CAPÍTULO 34

Trata cómo en este tiempo convino que se ausentase de este lugar. Dice la causa y cómo la  mandó ir su prelado para consuelo de una señora muy principal que estaba muy afligida. Comienza a tratar lo que allá le sucedió y la gran merced que el Señor la hizo de ser medio para que Su Majestad despertase a una persona muy principal para servirle muy de veras, y que ella tuviese favor y amparo después en él. Es mucho de notar.

1. Pues por mucho cuidado que yo traía para que no se entendiese, no podía hacerse tan secreto toda esta obra, que no se entendiese mucho en algunas personas. Unas lo creían y otras no. Yo temía harto que, venido el Provincial, si algo le dijesen de ello, me había de mandar no entender en ello (1), y luego era todo cesado.

Proveyólo el Señor de esta manera: que se ofreció en un lugar grande (2), más de veinte leguas de éste, que estaba una señora muy afligida a causa de habérsele muerto su marido. Estábalo en tanto extremo, que se temía su salud (3). Tuvo noticia de esta pecadorcilla, que lo ordenó el Señor así, que la dijesen bien de mí para otros bienes que de aquí sucedieron. Conocía esta señora mucho al Provincial (4), y como era persona principal y supo que yo estaba en monasterio que salían (5), pónele el Señor tan gran deseo de verme, pareciéndole que se consolaría conmigo, que no debía ser en su mano, sino luego procuró, por todas las vías que pudo, llevarme allá, enviando al Provincial (6), que estaba bien lejos. El me envió un mandamiento, con precepto de obediencia, que luego fuese con otra compañera. Yo lo supe la noche de Navidad (7).

2. Hízome algún alboroto y mucha pena ver que, por pensar que había en mí algún bien, me quería llevar, que, como yo me veía tan ruin no podía sufrir esto. Encomendándome mucho a Dios, estuve todos los maitines, o gran parte de ellos, en gran arrobamiento. Díjome el Señor que no dejase de ir y que no escuchase pareceres, porque pocos me aconsejarían sin temeridad; que, aunque tuviese trabajos, se serviría mucho Dios, y que para este negocio del monasterio convenía ausentarme hasta ser venido el Breve; (8) porque el demonio tenía armada una gran trama, venido el Provincial; que no temiese de nada, que El me ayudaría allá.

Yo quedé muy esforzada y consolada. Díjelo al rector (9). Díjome que en ninguna manera dejase de ir, porque otros me decían que no se sufría, que era invención del demonio para que allá me viniese algún mal: que tornase a enviar al Provincial.

3. Yo obedecí al rector, y con lo que en la oración había entendido iba sin miedo aunque no sin grandísima confusión de ver el título con que me llevaban y cómo se engañaban tanto. Esto me hacía importunar más al Señor para que no me dejase. Consolábame mucho que había casa de la Compañía de Jesús en aquel lugar adonde iba (10) y, con estar sujeta a lo que me mandasen, como lo estaba acá, me parecía estaría con alguna seguridad.

Fue el Señor servido que aquella señora se consoló tanto, que conocida mejoría comenzó luego a tener y cada día más se hallaba consolada. Túvose a mucho, porque como he dicho (11) la pena la tenía en gran aprieto; y debíalo de hacer el Señor por las muchas oraciones que hacían por mí las personas buenas que yo conocía porque me sucediese bien. Era muy temerosa de Dios y tan buena, que su mucha cristiandad suplió lo que a mí me faltaba. Tomó grande amor conmigo. Yo se le tenía harto de ver su bondad, mas casi todo me era cruz; porque los regalos me daban gran tormento y el hacer tanto caso de mí me traía con gran temor. Andaba mi alma tan encogida, que no me osaba descuidar, ni se descuidaba el Señor. Porque estando allí me hizo grandísimas mercedes, y éstas me daban tanta libertad y tanto me hacían menospreciar todo lo que veía y mientras más eran, más, que no dejaba de tratar con aquellas tan señoras, que muy a mi honra pudiera yo servirlas, con la libertad que si yo fuera su igual.

4. Saqué una ganancia muy grande, y decíaselo. Vi que era mujer y tan sujeta a pasiones y flaquezas como yo, y en lo poco que se ha de tener el señorío, y cómo, mientras es mayor, tienen más cuidados y trabajos, y un cuidado de tener la compostura conforme a su estado, que no las deja vivir; comer sin tiempo ni concierto, porque ha de andar todo conforme al estado (12) y no a las complexiones. Han de comer muchas veces los manjares más conformes a su estado que no a su gusto.

Es así que de todo aborrecí el desear ser señora. ¡Dios me libre de mala compostura!, aunque ésta, con ser de las principales del reino, creo hay pocas más humildes, y de mucha llaneza. Yo la había lástima, y se la he, de ver cómo va muchas veces no conforme a su inclinación por cumplir con su estado. Pues con los criados es poco lo poco que hay que fiar, aunque ella los tenía buenos. No se ha de hablar más con uno que con otro, sino al que se favorece ha de ser el malquisto.

Ello es una sujeción, que una de las mentiras que dice el mundo es llamar señores a las personas semejantes, que no me parece son sino esclavos de mil cosas.

5. Fue el Señor servido (13) que el tiempo que estuve en aquella casa se mejoraban en servir a Su Majestad las personas de ella, aunque no estuve libre de trabajos y algunas envidias que tenían algunas personas del mucho amor que aquella señora me tenía. Debían por ventura pensar que pretendía algún interés. Debía permitir el Señor me diesen algunos trabajos cosas semejantes y otras de otras suertes, porque no me embebiese en el regalo que había por otra parte, y fue servido sacarme de todo con mejoría de mi alma.

6. Estando allí acertó a venir un religioso, persona muy principal y con quien yo, muchos años había, había tratado algunas veces (14). Y estando en misa en un monasterio de su Orden que estaba cerca de donde yo estaba, diome deseo de saber en qué disposición estaba aquella alma, que deseaba yo fuese muy siervo de Dios, y levantéme para irle a hablar. Como yo estaba recogida ya en oración, parecióme después era perder tiempo, que quién me metía a mí en aquello, y tornéme a sentar. Paréceme que fueron tres veces (15) las que esto me acaeció y, en fin, pudo más el ángel bueno que el malo, y fuile a llamar y vino a hablarme a un confesonario.

Comencéle a preguntar y él a mí porque había muchos años que no nos habíamos visto (16) de nuestras vidas. Yo le comencé a decir que había sido la mía de muchos trabajos de alma. Puso muy mucho en que le dijese qué eran los trabajos. Yo le dije que no eran para saber ni para que yo los dijese. El dijo que, pues lo sabía el padre dominico que he dicho que era muy su amigo (17), que luego se los diría y que no se me diese nada.

7. El caso es que ni fue en su mano dejarme de importunar ni en la mía, me parece, dejárselo de decir. Porque con toda la pesadumbre y vergüenza que solía tener cuando trataba estas cosas, con él y con el rector que he dicho (18) no tuve ninguna pena, antes me consolé mucho. Díjeselo debajo de confesión (19).

Parecióme más avisado que nunca, aunque siempre le tenía por de gran entendimiento. Miré los grandes talentos y partes que tenía para aprovechar mucho, si del todo se diese a Dios. Porque esto tengo yo de unos años acá, que no veo persona que mucho me contente, que luego querría verla del todo dar a Dios, con unas ansias que algunas veces no me puedo valer. Y aunque deseo que todos le sirvan, estas personas que me contentan es con muy gran ímpetu, y así importuno mucho al Señor por ellas. Con el religioso que digo, me acaeció así.

8. Rogóme le encomendase mucho a Dios, y no había menester decírmelo, que ya yo estaba de suerte que no pudiera hacer otra cosa. Y voyme adonde solía a solas tener oración, y comienzo a tratar con el Señor, estando muy recogida, con un estilo abobado que muchas veces, sin saber lo que digo, trato; que el amor es el que habla, y está el alma tan enajenada, que no miro la diferencia que haya de ella a Dios. Porque el amor que conoce que la tiene Su Majestad, la olvida de sí y le parece está en El y, como una cosa propia sin división (20), habla desatinos. Acuérdome que le dije esto, después de pedirle con hartas lágrimas aquella alma pusiese en su servicio muy de veras, que aunque yo le tenía por bueno, no me contentaba, que le quería muy bueno, y así le dije: "Señor, no me habéis de negar esta merced; mirad que es bueno este sujeto para nuestro amigo".

9. ¡Oh bondad y humanidad grande de Dios, cómo no mira las palabras, sino los deseos y voluntad con que se dicen! ¡Cómo sufre que una como yo hable a Su Majestad tan atrevidamente! Sea bendito por siempre jamás.

10. Acuérdome que me dio en aquellas horas de oración aquella noche un afligimiento grande de pensar si estaba en enemistad de Dios. Y como no podía yo saber si estaba en gracia o no (no para que yo lo desease saber, mas deseábame morir por no me ver en vida adonde no estaba segura si estaba muerta, porque no podía haber muerte más recia para mí que pensar si tenía ofendido a Dios) y apretábame esta pena; suplicábale no lo permitiese, toda regalada (21) y derretida en lágrimas. Entonces entendí que bien me podía consolar y estar cierta que estaba en gracia; (22) porque semejante amor de Dios y hacer Su Majestad aquellas mercedes y sentimientos que daba al alma, que no se compadecía (23) hacerse a alma que estuviese en pecado mortal.

Quedé confiada que había de hacer el Señor lo que le suplicaba de esta persona. Díjome que le dijese unas palabras. Esto sentí yo mucho, porque no sabía cómo las decir, que esto de dar recado a tercera persona; como he dicho, (24) es lo que más siento siempre, en especial a quien no sabía cómo lo tomaría, o si burlaría de mí. Púsome en mucha congoja. En fin, fui tan persuadida, que, a mi parecer, prometí a Dios no dejárselas de decir y, por la gran vergüenza que había, las escribí y se las di.

11. Bien pareció ser cosa de Dios en la operación que le hicieron (25). Determinóse muy de veras de darse a oración, aunque no lo hizo desde luego. El Señor, como le quería para Sí, por mi medio le enviaba a decir unas verdades, que, sin entenderlo yo, iban tan a su propósito que él se espantaba, y el Señor que debía disponerle para creer que era Su Majestad. Yo, aunque miserable, era mucho lo que suplicaba al Señor muy del todo lo tornase a Sí y le hiciese aborrecer los contentos y cosas de la vida. Y así ¡sea alabado por siempre! lo hizo tan de hecho, que cada vez que me habla me tiene como embobada; y si yo no lo hubiera visto, lo tuviera por dudoso en tan breve tiempo hacerle tan crecidas mercedes y tenerle tan ocupado en Sí, que no parece vive ya para cosa de la tierra.

Su Majestad le tenga de su mano, que si así va adelante (lo que espero en el Señor sí hará, por ir muy fundado en conocerse), será uno de los muy señalados siervos suyos y para gran provecho de muchas almas; porque en cosas de espíritu en poco tiempo tiene mucha experiencia, que estos son dones que da Dios cuando quiere y como quiere (26), y ni va en el tiempo ni en los servicios. No digo que no hace esto mucho, mas que muchas veces no da el Señor en veinte años la contemplación que a otros da en uno. Su Majestad sabe la causa.

Y es el engaño, que nos parece por los años hemos de entender lo que en ninguna manera se puede alcanzar sin experiencia. Y así yerran muchos como he dicho (27) en querer conocer espíritus sin tenerle (28). No digo que quien no tuviere espíritu, si es letrado, no gobierne a quien le tiene; mas entiéndese en lo exterior e interior que va conforme a vía natural por obra del entendimiento, y en lo sobrenatural que mire (29) vaya conforme a la Sagrada Escritura. En lo demás no se mate, ni piense entender lo que no entiende, ni ahogue los espíritus (30), que ya, cuanto en aquello, otro mayor Señor los gobierna, que no están sin superior.

12. No se espante ni le parezcan cosas imposibles todo es posible al Señor, sino procure esforzar la fe y humillarse de que hace el Señor en esta ciencia a una vejecita más sabia, por ventura, que a él aunque sea muy letrado; y con esta humildad aprovechará más a las almas y a sí que por hacerse contemplativo sin serlo. Porque torno a decir que si no tiene experiencia, si no tiene muy mucha humildad en entender que no lo entiende y que no por eso es imposible, que ganará poco y dará a ganar menos a quien trata. No haya miedo, si tiene humildad, permita el Señor que se engañe el uno ni el otro.

13. Pues a este Padre que digo (31), como en muchas cosas se la ha dado el Señor, ha procurado estudiar todo lo que por estudio ha podido en este caso que es buen letrado y lo que no entiende por experiencia infórmase de quien la tiene, y con esto ayúdale el Señor con darle mucha fe, y así ha aprovechado mucho a sí y a algunas ánimas, y la mía es una de ellas; que como el Señor sabía en los trabajos que me había de ver, parece proveyó Su Majestad que, pues había de llevar consigo a algunos que me gobernaban (32), quedasen otros que me han ayudado a hartos trabajos y hecho gran bien. Hale mudado el Señor casi del todo, de manera que casi él no se conoce a manera de decir y dado fuerzas corporales para penitencia (que antes no tenía, sino enfermo), y animoso para todo lo que es bueno y otras cosas, que se parece bien ser muy particular llamamiento del Señor. Sea bendito por siempre.

14. Creo todo el bien le viene de las mercedes que el Señor le ha hecho en la oración, porque no son postizos (33). Porque ya en algunas cosas ha querido el Señor sea ya experimentado, porque sale de ellas como quien tiene ya conocida la verdad del mérito que se gana en sufrir persecuciones. Espero en la grandeza del Señor ha de venir mucho bien a algunos de su Orden por él, y a ella misma (34). Ya se comienza esto a entender. He visto grandes visiones, y díchome el Señor algunas cosas de él y del rector de la Compañía de Jesús que tengo dicho (35), de grande admiración, y de otros dos religiosos de la Orden de Santo Domingo, en especial de uno (36), que también ha dado ya a entender el Señor por obra en su aprovechamiento algunas cosas que antes yo había entendido de él. Mas de quien ahora hablo han sido muchas.

15. Una cosa quiero decir ahora aquí. Estaba yo una vez con él en un locutorio, y era tanto el amor que mi alma y espíritu entendía que ardía en el suyo, que me tenía a mí casi absorta; porque consideraba las grandezas de Dios en cuán poco tiempo había subido un alma a tan gran estado. Hacíame gran confusión, porque le veía con tanta humildad escuchar lo que yo le decía en algunas cosas de oración, como yo tenía poca (37) de tratar así con persona semejante. Debíamelo sufrir el Señor, por el gran deseo que yo tenía de verle muy adelante. Hacíame tanto provecho estar con él, que parece dejaba a mi ánima puesto nuevo fuego para desear servir al Señor de principio.

¡Oh Jesús mío, qué hace un alma abrasada en vuestro amor! ¡Cómo la habíamos de estimar en mucho y suplicar al Señor la dejase en esta vida! Quien tiene el mismo amor, tras estas almas se había de andar si pudiese.

16. Gran cosa es un enfermo hallar otro herido de aquel mal. Mucho se consuela de ver que no es solo. Mucho se ayudan a padecer y aun a merecer. Excelentes espaldas se hacen ya gente determinada a arriscar (38) mil vidas por Dios y desean que se les ofrezca en qué perderlas. Son como soldados que, por ganar el despojo y hacerse con él ricos, desean que haya guerra (39). Tienen entendido no lo pueden ser sino por aquí. Es este su oficio, el trabajar. ¡Oh, gran cosa es adonde el Señor da esta luz de entender lo mucho que se gana en padecer por El! No se entiende esto bien hasta que se deja todo, porque quien en ello se está, señal es que lo tiene en algo; pues si lo tiene en algo, forzado le ha de pesar de dejarlo, y ya va imperfecto todo y perdido. Bien viene aquí, que es perdido quien tras perdido anda (40). ¿Y qué más perdición, y qué más ceguedad, qué más desventura que tener en mucho lo que no es nada?

17. Pues, tornando a lo que decía (41), estando yo en grandísimo gozo mirando aquel alma, que me parece quería el Señor viese claro los tesoros que había puesto en ella, y viendo la merced que me había hecho en que fuese por medio mío hallándome indigna de ella, en mucho más tenía yo las mercedes que el Señor le había hecho y más a mi cuenta las tomaba que si fuera a mí y alababa mucho al Señor de ver que Su Majestad iba cumpliendo mis deseos y había oído mi oración, que era despertase el Señor personas semejantes.

Estando ya mi alma que no podía sufrir en sí tanto gozo, salió de sí y perdióse para más ganar (42). Perdió las consideraciones, y de oír aquella lengua divina en quien parece hablaba el Espíritu Santo, diome un gran arrobamiento que me hizo casi perder el sentido, aunque duró poco tiempo. Vi a Cristo con grandísima majestad y gloria, mostrando gran contento de lo que allí pasaba; y así me lo dijo, y quiso viese claro que a semejantes pláticas siempre se hallaba presente y lo mucho que se sirve en que así se deleiten en hablar en El.

Otra vez estando lejos de este lugar (43), le vi con mucha gloria levantar, a los ángeles; (44) entendí iba su alma muy adelante, por esta visión. Y así fue, que le habían levantado un gran testimonio bien contra su honra, persona a quien él había hecho mucho bien y remediado la suya y el alma, y habíalo pasado con mucho contento y hecho otras obras muy en servicio de Dios y pasado otras persecuciones.

18. No me parece conviene ahora declarar más cosas. Si después le pareciere a vuestra merced (45), pues las sabe, se podrán poner para gloria del Señor. De todas las que he dicho de profecías de esta casa, y otras que diré de ella y de otras cosas, todas se han cumplido. Algunas, tres años antes que se supiesen otras más y otras menos me las decía el Señor. Y siempre las decía al confesor y a esta mi amiga viuda con quien tenía licencia de hablar, como he dicho; (46) y ella he sabido que las decía a otras personas, y éstas saben que ni miento, ni Dios me dé tal lugar, que en ninguna cosa, cuánto más siendo tan graves, tratase yo sino toda verdad.

19. Habiéndose muerto un cuñado mío súbitamente (47), y estando yo con mucha pena por no se haber viado a confesarse (48), se me dijo en la oración que había así de morir mi hermana, que fuese allá y procurase se dispusiese para ello. Díjelo a mi confesor y, como no me dejaba ir, entendílo otras veces. Ya como esto vio, díjome que fuese allá, que no se perdía nada.

Ella estaba en una aldea (49), y, como fui, sin decirla nada la fui dando la luz que pude en todas las cosas, e hice se confesase muy a menudo y en todo trajese cuenta con su alma. Ella era muy buena e hízolo así. Desde a cuatro o cinco años que tenía esta costumbre (50) y muy buena cuenta con su conciencia, se murió sin verla nadie ni poderse confesar. Fue el bien que, como lo acostumbraba, no había poco más de ocho días que estaba confesada.

A mí me dio gran alegría cuando supe su muerte. Estuvo muy poco en el purgatorio. Serían aún no me parece ocho días cuando, acabando de comulgar, me apareció el Señor y quiso la viese cómo la llevaba a la gloria. En todos estos años, desde que se me dijo hasta que murió, no se me olvidaba lo que se me había dado a entender, ni a mi compañera (51), que, así como murió, vino a mí muy espantada de ver cómo se había cumplido.

Sea Dios alabado por siempre, que tanto cuidado trae de las almas para que no se pierdan.

NOTAS CAPÍTULO 34

1 No entender en ello: no ocuparse de ello (como en el c. 33, título).

2 Lugar grande: Toledo. Nótese el anonimato. Como en el caso de la nota 3.

3 Una señora: "Doña Luisa de la Cerda, mujer que fue de Arias Pardo", apostilló Gracián en su ejemplar. - Se temía su salud: por su salud. - Doña Luisa era viuda reciente de Arias Pardo de Saavedra, mariscal de Castilla, señor de las villas de Malagón, Paracuellos, etc., y sobrino del Cardenal Arzobispo de Toledo Pardo de Tavera. Su esposo había muerto el 13 de enero de 1561. Doña Luisa era hija del Duque de Medinaceli, Juan de la Cerda, y residía en Toledo. Se hará gran amiga de la Santa. Por su mediación, el libro de la Vida llegará a manos de san Juan de Avila (Cf. cartas del 18 y del 27 de mayo de 1568 a Doña Luisa).

4 Provincial de los carmelitas de Castilla: Angel de Salazar.

5 Monasterio que salían: en que las monjas no prometían clausura (cf. c. 4, 5).

6 Enviando carta al provincial. Como al final del n. 2.

7 Era el 24 de diciembre de 1561.

8 Hasta que llegase el Breve pontificio, que sería expedido en Roma el 7.2.1562.

9 Rector de San Gil, P. Gaspar de Salazar.

10 En Toledo. Fundación reciente de los jesuitas, gracias a la intervención de san Francisco de Borja ante el Arzobispo B. Carranca (1558). Superior de la casa era el P. Pedro Doménech, y Ministro el P. Gil González Dávila. Con ambos entrabló enseguida la Santa íntimas relaciones espirituales. El P. Doménech fue su confesor.

11 En el n. 1.

12 Conforme al estado: conforme a su rango nobiliario o categoría social.

13 Por error material, en el autógrafo se repite la frase "fue... servido". Ocurrirá de nuevo en el n. siguiente.

14 "El P. fray García de Toledo", advierte Gracián en su ejemplar. Los primitivos biógrafos de la Santa, Ribera y Yepes, dan por aludido al P. Vicente Barrón, de quien habló la Santa en el c. 7, 17. - García de Toledo era "persona principal", nieto de los Condes de Oropesa, sobrino del futuro Virrey del Perú, F. de Toledo. Ya en 1535 había estado en Méjico, militando a las órdenes del virrey Antonio de Mendoza. En marzo de 1569 pasará de nuevo el Atlántico, acompañando al virrey F. de Toledo como asesor religioso. Ya no regresará a España hasta 1581 (cf. la carta de la Santa a María de San José, del 8.22.1581).

15 Por lapsus material, en el autógrafo repite "tres tres veces".

16 El P. García de Toledo había sido prior de Santo Tomás de Avila en 1555.

17 El P. Pedro Ibáñez. Lo ha dicho en el c. 33, 5.

18 P. Gaspar de Salazar, rector de San Gil: c. 33, nn. 9-10.

19 Debajo de confesión: bajo secreto de confesión.

20 Como una cosa propia sin división: como de cosa propia y como si no hubiese división (distancia) entre Dios y ella...

21 Toda regalada: feliz, inundada de gozo.

22 En la edición príncipe, fray Luis trascribió "consolar y confiar", en lugar de "consolar y estar cierta" (p. 431). Como otras correcciones del autógrafo, también esta enmienda está motivada por el acostumbrado escrúpulo teológico-tridentino sobre la certeza del estado de gracia (cf. Denz. 802 y 805). En realidad, la afirmación de la Santa está en pleno acuerdo con la ortodoxia tridentina.

23 No se compadecía: no era compatible.

24 En el c. 32, 12; cf. c. 33, 2.

25 La operación que le hicieron: efecto que le produjeron las palabras de la Santa. - El hecho fue referido con más detalles por el autor del "Informe sobre el espíritu de la Madre Teresa", atribuido al propio Pedro Ibáñez: "A una persona que no se acaba de determinar en tratar con gran delizadeza con Dios, pensando yo que había comenzado ya, porque así lo habíamos concertado él y yo, y como en cosa hecha no quería yo volver por donde esta persona estaba, hablóme esta santa y díjome que su Maestro (que es Cristo) decía que volviese yo por donde estaba y que le llevase un recaudo bien breve, pero era todo de Dios y de su parte, y aún hasta entonces se quería excusar Doña Teresa con Dios... Vengo y propóngole mi recaudo: comienza a llorar, que le penetró las entrañas, y es un hombrazo que puede gobernar el mundo, y que no es nada mujeril y afeminado para llorar, sino muy hombrazo" (BMC, t. II, pp. 149-150).

26 Afirmación de la absoluta gratuidad de los dones místicos: cf. c. 21, 9 nota 17.

27 Cf. c. 13, 14.

28 Esta afirmación y las que siguen son un eco de cuando escribió a la Santa fray Pedro de Alcántara en carta del 14.4.1562 (BMC, t. II, p. 125-126).

29 Mira, había escrito. Y lo corrigió. Fray Luis trascribe "mire" (p. 433).

30 Repite la frase de San Pablo en 1Tes 5, 19.

31 García de Toledo.

32 Cuando esto escribe, ya han muerto san Pedro de Alcántara (18.10.1562) y el P. Pedro Ibáñez (12.2.1565). - La frase siguiente: me han ayudado a sobrellevar hartos trabajos.

33 Postizas, trascribe fray Luis (p. 434), concordando con "mercedes". La Santa une "postizos" con "bienes". Así se entiende mejor lo que sigue.

34 La Orden de Santo Domingo.

35 El P. Gaspar de Salazar, de quien ha hablado en el c. 33, 9-10.

36 "Los Padres Pedro Ibáñez y Domingo Báñez, especialmente el primero" (P. Silverio).

37 Yo tenía poca humildad.

38 Determinada arriscar, escribe la Santa: "Arriscar": arriesgar.

39 La misma imagen bélica está presente en Camino 38, 1.

40 Refrán algo más culto que el conocido "dime con quién andas...".

41 En el n. 15.

42 Expresión gráfica, que designa el ingreso en arrobamiento. Los dos verbos "perderse / ganar(se)", en acepción mística: perderse a sí mismo, para ganarse en Dios. En el poema "Vivo sin vivir en mí", escribe: "Mira que el amor es fuerte; / vida no me seas molesta, / mira que sólo me resta / para ganarte, perderte".

43 Estando lejos de Avila.

44 "El P. fray García de Toledo", anota Gracián en su ejemplar. - Reordenando la frase: "vi a los ángeles levantarle".

45 Si le pareciere a v.m., pues las sabe... Reanuda el diálogo con el P. García de Toledo. La Santa viene hablando de las interioridades del propio P. García, quien se identifica con ese "vuestra merced", y "las sabe". Pero como él no es el único destinatario del libro, la autora tiende un velo de discreción sobre el relato.

46 Doña Guiomar de Ulloa. Lo ha dicho en el c. 30, 3.

47 Cuñado mío: "Martín de Guzmán", anota Gracián. Estaba casado con María de Cepeda, hermana mayor de la Santa. Cf. c. 3, 3.

48 En el autógrafo se lee: "por no se haber uyado" (= viado) a confesarse. Báñez lo corrigió: "por no haber tenido lugar a confesarse". Fray Luis imprimió: "por no haber vuiado (= uviado) a confesar" (p. 438).

49 En una aldea: Castellanos de la Cañada, adonde había ido la Santa con ocasión de sus enfermedades (c. 3, 3; y 4, 6). - La frase siguiente: sin decirla nada de la revelación que yo había tenido...

50 Desde a cuatro o cinco años, equivale a "cuatro o cinco años después...".

51 Mi compañera: Doña Guiomar (cf. n. 18).

 

CAPÍTULO 35

Prosigue en la misma materia de la fundación de esta casa de nuestro glorioso Padre San José. Dice por los términos que ordenó el Señor viniese a guardarse en ella la santa pobreza, y la causa por qué se vino de con aquella señora que estaba (1), y otras algunas cosas que le sucedieron.

1. Pues estando con esta señora que he dicho (2), adonde estuve más de medio año, ordenó el Señor que tuviese noticia de mí una beata de nuestra Orden, de más de setenta leguas de aquí de este lugar (3), y acertó a venir por acá y rodeó algunas por hablarme. Habíala el Señor movido el mismo año y mes que a mí para hacer otro monasterio de esta Orden; y como le puso este deseo, vendió todo lo que tenía y fuese a Roma a traer despacho para ello, a pie y descalza.

2. Es mujer de mucha penitencia y oración, y hacíala el Señor muchas mercedes, y aparecídola nuestra Señora y mandádola lo hiciese. Hacíame tantas ventajas en servir al Señor, que yo había vergüenza de estar delante de ella. Mostróme los despachos que traía de Roma y, en quince días que estuvo conmigo, dimos orden en cómo habíamos de hacer estos monasterios (4). Y hasta que yo la hablé, no había venido a mi noticia que nuestra Regla antes que se relajase mandaba no se tuviese propio (5), ni yo estaba en fundarle sin renta, que iba mi intento a que no tuviésemos cuidado de lo que habíamos menester, y no miraba a los muchos cuidados que trae consigo tener propio.

Esta bendita mujer, como la enseñaba el Señor, tenía bien entendido, con no saber leer, lo que yo con tanto haber andado a leer las Constituciones, ignoraba. Y como me lo dijo, perecióme bien, aunque temí que no me lo habían de consentir, sino decir que hacía desatinos y que no hiciese cosa que padeciesen otras por mí, que, a ser yo sola, poco ni mucho me detuviera, antes me era gran regalo pensar de guardar los consejos de Cristo Señor nuestro, porque grandes deseos de pobreza ya me los había dado Su Majestad (6).

Así que para mí no dudaba ser lo mejor; porque días había que deseaba fuera posible a mi estado andar pidiendo por amor de Dios y no tener casa ni otra cosa. Mas temía que, si a las demás no daba el Señor estos deseos, vivirían descontentas, y también no fuese causa de alguna distracción, porque veía algunos monasterios pobres no muy recogidos, y no miraba que el no serlo era causa de ser pobres, y no la pobreza de la distracción; (7) porque ésta no hace más ricas, ni falta Dios jamás a quien le sirve. En fin tenía flaca la fe, lo que no hacía a esta sierva de Dios.

3. Como yo en todo tomaba tantos pareceres, casi a nadie hallaba de este parecer: ni confesor (8), ni los letrados que trataba. Traíanme tantas razones, que no sabía qué hacer, porque, como ya yo sabía era Regla y veía ser más perfección, no podía persuadirme a tener renta. Y ya que algunas veces me tenían convencida, en tornando a la oración y mirando a Cristo en la cruz tan pobre y desnudo, no podía poner a paciencia ser rica. Suplicábale con lágrimas lo ordenase de manera que yo me viese pobre como El.

4. Hallaba tantos inconvenientes para tener renta y veía ser tanta causa de inquietud y aun distracción, que no hacía sino disputar con los letrados. Escribílo al religioso dominico que nos ayudaba (9). Envióme escritos dos pliegos de contradicción y teología para que no lo hiciese, y así me lo decía, que lo había estudiado mucho. Yo le respondí que para no seguir mi llamamiento y el voto que tenía hecho de pobreza y los consejos de Cristo con toda perfección, que no quería aprovecharme de teología, ni con sus letras en este caso me hiciese merced.

Si hallaba alguna persona que me ayudase, alegrábame mucho. Aquella señora con quien estaba (10), para esto me ayudaba mucho. Algunos luego al principio decíanme que les parecía bien; después, como más lo miraban, hallaban tantos inconvenientes, que tornaban a poner mucho en que no lo hiciese. Decíales yo que, si ellos tan presto mudaban parecer, que yo al primero me quería llegar.

5. En este tiempo, por ruegos míos, porque esta señora no había visto al santo Fray Pedro de Alcántara, fue el Señor servido viniese a su casa, y como el que era bien amador de la pobreza y tantos años la había tenido, sabía bien la riqueza que en ella estaba , y así me ayudó mucho y mandó que en ninguna manera dejase de llevarlo muy adelante. Ya con este parecer y favor, como quien mejor le podía dar por tenerlo sabido por larga experiencia, yo determiné no andar buscando otros (11).

6. Estando un día mucho encomendándolo a Dios, me dijo el Señor que en ninguna manera dejase de hacerle pobre (12), que ésta era la voluntad de su Padre y suya, que El me ayudaría. Fue con tan grandes efectos, en un gran arrobamiento, que en ninguna manera pude tener duda de que era Dios.

Otra vez me dijo que en la renta estaba la confusión, y otras cosas en loor de la pobreza, y asegurándome que a quien le servía no le faltaba lo necesario para vivir; y esta falta, como digo, nunca yo la temí por mí.

También volvió el Señor el corazón del Presentado (13), digo del religioso dominico, de quien he dicho me escribió no lo hiciese sin renta. Ya yo estaba muy contenta con haber entendido esto y tener tales pareceres; no me parecía sino que poseía toda la riqueza del mundo, en determinándome a vivir de por amor de Dios.

7. En este tiempo, mi Provincial (14) me alzó el mandamiento y obediencia que me había puesto para estar allí, y dejó en mi voluntad que si me quisiese ir que pudiese, y si estar, también, por cierto tiempo; y en éste había de haber elección en mi monasterio (15), y avisáronme que muchas querían darme aquel cuidado de prelada, que para mí sólo pensarlo era tan gran tormento que a cualquier martirio me determinaba a pasar por Dios con facilidad, a éste en ningún arte me podía persuadir. Porque dejado el trabajo grande, por ser muy muchas (16) y otras causas de que yo nunca fui amiga, ni de ningún oficio, antes siempre los había rehusado, parecíame gran peligro para la conciencia, y así alabé a Dios de no me hallar allá. Escribí a mis amigas para que no me diesen voto.

8. Estando muy contenta de no me hallar en aquel ruido, díjome el Señor que en ninguna manera deje de ir, que pues deseo cruz, que buena se me apareja, que no la deseche, que vaya con ánimo, que El me ayudará, y que me fuese luego. Yo me fatigué mucho y no hacía sino llorar, porque pensé que era la cruz ser prelada y, como digo, no podía persuadirme a que estaba bien a mi alma en ninguna manera, ni yo hallaba términos para ello.

Contélo a mi confesor (17). Mandóme que luego procurase ir, que claro estaba era más perfección y que, porque hacía gran calor, que bastaba hallarme allá a la elección, y que me estuviese unos días, porque no me hiciese mal el camino; (18) mas el Señor, que tenía ordenado otra cosa, húbose de hacer; porque era tan grande el desasosiego que traía en mí y el no poder tener oración y parecerme faltaba de lo que el Señor me había mandado, y que, como estaba allí a mi placer y con regalo, no quería irme a ofrecer al trabajo; que todo era palabras con Dios; que, por qué pudiendo estar adonde era más perfección, había de dejarlo; que si me muriese, muriese..., y con esto un apretamiento de alma, un quitarme el Señor todo el gusto en la oración..., en fin, yo estaba tal, que ya me era tormento tan grande, que supliqué a aquella señora tuviese por bien dejarme venir, porque ya mi confesor como me vio así me dijo que me fuese, que también le movía Dios como a mí.

9. Ella sentía tanto que la dejase, que era otro tormento; que le había costado mucho acabarlo con el Provincial por muchas maneras de importunaciones. Tuve por grandísima cosa querer venir en ello (19), según lo que sentía; sino, como era muy temerosa de Dios y como le dije que se le podía hacer gran servicio y otras hartas cosas, y dila esperanza que era posible tornarla a ver, y así, con harta pena, lo tuvo por bien.

10. Ya yo no la tenía de venirme, porque entendiendo yo era más perfección una cosa y servicio de Dios, con el contento que me da contentarle, pasé la pena de dejar a aquella señora que tanto la veía sentir, y a otras personas a quien debía mucho, en especial a mi confesor, que era de la Compañía de Jesús, y hallábame muy bien con él (20). Mas mientras más veía que perdía de consuelo por el Señor, más contento me daba perderle. No podía entender cómo era esto, porque veía claro estos dos contrarios: holgarme y consolarme y alegrarme de lo que me pesaba en el alma. Porque yo estaba consolada y sosegada y tenía lugar para tener muchas horas de oración; veía que venía a meterme en un fuego, que ya el Señor me lo había dicho (21) que venía a pasar gran cruz, aunque nunca yo pensé lo fuera tanto como después vi. Y con todo, venía yo alegre, y estaba deshecha de que no me ponía luego en la batalla, pues el Señor quería la tuviese; y así enviaba Su Majestad el esfuerzo y le ponía en mi flaqueza.

11. No podía, como digo, entender cómo podía ser esto. Pensé esta comparación: si poseyendo yo una joya o cosa que me da gran contento, ofréceseme (22) saber que la quiere una persona que yo quiero más que a mí y deseo más contentarla que mi mismo descanso, dame gran contento quedarme sin el que me daba lo que poseía, por contentar a aquella persona; y como este contento de contentarla excede a mi mismo contento, quítase la pena de la falta que me hace la joya o lo que amo, y de perder el contento que daba. De manera que, aunque quería tenerla de ver que dejaba personas que tanto sentían apartarse de mí, con ser yo de mi condición tan agradecida que bastara en otro tiempo a fatigarme mucho, y ahora, aunque quisiera tener pena, no podía.

12. Importó tanto el no me tardar un día más para lo que tocaba al negocio de esta bendita casa (23), que yo no sé cómo pudiera concluirse si entonces me detuviera. ¡Oh grandeza de Dios!, muchas veces me espanta cuando lo considero y veo cuán particularmente quería Su Majestad ayudarme para que se efectuase este rinconcito de Dios, que yo creo lo es, y morada en que Su Majestad se deleita, como una vez estando en oración me dijo, que era esta casa paraíso de su deleite. Y así parece ha Su Majestad escogido las almas que ha traído a él, en cuya compañía yo vivo con harta harta confusión; porque yo no supiera desearlas tales para este propósito de tanta estrechura y pobreza y oración; (24) y llévanlo con una alegría y contento, que cada una se halla indigna de haber merecido venir a tal lugar; en especial algunas, que las llamó el Señor de mucha vanidad y gala del mundo, adonde pudieran estar contentas conforme a sus leyes, y hales dado el Señor tan doblados los contentos aquí, que claramente conocen haberles el Señor dado ciento por uno que dejaron (25), y no se hartan de dar gracias a Su Majestad. A otras ha mudado de bien en mejor. A las de poca edad da fortaleza y conocimiento para que no puedan desear otra cosa, y que entiendan que es vivir en mayor descanso, aun para lo de acá, estar apartadas de todas las cosas de la vida. A las que son de más edad y con poca salud, da fuerzas y se las ha dado para poder llevar la aspereza y penitencia que todas.

13. ¡Oh Señor mío, cómo se os parece que sois poderoso! (26) No es menester buscar razones para lo que Vos queréis, porque sobre toda razón natural hacéis las cosas tan posibles que dais a entender bien que no es menester más de amaros de veras y dejarlo de veras todo por Vos, para que Vos, Señor mío, lo hagáis todo fácil. Bien viene aquí decir que fingís trabajo en vuestra ley; (27) porque yo no le veo, Señor, ni sé cómo es estrecho el camino que lleva a Vos. Camino real veo que es, que no senda. Camino que, quien de verdad se pone en él, va más seguro. Muy lejos están los puertos y rocas para caer, porque lo están de las ocasiones. Senda llamo yo, y ruin senda y angosto camino, el que de una parte está un valle muy hondo adonde caer y de la otra un despeñadero: no se han descuidado, cuando se despeñan y se hacen pedazos.

14. El que os ama de verdad, Bien mío, seguro va por ancho camino y real. Lejos está el despeñadero. No ha tropezado tantico (28), cuando le dais Vos, Señor, la mano. No basta una caída ni muchas, si os tiene amor y no a las cosas del mundo, para perderse. Va por el valle de la humildad. No puedo entender qué es lo que temen de ponerse en el camino de la perfección.

El Señor, por quien es, nos dé a entender cuán mala es la seguridad en tan manifiestos peligros como hay en andar con el hilo de la gente (29), y cómo está la verdadera seguridad en procurar ir muy adelante en el camino de Dios. Los ojos en El, y no hayan miedo se ponga este Sol de Justicia (30), ni nos deje caminar de noche para que nos perdamos, si primero no le dejamos a El.

15. No temen andar entre leones, que cada uno parece que quiere llevar un pedazo, que son las honras y deleites y contentos semejantes que llama el mundo; (31) y acá parece hace el demonio temer de musarañas. Mil veces me espanto y diez mil querría hartarme de llorar y dar voces a todos para decir la gran ceguedad y maldad mía, porque si aprovechase algo para que ellos abriesen los ojos, ábraselos el que puede (32), por su bondad, y no permita se me tornen a cegar a mí, amén.

NOTAS CAPÍTULO 35

1 Es decir, "se vino de aquella señora con quien estaba". Estuvo en casa de Doña Luisa de la Cerda desde primeros de enero hasta fines de junio o principios de julio de 1562. Cf. c. 34, 1-2.

2 En el c. 34.

3 Una beata de nuestra Orden: nótese el anonimato. "Beata" se decía de quienes sin ser monjas, llevaban el hábito de la Orden y vivían ciertas consignas de la Regla. Esta "beata" se llamaba María de Jesús, nacida en Granada en 1522. Al enviudar, muy joven todavía, entró carmelita en el monasterio de su ciudad natal. Pero sintiéndose llamada a fundar un Carmelo reformado, antes de profesar salió del convento y a pie descalzo fue a Roma, donde consiguió el deseado Breve que le concedía facultades para fundar un convento en Granada. De hecho, no logró realizarlo. En cambio, pudo realizarlo al año siguiente (1563) en Alcalá de Henares con el título de "La Imagen", encauzando la vida reformada hacia un rigorismo extremoso, que fue mitigado por la propia Santa Teresa, al pasar por el monasterio de La Imagen camino de Malagón (1568).

4 Los despachos que traía de Roma: Traía un Breve, emitido -como el otorgado a la Santa- por la Sagrada Penitenciaría. Se conserva actualmente, aunque mutilado, en el Carmelo de La Imagen. - Dimos orden cómo... hacer: de hecho, el Carmelo de La Imagen pasaría más adelante a regirse por las Constituciones de la Santa.

5 Nuestra Regla: la Regla de la Orden del Carmen, en su redacción original, había sido dada por San Alberto, patriarca de Jerusalén a los ermitaños latinos del Carmelo hacia 1210. - Antes que se relajase: más que a la mitigación de la Regla por Inocencio IV (1247), alude a las bulas de relajación del Papa Eugenio IV (1432) y sus sucesores. - Mandaba que no se tuviese propio: "propio" equivale a no tener bienes en propiedad, que era una forma de pobreza absoluta. En el léxico de la Santa: "sin renta". La Regla, en su tenor primitivo, prescribía: "Ninguno de los hermanos tenga cosa propia, sino que todo sea común, y de las cosas que el Señor os diere, el prior las distribuya a cada uno...". - La prescripción de pobreza absoluta quedaba zanjada para los carmelitas por la bula de Gregorio IX "Ex officii" del 6.4.1229.

6 Por esas mismas fechas (entre 1560 y 1562) había testificado de sí misma: "Deseo de pobreza...: paréceme que aunque tuviese muchos tesoros no tendría renta particular ni dineros para mí sola..." (R. 1, 9). "En lo de pobreza... aun lo necesario no querría tener... Paréceme tengo mucha más piedad de los pobres...; si mirase a mi voluntad, les daría lo que traigo vestido" (R. 2, 3-4).

7 Son conceptos que le ha inculcado fray Pedro de Alcántara en su carta del 14 de abril de 1562.

8 Mi confesor: Baltasar Alvarez.

9 El P. Pedro Ibáñez, que vivía en la soledad de Trianos (cf. c. 32, 16-17).

10 Doña Luisa de la Cerda.

11 Aparte los consejos orales, san Pedro de Alcántara le escribió la famosa "carta de la pobreza" (14.4.1562), en pro de la radical pobreza evangélica, y en contraste con las teorías de los letrados (BMC, t. II, pp. 125-126).

12 Hacerle pobre: fundar el monasterio en pobreza.

13 Presentado: título académico del P. Pedro Ibáñez: cf. n. 4.

14 Provincial: Angel de Salazar.

15 Mi monasterio: la Encarnación de Avila.

16 Por ser muy muchas monjas en la Encarnación: eran "más de 150 el número", escribirá en Fund. c. 2, 1. En realidad, más de 180 monjas profesas.

17 Mi confesor: P. Pedro Doménech, jesuita.

18 Sobra algún "que". La serie de "ques" y "porques" refleja el estado emocional provocado por el recuerdo de aquellos días.

19 Venir en ello: avenirse a ello.

20 "El Padre Domeneque", escribe Gracián en su ejemplar. Cf. el n. 8 nota 17.

21 Cf. el n. 8.

22 En el autógrafo: escribió "ofréceme", corregido entre líneas "ofréceseme". Fray Luis: "se me ofreciese saber..." (p. 447).

23 Esta bendita casa: el carmelo de San José, en el que está escribiendo. "Rinconcito de Dios", "morada" en que El se deleita, dirá luego.

24 "Estrechura, pobreza y oración", condensado del ideal que ella propone a la nueva casa. "Grandísimo encerramiento..., fundadas en oración y en mortificación", escribía por esas fechas (23.12.1561) a su hermano Lorenzo en Quito.

25 Recuerdo evangélico de Mt 19, 29.

26 Cómo se os parece...: cuán claro es que... (cf. c. 32, 5 nota 11).

27 Alude sucesivamente a tres pasajes bíblicos: Mc 10, 28 ("lo hemos dejado todo por seguirte"); Salmo 93, 20 ("... finges trabajo en la ley"); y Mt 7, 14 ("cuán angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la vida").

28 Tantico: un poquito; es decir, apenas ha tropezado... Como "tantito" (cf. 31, 23 nota 46; o 15, 7: "tantico": 25, 13).

29 Andar con el hilo de la gente: seguir rutinariamente el modo común de obrar. Cf. 30, 18.

30 Sol de justicia: imagen bíblica (Mal. 4, 2) para designar a Dios. (Cf. c. 20, 19).

31 "Honras y deleites y contentos...": cf. c. 20, 26-28.

32 Recuerdo latente de los pasajes evangélicos: "si quieres, puedes curarme" (Lc 5, 12), o "abre los ojos del ciego de nacimiento" (Jn 11, 37).