EL
PRIMER PASO, LA NECESIDAD DE ARREPENTIRSE, ESTA
IMPLÍCITO EN LOS EVANGELIOS Autor:
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant “El Señor ha hecho en mi favor maravillas,
Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a
los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son
soberbios en su propio corazón”. (Lucas 1, 50-51) Si mirando al cielo, abandonamos la
soberbia y somos capaces de decir: “Siento una gran pena por haber hecho
algunas cosas malas, y por haber dejado de hacer algunas cosas buenas; no
dejo se arrepentirme de todos mis pecados y mis faltas, desde las más
insignificantes y por supuesto, las más grandes; hace mucho que deseo cumplir
el compromiso de no hacer algo que ofenda al hombre, porque todo lo que es
faltar a los hombres, también es faltar a Dios; hace tiempo que he querido
cambiar, y para esto, es necesario mi arrepentimiento y de corazón, estoy muy
arrepentido y siento dolor en el alma, por haber pecado”, estamos confiando
en la misericordia divina, con la confianza de Jesús, que le dijo al
paralitico; “Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene en la tierra
poder de perdonar pecados” (Lucas 5,20) El hijo que regresa arrepentido, parábola
del hijo prodigo; “Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé
contra el cielo y ante ti” (Lucas 15,18), es una gran ejemplo de la confianza
en la misericordia del Padre. El arrepentirse requiere transformación y exige
un cambio de actitud, además es una experiencia necesaria para llegar a
conocer a Jesucristo, en otras palabras quien no se arrepiente, por mucho que
intente conocerle, no lo podrá conocer ni podrá ir al Reino de los Cielos. Jesús
dijo "¡Arrepiéntanse, porque el Reino de los
Cielos ha llegado. (Mateo 4,17). El no arrepentirse, es vivir esclavizado en
la mentira, y ser esclavo es carecer de libertad, y Dios nos quiere libres y
para ser libre, debemos ser consecuentes con la Palabra del Señor, que; “decía pues, Jesús a los judíos que habían
creído en él: Si se mantienen en mi Palabra, serán verdaderamente mis
discípulos, y conocerán la verdad y la verdad les hará libres”. (Juan 8, 31-32). Jesús, nos otorga la
gracia de liberarnos de la esclavitud del pecado, para eso debemos comenzar
por el arrepentimiento, es así como Jesús respondió a los judíos: “En verdad,
en verdad les digo: todo el que comete pecado es un esclavo. Y el esclavo no
se queda en casa para siempre; mientras el hijo se queda para siempre. Sí,
pues, el Hijo les da la libertad, serán realmente libres”. (Juan (SBJ) 8,
34-36) Es así, como el arrepentimiento es el camino hacia la libertad. Es
Palabra del Señor. El amor al arrepentimiento, es el odio al
pecado, este tipo de odio, es un sentimiento de rechazo y antipatía que nos
podemos permitir. El arrepentimiento es el primer paso al camino con el
encuentro con el Señor. El arrepentimiento es reconciliarse con Dios, es
desear vivir para Dios. Reflexionando sobre el abatimiento que
produce vivir en pecado, me hace tener la convicción plena que todo el mundo
necesita arrepentirse, ¿alguien se siente libre de culpas?, frente a esta
pregunta que hizo el Señor, todos se retiraron y nadie fue capaz de condenar.
(Cfr. Juan 8-3-10). Pero para reconocerse creyente, para ser honesto con
Dios, debemos reconocernos como pecadores, y si decimos que no tenemos pecado
¿hasta qué punto estamos diciendo la verdad?. La
sentencia del Evangelista San Juan, nos interpela duramente: “Si decimos: «No
tenemos pecado», nos engañamos y la verdad no está en nosotros”. (1 Juan 1, 8)
Confesar nuestras faltas, es buscar la amistad de Jesús, y es querer limpiarnos
de nuestras impurezas: “Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él
para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia”. (1 Juan 1, 9).
Por otra parte, no se puede predicar el Evangelio y vivir distinto a él,
quien lo haga, finge cualidades, ideas o sentimientos contrarios a los que
verdaderamente tiene. Lo peor, es que no estamos siendo consecuentes con su
Palabra: “Si decimos: «No hemos pecado», le hacemos mentiroso y su Palabra no
está en nosotros”. (1 Juan 1, 10). Es decir,
su Palabra no habita en nosotros, no conoce nuestro corazón. Pero Jesús conoce bien los corazones arrepentidos
de sus faltas. En cualquier etapa de nuestra vida que le mostremos a Jesus un
corazón arrepentido, le daremos la oportunidad al Espíritu Santo para
comenzar su obra, y nuestra vida comienza a cambiar. El arrepentimiento es un cambio en la forma
de pensar y ver las cosas, es un cambio en la mente y en el corazón. Como cristianos, estamos llamados para dar
testimonio de vida en nombre de Jesús. Pero nuestro testimonio debe incluir
un estilo de vida que sea coherente entre lo que decimos y lo que hacemos,
entre lo que predicamos y lo que practicamos, si no es así, tenemos un nombre
para nosotros, el mismo que Jesús le dijo a los fariseos, “Hipócritas”. Luego que Jesús completo su experiencia de
los cuarenta días en el Desierto, Comenzó a predicar y a decir: "¡Arrepiéntanse, porque el Reino de los Cielos ha
llegado. (Mateo 4,17). Es así como los
Evangelios llevan implícito el arrepentimiento. Si Jesús nos pide esto, ¿Por
qué nos debe avergonzar que sea necesario arrepentirnos? En efecto, si amamos
los evangelios, entonces amamos arrepentirnos. Juan Bautista, predicaba, “Den, pues, fruto
digno de conversión”, (Mateo 3,8),
entonces el arrepentimiento del Evangelio verdadero, tiene que ser acompañado
por sus frutos. Jesús nos dice “Por sus frutos los conocerán”. (Mateo 7,16), y
así también luego nos agrega “Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el
árbol malo da frutos malos.” (Mateo 7,17). En otras palabras, si confesamos
creer en los Evangelios, no olvidemos que Jesús nos dice, esa misma sentencia
que repetimos el miércoles de ceniza;
"El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; conviértete
y cree en el Evangelio”. (Marcos 1,15) Es así, como Jesús nos predica un
evangelio que invita al arrepentimiento. Por tanto, todo aquel que quiera predicar
los evangelios, tiene que pasar por el arrepentimiento y si cae en falta, volver
a experimentarlo, porque estaremos enseñando un mensaje para el
arrepentimiento de todos los hombres, y debemos mostrar que somos creíbles.
Hoy conocemos bien cuáles son nuestras faltas, tenemos mayor facilidad para
conocer lo que nos corresponde. Se nos ha educado y enseñado y no podemos
alegar ignorancia. San Pablo, se estaba dirigiendo al pueblo de Atenas,
Grecia y les estaba explicando el Evangelio de Jesucristo, en ese instante
reconoce la ignorancia de quienes le están escuchando y les dice; “Dios,
pues, pasando por alto los tiempos de la ignorancia, anuncia ahora a los
hombres que todos y en todas partes deben arrepentirse” (Hechos 17,30). Jesús, llama a los Doce y comenzó a
enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. (Marcos
6,7) Y, yéndose de allí, predicaron que se arrepintiese (convirtieran); (Marcos
6,12). Para llevar a delante esta gran misión, tenemos que ser consecuente
con el Evangelio, lejos de toda hipocresía y cercano a toda la verdad, para
honrar a Jesus resucitado, quien nos dijo: “Estas son aquellas palabras mías
que les hablé cuando todavía estaba con ustedes: Es necesario que se cumpla
todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos
acerca de mí. Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las
Escrituras, y les dijo: Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara
de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión (el
arrepentimiento) para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando
desde Jerusalén. (Lucas 24, 44-47) Y los Apóstoles, fueron leales a lo pedido
por Jesús, y les predicaba así a sus hermanos: “Ya sé yo, hermanos, que
obrasteis por ignorancia, lo mismo que vuestros jefes. Pero Dios dio
cumplimiento de este modo a lo que había anunciado por boca de todos los
profetas: que su Cristo padecería. Arrepiéntanse, pues, y conviértanse, para
que sus pecados sean borrados” (Hechos
3, 17-19). Pedro le está indicando a
sus hermanos, cual es primer paso para liberarnos del pecado, primero debemos
arrepentirnos, esa es, condición necesaria para que nuestros pecados sean
borrados. En otra ocasión Pedro, animando a sus hermanos les dice: “No se
retrasa el Señor en el cumplimiento de la promesa, como algunos lo suponen,
sino que usa de paciencia con ustedes, no queriendo que algunos perezcan,
sino que todos lleguen al arrepentimiento (la conversión). (2 Pedro 3,9). Esta
es la voluntad de Dios, esto es lo que quiere Dios de nosotros, porque Él
sabe que es lo mejor para nuestra vida. Porque el Señor es Justo, compasivo y
misericordioso, no nos cabe ninguna duda. Dios nos quiere arrepentidos, porque él
quiere que sus hijos se salven. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro
Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento pleno de la verdad. (1
Timoteo 2, 3-4). La misericordia de Dios es asombrosa y es para todos los
hombres, sin discriminación. El mismo Pedro quedo sorprendido, así lo
comenta; “Por tanto, si Dios les ha concedido el mismo don que a nosotros,
por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para poner obstáculos
a Dios? Al oír esto se tranquilizaron y glorificaron a Dios diciendo: Así
pues, también a los gentiles les ha dado Dios la conversión (el
arrepentimiento) que lleva a la vida.
(Hechos 11, 17-18) Reconozcamos que a pesar de muchos
esfuerzos, nos tentamos en caer en el pecado. Admitamos que aunque
reconocemos el llamado a vivir bajo las enseñanzas de los evangelios, le
desobedecemos, aceptar esto de corazón, será agradable a Dios, y El Será
misericordioso con nosotros, expresión total de bondad, El será amable con
nosotros, y nos guiara amorosamente al arrepentimiento. La voluntad de Dios,
es salvarnos, para ello debemos arrepentirnos. Jesús nos predicó el arrepentimiento en
todas partes. Del mismo modo sano a muchos. Muchos se acercaron Jesús y
fueron sanados. Cuando nos sentimos enfermos, muy rápidamente le pedimos a
Jesús que nos sane, pero cuando se hace necesario pedir el arrepentimiento,
vamos lentos. En otras palabras; ¿Por qué somos tan rápidos para pedirle a
Jesús y tan lentos para darle? Cuando el Señor nos pide el
arrepentimiento, lo hace para salvarnos, para que podamos ser libres, para
que glorifiquemos su nombre. El pecado tiene sus penas y el arrepentimiento
sus alegrías. En efecto, el pecado es aflicción y dolor en el alma, el
arrepentimiento es gozo. Pablo nos dice; “Cada cual dé según el dictamen de
su corazón, no de mala gana ni forzado, pues: Dios ama al que da con alegría.
Y poderoso es Dios para colmaros de toda gracia a fin de que teniendo,
siempre y en todo, todo lo necesario, tengáis aún sobrante para toda obra
buena. (2 Corintios 9, 7-8) y También Pablo expone a los Corintios: “Ahora me
alegro. No por haberlos entristecido, sino porque aquella tristeza les movió
al arrepentimiento. Pues ustedes se entristecieron según Dios, de manera que
de nuestra parte no han sufrido perjuicio alguno. En efecto, la tristeza
según Dios produce firme arrepentimiento para la salvación; (2 Corintios 7,
9-10) El Beneficio fue producido por el arrepentimiento, la salvación y
liberación del mal. Con todo, Dios no quiere que sintamos pena y lástima por
nuestra propia desgracia. En lugar de
eso quiere bendecirnos y recompensarnos cuando le respondemos por medio del
arrepentimiento, si lo hacemos seremos liberados y entraremos en el gozo de
nuestra salvación. Dios Padre nos ama, Dios Hijo nos ama, por
eso nos llama al arrepentimiento. Aceptemos este llamado del Señor, él sabe
que luchamos para arrepentirnos, él nos ayudara con su gracia. El
arrepentimiento es una decisión de que tenemos fe en la salvación que nos
trajo Jesús, de confianza en la Misericordia de Dios. ¿El Beneficio de
arrepentirse?, la vida eterna, el acceso al Reino de los Cielos.
Pedro Sergio
Antonio Donoso Brant Los textos bíblicos, están extraídos de la
Biblia de Jerusalén Otros artículos relacionados: Publicado en mi página WEB www.caminando.con-jesus.org en
esta sección: |
|
---