“Ay de mí si no evangelizo”

Anunciar el evangelio es un deber, una obligación que incumbe a todo cristiano

Comentario a 1Cor 9,16-19.22-23

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds

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San Pablo experimenta como una urgente necesidad la misión de predicar, tarea que ejerce como un servicio a los demás.

 

Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 1Cor 9,16-19.22-23

Hermanos: Si anuncio el Evangelio, no lo hago para gloriarme: al contrario, es para mí una necesidad imperiosa. ¡Ay de mí si no predicara el Evangelio! Si yo realizara esta tarea por iniciativa propia, merecería ser recompensado, pero si lo hago por necesidad, quiere decir que se me ha confiado una misión. ¿Cuál es, entonces, mi recompensa? Predicar gratuitamente el Evangelio, renunciando al derecho que esa Buena Noticia me confiere.

En efecto, siendo libre, me hice esclavo de todos, para ganar al mayor número posible. Y me hice débil con los débiles, para ganar a los débiles. Me hice todo para todos, para ganar por lo menos a algunos, a cualquier precio. Y todo esto, por amor a la Buena Noticia, a fin de poder participar de sus bienes.

Palabra de Dios.

 

1.                      PABLO HA RECIBIDO LA URGENTE MISIÓN DE ANUNCIAR EL EVANGELIO

Para Pablo, el anuncio del evangelio no puede ser nunca profesión retribuida, sino una aventura que se asume a consecuencia de la irrupción de Dios en la conciencia del evangelizador. A los problemas suscitados por los corintios responde de modo flexible y matizado, mostrándose favorable a los unos y a los otros. Pablo ha recibido la urgente misión de anunciar el Evangelio. Y en nombre de este apremio se ha hecho servidor de todos: de los débiles como de los fuertes, de los paganos como de los judíos. No se trata de la bondad fácil ni de una sutil diplomacia para congraciarse con todos o atraer los votos de todo el mundo. Pablo tiene la honda convicción de que el evangelio no absolutiza ninguna cultura, filosofía o ética, sino que valoriza el empeño libre de cada uno en servicio del amor.

1.             “ME HE HECHO DÉBIL CON LOS DÉBILES”

Recuerda Pablo un ejemplo afín tomado de su propio ministerio: como “apóstol” hubiera podido gozar del derecho a ser mantenido por la comunidad, pero ha renunciado a ello movido precisamente por su caridad para con los corintios. En efecto, quería favorecer su adhesión al Evangelio, evitando de cualquier manera la posibilidad de ser confundido con alguno de los muchos predicadores asalariados. En consecuencia, ahora puede pedir a los corintios que muestren, respecto a sus hermanos más débiles, la misma caridad que él uso antes con ellos: “Me he hecho débil con los débiles”.  El apóstol aduce aquí, en definitiva, el ejemplo de su ministerio como demostración de un tema más amplio y decisivo: el de la caridad que edifica (cf. 1 Cor 8,2).

2.             ANUNCIAR EL EVANGELIO NO ES PARA MÍ UN MOTIVO DE GLORIA

“Anunciar el Evangelio no es para mí un motivo de gloria; es una obligación que tengo”: es la urgencia propia de la caridad. La caridad de la predicación es resultado de la libre decisión del que es llamado, pero también de la necesidad de responder de manera adecuada a la vocación divina. Por eso afirma Pablo que se ha hecho libremente “siervo” de la causa del Evangelio: “siendo libre, me hice esclavo de todos, para ganar al mayor número posible”. De ahí se sigue la renuncia al derecho a obtener una recompensa por su propio empeño apostólico, porque es esclavo del Evangelio, y al esclavo se le exige que trabaje sin una verdadera paga. Por eso no exige Pablo una recompensa económica a los fieles.

3.             “¡AY DE MÍ SI NO ANUNCIO EL EVANGELIO!”.

Estas palabras de san Pablo son para todos. Anunciar el evangelio es un deber, una obligación que incumbe a todo cristiano. Todo bautizado es hecho profeta para proclamar ante el mundo las hazañas maravillosas del que nos llamó a salir de las tinieblas y a entrar en su luz admirable. Todo cristiano es un apóstol, un enviado de Cristo en el mundo. Para anunciar el evangelio no hace falta subir a un púlpito. Podemos hablar de Cristo en casa y por la calle, a los vecinos y a los compañeros de trabajo, con nuestra palabra y con nuestra vida. ¡Pero es necesario que lo hagamos! No podemos seguir pensando que es tarea sólo de los sacerdotes. ¿Cómo puede creer la gente sin que alguien les hable de Cristo? (Rom 10,14). Esta es la maravillosa y sublime misión que nos encarga el Señor.

4.             ME HICE TODO PARA TODOS.

¡Admirable testimonio de san Pablo! Hacerse todo a todos significa renunciar a sus costumbres, a sus gustos, a sus formas... Y todo para que se salven, para llevarles al evangelio. Exactamente lo que hizo el mismo Cristo, que se despojó de su rango y se hizo uno de nosotros para hablarnos al modo humano, con palabras y gestos que pudiéramos entender. A la luz de esto, nunca podemos decir que hemos hecho bastante para llevar a los demás a Cristo. Un rasgo esencial del evangelizador es este amor ardiente a los hombres que le lleva a despojarse de sí mismo para darles a Cristo.

5.             RENUNCIANDO AL DERECHO QUE ESA BUENA NOTICIA ME CONFIERE.

“...Sin usar el derecho que me da la predicación de esta Buena Noticia”. San Pablo reconoce que el que predica tiene derecho a vivir el evangelio, como se lee en el versículo 14: “Del mismo modo, también el Señor ha ordenado que los que predican el Evangelio vivan del Evangelio” (1 Corintios 9,14). Sin embargo, gustosamente ha renunciado a este derecho, no recibiendo nada de los corintios y trabajando con sus propias manos, como se lee en e versículo 12: “Si otros tienen estos derechos sobre vosotros, ¿no los tenemos más nosotros? Sin embargo, nunca hemos hecho uso de estos derechos. Al contrario, todo lo soportamos para no crear obstáculo alguno al Evangelio de Cristo”(1 Corintios 9,12)

6.             EL QUE ANUNCIA EL EVANGELIO DEBE DAR TESTIMONIO DE ABSOLUTO DESINTERÉS

Para Pablo, es premio suficiente haber sido tomado para el servicio del Evangelio. He aquí, pues, la indicación que brota de su ejemplo apostólico, que los “fuertes” de Corinto deben tomar como modelo, de suerte que sepan renunciar, con generosidad, a un derecho que les corresponde en favor de los débiles: “Y me hice débil con los débiles, para ganar a los débiles.”, Me hice todo para todos, para ganar por lo menos a algunos, a cualquier precio.

El que anuncia el evangelio debe dar testimonio de absoluto desinterés, renunciando incluso a lo justo y a lo necesario. Sólo así podrá ser testigo creíble de una palabra que anuncia el amor gratuito de Dios. Sin ello el anuncio del evangelio no puede dar fruto.

“Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis” (Mt 10,8-10).

El Señor les Bendiga y les haga felices

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds

V Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B

Febrero 2012


Fuentes. Padre Julio Alonso Ampuero

Lectio Divina, Lectio Divina para cada día del año, de Giorgio Zevini y Pier Giordano Cabra (Eds.)

textos de la Biblia Nácar-Colunga, (SBNC) y/o Biblia de Jerusalén (SBJ)

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