LA DISCRIMINACIÓN, UN MAL QUE DEBEMOS VENCER Y ELIMINAR, POR SER CONTRARIA AL PLAN DIVINO
(GS 29) “No haréis en juicio acepción de personas,
escucharéis al pequeño lo mismo que al grande” (Deuteronomio 1,17) Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1. DIOS AMA A TODOS LOS HOMBRES El pueblo de Israel, y luego la Iglesia,
(Documento La Iglesia ante el Racismo para una Sociedad más Fraterna) a pesar
de haber tenido siempre conciencia de su elección particular por parte de
Dios con vistas a su misión universal, no está dentro de su ideal el
discriminar a las personas, sin
embargo hay experiencias vergonzosas, esto ocurrió algunas veces, se trató de
un grave peligro y ha sucedido en los momentos más oscuros de la historia del
pueblo de Dios. Con todo, ya en el Antiguo Testamento la revelación bíblica
presentó a Dios como padre de todos, especialmente en el libro de Jonás,
proclamando la universalidad del amor de Dios. En el segundo diálogo con
Jonás Dios intenta abrirle el corazón a los hermanos paganos: "Pero Dios
dijo a Jonás: '¿Piensas que tienes razón de enfadarte por este ricino
(arbusto de tallo grueso y leñoso)?' Él respondió: 'Sí, tengo tazón de
enfadarme hasta la muerte'. El Señor le dijo: 'Tú te enfadas por un ricino
que no te ha costado fatiga alguna, que no has hecho tú crecer, que en una
noche ha nacido y en una noche ha muerto, ¿y no voy a tener yo compasión de
Nínive, en la que hay más de ciento veinte mil personas que no saben
distinguir su derecha de su izquierda, y una gran cantidad de animales?"
(Jon 4,9-11). Dios ama
a todos sus hijos, porque Él es nuestro Padre: “Con amor eterno te he
amado: por eso he reservado gracia para ti”. (Jeremías 31,3). Dios no nos ama
por lo que nosotros hacemos, sino por lo que Él es: “Cual la ternura de un
padre para con sus hijos, así de tierno es el Señor para quienes le temen”; (Salmos 103,13) y nos ama totalmente porque
Él es amor; “Dios es amor” (1 Jn. 4,8), y no nos olvida en ninguna
circunstancia: “¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse
del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te
olvido”. (Isaías 49,15) Y lo más importante es que Dios no nos
pone ninguna condición para amarnos, y nos ama tal cual somos, no es
necesario que aparentemos los que nos somos para que Él nos ame, es más, Él
nos ha hecho así y nos ama sin distinción de raza, condición social, país de
origen, sin importar lo que hayamos sido o seamos ahora, con nuestros pecados
y defectos, es decir nos ama incondicionalmente y su amor por nosotros no
cambia; “Porque los montes se correrán y las colinas se moverán, más mi amor
de tu lado no se apartará y mi alianza de paz no se moverá - dice el Señor
que tiene compasión de ti. (Isaías
(SBJ) 54, 10). Y es lo más hermosos de Dios, que nos ama con nuestra cualidades y defectos no
nos deja de amar por los defecto, nos acepta y lo hace con amor, seamos ricos
o pobre y no necesitamos ponernos máscaras delante de Él. 2. LA BONDAD DE DIOS ES UNIVERSAL Y NO HACE ACEPCIÓN DE
PERSONAS. Entonces Pedro tomó la palabra y dijo:
“Verdaderamente comprendo que Dios no hace acepción de personas” (Hechos 10,34). La bondad de Dios es
universal y no hace acepción de personas. Dirige la vida del mundo creado por
su amor con el cuidado que todos ponen por sus cosas: "Tú amas todo lo
que existe y no aborreces nada de lo que hiciste, pues si algo aborrecieras
no lo hubieses creado. ¿Y cómo subsistiría nada si no hubiese sido llamado
por ti? Pero tú perdonas a todos, porque todo es tuyo, Señor, que amas cuanto
existe" (Sabiduría 11,24-26). El libro de la Sabiduría recoge la idea
del proyecto universal de salvación que Dios tiene para todos los hombres y
que encuentra luego en el Nuevo Testamento, sobre todo en Pablo, su más alta
cumbre. Dios le ha dado a cada uno de los hombres la sabiduría en una cierta
medida, lo educa con ella, lo corrige y le ayuda a creer en él. Pablo dice repetidas veces que la
salvación es para todos los hombres: "(Dios) quiere que todos los
hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1Tm 2,4). En
la carta a los Romanos, con un texto muy incisivo, dice cuál es la suerte de
los paganos si observan la ley escrita en sus corazones: "Pues cuando
los paganos, que no tienen ley, practican de una manera natural lo que manda
la ley, aunque no tengan ley, ellos mismos son su propia ley. Ellos muestran
que llevan la ley escrita en sus corazones, según lo atestiguan su conciencia
y sus pensamientos, que unas veces los acusan y otras los defienden... Si los
que no están circuncidados cumplen los preceptos de la ley, ¿no serán considerados
como si lo estuvieran?" (Rm 2,14-15 Rm 2,26). El Vaticano II ha vuelto a confirmar esta
doctrina de la salvación universal ofrecida a todos los hombres, y en LG
13-16 ha especificado incluso el tipo de relaciones que los no-cristianos
tienen con la Iglesia: "Finalmente, todos aquellos que no han recibido
todavía el evangelio están ordenados al pueblo de Dios de varias maneras, en
primer lugar los judíos en virtud de la elección..." (LG16). 3. CREERSE SUPERIOR A OTRA PERSONA Y NO ACEPTAR QUE SOMOS
IGUALES ANTE DIOS La discriminación es una actitud a partir
de criterios terminantes lejos de la caridad. Creerse superior a otra persona
y no aceptar que somos iguales ante Dios, impulsa a mentes soberbias a
lastimar física y emocionalmente a otra persona. Es absolutamente odioso
discriminar a las personas por criterios de edad, color de piel, color de
ojos diferente, nivel de estudios, conocimientos, nivel social, pobreza, riqueza
origen étnico, nacionalidad, religión, sexo, edad, discapacidad, condiciones
de salud, embarazo, lengua, estado civil o cualquier otra, tenga por efecto
anular el reconocimiento y el ejercicio de los derechos y la igualdad que
tienes todas las personas de tener las mimas oportunidades. “Para quien cree en Dios, todos los seres
humanos, incluso los menos favorecidos, son hijos del Padre universal que los
ha creado a su imagen y guía sus destinos con amor solícito. La paternidad de
Dios significa fraternidad entre los hombres: éste es uno de los puntos clave
del universalismo cristiano, un punto en común también con otras grandes
religiones, y un axioma de la más profunda sabiduría humana de todos los
tiempos, la que rinde culto a la dignidad del hombre” (Pablo VI, Discurso al
Cuerpo Diplomático, 14-1-1978) Y Juan Pablo II insistía: “La creación del
hombre por Dios "a su imagen" confiere a toda persona humana una
dignidad eminente; supone además la igualdad fundamental de todos los seres
humanos. Para la Iglesia, esta igualdad, enraizada en el mismo ser del
hombre, adquiere la dimensión de una fraternidad especialísima mediante la
encarnación del Hijo de Dios... En la redención realizada por Jesucristo, la
Iglesia contempla una nueva base para los derechos y deberes de la persona
humana. Por ello, cualquier forma de discriminación por causa de la raza...
es absolutamente inaceptable” (Alocución de Juan Pablo II al Comité especial
de las Naciones Unidas contra el apartheid, 7-7-198) “Pero si tenéis acepción de personas,
cometéis pecado y quedáis convictos de transgresión por la Ley”. (Santiago 2,
9) 4. IDÉNTICA DIGNIDAD DE LA MUJER Y DEL HOMBRE. "Macho y hembra los creó" (Gn
1,27). Es interesante la alusión a la diferencia entre los sexos en una
página didáctica como Génesis 1, estudiada en sus más pequeños detalles. Esta
diferenciación sexual se enuncia no ya en los términos socio-psicológicos de
hombre y mujer sino en los de macho y hembra. El individuo no existe
asexuado; existe como hombre o como mujer. Y esta diversidad de sexos, indica
el hagiógrafo, ha sido creada por Dios y se compagina maravillosamente con el
designio óptimo de Dios: "Macho y hembra los creó... Vio Dios todo lo
que había hecho, y he aquí que todo estaba bien" (Gn 1,27 Gn 1,31). Del
hecho de que el hombre (varón) ha sido querido y creado por Dios sexualmente
diferenciado se deduce la perfecta igualdad y la idéntica dignidad de la
mujer y del hombre. Tanto la mujer como el hombre son la imagen de Dios. El
historiador del Génesis 1 ve en primer lugar en la diferencia de los sexos no
tanto la relación interpersonal entre el hombre y la mujer como el
significado biológico, es decir, la fecundidad: "Sed fecundos,
multiplicaos y llenad la tierra" (Génesis 1,28). "De la costilla tomada del
hombre" (Génesis 2,22). La formación de la mujer ocupa, junto con las
relaciones de los sexos, un lugar privilegiado en Génesis 2. Más aún, no hay
en toda la Biblia o en las literaturas del antiguo Oriente otro relato tan
amplio y tan detallado sobre el origen de la mujer. Para resaltar la dignidad
de la mujer, el autor sagrado no refiere inmediatamente su venida a este
mundo, sino que la dibuja en tres cuadros sucesivos de desarrollo creciente A
la creación de la mujer precede una deliberación divina; “No es bueno que el
hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”. (Génesis 2,18), La creación de los animales
y su inútil desfile ante el hombre enseñan claramente la superioridad de la
mujer (y del hombre) sobre las bestias. “Y el Señor Dios formó del suelo
todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el
hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el
nombre que el hombre le diera. El hombre puso nombres a todos los ganados, a
las aves del cielo y a todos los animales del campo, más para el hombre no
encontró una ayuda adecuada”. (Génesis
2, 19-20) y luego tiene lugar la misteriosa creación de la mujer; este aire
de misterio está precisamente garantizado por el sueño profundo del hombre
(Génesis 2, 21). La identidad de naturaleza y la igualdad de dignidad de la
mujer respecto al hombre, además de la natural atracción entre los sexos, se
enseñan plásticamente mediante la "fabricación" de la mujer con una
costilla del mismo hombre. En la poesía del cantares por tres veces
la esposa, con variaciones apenas perceptibles (2,16; 6,9; 7,11), canta el
gozoso exclusivismo de la pertenencia de amor de él a ella ("mi amado es
mío", "él me está anhelando") y de ella a él ("yo soy de
mi amado", "yo soy para él"): aquí resulta clarísima la
dignidad de la mujer y su perfecta igualdad con el hombre, además de la
unicidad de su amor. Así pues, es notablemente rica la
enseñanza inspirada en el Antiguo Testamento sobre la mujer. La mujer es, en
su aspecto psicofísico, la reproducción viva de Dios, y por tanto es capaz de
someter la naturaleza y la vida mediante la autodeterminación y el don de la
inmortalidad bienaventurada. El ser sexuada forma parte integrante de su
personalidad. La mujer posee la misma naturaleza y la misma dignidad del
hombre, de quien es compañera en la armónica comunidad matrimonial y social
en general. 5. EL RACISMO Y LA DISCRIMINACIÓN “Los prejuicios o las conductas racistas
siguen empañando las relaciones entre las personas, los grupos humanos y las
naciones. La opinión pública se conmueve siempre más. Y la conciencia moral
no puede de ninguna manera aceptar tales prejuicios o conductas”.
(Introducción del Documento La Iglesia ante el Racismo para una Sociedad más
Fraterna) El racismo es una ideología basada en la
superioridad de una cierta raza o etnias sobre otras, ésta discriminación
racial es un acto que suele estar generalmente fundado en una ideología
racista. El racismo existe en todos los países, en
el mío, Chile, es como en muchos otros lugares, y abarca diversos tipos de
discriminación racial o étnica por parte de un grupo de ciudadanos que
piensan que son mejores que los nativos habitantes de mi país. Estas discriminación se remontan, al igual
que en otros países de América Latina, al colonialismo del siglo XVI,
específicamente durante la conformación del Imperio español y los procesos de
exterminio, esclavitud o mestizaje de los nativos de esta larga y angosta
faja de tierra. Lo que yo he observado, es que en Chile,
han sido víctimas del racismo y la discriminación étnica principalmente las
personas de origen mapuches, (sur del país) aimara y quechuas (norte del
país), también son objeto de discriminación los mestizos. Con la llegada de
inmigrantes, se discrimina a otros hombres y mujeres principalmente
sudamericanos como peruanos, bolivianos, ecuatorianos y colombianos y otros
inmigrantes tales como personas de color, asiáticos y musulmanes. Por otra
parte, existe una fuerte discriminación social a diversos niveles, tales como
culturales y económicos. En general el racismo en Chile actúa de modo
encubierto, se realiza sin reconocerse como tal, y se está haciendo un
esfuerzo por hacer un cambio, ya que en los últimos años han comenzado llegar
muchos inmigrantes de diversas nacionalidades, mucho de los cuales han
comenzado a integrarse en su nuevo país. “Toda forma de discriminación en los
derechos fundamentales de la persona, ya sea social o cultural, por motivos
de sexo, raza, color, condición social, lengua o religión, debe ser vencida y
eliminada, por ser contraria al plan divino” (Constitución Gaudium et Spes,
n. 29) 6. EL QUE ABORRECE A SU HERMANO Drástica es la sentencia del Evangelista
San Juan; “En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del Diablo:
todo el que no obra la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su
hermano”. (1 Juan 3, 10). La alusión a la caridad lleva al apóstol a
desarrollar el concepto de amor al prójimo. Esto lo hace por medio de
consideraciones místicas y prácticas con el fin de inculcar más profundamente
el amor fraterno. La caridad es la que distingue a los hijos de Dios. El amor
fraterno, practicado por el cristiano, es un aspecto de la justicia o de la
observancia de la ley moral; “Quien dice que está en la luz y aborrece a su
hermano, está aún en las tinieblas”.
(1 Juan 2,9). San Pablo nos dice que la caridad fraterna es la nueva
justicia, el pleno cumplimiento de la Ley; “Amarás a tu prójimo como a ti
mismo. La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en
su plenitud”. (Romanos 13, 9-10) Por eso, nuestro Señor manda a los cristianos
amarse los unos a los otros (1 Juan 3, 11). Este mandamiento es tan
importante, que es el mensaje mismo de Dios a su Iglesia, es la recomendación
suprema de Cristo. En la catequesis primitiva se insistía en este precepto de
la caridad, que era el distintivo de los primeros cristianos. Carta del Evangelista; “Quien no ama
permanece en la muerte. Todo el que aborrece a su hermano es un asesino; y
sabéis que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él. En esto hemos
conocido lo que es amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros
debemos dar la vida por los hermanos. Si alguno que posee bienes de la
tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo puede
permanecer en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de palabra ni de
boca, sino con obras y según la verdad. En esto conoceremos que somos de la
verdad, y tranquilizaremos nuestra conciencia ante Él, (1 Juan 3, 14-19) San Juan, para inculcar todavía mejor el
precepto del amor fraterno, acude a una antítesis: el odio al hermano. El
amor sugiere su opuesto, el odio, de la misma manera que los hijos de Dios se
contraponían a los hijos del diablo. El tipo tradicional del odio fraterno
era Caín que, llevado por la envidia, mató a su hermano. Los cristianos han de
procurar no ser como Caín, el cual fue desde el principio el prototipo de los
hijos del diablo. En la actitud de Caín y Abel se puede descubrir la actitud
de todos los hombres: unos odian, imitando a Caín, otros aman, siguiendo a
Abel. El primer fratricidio de la humanidad tuvo origen en la envidia, en el
odio del malvado contra el justo. La justicia de Abel fue la que excitó el
odio envidioso de su hermano. Las ofrendas de Abel eran agradables a los ojos
de Dios, porque eran buenas y justas; y, en cambio, las de Caín no fueron
aceptadas por Dios por el mal espíritu con que las ofrecía. Teniendo presente
la historia de Caín y Abel, no hay que extrañarse que el mundo hay mucha
gente que aborrece a su hermano. El odio pertenece a la esencia de los
hombres mundanos, del mundo, y es el que lleva a los hombres a la perdición.
Por el contrario, la condición de los cristianos es el amor, que tiene que
suscitar necesariamente la envidia y el odio del mundo, sumido bajo el
dominio del mal. El no amar a su hermano será señal de que
está muerto a la gracia, de que no tiene comunión vital con Dios. La caridad
fraterna es el mejor signo para distinguir a los buenos cristianos de
aquellos que no lo son. “¿De dónde sabemos que hemos pasado de la muerte a la
vida? —dice San Agustín —. Nadie interrogue a nadie. Que cada uno entre en su
corazón. Si allí hallare la caridad fraterna, esté seguro que ha pasado de la
muerte a la vida. Ya está a la derecha.” 7. “CARIDAD SIN HIPOCRESÍA” El discípulo de Jesucristo ha de ser
compasivo, como lo es Cristo. El corazón insensible no puede ser cristiano.
El amor por el prójimo será la señal y la medida de la presencia activa del
amor de Dios en el corazón del cristiano. El amor fraterno ha de ser
efectivo. No debe limitarse únicamente a palabras, sino que ha de
manifestarse en obras; “Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca, sino con
obras y según la verdad” (1 Juan 3, 18), como, por ejemplo, en la limosna y
hasta en el sacrificio de la propia vida. “Obras son amores y no buenas
razones,” dice muy bien y con mucha filosofía el refrán popular. Estamos los
cristianos a tomar muy en serio las exigencias de la caridad. El amor
efectivo se muestra en las obras y no en bellas palabras. Santiago critica
igualmente la hipocresía del rico que harta al miserable con solas buenas
palabras; “Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento
diario, y alguno de vosotros les dice:
Idos en paz, calentaos y hartaos, pero no les dais lo necesario para el
cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está realmente
muerta”. (Santiago 2, 15-19). Amar de verdad es amar como Jesucristo
crucificado nos ha amado. De ahí que cualquier obra buena que hagamos en
favor del prójimo ha de ser ejecutada con el mismo amor que animaba a Cristo
sobre la cruz. El Señor y su discípulo no han de formar sino uno solo. En la realización práctica de la caridad
conoceremos que somos de la verdad, es decir, de Dios. Sólo cuando la caridad
es activa y efectiva, nuestra conciencia nos asegura que llevamos una vida
conforme a la voluntad divina y que somos hijos de Dios. El amor efectivo,
que imita el de Cristo y procede de él, es la “caridad sin hipocresía” de que
nos habla San Pedro; “amaros los unos a los otros sinceramente como hermanos.
Amaos intensamente unos a otros con corazón puro” (1 Pedro 1,22). Mas esta instauración del reino en el
mundo es sólo inicial, por lo cual se presenta muy imperfecta y parcial; en
efecto, no todos los hombres han acogido a Cristo y su evangelio, ni en esta
tierra han sido aniquilados todos los males; el odio, la guerra, la
injusticia, la violencia, el racismo, la discriminación, el egoísmo siguen
reinando en nuestro mundo. El reino mesiánico de paz, de amor, de
fraternidad, de concordia es un ideal, si no ya una "utopía"; la
sociedad de los hombres y las diversas naciones son presa de la rivalidad, e
incluso de las guerras, de las luchas de clases y de las diferencias
raciales. Aunque hay que admitir honestamente que con la venida de Cristo y
con la acción de la Iglesia se han eliminado, o por lo menos se han impugnado
abiertamente, muchas situaciones injustas y violentas de la faz de la tierra
(como la esclavitud, la postergación de la mujer, la discriminación racial,
etcétera), no se puede ignorar el mal todavía reinante en el mundo: el reino
de Satanás está muy lejos de haber sido vencido. Sin embargo, la Biblia
enseña claramente que, al final de los tiempos, el último acto de la historia
lo constituirá la parusía, el retorno de Cristo a la tierra para la consumación
y el establecimiento definitivo del dominio de Dios sobre todas las
criaturas. Entonces cesará el tiempo y comenzará el reino de amor pleno, de
felicidad perfecta y de vida rebosante; entonces el Padre será todo en todos
y su presencia salvífica hará gustar a los suyos los frutos más bellos y más
dulces; entonces la gloria del Señor inundará y rodeará a todos los justos y
los transformará divinizándolos, mientras que los impíos, que han rechazado a
Cristo y su palabra, serán condenados eternamente. El establecimiento
definitivo del reino se presenta, pues, como un acontecimiento escatológico
en el sentido más pleno y perfecto. El
Señor nos bendiga, nos cuide y nos aleje del mal de la discriminación. Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant Fuente
de este artículo y sus comentarios. Textos de la Biblia Nácar-Colunga, (SBNC) y/o
Biblia de Jerusalén (SBJ) Textos del Diccionario Teológico Ravasi Texto
PONTIFICIA COMISIÓN «IUSTITIA ET PAX» LA IGLESIA
ANTE EL RACISMO PARA UNA SOCIEDAD MÁS FRATERNA. Enero 2014 Publicado en mí pagina WEB www.caminando-con-jesus.org en
este link. CRONICAS Y
COMENTARIOS |
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