La Batalla de Bouvines, ambiciones reales de
Felipe Augusto en su lucha contra Juan de Inglaterra AMBICION El deseo ardiente de poseer riquezas, fama, poder
y honores “Mejor es lo que los ojos ven que lo que el alma
desea. También esto es vanidad y atrapar vientos”. (Eclesiastés 6,9) Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1. LA AMBICIÓN MAL UTILIZADA, CONVIERTE AL HOMBRE EN UN
MISERABLE Ciertamente, podemos mirar la ambición
como el deseo de ser mejor, pero lamentablemente, la ambición mal utilizada nos
puede llevar por el camino del deseo ardiente de poseer riquezas, fama,
poder, honores y ansiar sobresalir del resto de las personas, todo esto,
provocándonos un daño a sí mismo o a los demás para conseguir lo que se
pretende. Pero si nos consideramos buscadores de Dios, para vivir en El y
para El, me parece importante reflexionar sobre el daño que podemos
experimentar por tener una actitud malamente ambiciosa. La ambición mal utilizada, convierte al
hombre en un miserable y su mezquindad le hace daño a los que le rodean y a
la sociedad que comparte. Las situaciones miserables no son solamente de
índole social y política, además están acompañadas de egoísmo, rivalidad y
violencia, en especial cuando es motivado por la ambición de poseer y de
tener buenos puestos para ser admirados por los hombres y se hace daño a los
demás para conseguir esos puestos. Pero Dios, y no el hombre, puede cambiar
las situaciones miserables y de angustia de la humanidad, no olvidemos, que
solamente de Dios se puede esperar la verdadera liberación. Y Dios solo es
capaz de cambiar el corazón del hombre. De ahí, la importancia de meditar la
Palabra de Dios y rogarle a Dios nos revele los misterios que nos trae esta
Palabra. San Pablo, les escribe a los Filipenses recomendando: “Nada hagáis
por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a
los demás como superiores a sí mismo, buscando cada cual no su propio interés
sino el de los demás”. (Filipenses 2, 3-4). Sin embargo, con el legítimo
deseo de querer servir siempre mejor a Dios, podemos caer en ambiciones
influenciados por el deseo de ser admirados (vanagloria) o de tener una
cierta posición de poder, olvidando que nuestro servicio en la iglesia debe
ser en el espíritu que nos ha enseñado el mismo Señor, servidor de todos,
donde jamás nos consideremos mejores que los demás o desear tener un puesto
mejor que los demás para que nos rindan pleitesía. 2. JESÚS CONDENA LA ACTITUD DE LOS AMBICIOSOS Las ambiciones desordenadas, son parte del
amor descompuesto a sí mismo y al mundo, es así, como Jesús, al enseñarnos
cuál es la forma de vida evangélica, nos hace severas advertencias a fin de
que nos pongamos en guardia ante el amor desordenado a la gloria terrena, al
egoísmo, es decir a las ambiciones de este mundo. Jesús condena la actitud de
los hipócritas, que sólo desean el aplauso y la vanagloria, que realizan
obras de justicia con la única finalidad de obtener la admiración de los
otros, o que se pretendan mostrarse como hombres justos perjudicando a sus
propios hermanos. Al respecto, nos observa el Señor: “Por tanto, cuando hagas
limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en
las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los
hombres” (Mateo 6,2), “Y cuando oréis,
no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las
esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres” (Mateo 6,5), “Cuando ayunéis, no pongáis
cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres
vean que ayunan” (Mateo 6,16) y sobre el amor a la publicidad y a los
primeros puestos es típico de los escribas y de los fariseos que hacen de su
vida un ideal de ambición, como lo denuncia el Señor: “quieren el primer
puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les
salude en las plazas y que la gente les llame "Rabbí". Vosotros, en
cambio, no os dejéis llamar "Rabbí", porque uno solo es vuestro
Maestro” (Mateo 23, 6). También se lamenta el Señor; “¡Ay de vosotros, los fariseos,
que amáis el primer asiento en las sinagogas y que se os salude en las
plazas!” (Lucas 11,43), Y el Señor nos advierte; “Guardaos de los escribas,
que gustan pasear con amplio ropaje y quieren ser saludados en las plazas,
ocupar los primeros asientos en las sinagogas, y los primeros puestos en los
banquetes” (Lucas 20,46) 3. LA AMBICIÓN Y EL EGOÍSMO IMPIDE LA ADHESIÓN AL DIOS DEL
AMOR Y en la Palabra, todavía parece más severa
la condenación del amor al mundo y a sus ambiciones y las riquezas, haciéndonos
subrayar que esta búsqueda ávida de las realidades mundanas para fomentar el
egoísmo, nos impide la adhesión al Dios del amor: "No améis al mundo ni
lo que hay en él. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.
Porque todo lo que hay en el mundo, las pasiones carnales, el ansia de las
cosas (ambiciones) y la arrogancia, no provienen del Padre, sino del
mundo" (1Jn 2,15-16). Expresa el evangelista, “El mundo ama y se deleita
en esas realidades, expresión del egoísmo y de las tinieblas” (Jn 15,19).
Santiago proclama en su carta que el amor al mundo, y particularmente el
adulterio, hacen al hombre enemigo de Dios: “¡Adúlteros!, ¿no sabéis que la
amistad con el mundo es enemistad con Dios? Cualquiera, pues, que desee ser
amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios”. (Santiago 4,4). Y el Apóstol Pablo deplora
que Demás lo haya abandonado por amor al siglo presente, o sea, al mundo;
“porque me ha abandonado Demas por amor a este mundo y se ha marchado” (2 Timoteo 4,10). El que se deja seducir por el mundo,
expresión de la iniquidad, se encamina hacia la perdición, ya que no ha
acogido el amor a la verdad, es decir, la palabra del evangelio; “y todo tipo
de maldades que seducirán a los que se han de condenar por no haber aceptado
el amor de la verdad que les hubiera salvado. Por eso Dios les envía un poder
seductor que les hace creer en la mentira, para que sean condenados todos
cuantos no creyeron en la verdad y prefirieron la iniquidad”. (2
Tesalonicenses 2, 10.11). El autor de la segunda carta de Pedro presenta a
los falsos profetas esclavos de la carne, sucios e inmersos en el placer;
“sufriendo daño en pago del daño que hicieron. Tienen por felicidad el placer
de un día; hombres manchados e infames, que se entregan de lleno a los placeres
mientras banquetean con vosotros”. (2
Pedro 2,13). Lo importante de la meditación de estos versículos, es
comprender que esta forma de vida de personas egoístas y ambiciosas, serán
excluidas de la Jerusalén celestial, es decir, del reino de la gloria divina;
y el evangelista lo escribe en durísima forma; “¡Fuera los perros, los
hechiceros, los impuros, los asesinos, los idólatras, y todo el que ame y
practique la mentira!” (Apocalipsis
22,15). 4. GUARDARSE DEL PELIGRO DEL AMOR EXAGERADO A LA PROPIA
PERSONA En los evangelios Jesús invita a sus
discípulos a guardarse del peligro del amor exagerado a la propia persona; el
que pone su vida en primer lugar y la considera como el bien supremo que hay
que salvaguardar a toda costa, aunque sea en contra de Cristo y de su
palabra, ése está buscando su propia ruina: "El que ama su vida la
perderá; y el que odia su vida en este mundo la conservará para la vida
eterna" (Jn 12,25). Para salvar la propia vida hay que estar dispuestos
a perderla en esta tierra por el Hijo de Dios y por su evangelio, es Palabra
del Señor; “Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda
su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues ¿de qué le sirve al
hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? Pues ¿qué puede dar el
hombre a cambio de su vida? Porque quien se avergüence de mí y de mis
palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre
se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos
ángeles” (Marcos 8, 35-38). Los
mártires de Cristo han hecho esta opción, y por eso viven en la gloria de
Dios; “Ellos lo vencieron gracias a la sangre del Cordero y a la palabra de
testimonio que dieron, porque despreciaron su vida ante la muerte”.
(Apocalipsis 12,11) 5. BASAR LA PROPIA CONFIANZA SÓLO EN DIOS, NO TENER MIEDO
Y LA EXIGENCIA DE VIVIR LA MISIÓN A las enseñanzas de Jesús sobre la
experiencia de Dios, y para luchar en contra de nuestras posibles ambiciones,
debemos tener en cuenta tres aspectos importantes; a)
la invitación a basar nuestra propia confianza sólo en Dios, presente y
providente, desprendiéndose de los bienes y de la ambición; “Uno de la
gente le dijo: “Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo”. Él
le respondió: ¡Hombre! ¿Quién me ha constituido juez o repartidor entre
vosotros? Y les dijo: Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la
abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes. Les dijo una
parábola: Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba
entre sí, diciendo: "¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi
cosecha?" Y dijo: "Voy a
hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y edificaré otros más grandes y
reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes
muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe,
banquetea." Pero Dios le dijo: "¡Necio! Esta misma noche te
reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?" Así es
el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios. Y dijo a
sus discípulos: Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué
comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis: porque la vida vale
más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido; fijaos en los cuervos: ni siembran, ni
cosechan; no tienen bodega ni granero, y Dios los alimenta. ¡Cuánto más
valéis vosotros que las aves!” (Lucas 12,13-24) b)
la indicación a no tener miedo cuando nos encontramos en situaciones de
minoría y de persecución; “No les tengáis miedo. Pues no hay nada
encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse.
Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo vosotros a la luz; y lo que oís al
oído, proclamadlo desde los terrados. Y no temáis a los que matan el cuerpo,
pero no pueden matar el alma; temed más bien a Aquel que puede llevar a la
perdición alma y cuerpo en la gehenna. ¿No se venden dos pajarillos por un
as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de
vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza
están todos contados. No temáis, pues; vosotros valéis más que muchos
pajarillos”. (Mateo 10,26-31) b)
La exigencia de vivir la misión, sin garantizarse el propio futuro económico
y personal; “A estos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: No
toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más
bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino
de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad
leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis. No os
procuréis oro, ni plata, ni calderilla en vuestras fajas; ni alforja para el
camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero merece su
sustento”. (Mateo 10,5-10). 6. ESTAR CONTENTO CON LO QUE TENEMOS Finalmente, creo que tenemos que
buscar reflexionar el modo de
contentarnos más con lo que tenemos, y liberarnos de las ambiciones, como le
escribe el Apóstol Pablo a Timoteo; “Porque nosotros no hemos traído nada al
mundo y nada podemos llevarnos de él. Mientras tengamos comida y vestido,
estemos contentos con eso. Los que quieren enriquecerse caen en la tentación,
en el lazo y en muchas codicias (y ambiciones) insensatas y perniciosas que
hunden a los hombres en la ruina y en la perdición. Porque la raíz de todos
los males es el afán de dinero, y algunos, por dejarse llevar de él, se
extraviaron en la fe y se atormentaron con muchos dolores”. (1 Timoteo
6, 6-10) Otra ambición de la que es liberado el
cristiano, es la idolatría: "Pero en otro tiempo, cuando no conocíais a
Dios, servíais a los que en realidad no son dioses”. (Gálatas 4,8) No obstante, conviene tener
presente que los falsos ídolos no son solamente las imágenes equivocadas de
Dios, sino también la ambición de poseer, el afán de ser considerado superior
a los demás, la lujuria, el egoísmo, la sociedad misma que pretende erigirse en
norma última y absoluta. Debemos cuidarnos de no caer en la idolatría, no
sólo cultual, sino también política y económica, que es lo que hace al hombre
esclavo de su ambición. Jesús nos ha liberado de toda "potestad" y
de toda "estructura de dominio"; nos ha insertado en el reino de la
libertad, que viene de su Espíritu. “Sea vuestra conducta sin avaricia (ni
ambición); contentos con lo que tenéis, pues él ha dicho: No te dejaré ni te
abandonaré; de modo que podamos decir
confiados: El Señor es mi ayuda; no temeré. ¿Qué puede hacerme el
hombre?” (Hebreos 13, 5-6) El
Señor nos bendiga y nos ayude en este camino Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant Fuente
de este artículo y sus comentarios. Textos de la Biblia Nácar-Colunga, (SBNC) y/o
Biblia de Jerusalén (SBJ) Textos del Diccionario Teológico Ravasi Enero 2014 Publicado en mí pagina WEB www.caminando-con-jesus.org en
este link. CRONICAS Y
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