CENTRO DE ESPIRITUALIDAD CARMELITANO-BIBLICO

“LA FONTE” (o.c.d.)

CUARTO GRADO DE ORACIÓN AGUA DE LLUVIA

 

CUARTO GRADO DE ORACIÓN AGUA DE LLUVIA

Dios eleva al hombre a gran dignidad en este grado.

Libro Vida, Capítulo 19

(El lenguaje esta actualizado al castellano del siglo XX)

 

Efectos que produce en el alma. Insiste en que no se deje la oración aunque vuelvan a caer después de haber recibido esta merced, porque, si la dejan, perderán mucho. Gran consuelo para los débiles y pecadores.

1.-Queda el alma después de esta oración y unión con tan grandísima ternura, que querría deshacerse en lágrimas gozosas, y no de pena. Hállase bañada de ellas sin sentirlo ni saber cuándo ni cómo las lloró; mas le produce mucha alegría ver cómo ha quedado mitigado el ímpetu del fuego con el agua de las lágrimas que hacen crecer más el fuego. Parece esto inexplicable y ocurre así.

Me ha acaecido a mí que en estos momentos de oración me he encontrado tan fuera de mí, que no sabía si la gloria que había experimentado era sueño o realidad; y viéndome llena de agua que sin pena destilaba con tanto ímpetu y presteza, que parece llovía de aquella nube del cielo, comprobaba que no había sido sueño. Esto era al principio y rápidamente pasaba.

2.-Queda el alma tan animosa, que, si entonces la hiciesen pedazos por Dios, le daría gran consuelo. En ese momento se hacen promesas y determinaciones heroicas.

Brotan ardentísimos deseos, comienza a aborrecer el mundo, viendo tan claro su vanidad.

Ha quedado mucho más mejorada que en los grados de oración anteriores, y con la humildad más crecida; porque ve claro que aquella excesiva merced grandiosa no fue traída por sus fuerzas, que tampoco pudieron detenerla.

Se ve indignísima con mucha claridad, porque en una sala donde entra mucho sol no hay telaraña escondida, ve su miseria.

Está tan lejos de vanagloria, que le parece que no la podría tener, porque ha visto con sus propios ojos lo poco o nada que puede, pues ni casi dio consentimiento, sino que parece que, aunque no quiso, le cerraron la puerta a todos los sentidos para que pudiese gozar más del Señor.

Si se quedó sola con El, ¿qué ha de hacer más que amarle? No ve ni oye, si no es con mucho esfuerzo: poco hay que agradecerle a ella.

Se le presenta después su vida pasada y la gran misericordia de Dios con suma verdad y sin necesidad de que el entendimiento discurra, pues allí ve guisado lo que ha de comer y entender.

De sí ve que merece el infierno y le castigan con gloria; se deshace en alabanzas de Dios, y yo me quisiera deshacer ahora: ¡bendito seáis, Señor mío, que así hacéis, de estiércol tan sucio como yo, agua tan clara que sea para vuestra mesa! ¡Seáis alabado, oh regalo de los ángeles, que así queréis elevar un gusano tan vil!

3. Queda algún tiempo este aprovechamiento en el alma, como ya entendió claro que la fruta no es suya y no le hace falta a ella, ya puede comenzar a repartirla (1)

Comienza a dar señales de alma que guarda tesoros del cielo, y a tener deseos de repartirlos con otros y a suplicar a Dios que no sea ella sola la rica. Comienza a aprovechar a los prójimos casi sin darse cuenta, ni hacer nada para ello; ellos lo entienden, porque ya las flores tienen tan crecido el olor(2) que les entra el deseo de acercarse a las flores(3) . Entienden que tiene virtudes y ven que la fruta es apetecible. Querrían compartirla con ella (4).

Si esta tierra está muy cavada con trabajos y persecuciones y murmuraciones y enfermedades (5), que sin esto pocos llegan a este grado, y si está blanda con gran desasimiento de propio interés, se embebe en ella el agua tanto, que casi nunca se seca.

Mas si es tierra que todavía vive para el mundo y llena de tantos cardos y espinas que es como yo estaba al principio, y sin apartarme de las ocasiones y sin agradecer tan gran merced como es debido, la tierra se vuelve a secar.

Y si el hortelano se descuida y el Señor por sola su bondad no vuelve a querer que llueva, dad por perdida la huerta, que así me acaeció a mí algunas veces; que, cierto, yo me espanto, y si no lo hubiera experimentado no lo podría creer.

4. Escribo esto para consuelo de almas débiles, como la mía, para que no se desesperen nunca, ni dejen de confiar en la grandeza de Dios; aunque caigan después de haberlas encumbrado el Señor a este grado de oración, no desmayen, si no se quieren perder del todo; que lágrimas todo lo consiguen: un agua trae otra.

Ésta ha sido una de las razones que me animó, siendo la que soy, a escribir por obediencia mi ruin vida y las mercedes que me ha hecho el Señor, aunque no le he sido fiel, sino que le he ofendido. ¡Cómo quisiera tener autoridad para que se creyera lo que digo! Al Señor suplico que la dé Su Majestad (6).

Digo que no desmaye nadie de los que han comenzado a hacer oración diciendo: “si vuelvo a caer es peor seguir haciendo oración”.

Yo así lo creo si se deja la oración y no se corrige (7); mas, si no la deja, crea que el Señor la sacará a puerto de luz.

5. Me dio mucha guerra el demonio con esto, y sufrí tanto porque me parecía poca humildad hacer oración, siendo tan ruin, que, como he dicho, la dejé año y medio, lo que fue ni más ni menos que meterme yo misma en el infierno, sin necesidad de demonios que me empujasen(8).

¡Oh, válgame Dios, qué ceguedad tan grande! ¡Y qué bien acierta aquí el demonio para sus planes en cargar aquí la mano!

Sabe el traidor que el alma que persevere en la oración la tiene perdida y que todas las caídas que le hace dar le ayudan, por la bondad de Dios, a dar después mayor salto en la santidad: ¡algo le va en ello!

6. ¡Oh Jesús mío! ¡Qué hermosura ver un alma que, habiendo llegado a este grado de oración, cae en pecado y Vos, por vuestra misericordia, le volvéis a dar la mano (9) y la levantáis! ¡Cómo reconoce la multitud de vuestras grandezas y misericordias y su miseria! Aquí es el deshacerse de veras y reconocer vuestras grandezas; aquí el no osar alzar los ojos; aquí es el levantarlos para agradecer lo que os debe; aquí se hace devota de la Reina del cielo para que interceda (10); aquí invoca a los Santos que cayeron después de haberlos Vos llamado, para que le ayuden; aquí es donde cree que todo lo que le dais le viene ancho, porque ve que no merece la tierra que pisa; el acudir a los Sacramentos; aquí se robustece su fe viva en la fuerza que Dios depositó en ellos; el alabaros porque dejasteis tal medicina y ungüento para nuestras llagas, que no las sobresanan, sino que las quitan del todo (11).

Espántase de esto. Y ¿quién, Señor de mi alma, no se ha de espantar de misericordia tan grande y tan crecida merced a quien os ha traicionado con traición tan fea y abominable? ¡Que no se cómo no se me parte el corazón cuando escribo esto! ¡Porque soy ruin!

Con estas lagrimillas que aquí lloro, dadas por Vos agua de tan mal pozo—, parece que os pago tantas traiciones, siempre haciendo males y procurando deshacer las mercedes que Vos me habíais hecho. Ponedles Vos, Señor mío, valor; aclarad agua tan turbia, al menos para que no sea ocasión de que se hagan juicios temerarios, como los que yo hacía pensando que por qué no hacéis las mercedes que a mí me hacéis, a otras personas muy santas, que siempre os han servido y trabajado por Vos, criadas en religión y siendo religiosas, y no como yo, que de religiosa no tenía más que el nombre.

Bien veía yo, Bien mío, que les guardáis el premio para dárselo junto, y que mi flaqueza necesitaba las mercedes.

Estas personas os sirven como fuertes sin mercedes y las podéis tratar como gente esforzada y no interesada.

7. Mas con todo, sabéis Vos, mi Señor, que clamaba muchas veces ante Vos, disculpando a las personas que murmuraban de mí porque me parecía que les sobraba razón para ello.

Esto era ya, Señor, después, cuando me sosteníais por vuestra bondad para que no os ofendiese tanto y yo me iba apartando de todo lo que me parecía que os podía enojar; que, apenas yo hice esto, comenzasteis, Señor, a abrir vuestros tesoros a vuestra sierva.

Parece que no esperabais otra cosa sino que yo tuviera deseo de recibir y buena disposición, pues muy pronto comenzasteis no sólo a darme estos tesoros, sino a querer que se supiese que me los dabais.

8. Cuando esto se supo, comenzaron a tener buena opinión de la que no sabían bien cuán mala era, aunque se traslucía mucho.

Comenzó la murmuración y persecución de golpe y, a mi parecer, con mucha razón; por eso no me enojaba con nadie, sino que os suplicaba que miraseis cuánta razón tenían.

Decían que me las daba de santa y que inventaba novedades cuando estaba muy lejos de cumplir mi regla (12) y de aventajar a las muy buenas y santas monjas, que estaban en aquel monasterio (13) (ni creo que llegaré a alcanzarlas, si Dios por su bondad no lo hace todo de su parte), cuando era yo la que quitaba lo bueno y ponía costumbres que no lo eran; al menos hacía lo que podía para ponerlas, y en el mal podía mucho.

Así que sin culpa suya me  condenaban. Y no eran sólo las monjas, sino otras personas; me descubrían verdades, porque Vos lo permitíais.

9. Una vez rezando las Horas, como yo algunas veces tenía esta tentación (14), llegué al verso que dice: “Señor, tú eres justo, tus mandamientos son rectos” (Sal 119 (118),137) y comencé a pensar qué gran verdad era. En esta verdad jamás tuvo el demonio fuerza para tentarme haciéndome dudar de que Vos, mi Señor, tenéis  todas las perfecciones ni de ninguna verdad de la fe.

Creo que me ocurría que cuanto menos iban por camino natural los misterios, más firme era mi fe, y me causaba gran devoción: en ser todopoderoso hallaban explicación para mí todas las grandezas que podáis hacer, y de esto, como digo, jamás tenía duda.

Pues pensando si era justo que a otras personas que eran más virtuosas que yo no les hicierais los regalos y mercedes que me hacíais a mí, siendo yo la que era, me respondisteis, Señor: “Sírveme tú a Mí, y no te metas en eso”. Esta fue la primera palabra (15) que entendí que me hablasteis y así me espantó mucho.

Como después explicaré este modo de entender, no lo digo aquí, porque saldría del tema, que ya me he salido demasiado: casi no sé lo que he dicho.

Tiene V., hijo mío, que tener paciencia con estas interrupciones, porque cuando veo lo que Dios me ha soportado y me veo en esta oración, no es mucho que pierda el hilo de lo que digo y de 1o que he de decir. Quiera el Señor que siempre sean ésos mis desatinos y que no permita ya Su Majestad que yo pueda ofenderle ni un momento, antes me consuma ahora mismo.

10. Basta para ver sus grandes misericordias que ha perdonado tanta ingratitud, no una vez, sino muchas.

A San Pedro le perdonó una vez que fue ingrato, a mí muchas; que con razón me tentaba el demonio que no pretendiese tener amistad estrecha (16) con quien tenía enemistad tan pública (17).

¡Qué ceguedad tan grande la mía! (18) ¿Dónde pensaba, Señor mío, hallar remedio, sino en Vos? ¡Qué disparate huir de la luz para andar siempre tropezando! ¡Qué humildad tan soberbia inventaba en mí el demonio: apartarme de estar arrimada a la columna (19) y báculo que me ha de sostener para no dar gran caída!

Ahora me hago cruces y me parece que no he pasado peligro tan peligroso como esta invención que el demonio me enseñaba con disfraz de humildad (20)

Me ponía en el pensamiento que cómo cosa tan ruin y que había recibido tantas mercedes podía acercarse a la oración; que me bastaba rezar lo que debía (21) pues que ni esto hacía bien, cómo quería hacer más; que era falta de respeto y menospreciar las mercedes de Dios.

11. La tentación de dejar la oración (22) fue como un asomo de la que el demonio hacía a Judas, aunque en mi caso el traidor no osaba presentarse tan al descubierto; mas hubiera conseguido poco a poco perderme como a él.

Sepan que el tiempo que estuve sin oración era mucho más perdida mi vida; y qué buen remedio me daba el demonio y qué donosa humildad (23), que me causaba un gran desasosiego.

Mas ¿cómo había de sosegar mi alma? Apartábase la desgracia de su sosiego; tenía presente las mercedes y favores; veía que las alegrías de este mundo son asco. Me espanto de cómo pudo ocurrir.

12. Yo nunca pensé dejar para siempre la oración (según recuerdo, porque esto hace ya más de veintiún años); mas esperaba volver a ella cuando estuviese muy limpia de pecados.

Oh, qué mal encaminada iba con esta esperanza!  Hasta el día del juicio me daba de tregua el demonio, para de allí llevarme al infierno.

Pues si haciendo oración y lectura, lo cual era ver verdades y el ruin camino que llevaba, e importunando al Señor muchas veces con lágrimas, no tenía fuerza para la virtud, ¿qué podía esperar si dejaba la oración y la lectura, y en medio de pasatiempos y de muchas ocasiones y pocas ayudas, y osaré decir que con ninguna, sino más bien para ayudarme a caer, sino mi perdición?

13. Creo que tiene mucho mérito delante de Dios un fraile de Santo Domingo (24), gran letrado, que me despertó de este sueño. El me hizo comulgar de quince en quince días; y menos mal.

Comencé a ser yo misma, aunque no dejaba de ofender al Señor; mas, como no había perdido el camino, aunque poco a poco, cayendo y levantándome, caminaba por él; y el que no deja de andar e ir hacia delante, aunque tarde, llega. Perder el camino no es otra cosa sino dejar la oración. ¡Dios nos libre, por su Bondad!

14. Por todo lo dicho, y téngase muy en cuenta por amor del Señor, aunque un alma llegue a recibir tan grandes mercedes de Dios en la oración, no se fíe de sí misma, ni se ponga en ocasiones, pues puede caer.

15. Téngase esto muy en cuenta, pues es muy importante; aunque la merced recibida en la oración sea con certeza de Dios, el demonio puede después engañar, para aprovechar lo que pueda de la misma merced. Puede seducir a personas sin virtudes maduras, o no mortificadas ni desasidas, ya que en este grado no quedan tan fuertes como para exponerse a ocasiones y ponerse en peligros, aunque tengan grandes deseos y determinaciones.

Es ésta excelente doctrina, y no mía, sino enseñada por Dios (25); y por eso quisiera que la conocieran personas ignorantes como yo.

Porque aunque una persona haya llegado a este grado, no se ha de fiar de sí misma para salir a combatir, porque ya hará bastante con defenderse.

Aquí son necesarias armas para defenderse de los demonios, porque aún no se tienen fuerzas para pelear contra ellos y tenerlos bajo los pies, como pueden hacer los que llegan al otro grado de que después hablaré.

16. Ésta es la trampa con que caza el demonio, que como un alma se ve tan cerca de Dios y ve la diferencia que hay entre el bien del cielo y el de la tierra, y el amor que el Señor le manifiesta, cobra confianza y seguridad de no descender del grado de que goza.

Le parece que ve el premio con tanta claridad que no es posible ya en cosa que, aun para esta vida es tan deleitosa y suave, dejarla por cosa tan baja y sucia como es el deleite. Con esta confianza le quita el demonio la poca que ha de tener en sí misma; y, como digo, se pone en los peligros y comienza con buen celo a dar la fruta (26) sin tasa, creyendo que no tiene nada que temer.

No hace esto por soberbia, pues bien sabe el alma que de sí no puede nada, sino por una excesiva confianza en Dios sin discreción, porque no advierte que aún tiene pelo malo (27)

Puede salir del nido y Dios la saca de él (28), mas aún no está para volar; porque las virtudes aún no están fuertes, ni tiene experiencia para conocer los peligros, ni sabe el daño que se hace fiándose de sí.

17. Esto fue lo que a mí me destruyó; que para esto y para todo hay gran necesidad de maestro y trato con personas espirituales.

Bien creo que un alma a quien Dios ha elevado a este estado no dejará de favorecerla, ni dejará que se pierda, si ella no deja a Su Majestad del todo; mas cuando caiga, mire, mire por amor del Señor, no la engañe el demonio con que deje la oración, como hacía conmigo con humildad falsa, como ya lo he dicho y muchas veces lo quisiera repetir (29)

Confíen en la bondad de Dios, que es mayor que todos los males que podemos hacer y no se acuerda de nuestra ingratitud cuando nosotros, reconociéndonos, queremos volver a su amistad, ni de las mercedes que nos ha hecho para castigarnos por no haberlas aprovechado. Al contrario, ellas sirven para perdonamos más pronto, como personas que ya eran de su casa y han comido su pan.

Acuérdense de sus palabras y miren lo que ha hecho conmigo, que antes me cansé de ofenderle que Su Majestad de perdonarme.

Nunca se cansa de dar ni se puede agotar su misericordia; no nos cansemos nosotros de recibir. Sea bendito por siempre, amén, y que le alaben todas las cosas.

COMENTARIOS:

Autor: Jesús Marti Ballester

En el tercer grado de oración no se le permitía que repartiera la fruta. Si ahora, que ha visto que no es suya y que ya no le hace falta a ella, la puede repartir, es signo del progreso en su cristificación (Conter 7,2). La han hecho corredentora.

¡Qué distinto modo de entender la acción apostólica tiene esta alma del que domina a los ejecutivos que pretenden ceñir el mundo con sus predicaciones y el ruido de su empresa! Pero ¡cuánta eficacia en aquella y cuánta paja en los segundos! (cf J. MARTÍ BALLESTER, Cántico espiritual de .san Juan de la Cruz leído hoy, Paulinas, Madrid 1977, 162).

2 Buen olor de Cristo (2Cor 2,15).

3Cant 1,3. Cant 1,3.

4Gran ofensa haría a la Iglesia quien despertara a esta alma, aunque fuera para ocuparla en los cargos más decisivos. Igualmente se defrauda la Iglesia cuando no se encauza el trabajo en orden a suscitar almas este nervio. La primera afirmación es de San Juan de la Cruz en Cántico. Anotación para canción 29,2-3. La segunda es mía.

En Moradas sextas 1,4-15, describe Teresa los sufrimientos del alma que va llegando a este nivel.

6 La autoridad que avale lo que está diciendo.

7“A quien Dios hubiere hecho esta merced y se apartase de la oración, sino torna presto a ella irá de mal en peor” (Moradas cuartas 3,10).

8 ‘Estuve un año y más sin tener oración, pareciéndome más humildad. Y ésta fue la mayor tentación que tuve, que por ella me iba a acabar de perder” (Vida 7,10).

9 Es un signo de haber recibido grandes mercedes levantarse pronto del pecado y cobrar mayor nivel de humildad.

10 María, Madre de los cristianos, tiene confiado por Jesús el crecimiento de su Hijo en cada uno, por la oración, los sacramentos y las pruebas que purifican. Cómo no intercederá para que se desarraiguen los vicios, arranque las malas hierbas de raíz y se hagan fuertes las virtudes !

Cuando Karol Woityla descubrió de joven el Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen de san Luis M.a Grignon de Montfort, consideró que había encontrado un tesoro; “La lectura de este libro supuso un viraje en mi vida. Digo viraje, aunque en realidad se trata de un largo camino interior. Recuerdo que lo llevé mucho tiempo en el bolsillo, incluso en la fábrica de sosa, y que sus tapas se mancharon de cal. Releía una y otra vez algunos de sus pasajes: se trataba de algo fundamental. Mi devoción mariana vive en mí desde entonces. Es parte integrante de mi vida interior y de mi teologia espiritual con la herencia de mi patria” (ANDRÉ FROSSARD, ¡No tengáis miedo!, Plaza Janés, Barcelona 1982, 130-132). De ahí al “Totus tuus” del escudo de su pontificado. La devoción moderna ha recibido con las apariciones de Fátima el gran regalo del Inmaculado Corazón de María, cuya devoción quiere extender por medio de Lucía. Si todas las gracias nos vienen por

Corazón Inmaculado de María, certeramente Teresa hace recurrir al que cayó en pecado al Corazón de la Madre.

11 La gracia sacramental del sacramento de la penitencia es la curación y fortalecimiento espiritual del alma enferma (Decreto pro Armeniis).

D 695, DS 1311: spiritualiter sanamur (citado por AUER-RATZINGER, Los sacramentos de la Iglesia, Herder, Barcelona 1983, 220-221).

12 En Moradas sextas 1,4 relata lo que le ha ocurrido a ella y lo considera dechado de las almas de sextas moradas, o de cuarto nivel de oración.

13 Al comenzar la reforma y dejar el monasterio de la Encarnación, hubo gran alboroto entre las monjas de este monasterio, que pensaban salían malparadas con la Descalcez, y en toda la ciudad de Ávila.

14 Es la tentación de que habló en el n. 6 de preguntarse por qué los carismas a ella, habiendo personas mucho más santas.

15 En el e. 3 de Sextas Moradas trata de las palabras que Dios habla al hombre. Y en Vida 24-26.

16 Dedicarse a la oración tan intensa e íntimamente.

7 Los pecados que cometía eran notorios.

18 Dejar la oración.

19 En e. 8,11 puede leerse la misma frase.

20 En c. 7,1-11, el mismo concepto.

21 En c. 7,742, las mismas ideas.

22 Como quien está poseído por el pensamiento de que estuvo expuesta a perder la lluvia de Dios de que ya goza, rememora Teresa lo que habría perdido de haber sucumbido. Es una manera de encarecer más el valor de lo que tiene y el peligro de poderlo perder.

23 C. 7,141. En este lugar relata su abandono de la oración que aquí está enfatizando. “Comencé de pasatiempo en pasatiempo, de vanidad en vanidad...”.

24 Fray Vicente Barrón (Vida 7,17). El consejo de un hombre que acertó a ver lo que se jugaba Teresa dejando la oración,

25 Impresiona ver la serenidad y sencillez con que afirma que su doctrina es de Dios. Se la da para la Iglesia.

26 Retorna la comparación del huerto regado por el alma, las flores y los frutos, y advierte que, aunque en 19,3 dijo que “puede comenzar a repartir la fruta”, lo ha de hacer con tasa y con cautelas: “trabajad con temor y temblor por vuestra salvación” (Flp 2,12). Para no caer en pecado de presunción.

27 Es ave que aún no puede volar por no tener plumas, sino sólo plumón.

28 Salir del nido y hacer el bien a su alrededor, pero sin perder pie ni entregarse a actividades que la impidan su soledad y le hagan acortar la oración, ni entregándose a empresas para las que no es llamada. Despertar a las hermanas con sus virtudes, sí. Hacer torres sin fundamento, no (J. MARTÍ BALLESTER, Las moradas de santa Teresa leídas hoy, Paulinas, Madrid 1987, Séptimas Moradas 4,17-18).

29 Estos últimos números han ido envueltos en un reiterativo alegato de que dejó la oración por humildad, engañada por el demonio. Junto a esta constatación de que por no tener quien la guiara, dando la fruta, recibiendo visitas sin cautela, descendió de la altura y nivel alcanzados.

SEGUIR AL CAPITULO 20

VOLVER AL INDICE

 

 

www.caminando-con-jesus.org

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant