CENTRO DE ESPIRITUALIDAD CARMELITANO-BIBLICO

“LA FONTE” (o.c.d.)

SEGUNDO GRADO DE ORACIÓN,  REGAR CON NORIA

 

SEGUNDO GRADO DE ORACIÓN

REGAR CON NORIA

Libro Vida, Capítulo 15

(El lenguaje esta actualizado al castellano del siglo XX)

 

Qué se debe hacer cuando Dios concede oración de quietud. Lo que se va a decir es muy necesario y provechoso.

1. Esta quietud y recogimiento del alma se nota mucho por la satisfacción y paz que deja, con grandísimo contento y sosiego de las potencias y muy suave deleite. Le parece al alma, como no ha llegado a más, que ya no le queda más que desear y que de buena gana diría con San Pedro que fuese ésta su morada (Mt 17,4).

No osa bullirse ni moverse, pues le parece que se le va a escapar aquel bien de las manos. Algunas veces no quisiera ni respirar.

No entiende la pobrecita que si ella no puede adquirir aquel bien, menos podrá detenerlo más de lo que el Señor quiera.

Ya he dicho que en este primer recogimiento y quietud no se pierden ni se duermen las potencias del alma, mas está muy satisfecha con Dios mientras aquello dura. Y aunque el entendimiento y la memoria (1) se distraigan, como la voluntad está unida con Dios, permanece la quietud y el sosiego e incluso la voluntad va poco a poco recogiendo el entendimiento y la memoria. Porque, aunque la voluntad no está plenamente engolfada, está tan bien ocupada sin saber cómo, que por mucho revuelo que la memoria y el entendimiento hagan, no le pueden quitar su contento y gozo, y ella casi sin esfuerzo se va ayudando para que esta centellica de amor de Dios no se apague.

2. Quiera Su Majestad darme gracia para que yo diga esto bien claro, porque hay muchas almas que llegan a oración de quietud (2) y son pocas las que pasan de aquí, y no sé quién tiene la culpa.

A buen seguro que no falta Dios, ya que Su Majestad hace la merced de que llegue el alma aquí, no creo que cesará de hacer muchas más, de no ser por nuestra culpa.

Y es muy importante que el alma que llega aquí conozca la dignidad grande en que está y la gran merced que le ha hecho el Señor, y cómo no hay razón para que sea aún de la tierra, pues ya parece que la bondad de Dios la hace vecina del cielo, de no ser por su culpa; y desgraciada será si vuelve atrás.

Yo pienso que será para ir hacia abajo, como yo iba, si la misericordia de Dios no me tornara; porque la mayor parte de las veces será, según me parece, por culpas graves; ni es posible dejar tan gran bien sin gran ceguedad de mucho mal.

Y así ruego yo por amor del Señor, a las almas a quienes Su Majestad ha hecho tan gran merced de que lleguen a este estado, que se reconozcan y tengan en mucho, con una humilde y santa presunción para no volver a las ollas de Egipto (Ex 16,3).

3. Y si por su flaqueza y maldad y ruin y miserable naturaleza cayeren, como yo hice, tengan siempre presente el bien que perdieron y tengan sospecha y vayan con temor (que tienen razón de tenerlo) de que, si no vuelven a la oración, han de ir de mal en peor.

Que a ésta llamo yo verdadera caída, a la que aborrece el camino por donde ganó tanto bien, y con estas almas hablo; que no digo que no han de ofender a Dios y caer en pecados, aunque sería de razón que se librase mucho de ellos quien ha comenzado a recibir estas mercedes, mas somos miserables.

Lo que advierto mucho es que no deje la oración, que allí se dará cuenta de lo que hace y ganará arrepentimiento del Señor y fortaleza para levantarse; y crea, que si de ésta se aparta, que lleva, a mi parecer, peligro. No sé si sé lo que digo, porque, como he dicho, juzgo por mí...

4. Es, pues, esta oración una centellica que comienza el Señor a encender en el alma del verdadero amor suyo, y quiere que el alma vaya entendiendo qué cosa es este amor con regalo.

Esta quietud y recogimiento y centellica, si es espíritu de Dios y no gusto causado por el demonio o procurado por nosotros (aunque quien tiene experiencia es imposible que no entienda enseguida que no puede ser adquirido, pero como nuestra naturaleza es tan ganosa  de cosas sabrosas todo lo prueba, mas pronto se queda fría, porque, por mucho que quiera comenzar a hacer arder el fuego para alcanzar este gusto, parece que le echa agua para matarlo); pues esta centellica encendida por Dios, aunque es tan pequeñita, hace mucho ruido (3), y si no la mata por su culpa, comienza a encender el gran fuego llameante del grandísimo amor de Dios que hace Su Majestad que tengan las almas perfectas.

5. Es esta centella una señal o prenda que da Dios a esta alma de que la escoge ya para grandes cosas, si ella se dispone para recibirlas. Es gran don, mucho mayor de lo que yo podré decir.

Me dan gran lástima, porque —como digo— conozco muchas almas que llegan aquí, y son tan pocas las que progresan como deben progresar, que me da vergüenza decirlo.

No digo que hay pocas, que muchas debe de haber, que por algo nos sostiene(4) Dios; digo lo que he visto.

Quisiera advertirles con mucho encarecimiento que traten de no esconder el talento (Mt 25,25), pues que parece que las quiere Dios5 escoger para provecho de otras muchas, de una manera especial en estos tiempos, que son menester amigos fuertes de Dios para sostener a los flacos; y los que reconozcan en sí esta merced, ténganse por tales 6, si saben corresponder como manda la ley de la buena amistad, aun en el mundo; y si no, teman y tengan miedo de hacerse mal a sí mismos, y ¡Dios quiera que sea a ellos solos!

6. Lo que ha de hacer el alma cuando viene esta quietud ha de ser todo con suavidad y sin ruido. Llamo “ruido” a trabajar con el entendimiento buscando muchas palabras y consideraciones para dar gracias de este beneficio y amontonar pecados suyos y faltas para ver que no lo merece.

Todo esto se mueve en el momento de la quietud y lo hace presente el entendimiento, y alborota la memoria, pues es verdad que estas potencias a mí me cansan a veces, pues, a pesar de tener poca memoria, no la puedo dominar (7).

La voluntad, con sosiego y cordura, sepa que no se habla bien con Dios a fuerza de brazos, y que las reflexiones ahora vienen a ser como unos leños grandes puestos sin discreción para ahogar esta centella, y re— conózcalo y con humildad diga: “Señor, ¿qué puedo yo hacer aquí? ¿Qué tiene que ver la sierva con el Señor, y la tierra con el cielo?”, o palabras de amor que brotan entonces, muy persuadida de reconocer que es verdad lo que dice, y no haga caso del entendimiento que es un moledor (8).

Y si la voluntad le quiere hacer partícipe de lo que goza, o se esfuerza por recogerlo, porque muchas veces estará en esta unión de la voluntad y sosiego, y el entendimiento muy distraído, es mejor que lo deje en vez de ir detrás de él . Quédese la voluntad gozando de aquella merced y recogida como sabia abeja; porque si ninguna entrase en la colmena, sino que por atraerse unas a otras se fuesen todas, mal se podría labrar la miel (10)

7. Perderá, pues, mucho el alma si esto no lo sabe, especialmente cuando el entendimiento es agudo, que cuando comienza a ordenar pláticas y a buscar razones, por poco bien dichas que sean, creerá que hace algo.

La única razón que vale aquí es entender claro que no hay razón para que Dios nos haga tan gran merced, sino sola su bondad y ver que estamos tan cerca de El, y pedir a Su Majestad mercedes y rogarle por la Iglesia y por los que se nos han encomendado y por las almas del purgatorio, no con ruido de palabras, sino con sentimiento de desear que nos oiga. Es oración que comprende mucho y se alcanza más que por mucho reflexionar el entendimiento.

Despierte la voluntad algún pensamiento de cuán mejorada se ve para avivar el amor, y haga algunos actos amorosos de lo que quiere hacer por quien tanto debe, sin admitir ruido del entendimiento para buscar grandes razones.

Mas valen aquí unas pautas puestas con humildad (y menos que pajas serán si las ponemos nosotros) y le ayudan más a encenderla, que no mucha leña junta de razones11 muy doctas, a nuestro parecer, que en un credo ahogarán la centellica.

8. Tengan esto presente los letrados que me mandan escribir; porque, por la bondad de Dios, todos han llegado aquí y puede ser que se les vaya el tiempo en aplicar Escrituras.

Y aunque les aprovechará mucho la exégesis antes y después de la oración, aquí, en estos ratos de oración, poca necesidad hay de ella, a mi parecer, si no es para enfriar la voluntad; porque el entendimiento está en esa oración, viéndose cerca de la luz, con grandísima claridad, que aun yo, con ser la que soy, parezco otra.

Y es así que me ha acaecido estando en esta quietud, con no entender casi nada del rezo en latín, especialmente del Salterio, no sólo entender el versículo en castellano, sino seguir regalándome entendiendo el sentido profundo del texto.

Si han de predicar o enseñar, es bueno aprovecharse del bien que reciben (12) para ayudar a los pobres de poco saber, como yo, pues es gran cosa la caridad y el deseo de aprovechar a las almas, yendo desnudamente por Dios.

Así que, en estos tiempo de quietud, hay que dejar descansar al alma en su descanso; dejen los estudios a un lado; tiempo vendrá en que con ellos sirvan al Señor y que los aprecien tanto que por ningún tesoro quisieran haber dejado de estudiar para saber ,sólo para servir a Su Majestad, porque pueden servirle mejor.

Mas delante de la Sabiduría infinita, creanme  ue vale más un poco de estudio de humildad y un acto de ella, que toda la ciencia del mundo (13)

Aquí no hay que argüir (14) sino que conocer lo que somos y con llaneza y con simplicidad, presentarnos delante de Dios, que quiere que el alma se haga boba, como lo es en su presencia, ya que Su Majestad se humilla tanto que la soporta junto a sí siendo nosotros lo que somos.

9. También se mueve el entendimiento para dar gracias de modo muy ordenado; mas la voluntad, con sosiego, no atreviéndose a levantar los ojos con el publicano (Lc 18,13), hace una acción de gracias mayor que la que el entendimiento, trastornando la retórica, quizá puede hacer (5)

En fin, aquí no hay que dejar del todo la oración mental, ni algunas palabras, incluso vocales, si alguna vez pueden o quieren decirlas; porque si la quietud es fuerte, mal se puede hablar, y ello con pena (16)

10. Según me parece se siente cuándo es espíritu de Dios y cuándo procurado por nosotros, cuando desde la ternura que Dios nos ha dado queremos, como he dicho, llegar nosotros a esa quietud de la voluntad: entonces no hace ningún efecto, se acaba enseguida y deja sequedad.

Si es espíritu del demonio (17), creo que el alma que tenga experiencia lo entenderá; porque deja inquietud y poca humildad y poca preparación para recibir los efectos que produce el espíritu de Dios.

No deja luz en el entendimiento, ni firmeza en la verdad. En este estado poco daño o ninguno puede hacer el demonio, si el alma encauza a Dios el deleite y suavidad que él le hace sentir, y pone en El sus pensamientos y deseos, como ya he advertido.

No puede ganar nada el demonio, al contrario, Dios hará que con el deleite que causa en el alma, pierda mucho; porque el alma, creyendo que el gusto es de Dios, irá muchas veces a la oración, con deseo de El; y si es alma humilde y no curiosa ni con hambre de deleites, aunque sean espirituales, sino amiga de cruz, hará poco caso del gusto que da el demonio, cosa que no podrá hacer si es espíritu de Dios, sino apreciarlo mucho.

Mas si el demonio ve que el alma, con el gusto y deleite que él le pone, se humilla, como él es todo mentira (18) no volverá muchas veces, viendo su derrota.

Y esto hay que desear y darle mucha importancia, en todas las cosas de oración y gustos procurar ser humilde.

11. Por esto y por otras muchas causas, advertí en el primer modo de oración, o primera agua, que es importantísimo que comience el alma el camino de la oración despegándose de todo género de contentos, y entrar determinada sólo a ayudar a llevar la cruz de Cristo, como buenos caballeros que quieren servir a su rey sin sueldo, pues saben que lo tienen bien seguro.

Los ojos puestos en el verdadero reino que pretendemos ganar. Es muy gran cosa tener siempre esto presente, sobre todo al principio, porque después esto se ve tan claro, que antes es menester olvidarlo para vivir, que estar recordando lo poco que dura todo y que todo es nada y cómo se ha de estimar el descanso en nada.

Parece que pensar en la brevedad de la vida y que todo es nada es cosa rudimentaria, y es verdad, que los que caminan en mayor perfección se avergonzarían si pensaran que han de dejar los bienes de este mundo porque se acaban, sino que, aunque durasen siempre, se alegran de dejarlos por Dios. Y mientras más perfectos fuesen, más, y mientras más duraren, más.

12. Éstos tienen ya el amor crecido y él es el que actúa. Pero para los que comienzan es cosa importantísima pensar en la vanidad del mundo, y no lo estimen rudimentario, pues produce mucho bien, que por eso lo advierto tanto.

Incluso los que están muy encumbrados en la oración necesitarán estas reflexiones cuando Dios los quiere probar y les parece que los ha abandonado.

Que no hay que olvidar que en la vida cristiana no crece el alma como el cuerpo. Porque un niño cuando ha crecido y su cuerpo se ha desarrollado ya no decrece.

En la vida cristiana sí caben retrocesos, y yo los he experimentado (19) Esto debe ser porque nos conviene soportar la humillación para que vivamos alerta mientras estemos en este destierro; y así quien más alto esté, más ha de temer, y menos ha de confiar en sus fuerzas.

Hay ocasiones en que personas tan unidas con Dios que se dejarían atormentar y morir mil muertes antes de cometer una imperfección, se ven tan atrozmente tentadas y perseguidas que, para no cometer pecados, necesitan utilizar las primeras armas de la oración, teniendo que volver a meditar que todo se acaba y que hay cielo e infierno, etc.

13. Es un buen fundamento, para librarse de los ardides y gustos dados por el demonio, comenzar desde el principio con determinación de ir por camino de cruz y no desear gustos (20), ya que el mismo Señor señaló el camino de la vida cristiana diciendo: “Toma tu cruz y sígueme” (Mt 16,24).

El es nuestro modelo; no tema quien sigue sus consejos sólo por agradarle.

Sabrán que los gustos no procedieron del demonio si han salido más fortalecidos en la virtud, y aunque vuelvan a caer, queda una señal después de que allí estuvo el Señor, que es levantarse enseguida.

14. Aún hay más señales de la presencia de Dios, que ahora diré. Cuando los gustos han sido del espíritu de Dios no es menester andar rastreando razones para ser humildes, porque el mismo Señor da la humildad muy distinta de la que nosotros con nuestras consideracioncillas podemos adquirir, que no son nada en comparación de una verdadera humildad con luz que enseña aquí el Señor, que produce una confusión que hace deshacerse.

Es cosa muy conocida el conocimiento que da Dios para que conozcamos que ningún bien tenemos de nosotros, y cuantas más mercedes recibamos, más.

Otras señales de la visita del Señor son que deja un gran deseo de seguir por el camino de la oración y no dejarla por mucho trabajo que tenga.

Se ofrece a todo con generosidad.

Tiene seguridad, con humildad y temor, de que ha de salvarse.

Desaparece del alma el temor servil y crece mucho el temor filial.

Ve que le comienza a nacer un amor de Dios muy desinteresado.

Desea ratos de soledad para gozar más de aquel bien. En fin, por no cansarme más, es un principio de todos los bienes, un estar las flores a punto de brotar. Y esto lo verá el alma muy claro, y de ninguna manera podrá aceptar que Dios no estuvo con ella, hasta que se ve con faltas e imperfecciones, que entonces todo lo teme.

Y es bueno que tema; aunque hay almas a quienes les aprovecha más creer cierto que es Dios, que todos los temores que les puedan meter; porque si de suyo es amorosa y agradecida, más la lleva a Dios el recuerdo del carisma recibido que todos los castigos del infierno que le representen. Al menos a mí, aunque tan ruin, esto me acaecía.

15. Las señales del buen espíritu las iré diciendo a medida que vaya escribiendo; por eso y porque me cuesta mucho sacarlas en limpio, no las digo aquí. Creo que con el favor de Dios en esto acertaré algo; porque aparte de la experiencia que me ha enseñado mucho, me han informado algunos letrados muy letrados y personas muy santas, de quienes nos podemos fiar, para que no anden las almas tan fatigadas, cuando - llegaren aquí por la bondad del Señor, como yo he andado.

COMENTARIOS

Autor: Jesús Marti Ballester

1 Tengamos en cuenta que la memoria equivale a la imaginación.

2 Ordinariamente Dios otorga la oración de recogimiento o de quietud per modum actus”, a intervalos más o menos espaciados. Si el alma es fiel a la oración y al vencimiento propio, estos actos de contemplación van siendo más frecuentes y de mayor duración. Si sigue la fidelidad, se hacen habituales. Hasta el punto de que al alma no la dejan y necesita retirarse, estar sola, busca encontrar un sagrario, o una habitación donde pueda soportar a solas la dulce compañía. La tiran de dentro hacia dentro. El tormento se lo produce tener que vivir en sociedad y asistir a fiestas o recreaciones. Lo que dice santa Teresa es que son muchos los que llegan a este nivel, pero ¿por qué no crecen? Dios no falla. Falla el hombre. Pero ¿dónde está la causa del fallo? Hay muchas. Una es que no se encuentra con quien poder comunicar esta experiencia. En nuestro tiempo, en que tanto se ha horizontalizado el cristianismo y temporalizado el evangelio, bueno, el pseudo-evangelio, sin hablar del sensualismo imperante, y de la invasión de sensaciones y del culto de la imagen, y de conversaciones vacías, o, si no vacías, temporales: política, descripciones infantiles de vivencias, que denotan el hueco de interioridad, difícilmente surgirá un alma tocada por esa luz divina; pero si, a pesar de todo, el Espíritu Santo la enriquece, ¿a quién acudirá que la comprenda, para que ella no se encierre por el rubor que causa manifestar estas cosas interiores?

3 Los grandes profetas vienen del desierto. Los grandes contemplativos han sido y son los grandes activos. No que hacen ruido, sino que son muy eficaces.

4 La razón de la supervivencia del mundo es la oración. El concilio Vaticano II en el decreto Perfectae caritatis dedica a la contemplación los que la viven en consagración una insigne alabanza: “Ofrecen Dios el excelente sacrificio de la alabanza, enriquecen al pueblo de Dios con frutos espléndidos de santidad, arrastran con su ejemplo y dilatan las obras apostólicas con una fecundidad misteriosa... Son torrente de gracias celestiales” (PC 7).

“Es Dios quien, por la oración, envía obreros a su mies, abre las almas de los no cristianos para escuchar el evangelio y fecunda la palabra de salvación en sus corazones” (decreto Ad gentes, 40).

5 Toda mi ansia es que, “pues tiene el Señor amigos que fuesen buenos” (Camino 1,2).

6 “Dios tiene por amigos a los contemplativos” (Cam8no 18,1)

7. “Hay entendimientos tan desbaratados como unos caballos desbocados” (Camino 19,2).

“Cuando se ve en esta quietud, no haga más caso del entendimiento que de un loco” (ib, 31,8).

“Cuando se viere este subido grado de oración sobrenatural, si el entendimiento, o pensamiento, a los mayores desatinos del mundo se fuere, ríase de él y déjele para necio, y estése en su quietud, que él irá y vendrá” (ib, 31,10).

“Este entendimiento está tan perdido que parece un loco furioso” (ib, 30,16).

“No haga más caso de la imaginación que el que se hace de un loco” (Vida 17,7).

“No es bueno que nos turbemos por los pensamientos...” (Moradas cuartas 1,1).

“Nadie se acongoje ni aflija de inquietud y distracción de los pensamientos” (Vida 11,17).

8 “No está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho” (Moradas cuartas 1,7).

“El aprovechamiento del alma no está en pensar mucho” (Fundaciones 5,2).

9 “No se canse en poner seso a quien entonces no lo tiene, que es su entendimiento” (Camino 24,5).

10 La voluntad, abeja, queriendo reunir al entendimiento y memoria, también abejas, todas fuera del panal de la quietud, no darían lugar a que el Señor destilase la miel de sus carismas al menos en la voluntad abeja. Es el sentido del símbolo teresiano.

11 “No está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho” (Moradas cuartas 1,7).

“El aprovechamiento del alma no está en pensar mucho” (Fundaciones 5,2).

12 Autoriza al predicador o maestro a aprovechar lo que recibe en la oración de quietud por caridad y buscando la gloria de Dios. “Son gran cosa letras para dar en todo luz” (Camino 5,2). “Gran cosa es saber letras para todo” (Moradas cuartas 1,5).

13 “Gusta más el Señor de la sencillez de un partorcito humilde que ve que si más supiera más dijera, que de los muy sabios y letrados, por elegantes razonamientos que hagan, si no van con humildad” (Camino 22,4).

14 Argumentar en las tesis académicas de estilo escolástico. No hay que dar argumentos y razones para probar una tesis o refutarla en el tiempo de la oración.

15 Es evidente la primacía de la voluntad en santa Teresa sobre el entendimiento. Influenciada por el franciscanismo de Osuna, Laredo y el agustinismo de san Juan de la Cruz, sabe que el entendimiento extrae la realidad de las cosas y se adueña de ellas y la voluntad sale a ser poseída por el objeto amado. El ser pensante de Descartes, un siglo posterior a la Santa, no tiene casi nada que ver con el ser amante de Teresa; pero cuánta formación extraviada de intelectualizantes forjó hombres que razonaron y razonaron, teorizaron y teorizaron, como si la vida de Dios participada a los hombres fuese una abstracción que no llegaba a la voluntad!, porque las abstracciones no son amables ni se aman, y si no se aman, la religión se queda fría y hace fríos intelectuales y, consiguientemente, propensos a la soberbia. Justamente Satanás, el ser pervertido y pervertidor, es soberbio por eso, porque su inteligencia de ángel no está calentada por el amor del que es incapaz.

16 Por esta razón santa Teresita apenas podía rezar el rosario, lo cual la apenaba: “Lo que me cuesta en gran manera, más que ponerme un instrumento de penitencia, es únicamente —y me da vergüenza confesarlo— el rezo del rosario”. (Manuscritos autobiográficos, Segunda parte, 18, El Monte Carmelo, Burgos 1968, 321).

17 Es doctrina de san Juan de la Cruz que el demonio, como la mona de Dios, puede imitarle causando una especie de contemplación, e incluso otros fenómenos más llamativos y espectaculares. Ahora santa Teresa nos forma el criterio para discernir la acción del mal espíritu, que coincide con las reglas para conocer las diferentes mociones sobre el alma (CALVERAS, Ejercicios, “De varios espíritus”, pp. 3 l3ss) y “la discreción de espíritus” (ib, pp. 328ss, Balmes, Barcelona 1944).

18 La humildad es la verdad y Dios es la Verdad. El demonio es la mentira, contrario a la Verdad.

En la soledad de Becedas, Teresa había gozado oración de unión, fruto de sus lecturas y recogimiento y también de los dolores de su enfermedad. Vuelta a la Encarnación y después de su curación “comencé de pasatiempo en pasatiempo, de vanidad en vanidad, de ocasión en ocasión, a meterme tanto en muy grandes ocasiones”, que dejó la oración hasta la enfermedad de su padre y el encuentro con el P. Barrón, que la retornó a la oración.

20 San Juan de la Cruz nos dirá que no sólo no desear, sino positivamente rechazar sentimientos y no digamos otras manifestaciones, aunque vengan de Dios, porque aun siendo genuinos, le resulta muy fácil al demonio acrecentar apetitos y afectos para que el alma caiga en gula espiritual y otros daños. Aquí santa Teresa nos dice al final de este n. 13: ‘comenzar con determinación camino de cruz y no desear gustos”. Buscar a Dios con un amor limpio y desinteresado.

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Pedro Sergio Antonio Donoso Brant