EL LADRON QUE ENTRO AL PARAÍSO, SU ULTIMA MORADA (Lucas 23, 39-43) Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1.
“ÉSTE NADA MALO HA HECHO”. El “Buen Ladrón”, es uno de los dos malhechores
que según el Evangelio de Lucas (Lc 23, 39-43) fue crucificado al mismo
tiempo junto a Cristo. Aunque ninguno de los evangelios canónicos menciona el
nombre de los ladrones, en algunos evangelios apócrifos el “Buen Ladrón” es
llamado Dimas. Cuando Cristo estaba en la Cruz, uno de los
ladrones que estaba crucificado junto a él le insultaba
igual como lo hacían los demás
judíos
y le gritaba al
Señor; “¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!”, y mientras injuriaba a Jesús, el otro que
estaba también crucificado al lado del Señor
criticaba
sus palabras diciéndole; “¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma
condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros
hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho.” Fijémonos en un detalle, el otro ladrón, al
que conocemos hoy como “el buen ladrón”, se pone en el lugar de un juez, y llega a
sentenciar; “Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con
nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho”, esto es, quiere juzgar sobre una verdad. Pensemos además otro detalle, para que este hombre haya llegado hasta
la cruz, tiene que haber confesado sus culpas ante el juez que lo sentenció, en este caso
Pilato. También podemos suponer, que para que este hombre confesara sus
faltas, tiene que haber pasado por dolorosas torturas. También es necesario
tener presente que distinto es el hombre cuando juzga a quien no conoce, como le pasa a muchos jueces y otra cosa es
cuando lo hace Dios, que sabe
a quién juzga, que comprende, que penetra en
las conciencias y lee el corazón de los hombres. Por otra parte, consideremos dos diferencias, cuando el hombre reconoce y confiesa ante un juez una falta o un
delito, dependiendo de la gravedad, él le impone un castigo y en el caso del reconocimiento de las faltas y la confesión ante Dios, hay misericordia,
perdón y salvación. Otro aspecto interesante para añadir a este comentario, es la forma como el “Buen Ladrón” reconoce la inocencia de Cristo cuando dice; “éste
nada malo ha hecho”, es
como decir; tomen razón que estamos presenciando una injuria, un grave
agravio, porque estamos castigando la inocencia junto con lo criminal, claro,
el ladrón reconoce sus transgresiones y
graves delitos. Y es posible que mientras los ladrones hayan asesinado a gentes, Cristo se preocupaba por darle la vida a otros, mientras los ladrones le quitaban a su gente, el Señor repartía pan a los que tenían
hambre, mientras los ladrones le
hacían daños a sus semejante y el Señor bendecía a su pueblo y pedía amor
hacia el prójimo, por eso el “Buen
Ladrón” reconocía; “Y nosotros con razón, porque nos lo hemos
merecido con nuestros hechos.” El evangelio relata; “Estaba el pueblo mirando; los magistrados hacían muecas diciendo: A
otros salvó; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido.
También los soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían vinagre y
le decían: Si tú eres el Rey de los judíos, ¡sálvate!.
y había
encima de él (en la cruz) una inscripción: “Este es el Rey de los judíos” y
el otro malhechor colgado le
insultaba: “¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!”. No obstante, este “Buen Ladrón” habiendo observado la dureza de los corazones de los presentes, le
pide a Jesús: “acuérdate de mí
cuando vengas con tu Reino”. Podemos entonces hablar de que el “Buen Ladrón” exponía a los presentes, deliberando sobre las palabras con que el
otro ladrón insultaba al Señor. “¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la
misma condena?” Ciertamente, es algo que impresiona, el “Buen Ladrón” está observando a un crucificado, no obstante confiesa que es Dios,
el “Buen Ladrón” se da cuenta
que junto él está un condenado y comunica su dignidad de rey; “acuérdate de mí
cuando vengas con tu Reino.” Así es como este condenado a muerte, agobiado por el
suplicio, pide públicamente por alguien que reconoce qué; “éste nada malo ha hecho”. Además pide a la fuente de la
justicia que perdone su maldad. 2. EJEMPLO DE VERDADERA CONVERSIÓN Comenta al
respecto San Gregorio: “Los clavos habían fijado sus pies y sus manos a
la cruz, y nada se encontraba en el ladrón que no padeciese, más que el
corazón y la lengua. Por inspiración divina, ofreció al Señor todo lo que en
sí había encontrado libre, de conformidad con lo que está escrito: (Rm
10,10) "Con el corazón se cree lo que es justo; con la boca se
confiesa para salvarse". El Apóstol hace mención (1Co 3) de tres
virtudes en aquél que está lleno de la gracia, y que el ladrón recibió y
conservó en la cruz. Tuvo fe, porque creyó que reinaría con Dios, a quien
veía morir a su lado; tuvo esperanza, porque pidió entrar en su reino, y tuvo
caridad, porque reprendió con severidad a su compañero de latrocinios, que
moría al mismo tiempo que él, y por la misma culpa.” San
Gregorio, moralium 18,25. Comenta además San Ambrosio. “Se da en esto un
admirable ejemplo de verdadera conversión, por lo que se concede tan pronto
al ladrón el perdón de sus culpas. El Señor le perdonó pronto, porque pronto
se convirtió: la gracia es más poderosa que la súplica. El Señor concede
siempre más de lo que se le pide: el ladrón sólo pedía que se acordase de él,
pero el Señor le dice lo que sigue: "En verdad te digo que hoy estarás
conmigo en el paraíso". La vida consiste en habitar con Jesucristo, y
donde está Jesucristo allí
está su reino.” (Catena aurea) Cuando miramos
hacia el Gólgota las tres cruces, nos hace sufrir ver a Cristo crucificado entre dos ladrones, al medio la fe y los costados la infidelidad. El diablo había arrojado a Adán del paraíso, pero Jesucristo introdujo
al ladrón en el paraíso, en presencia de todos, y de sus mismos apóstoles.
Por una sola palabra y con solo la fe entró en
el paraíso, para que nadie dudase de entrar a pesar de sus errores y sus faltas en la vida. Comenta Crisóstomo. “Obsérvese la prontitud: desde la cruz al cielo, desde la condenación
al paraíso; para que se sepa que el Señor lo hizo todo, no para demostrar la
bondad del ladrón, sino su clemencia. Algunos dicen: si ya se ha premiado
bastante a los buenos, ¿para qué la Resurrección? Si ya introdujo al ladrón
en el paraíso, y su cuerpo quedó aquí expuesto a la corrupción, no hace falta
que vuelva a resucitar. Pero la carne, que sufrió con el ladrón, ¿habrá de
quedar sin premio? Oigamos a San Pablo que dice a los fieles de Corinto: (1Co
15,53) "Conviene que esto, corruptible, revista la
incorruptibilidad". Pero si el Señor había ofrecido el reino de los
cielos y llevó al ladrón al paraíso, todavía no le ha premiado. Pero dicen
que con el nombre de paraíso dio a entender el reino de los cielos, porque se
expresaba en los términos acostumbrados cuando hablaba al ladrón, quien nada
había oído de la predicación divina. Algunos no leen "hoy estarás
conmigo en el paraíso", sino, "te digo hoy"; y después, "que
serás conmigo en el paraíso". Pero esto tiene una solución más sencilla:
Los médicos cuando desahucian a un enfermo incurable, dicen: Ya está muerto.
Pues así el ladrón: como ya no podía volver a su vida pecadora, se dice que
entró en el paraíso.” 3. ACUÉRDATE DE MÍ CUANDO VENGAS CON TU REINO Ciertamente,
hay algo que es muy verdadero para todos, porque tanto el ladrón como los demás
santos, se encuentran en el reino de los cielos y en el paraíso. Y como expone el autor de la carta a los
Hebreos; “Unos fueron torturados, rehusando la liberación por conseguir una
resurrección mejor; otros soportaron burlas y azotes, y hasta cadenas y
prisiones; apedreados, torturados, aserrados, muertos a espada; anduvieron
errantes cubiertos de pieles de oveja y de cabras; faltos de todo; oprimidos
y maltratados, ¡hombres de los que no era digno el mundo!, errantes por
desiertos y montañas, por cavernas y antros de la tierra. Y todos ellos,
aunque alabados por su fe, no consiguieron el objeto de las promesas. Dios
tenía ya dispuesto algo mejor para nosotros, de modo que no llegaran ellos
sin nosotros a la perfección.” (Hebreos 11, 37-40) Con todo, conviene aclarar otra vez, cómo
es que se considera al ladrón como digno de entrar en el paraíso, siendo así
que esto ni siquiera ha sido
fácil para los santos. En el
fondo, siempre estamos pensando que la puerta, además de estrecha, impide la
entrada de los que no son dignos de entrar,
no obstante se abre con más facilidad a los que son dignos de entrar. El Evangelio de Mateo relata: “De la misma manera le injuriaban
también los salteadores crucificados con él.” (Mateo 27,44) y Marcos relata:
“También le injuriaban los que con él estaban crucificados.” (Marcos 15,32),
esto es los dos ladrones insultaban
al Señor,
en cambio Lucas dice que uno lo insultaba y el otro le amonestaba. Igualmente puede suceder
que este ladrón lo insultase al principio,
pero que luego se convirtió. Hay muchos elementos para reflexionar sobre este relato evangélico,
ciertamente, hay una gran escena de misericordia. Jesús siempre se había puesto
misericordiosamente al lado de los más débiles, se daba a todos los que le
salían a su encuentro, busco salvar lo que estaba perdido. Pero ahora, luego
de haber sido cruelmente golpeado, haber subido con mucho dolor hacia el
patíbulo, cuando cuelga clavado en una cruz, cuando todo parece acabado,
interviene un criminal que acompaña a Jesús en su condena, para pedirle no
solo acompañarlo en este sacrificio, sino que además el paraíso. Jesús le mira, y se deja mirar, entonces el “Buen Ladrón” vuelve su
mirada hacia Cristo y, luego pronuncia una oración, una plegaria en la que le
declara su esperanza de ser aceptado por Dios. Nótese que no le pide al Señor
que lo salve de la muerte, todo lo contrario, pide: “acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino”, es decir que lo
admita, que piense en él y se dirige al mismo Jesús en una contenida
confesión de fe. Cabe destacar, el modo como pone su mirada en el regreso triunfal de
Jesús, esto es, en la parusía. “Entonces aparecerá en el cielo la señal del
Hijo del hombre; y entonces se golpearán el pecho todas las razas de la
tierra y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran
poder y gloria.” (Mateo 24, 30). Es
así, como este malhechor ve en Jesús, no solo un inocente que está siendo
crucificado, además, ve al autor de la salvación. Es entonces, este “Buen
Ladrón”, el ejemplo de todo hombre que siente la necesidad de ser salvado por
Jesús, reconoce la inocencia del Señor y entiende bien su pasión. El “Buen
Ladrón” reconoce sus pecados, pide perdón, y está dispuesto a entrar en el
Reino de los Cielos pasando por la muerte, tiene gran fe en la vida eterna,
pues pide entrar en el paraíso. 4. CONVERTIRSE DESDE LA MIRADA DE CRISTO, UN VIAJE A SU
ULTIMA MORADA ¿Pero qué fue lo que hace cambiar de actitud al “Buen Ladrón”?. Para
abrir el corazón es imprescindible saberse mirado. Sólo desde la gracia puede
el orante paladear y saborear, la amistad. Tenemos que educar la mirada:
desde la mirada exterior educar la mirada interior. Teresa de Jesús, emplea
muchas veces el verbo mirar, mirarle, poner los ojos en El, volver los ojos a
mirarle, y es así como nos dice: “Y os mirará Él con unos ojos tan hermosos y
piadosos, llenos de lágrimas, y olvidará sus dolores para consolar los
vuestros, solamente porque vais a consolaros con Él y porque volvéis la
cabeza para mirarle”. (CP 26,5). Entonces, creo que podemos suponer que la conversión de este “Buen
Ladrón”, nace desde la mirada de Cristo, y desde una cara castigada,
maltratada, escupida y demacrada. Es
la misma mirada que había puesto sus ojos en tanto hombres y mujeres necesitados
de su misericordia, que había realizado tantos prodigios, mirada de un
corazón puro que se adentraba en los corazones, mirada que invitaba a
seguirlo y a ser su discípulo. El hombre,
hecho a imagen y semejanza de Dios, nace con un corazón bueno, porque todo lo
que ha hecho Dios es bueno, pero luego en la vida de los hombres, por
circunstancias externas, tal vez de tipo social, se inclinan por la mala
vida, el robo y los delitos. Pero a pesar de todas sus transgresiones, al “Buen
Ladrón” le llega el minuto de mirar hacia su interior y ver lo bueno que
traía desde su nacimiento, entonces es capaz de mirar a Cristo, y decir; “en cambio, éste nada malo ha hecho.” Y así
de este modo, nace desde un
corazón que ha recibido la mirada de Cristo, la necesidad de reconocer sus
faltas. En efecto, es
el momento de entregar toda sus miserias a Cristo, es el minuto de la
humildad total, es el instante de la verdad, en esas condiciones puede
recogerse para pedir desde muy adentro a Cristo que no se olvide de él. Pero
además, es como estar en el Tabor, a pesar de todo el sufrimiento, puede
decir que bien se está aquí con el Señor, en forma directa en la presencia de
Dios, como si este hombre dijese, ahora Yo en ti y tu
en mí. Ahora, es el momento de rendirse por amor a Él, morir en el amor de
Cristo para que le lleve de la mano al paraiso. En pocos instantes de
sufrimiento, el “Buen Ladrón” aprende a amar, dejándose amar, confiado que va
a resucitar con Cristo y hacer la petición confiada de; “acuérdate
de mí”. “Dios es amor”, (1Jn 4,7) y le
perdona a este ladrón todo el mal que ha hecho, y le concede las gracias por
su profundo acto de fe. “El, que todas
tus culpas perdona, que cura todas tus dolencias, rescata tu vida del
sepulcro, te corona de amor y de ternura” (Salmos 103, 3-4). Y desde labios del mismo Cristo, escucha las
palabras que todo hombre busca en el lecho de la muerte: “Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso.” “En el Señor, se encuentra la misericordia y la redención en
abundancia.” (Sal 129, 7) Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant Fuente
de este artículo y sus comentarios. Textos de la Biblia de Jerusalén (SBJ) Catena Aurea Agosto 2015 Publicado en mí pagina WEB www.caminando-con-jesus.org en
este link. CRONICAS Y
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