LA CARIDAD, NUESTRO AMOR A DIOS Y A LOS HOMBRES

“a la piedad el amor fraterno, al amor fraterno la caridad” (2 Pedro 1,7)

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1.    El deseo más profundo de la persona es amar

Entendemos del sentido de la caridad, cuando la interpretamos como la actitud solidaria con el sufrimiento ajeno, o como la limosna o auxilio que se da o se presta a los necesitados.La caridad es como un paraíso de bendición” (Eclesiástico, 4017)

Al utilizar la palabra amor, amar, caridad, estamos  tratando con el término más tierno de nuestro lenguaje, y es la expresión que mas llega al corazón de los hombres. Al menos no conozco a ninguna persona que no haya experimentado un sentimiento al expresarla. En efecto, el hombre vive para amar y para ser amado; viene a la existencia por un acto de amor de sus padres y su vida está desde el comienzo, amparado por gestos de ternura y de amor.

El deseo más profundo de la persona es amar. El hombre crece, se realiza y encuentra la felicidad en el amor; el fin de su existencia es amar. Y es así, como el amor es una realidad divina: “Dios es amor” (1 Juan 4,8). El hombre recibe una chispa de este fuego celestial y alcanza el objetivo de su vida si consigue que no se apague nunca la llama del amor, reavivándola cada vez más al desarrollar su capacidad de amar. Por consiguiente, el amor es uno de los elementos primarios de la vida, el aspecto dominante que caracteriza a Dios y al hombre.

En el cristianismo, es la virtud teologal que consiste en amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Pero además para los cristianos, es poner en práctica la palabra de Jesús (Juan 12,47), vivir en ella “tu Palabra es verdad” (Juan 17,17) y, consiguientemente, practicar la mutua caridad fraterna. El que cree en Jesús es también el que ama y no puede menos de amar; y por eso tiene la vida y la da.

2.    Caridad, la mayor de la virtudes

La caridad, es la tercera y mayor de las virtudes Divinas enumeradas por San Pablo; “Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad”. (1 Corintios 13, 13), Esta caridad, que se define como algo divinamente infundido, es la que inclina al hombre a amar a Dios por sobre todas las cosas, y al hombre por amor a Dios, “porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Romanos 5, 5).

La caridad habita en la voluntad humana, y en algunas ocasiones es intensamente emocional, y reacciona con frecuencia según nuestras facultades sensoriales, aún reside propiamente en la voluntad racional, hecho que no debe olvidarse pues sin ella sería una virtud imposible.

Tener caridad, es un acto de amor benévolo, es decir, es de un comportamiento que tiene buena voluntad, simpatía y comprensión hacia los demás y sin distinción de personas; "Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber; porque así acumulas lumbres sobre su cabeza, y el Señor recompensará" (Romanos 12,20).

Nos corresponde como cristianos, practicar la caridad que nos ha enseñado el Señor, en especial con los más pobres, y si no lo hacemos, ofendemos a Dios, porque el que tiene compasión del miserable honra al Creador; “Quien oprime al débil, ultraja a su Creador; mas el que se apiada del pobre, le da gloria”. (Proverbios 14,31). Asimismo el que se burla del pobre ofende al Señor, que lo ha creado; “Quien se burla de un pobre, ultraja a su Creador” (Proverbios 17,5); por el contrario, el que practica la caridad con el pobre hace un préstamo al Señor; “Quien se apiada del débil, presta al Señor, el cual le dará su recompensa”. (Proverbios 19,17). Amar a Dios es desearle a Él todo honor y gloria y todo bien, y, en la medida de nuestras posibilidades, empeñarse en obtenerla por Él.

3.    la caridad una amistad verdadera del hombre con Dios

El amor a Dios, es un sentimiento infundido por un don o una gracia que comunica al alma con Dios, es algo superior a esa inclinación que traemos desde el nacimiento, es algo diferente a los hábitos que hemos adquirido. Por tanto su origen, es por infusión divina y es una gracia santificante.

San Juan, (Juan 14, 23) nos destaca y nos resalta  el aspecto de reciprocidad que hace de la caridad una amistad verdadera del hombre con Dios. Cuando le preguntan a Jesús Señor, ¿por qué hablas de mostrarte a nosotros y no al mundo? Responde; “Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará”, Jesús se muestra a los que le aman. El que ama su palabra la guardará, la cuidará, vigilara y  defenderá, la colocara en un lugar seguro y apropiado, pero además la conservara y la cumplirá.

Luego Jesús nos dice; “Y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él”. (Juan 14, 23) En efecto, vienen a nosotros si vamos a ellos; vienen con su auxilio, amorosa ayuda, con todo su amor a socorrernos, nos amparan y nos asisten. Y aún hay más, nos iluminan y nos llenan de gracia. Para mayor premio a nuestro amor y obediencia, harán su morada en nosotros.

También nos dice el Señor que; “El que no me ama no guarda mis palabras”, (Juan 14, 24)  En efecto, viene en verdad al corazón de algunos, pero no hacen morada en ellos. Esto sucede porque si bien se vuelven a Dios por la contrición, luego caen nuevamente en la tentación y se olvidan del arrepentimiento. Para mayor gravedad, vuelven a sus pecar como si nada.

Pero en el corazón del que ama a Dios verdaderamente, con lealtad y fidelidad, El desciende y mora en su corazón. El que esta empapado del amor divino, supera la tentación. Verdaderamente ama a Dios aquel que no se deja dominar ningún instante en su alma por los malos placeres ni por nada que atente contra los hombres.

4.    AMAR A DIOS Y AL PROJIMO

Cierto fariseo, uno de ellos le preguntó con ánimo de ponerle a prueba al Señor”  “Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?”, y El le dijo: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas” (Mateo 22, 36-40). Esto es toda la Ley y los Profetas se fundamentan en estos dos mandamientos.

En el Evangelio de Lucas, dice que el Señor respondió: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”. (Lucas 10, 27). Este es nuestra más importante obligación, que no es para cumplirla hoy y mañana olvidarse de ella, es una actitud permanente y en cada instante. El amor a Dios, no permite la desidia en ningún aspecto, y las palabras "con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tus fuerzas y con toda tu mente, significa que Dios está por encima de todo.  Dice San Pablo; “la caridad que procede de un corazón limpio, de una conciencia recta y de una fe sincera”. (1 Timoteo, 1,5)

Y también tenemos obligaciones con nosotros mismos, ¿De qué le serviría a uno ganar el mundo entero si se destruye a sí mismo? ¿Qué dará para rescatarse a sí mismo? (Cfr. Mateo 16, 26) Y también tenemos obligaciones con amar al prójimo, y lo hacemos por amor a Dios, no porque solo queremos ser solidarios o compasivos.

5.    Ser modelo en la palabra, en el comportamiento y en la caridad

Jesucristo amo a los hombres al extremo, y se entregó hasta la cruz, esa es la caridad que debemos tener por nuestros semejantes, total, sin considerar en los hombres sus rasgo o característica propias que diferencian del resto, no solo amamos a los miembros de la familia o a los amigos íntimos, también a los que nos son conciudadanos nuestros, a los extranjeros y a los extraños, en otras palabras a la humanidad, sean estos pobres, marginados, condenados socialmente y aún a los que consideramos enemigos.

La actitud del cristiano se califica y encuentra su centro en el regalo amoroso con sus semejantes, es decir, en una donación sincera, intensa, perseverante y acogedora, entendida bien como participación en el amor de Dios, bien como imitación de la persona de Jesús, que se mostró como caridad viva en todos sus gestos. “Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros”. (Juan 13,15)

Jesucristo, en la parábola del buen samaritano, (Lc 10,30-37), nos invita a considerar quien es el verdadero prójimo, en el cual nos llama a perdonar a nuestros enemigos, a reconciliarnos con ellos, ayudarles y amarles y a socorrerles con sincera caridad en cualquier circunstancia, a diferencia de quienes evitaron pasar y ayudar al hombre herido, el buen samaritano "se compadeció" del desgraciado judío, "enemigo" de raza, y cuidó de él, por lo que merece ser señalado como modelo de caridad con el prójimo por haberse "compadecido de él".

El socorro a nuestros hermanos, debe hacerse siempre por amor, por caridad, por amor a Dios, no tiene otra condición.Procuremos, “ser para los creyentes modelo en la palabra, en el comportamiento, en la caridad, en la fe, en la pureza” 1 Timoteo, 4- 12)

El Señor nos Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

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Los textos bíblicos, están extraídos de la Biblia de Jerusalén

Alguna opiniones están tomadas del Diccionario Teológico RAVASI

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