuelvan a inquietarse, queda la
voluntad engolfada en Dios y ella, como señora de cuerpo y alma, deja que los
sentidos corporales y la ley de la gravedad queden suspendidos, porque así lo
quiere el Señor, para que no impidan su endiosamiento, que es lo que intentan
hacer las dos potencias dichas, pues cuantos menos enemigos estorben su
arrobamiento, mejor. Por eso los ojos, aunque no queramos cerrarlos,
permanecen cerrados, y si alguna vez los tenemos abiertos, como ya he dicho,
la persona no atina ni advierte lo que ve. 20. En estos momentos queda muy imposibilitado el cuerpo,
y esto facilitará el trabajo para reanudar la conexión cuando las potencias
vuelvan a ser unidas con Dios. Por eso, quien reciba esto del Señor, no se desconsuele al
ver que su cuerpo se queda paralizado muchas horas y a veces como distraídos
el entendimiento y la memoria. Lo que ordinariamente ocurre es que estas dos potencias
están absortas dirigiendo alabanzas a Dios o queriendo comprender y entender
lo que les ocurre; y aun para esto no están despiertas del todo, sino como
una persona que ha dormido mucho y soñado y aún no se acaba de despertar. 21. Pormenorizo tanto esta situación, porque sé que en
esta ciudad (23) hay personas a quienes el Señor ahora hace estas mercedes, y
si los que las dirigen no tienen experiencia de esto, especialmente si no
tienen estudios, creerán que en el arrobamiento han de estar como muertos
(24), y da lástima lo que se padece con los confesores que no lo entienden,
como diré después. Quizá yo no sé lo que digo; V. entenderá si atino en algo,
pues el Señor ya le ha dado experiencia de algo, aunque como hace poco
tiempo, quizá no lo ha estudiado tan detalladamente como yo. Después del arrobamiento no tiene fuerzas el cuerpo,
aunque mucho lo intente, para moverse; el alma se las llevó todas consigo. Muchas veces, estando muy enfermo y lleno de grandes
dolores, queda curado, y con más agilidad, porque es cosa grande lo que en el
arrobamiento se da, y quiere el Señor que algunas veces también goce el
cuerpo porque obedece ya al alma. Cuando vuelve el alma en sí, si el arrobamiento ha sido
grande, acaece que está un día, o dos, y a veces tres, con las facultades tan
absortas, o como embobada, como si estuviera fuera de sí. 22. Aquí es la pena de tener que volver a vivir; aquí le
nacieron alas para volar muy alto; ya se le ha caído el pelo malo, aquí se
levanta ya del todo la bandera de Cristo, pues parece que el gobernador de
esta fortaleza se sube o le suben a la torre más alta para alzar la bandera
de Dios (25) Mira a los que están abajo, como quien está salvado; ya no
teme los peligros, sino que los desea, como quien ha recibido la seguridad de
la victoria. Aquí se ve muy claro lo poco que se ha de estimar lo de la
tierra, pues nada vale nada. Desde la altura divisa un inmenso horizonte. Ya
no quiere tener voluntad propia, ni siquiera tener libertad, y así lo suplica
al Señor; le da las llaves de su voluntad. 23. He aquí al hortelano convertido en gobernador de la
fortaleza; no quiere más que hacer la voluntad del Señor; no quiere ser dueño
de sí, ni de nada, ni de una fruta de esta huerta, para que, si hay en ella
algo bueno, lo reparta Su Majestad (26). De ahora en adelante no quiere tener
cosa propia, sino que el Señor disponga de todo conforme a su gloria y a su
voluntad. En realidad de verdad, silos arrobamientos son auténticos,
dejan en el alma los frutos y aprovechamiento que he dicho. Y, si no son éstos, dudaría yo mucho de que sean de Dios;
más bien temería si no son los rabiamientos que dice San Vicente (27) Esto lo entiendo yo y he visto por experiencia, que en una
hora de arrobamiento, o menos de una hora, queda el alma señora de todo y
libre, hasta el punto de que ni ella se puede reconocer. Ve muy bien que no es suyo, ni sabe cómo se le dio tanto
bien, mas claramente ve el grandísimo provecho que cada rapto de éstos
produce. 24. No lo creerá quien no tenga experiencia de ello; y así
no creen a la pobre alma, porque la han visto ruin y de repente la ven
emprender cosas tan animosas; porque ya no se contenta con servir un poco al
Señor, sino todo cuanto puede. Los demás piensan que lo que pretende es tentación y
disparate. Si supiesen que no nace de ella, sino del Señor a quien ha
entregado las llaves de su voluntad, no se espantarían. Tengo para mí que un alma que llega a este estado, no es
ella la que habla ni hace las cosas por su impulso, sino que de todo lo que
ha de hacer tiene cuidado este soberano Rey. ¡Oh, válgame Dios, qué claro se ve aquí el significado del
verso y cómo se entiende que tenía razón y la tendrán todos al “pedir alas de
paloma”! (Sal 54,7) (28) Se ve con claridad que es un vuelo que da el espíritu para
levantarse de todo lo criado y de sí mismo primero; mas es vuelo suave, es
vuelo deleitoso, vuelo sin ruido. 25. ¡Qué señorío tiene un alma a quien el Señor lleva
hasta aquí, que lo puede mirar todo sin estar enredada en ello! ¡Qué
avergonzada está del tiempo que lo estuvo! ¡Qué espantada de su ceguedad!
¡Qué 1istimada de los que están en esta ceguera, especial- mente si son
personas de oración a quienes Dios ya regala! Querría dar voces para hacerles ver qué engañados están, e
incluso lo hace algunas veces, y lluévenle en la cabeza mil persecuciones. La tienen por poco humilde, y como que quiere enseñar a de
quien debía aprender, sobre todo si es mujer. Entonces la condenan, y con razón, porque no saben e1
ímpetu que la mueve (29), que a veces no lo puede soportar, ni puede sufrir
no desengañar a los que ama y’ desea ver libres de la cárcel de esta vida,
que no es menos ni le parece menos en la que ella ha vivido. 26. Se arrepiente del tiempo en que hizo caso de honores y
de haber vivido engañada creyendo que era honra lo que el mundo llama honra;
ve que es grandísima mentira y que todos andamos en ella; entiende que la
verdadera honra no es mentirosa, sino verdadera, y estima lo que de verdad
vale y desprecia lo que es nada, pues todo es nada y menos que nada lo que se
acaba y no contenta a Dios. 27. Se ríe de sí misma, del tiempo en que apreciaba el
dinero y lo codiciaba, aunque nunca confesé ningún pecado sobre esto; harta
culpa era estimarlo. Si con dinero se pudiera comprar el bien que ahora veo
en mí, lo estimaría mucho; mas comprende que este bien se gana dejándolo
todo. ¿Qué es lo que se compra con este dinero que deseamos? ¿Es
cosa de precio? ¿Es cosa durable? ¿O para qué lo queremos? Negro descanso se
busca procurándolo, que tan caro cuesta. Muchas veces se procura con él el infierno y se compra
fuego eterno y pena sin fin. ¡Oh, si todos
decidiesen tenerlo por tierra sin provecho, qué orden habría en el mundo, qué
libre de intrigas! ¡Con qué amistad se tratarían todos si no hubiera interés
de honra y dinero! Tengo para mí que se remediaría todo. Ve la gran ceguera que proviene de los placeres y que con
ellos compra sufrimiento, aún en esta vida y desasosiego. ¡Qué inquietud!
¡Qué poca alegría! ¡Cuánto trabajo en vano! 28. Aquí no sólo ve las telarañas de su alma y las faltas
graves, sino un polvito que haya, por pequeño que sea, porque el sol está muy
claro; y así por mucho que trabaje un alma en perfeccionarse, si de veras la
coge este Sol, se ve toda muy turbia. Es como el agua de un vaso, que si no le da el sol, está
muy clara; pero si le da se ve que está toda llena de motas. Al pie de la
letra es esta comparación. 29. Antes del éxtasis creía el alma que tenía cuidado de
no ofender a Dios y que hacía lo que podía según sus fuerzas; mas cuando ha
llegado al éxtasis, en que le da el sol de justicia que le hace abrir los
ojos, ve tantas motas, que quisiera volverlos a cerrar; porque aún no es tan
hija de esta águila (30) para poder mirar este sol de hito en hito; mas por
poco que los tenga abiertos se ve toda turbia. Recuerda el Salmo que dice:
“Quién será justo delante de Ti?” (Sal 142,2) (31) 30. Cuando mira este divino sol, deslúmbrale la claridad;
cuando se mira a sí misma, el barro le ciega los ojos: ciega está la
palomita. Aquí le acaece muchas veces que queda ciega del todo,
absorta, espantada, desvanecida por tantas grandezas como ve. Entonces consigue la verdadera humildad (32), por la cual
nada le importa hablar de sí misma, ni que hablen los otros. Reparte el Señor del huerto la fruta y no ella (33) y así
nada se le pega a las manos; todo lo bueno que tiene lo dirige a Dios y si
algo dice de sí misma es para su gloria. Sabe el hortelano que nada de lo que tiene es suyo, y
aunque no quiera, el divino sol le hace cerrar los ojos a las cosas del mundo
y que los tenga abiertos para entender verdades. - COMENTARIOS: Autor: Jesús Marti Ballester 1.- Ya se ha hablado de la diferencia en el e. 18,7. 2.- San Juan de la Cruz trata este tema en Cántico 13:
“Apártalos Amado, que voy de vuelo”, donde enaltece la doctrina de la madre
Teresa. La fase negativa del éxtasis viene desarrollada en Noche oscura,
libro 2, en que el alma es sometida a una purificación radical que va
consolidando los asomos de presencia divina en los arrobamientos de las
quintas moradas, que son recibidas como toques actuales hasta que, tras estas
purificaciones de las sextas moradas, quede establecida el alma en la unión
total con Dios de una forma habitual. Aquí se efectúa el Desposorio Místico
(Moradas Sextas 1,1). Con el Desposorio comienza la Noche oscura del
espíritu. Santa Teresa nos relata que este Desposorio comenzó con los
arrobamientos, cuando oyó: “Ya no quiero que tengas conversación con hombres,
sino con ángeles”. Palabras primeras que oye de Dios, tan poderosas que
hicieron lo que decían, cosa que ningún esfuerzo humano había podido
conseguir. El mérito instrumental de este logro hay que apuntarlo al P.
Prádanos, que, siguiendo al P. Cetina, consumó lo que a los ineptos
directores anteriores se les había escapado de las manos y que hubiera
terminado en una lamentable frustración de la gracia. 3.-“Yavé descendió en la columna de nube” (Núm 12,5). 4.-Santa Teresa escribió esta frase al margen del
manuscrito: “Helo oído así esto de que cogen las nubes los vapores, o el
sol”. 5.-“Os he llevado sobre alas de águila y os he traído a
mí” (.x 19,4). 6 Vuelve a insistir en la exigencia de valerosidad. 7.-“Con muchas lágrimas —dice Ana de los Ángeles— pedía a
Nuestro Señor que le quitase aquellos arrobamientos; y así sabe esta testigo
que se lo concedió Nuestro Señor por algún tiempo” (EFRÉN DE LA M. DE Dios,
Tiempo y vida de santa Teresa, Ed. Católica, Madrid 1977, 252). 8 San Juan de la Cruz dice que así es como con estos
“toques que ha ido recibiendo de la Divinidad.., el alma se ha ido
purificando, sosegando y fortaleciendo y estabilizando para poder recibir
permanentemente la unión divina, que es el divino matrimonio entre el alma y
el Hijo de Dios” (2 Noche oscura, 24,3) (J. MARTÍ BALLESTER, Noche oscura
leída hoy, Paulinas, Madrid 1981, 206-207). Y santa Teresa en Moradas: “Y Su Majestad como quien
conoce nuestra flaqueza la va habilitando con estas cosas y otras muchas,
para que tenga ánimo de juntarse con tan gran Señor, y tomarle por esposo”
(J. MART! BALLESTER, Las moradas de santa Teresa leídas hoy, Paulinas, Madrid
1987, Sextas Moradas 4,1, p. 171). 9 Busca en la Escritura la confirmación de lo que
experimenta. lO De nuevo recurre a la base bíblica para garantizar su
situación. 11Ahora es san Pablo su garante. 12 Dios no puede ser ni formulado, ni imaginado, ni
representado por una facultad psicosomática, ni siquiera por las potencias
espirituales; las supera a todas. 13 “De estas mercedes tan grandes queda tan deseosa de
gozar del todo al que las hace, que vive con harto tormento, aunque sabroso;
unas ansias grandísimas de morirse...” (J. MARTÍ BALLESTER, Las moradas de
santa Teresa leídas hoy, Paulinas, Madrid 1987, Sextas Moradas 6,1). 14“Ana de los Ángeles oyó a las madres primitivas que de
la misma fuerza de los arrobamientos se le abrían las muñecas de las
manos...” (EFRÉN DE LA M. DE Dios, Tiempo y vida de santa Teresa, Ed.
Católica, Madrid 1977, 252). 15“Algunas veces se levantaba de la mesa con grande ímpetu
sin poderlo disimular, y se arrojaba en la primera camilla que topaba, dando
grandísimos suspiros y unos gemidos muy tiernos (ib, p. 251). 16“Digo que estos ímpetus son posteriores a las mercedes
del Señor que aquí voy a relatar” (e. 20,9). En el orden cronológico son
primero los arrobamientos, y después esta pena que intercala como un
paréntesis entre la descripción de los arrobamientos, quizá por la semejanza
de ambas gracias y porque lo vive mientras está escribiendo. 17 Nótese que la doctrina de la Doctora Mística en este
punto es divina: “El me dijo...” 18 Es la noche pasiva del espíritu. En la activa sólo han
sido como arañados los defectos radicales del ser. Para borrar las manchas
del hombre viejo, o restituir al hombre a su estado original, anterior al
pecado, no bastan las fuerzas humanas, hay que pasar por la noche terrible
como la de Cristo en la cruz, en la que “llevó a cabo la gesta más gigantesca
de su vida..., que fue reconciliar y unir por gracia a los hombres con Dios.
Y esto se hizo en el mismísimo momento en que el Señor estuvo más anulado en
todo” (J. MART1 BALLESTER, Subida del monte Carmelo leída hoy, 7,11,
Paulinas, Madrid 1979, 134). 19 Un escritor de la talla de J. Guitton ha escrito
recientemente: “Nuestros contemporáneos (al menos en Occidente) han
desacralizado la muerte. Todos iremos al paraíso, han cantado” (Silencio
sobre lo esencial, Edicep, Valencia 1988, 36). Parece que la necesidad de
purificación en el purgatorio no se acentúe o se silencie siguiendo a Lutero.
Y la unión con Dios precisa la purificación total, pues no puede haber unión
sin hornogeneidad de ambos elementos: Dios y hombre. Santidad con santidad,
belleza con belleza, justicia con justicia. 20 Vemos cómo ha intercalado en el relato de los
arrobamientos la descripción de la pena, gracia superior. 21 Más de una vez quedó ella con la sartén en la mano, sobre
el fuego, “Y temiendo que se derramase el aceite, porque ni una gota más
tenía para guisar”, le sostenía la sartén Isabel de Santo Domingo (A. Ruiz,
Anécdotas teresianas, Monte Carmelo, Burgos 1981, 165). Lo refiere también
María Bautista (EFRÉN DE LA M. DE Dios, Tiempo y vida de santa Teresa, Ed.
Católica, Madrid 1977, 250). 22 Contrariamente a lo que a primera vista parece, el
éxtasis tiene misión catártica, algo así como narcosis divina para que el
bisturí o cauterio de Dios corten de raíz y sanen el “fomes peccati”, pues
“si las manchas del hombre viejo no salen por el jabón y fuerte lejía de la
purificación de esta noche, el espíritu no podrá llegar a la pureza de la
unión divina” (J. MARTÍ BALLESTER, Noche oscura leída hoy, 2,1, Paulinas,
Madrid 1981, 104). 23 Ávila. 24 Hay grados en el arrobamiento, aparte de que en todos
se da la entrada y la salida en que se atenúa la acción divina. No es
exigencia del éxtasis que el cuerpo quede totalmente muerto: aunque se
ralentiza la acción de los sentidos internos y de los corporales, no siempre
se pierden del todo. Son dignos de mención los éxtasis de santa Teresa del
Niño Jesús sin repercusión somática junto a su hermana Celina en el mirador
de los Buissonnets: “Este éxtasis no nos privaba del conocimiento, ni nos
levantaba del suelo. Todavía veo a Teresa —escribe Celina— apretarme las
manos, veo sus ojos bellos arrasados en lágrimas. Era el éxtasis de San
Agustín y Santa Mónica en Ostia. La misma Santa hizo este paralelo” (Conseils
et Souvenirs, 218. Citado por BARRIOS MONEO, La espiritualidad de santa
Teresa de Lisszeux, vol. 1, Madrid 1958, 208). 25El ondear la bandera de Dios es el signo de la victoria
de la gracia sobre todos los enemigos del hombre. 26 No olvida que comenzó a hacer un huerto para el Señor,
y que lo ha estado regando con las diversas aguas de su alegoría original.
Pero ahora de repente cambia el huerto por el castillo y la bandera de la
victoria, que ya vivía en su subconsciente, como germen de las Moradas; pero
presenta aún la fruta de la huerta, para revalorizar la alegoría primera y
como resorte de continuidad de la escritora. 27 SAN VICENTE FERRER, Tratado de Vida espiritual; de gran
éxito antes de aparecer la Imitación de Cristo, de Kempis, que al parecer se
inspiró en él. 28 Como dije en la introducción ha ido apareciendo su vena
bíblica como en este salmo, al correr del libro. 29 Como el profeta Jeremías: “Me sedujiste, Señor, y me
dejé seducir... Sentía dentro la Palabra como fuego ardiente encerrado en los
huesos” (Jer 19,5-9). 30 ‘Como el águila que incita a su nidada” (Dt 32,11). 31 Otro recurso bíblico. 32 Siendo la humildad el fundamento de todo el edificio,
se consigue ahora que todo él esté bien fundado sobre roca. 33Es la hora del apostolado eficaz y permanente, porque es
Dios mismo quien irradia el bien y la santidad que el alma sólo refleja.
Muchas veces se enfoca el apostolado o la evangelización a modo de una
empresa, cuya eficacia va en proporción de la fatiga y organización humana.
Irradiar a Dios y hasta cambiar la historia es obra de santos y jamás de
ejecutivos. No a las multinacionales de las palabras vacías y frías! ¡Sí a
las antenas parabólicas que reflejen la imagen de Dios y su Palabra y la
suavidad de los frutos del Espíritu Santo! La verdadera formación de los
evangelizadores consistirá en convertirlos y dejarse convertir en ascuas
vivas, imágenes de Dios que pasa quemando. Pero esto nos atemoriza. Nos gusta
el calorcillo del sol, pero no su quemadura. |
Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant |