CENTRO DE ESPIRITUALIDAD CARMELITANO-BIBLICO “LA FONTE” (o.c.d.) |
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TERCER GRADO DE ORACIÓN AGUA DE RÍO O DE FUENTE |
TERCER GRADO DE
ORACIÓN AGUA DE RÍO O DE FUENTE Declara cosas muy
elevadas. Libro Vida, Capítulo
17 (El lenguaje esta
actualizado al castellano del siglo XX) Frutos que produce.
Daño que hacen la imaginación y la memoria. 1. Hemos dicho lo que hace en el alma Dios, que es quien
toma ya el oficio de hortelano y quiere que el alma descanse. En las mercedes
que goza la voluntad sólo hace consentir y el alma se ha de ofrecer a todo lo
que en ella quiera hacer la divina sabiduría, para lo cual hace falta ánimo,
cierto; porque el gozo es tan grande que algunas veces parece que sólo falta
un instante para que acabe el alma de salir de este cuerpo. ¡Y qué venturosa
muerte sería! 2. Aquí hay que dejarse del todo en los brazos de Dios: si
quiere llevarla al cielo, vaya; si al infierno, no tiene pena como vaya con
su Bien; si acabar del todo la vida, eso quiere; haga Su Majestad del alma
como de cosa propia; ya no es suya, se ha dado del todo al Señor; descuídese
del todo. Cuando da Dios al alma esta oración puede hacer esto y
mucho más, que éstos son sus efectos, y se da cuenta de que lo hace sin
cansancio del entendimiento; sólo me parece que está como espantada de ver
cómo el Señor hace tan buen hortelano y no quiere que el alma haga ningún
esfuerzo, sino que se deleite en comenzar a oler las flores; que en una
venida de agua de éstas, por poco que dure, como es tal el hortelano, en fin
criador del agua, la da sin medida, y lo que la pobre alma, en veinte años de
cansar el entendimiento no ha podido acaudalar, lo hace el hortelano
celestial en un momento, y crece la fruta y la madura tanto que quiere el
Señor que se pueda sustentar de su huerto (1). Mas no le da licencia para que reparta la fruta hasta que
el alma esté tan fuerte con lo que ha comido de ella que no se le acabe
dándola a gustar sin aprovecharle al alma ni pagarla los que la reciben, con
lo que les mantendría y les daría de comer a su costa, quedándose a lo mejor
el alma muerta de hambre (2). Esto va dirigido a los inteligentes letrados, que se lo
sabrán aplicar mejor que yo les sabré decir y me canso. 3. Las virtudes quedan ahora tanto más fuertes que en la
oración de quietud anterior, que el alma no las puede ignorar, porque se ve
distinta y no sabe cómo. Comienza a obrar grandes cosas con el olor que dan
de sí las flores, que quiere el Señor que se abran para que el alma vea que
tiene virtudes, aunque muy bien sabe que no las ha podido ganar en muchos
años. Y que en aquel momentín el celestial hortelano se las dio. Aquí es muchísimo mayor y más profunda la humildad que
queda en el alma, que antes; porque ve mas claro que no hizo ni poco ni
mucho, más que consentir que le hiciera el Señor mercedes y aceptarlas la
voluntad . 4. En este grado de oración hay unión muy conocida de toda
el alma con Dios, aunque las potencias se dan cuenta y gozan de lo mucho que
Dios obra durante la misma. Acaece algunas y aun muchas veces que se ve muy claro que
está unida con Dios la voluntad con gran quietud, y el entendimiento y la
memoria están tan libres que pueden dedicarse a tareas diversas, y a obras de
caridad. Se lo digo a V. para que cuando le suceda sepa que esto es posible;
yo esto no lo entendía y me traía tonta. Aunque esta oración parece igual que la de quietud es
diferente. En la quietud el alma no quisiera ni moverse, gozando del ocio
santo de María. En esta oración puede ser también Marta. Puede estar obrando a la vez en vida activa y
contemplativa, y dedicarse a obras de caridad y a trabajos según su estado, y
leer, aunque no están del todo señores de sí y se dan muy buena cuenta de que
la mejor parte de su alma está en otro lugar. Es como si estuviésemos hablando con uno y a la vez nos
hablase otra persona, ni estamos del todo con el primero ni del todo con el
otro. Es cosa que se siente con mucha claridad y da mucha
satisfacción y contento cuando se tiene y es una muy gran disposición para
que, apenas se tiene un rato de soledad y vacío de trabajo, venga el alma a
muy sosegada quietud. Es un andar como una persona que está en sí satisfecha,
que no tiene necesidad de comer porque siente el estómago contento, de manera
que no comería cualquier manjar; mas no tan harta que, si los ve buenos, deje
de comer de buena gana. Así, no le satisface ni lo desea ningún contento del
mundo, porque tiene con ella el que le satisface más. Lo que quiere el alma
es mayores contentos de Dios, tiene deseos de satisfacer su deseo, de gozar
más de estar con El (3). 5. Hay otra clase de unión, que no es aún unión total,
aunque es mayor que la que acabo de explicar y menor que la de la tercera
agua, que es esta de que estoy hablando (4). Le gustará a V. cuando el Señor le dé las tres aguas, si
no se las ha dado ya, encontrarlo aquí escrito y saber lo que es. Porque una
merced es dar el Señor la merced, y otra es entender qué merced es y qué
gracia, otra es saber decirla y hacerla entender. Y aunque parece que sólo la primera es necesaria, para que
el alma no vaya confusa y con miedo y pueda ir con más ánimo por el camino
del Señor, teniendo el mundo bajo los pies, es gran provecho y merced saber
que ha recibido tal gracia. Por cada uno de estos carismas es de razón que alabe mucho
al Señor quien los tiene, y el que no, porque Su Majestad los ha dado a
algunos para que nos aprovechen a nosotros. Ahora, pues, acaece esta clase de unión, que a mí el Señor
me da muchas veces; coge Dios la voluntad y el entendimiento, según me
parece, porque deja de discurrir gozando de Dios, como quien está mirando y
ve tanto que no sabe hacia dónde mirar; se le escapa una cosa al ver la otra
y no dará ningún dato con precisión. La memoria queda libre junto con la
imaginación (5). Cuando se ven solas
una y otra, es para alabar a Dios la guerra que dan intentando desasosegarlo
todo. A mí cansada me tiene y aborrecida la tengo y muchas veces
suplico al Señor que, si tanto me ha de molestar, me la quite durante la oración. Algunas veces le digo: ¿Cuándo, mi Dios, estará toda mi
alma integrada en vuestra alabanza y no hecha pedazos sin poder reunir toda
su energía? En esto veo el mal que nos causa el pecado, pues así nos
sometió a no hacer lo que queremos, que es estar siempre ocupados en Dios. 6. Me acaece a veces, y hoy me ha ocurrido y por eso lo
recuerdo muy bien, que veo deshacerse mi alma por verse integrada con la
voluntad y el entendimiento 6 y me resulta imposible, pues la memoria y la
imaginación le dan tanta guerra que no la dejan quieta. Al estar separadas de
las otras potencias no pueden hacer ningún mal. Harto hacen con desasosegar. No pueden hacer mal porque no tienen fuerza ni
estabilidad. Como el entendimiento no les ayuda nada en sostener sus
figuraciones, no paran en ningún sitio, sino que van de un lugar a otro como
las maripositas de la noche, importunas y desasosegadas: así andan de un cabo
a otro. Esta comparación es apropiadísima, porque, aunque no tienen fuerza
para hacer ningún mal, importunan a los que las ven. 7. No encuentro remedio para esto, ni Dios me lo ha
sugerido, ya que me atormentan muchas veces (7) . Ahí se pone de manifiesto nuestra miseria y el gran poder
de Dios, pues la memoria o imaginación que quedan sueltas tanto nos dañan, y
la voluntad y el entendimiento que están con el Señor tanto descanso nos dan. El único remedio que he hallado, después de haberme
fatigado tantos años, es el que dije en la oración de quietud: no hacer más
caso de ella que de un loco y dejarla con su tema, que sólo Dios se la puede
quitar; y en fin, aquí por esclava queda. La hemos de sufrir con paciencia,
como sufrió Jacob a Lía (Gén 29,28), porque bastante merced nos hace el Señor
de que gocemos de Raquel (8). La memoria queda esclava porque, por mucho que se
esfuerce, no puede distraer a las otras potencias, sino que al contrario
éstas, sin esfuerzo, la atraen muchas veces a ellas. Algunas veces tiene Dios lástima de verla tan perdida y
desasosegada, con deseo de integrarse en las otras y le permite Su Majestad
que se queme en el fuego de aquella vela divina, donde las otras están ya
hechas polvo, perdiendo su ser natural por el casi sobrenatural, gozando tan
grandes bienes. 8. En todos estos modos de regar con agua de fuente (9) es
tan grande la gloria y el descanso del alma, que el gozo y deleite es
participado por el cuerpo muy manifiestamente y las virtudes crecen
muchísimo. 9. Parece que el Señor ha querido revelar estos distintos
modos de oración todo lo que en esta vida se puede entender. Compártalo V.
con persona espiritual que lo haya experimentado y que tenga estudios. Si le
dice que está bien, crea que se lo ha dicho Dios y agradézcalo mucho a Su
Majestad, porque con el tiempo se alegrará de saber lo que es, mientras que
no le dé la gracia para entenderlo, aunque se la haya dado de gozarlo. Si le
ha dado Su Majestad la gracia de gozarlo, con su inteligencia y estudios lo
entenderá por lo dicho. Sea alabado por todos los siglos de los siglos por
todo, amén. COMENTARIOS: Autor: Jesús Marti Ballester 1 Madura ya la fruta de los árboles del huerto por la
prosperidad a que le ha llevado el
agua abundosa, puede comer de la fruta madura, como de una eucaristía, del
árbol de la vida del paraíso, que además de la alegria descrita en el
capítulo anterior, robustece, ‘da robur”, da la vida eterna. También el árbol
del paraíso estaba regado por las aguas del río salía del Edén (Gén 2,9-18). 2. cautela en la acción apostólica, a la que la empuja el
fervor interior domina al hombre en este estado. Puede correr riesgos o ser
inoportuna. 3. este es el primer grado de unión. 4. Explicada en el c. 16. 5. Hemos dicho ya que memoria en Teresa equivale a
imaginación y a pensamiento. 6 Ella dice ‘donde está la mayor parte”; son las dos
potencias superiores, la parte más noble del alma. 7 El remedio lo ha aconsejado repetidas veces: no hacer
caso de la imaginación, como si fuera un loco. 8 Lía figura la memoria o imaginación molestas, y Raquel
la amada, la unión de entendimiento y voluntad. 9 Tercer grado de oración, agua corriente de río o fuente,
río o arroyo. IR A LA CUARTA PARTE, CUARTO NIVEL DE ORACIÓN,
AGUA DE LLUVIA |
Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant |