(Raquel y Jacob) “EL AMOR CONYUGAL” Un recorrido por las Escrituras para llegar al amor conyugal Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds |
1 PRIMERA PARTE, PREÁMBULO DEL TEMA1.1 LA FAMILIA DE NAZARET, AMOR CONYUGAL MODELO DE TODA FAMILIA CRISTIANANuestra liturgia en Tiempos de Navidad, nos invita a
celebrar el día de la Sagrada Familia, este año la Fiesta es el 30 de
diciembre. “La familia es la primera comunidad de vida y amor el primer
ambiente donde el hombre puede aprender a amar y a sentirse amado, no sólo
por otras personas, sino también y ante todo por Dios.” (Beato Juan Pablo II,
Encuentro con las Familias en Chihuahua 1990). José, hombre justo y su esposa María, llevaron al niño a
Jerusalén para presentarlo al Señor, (Lc 2,3), así en estos versículos del
evangelio de la infancia se nos presenta la familia de Nazaret como modelo de
toda familia cristiana. En primer lugar, todo el episodio está marcado por el
hecho de cumplir la ley del Señor –cinco veces aparece la expresión en estos pocos
versículos, donde Lucas subraya cómo María y José cumplen con todo detalle lo
que manda la ley santa; lejos de sentirse dispensados, se someten dócilmente
a ella. De igual modo, no puede haber familia auténticamente cristiana si no
está modelada toda ella, en todos sus planeamientos y detalles, según la ley
de Dios, según sus mandamientos y su voluntad. Es así como se nos estimula a mirar la familia de Nazaret,
y así lo dijo el Papa Pablo VI “todos necesitamos volver a Nazaret para
contemplar siempre de nuevo el silencio y el amor de la Sagrada Familia,
modelo de toda vida familiar cristiana”. Y el papa Benedicto XVI, nos expone
que: “Aquí, tras el ejemplo de María, José y Jesús, podemos apreciar aún más
la santidad de la familia que, en el plan de Dios, se basa en la fidelidad
para toda la vida de un hombre y una mujer, consagrada por el pacto conyugal
y abierta al don de Dios de nuevas vidas. ¡Cuánta necesidad tienen los
hombres y mujeres de nuestro tiempo de volver a apropiarse de esta verdad
fundamental, que constituye la base de la sociedad y qué importante es el
testimonio de parejas casadas para la formación de conciencias maduras y la
construcción de la civilización del amor!” (Publicado el: Martes, 19 de Mayo
de 2009) 1.2
LA FAMILIA EN NUESTROS TIEMPOS
Exhortación Apostólica “Familiaris Consortio” de su
Santidad Juan Pablo II, comienza exponiendo que: “La familia, en los tiempos
modernos, ha sufrido quizá como ninguna otra institución, la acometida de las
transformaciones amplias, profundas y rápidas de la sociedad y de la cultura.
Muchas familias viven esta situación permaneciendo fieles a los valores que
constituyen el fundamento de la institución familiar. Otras se sienten
inciertas y desanimadas de cara a su cometido, e incluso en estado de duda o de
ignorancia respecto al significado último y a la verdad de la vida conyugal y
familiar. Otras, en fin, a causa de diferentes situaciones de injusticia se
ven impedidas para realizar sus derechos fundamentales. La Iglesia, consciente de que el matrimonio y la familia
constituyen uno de los bienes más preciosos de la humanidad, quiere hacer
sentir su voz y ofrecer su ayuda a todo aquel que, conociendo ya el valor del
matrimonio y de la familia, trata de vivirlo fielmente; a todo aquel que, en
medio de la incertidumbre o de la ansiedad, busca la verdad y a todo aquel
que se ve injustamente impedido para vivir con libertad el propio proyecto
familiar. Sosteniendo a los primeros, iluminando a los segundos y ayudando a
los demás, la Iglesia ofrece su servicio a todo hombre preocupado por los
destinos del matrimonio y de la familia”. 1.3
EL AMOR CONYUGAL EN LA BIBLIA
Si hacemos un recorrido por las Escrituras leyendo sobre
el amor conyugal, nos daremos cuenta que el tema marital no ha sido fácil.
Dijo Dios: “No es bueno que el hombre
esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”…….Entonces Dios hizo caer un
profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió. Y le quitó una de las
costillas, rellenando el vacío con carne……De la costilla que Dios había
tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre. (Gén 2,18.22), “Por eso deja el hombre a su padre y a su
madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne” (Gén 2,23-24). Y Dios es el autor del matrimonio, para ser santo y
formal, fundado en el amor, la ternura
y la fidelidad. Pero, no siempre ha sido así, la fidelidad trae la felicidad.
“Yo te desposaré conmigo para siempre;
te desposaré conmigo en justicia y en derecho en amor y en compasión, te
desposaré conmigo en fidelidad, y tú conocerás a Dios.” (Os 2,21-22), Pero la infidelidad, la desgracia: “Pues bien, como engaña una mujer a su compañero, así me ha engañado
la casa de Israel, oráculo del Señor”. (Jer. 3,20). O como escribe el
profeta Oseas a su mujer que fue infiel: “¡Pleitead
con vuestra madre, pleitead, porque ella ya no es mi mujer, y yo no soy su
marido! ¡Que quite de su rostro sus prostituciones y de entre sus pechos sus
adulterios; no sea que yo la desnude toda entera, y la deje como el día en
que nació, la ponga hecha un desierto, la reduzca a tierra árida, y la haga
morir de sed! Ni de sus hijos me compadeceré, porque son hijos de
prostitución. Pues su madre se ha prostituido, se ha deshonrado la que los
concibió, cuando decía: Me iré detrás de mis amantes, los que me dan mi pan y
mi agua, mi lana y mi lino, mi aceite y mis bebidas.” (Os 2, 4-7) 2 SEGUNDA PARTE, EL TIEMPO DE LOS ENAMORADOS2.1
EL NOVIAZGO, TIEMPO DE AMOR EXPERIENCIA HUMANA
HACIA LA FAMILIA
“De ti recuerdo tu
cariño juvenil, el amor de tu noviazgo; aquel seguirme tú por el desierto,
por la tierra no sembrada” (Jer 2,2) La literatura profética utiliza el símbolo del noviazgo
como tiempo de amor para evocar la experiencia religiosa del éxodo, cuando
Israel se vio seducido por el Señor, lo siguió espontáneamente y cantó de
gozo: “Por eso yo voy a seducirla; la
llevaré al desierto y hablaré a su corazón” (Os 2,16s). Aquel período tan
feliz estuvo marcado por el amor y por la adhesión total al Señor: Ve y grita
a los oídos de Jerusalén: “Así dice el
Señor: De ti recuerdo tu cariño juvenil, el amor de tu noviazgo; aquel
seguirme tú por el desierto, por la tierra no sembrada”. (Jr 2,2). El
lenguaje de los profetas en estos pasajes y en otros análogos tiene un claro
significado religioso; pero se basa en la experiencia humana del noviazgo, período
encantador de ternura y de amor, tiempo de perfume y de fragancia, marcado
por el despuntar del amor, por la apertura del corazón a la persona deseada. 2.2
EL NACIMIENTO DEL AMOR A CON QUIEN HABRÍAN DE
CASARSE
En la historia de algunos célebres personajes de la Biblia
se hace alguna breve alusión al período que precedió a su matrimonio,
poniendo de relieve el nacimiento del amor a la mujer con que habrían de
casarse. En el corazón dé Jacob, por ejemplo, se encendió un fuerte y grande
amor a Raquel; para poder casarse con ella se puso al servicio de su padre,
su propio tío Labán, durante siete años: “Raquel,
era de bella presencia y de buen ver. Jacob estaba enamorado de Raquel. Así
pues, dijo: Te serviré siete años por Raquel, tu hija pequeña. Dijo Labán:
Mejor es dártela a ti que dársela a otro. Quédate conmigo. Sirvió, pues,
Jacob por Raquel siete años, que se le antojaron como unos cuantos días, de
tanto que la amaba. (Gn 29,17-20). También la historia no menos
aventurada de Tobías está marcada por el amor de este joven a la que habría
de ser su esposa: “Cuando Tobías oyó
las razones de Rafael y que era hermana suya, del linaje de la casa de su
padre, se enamoró de tal modo que se le apegó el corazón a ella" (Tb
6,19). 2.3
LA FRESCURA Y LA DULZURA DEL AMOR DE DOS
CORAZONES QUE VIVEN EL UNO PARA EL OTRO
En el Cantar de los
Cantares se presenta sin ninguna duda como una celebración poética del
noviazgo, aunque parecen legítimas las dos lecturas, una en clave de amor
natural y la otra en perspectiva religiosa. Más aún, quizá las dos visiones
estén presentes en dicha obra, y por tanto haya que interpretar el texto en
un doble nivel, o sea, como un poema sobre el amor humano de dos novios y
como el canto del amor del Señor y de Israel durante el período que precedió
a su matrimonio, sancionado con la alianza del Sinaí. En este libro podemos
saborear toda la frescura y la dulzura del amor de dos corazones que viven el
uno para el otro, de dos personas que desean apasionadamente unirse de la
forma más compleja y que por eso se buscan sin descanso y no desisten hasta
el encuentro beatificante y el abrazo embriagador. Este poema de amor está ambientado en el campo durante la
primavera, la estación de las flores y de los aromas de la vegetación, en un
clima de alegría y de canto, el más adecuado para el noviazgo, el tiempo del
amor fresco e impetuoso, como la irrupción de la vida: “Empieza a hablar mi amado y me dice: Levántate, amada mía hermosa
mía, y vente. Porque, mira, ha pasado ya el invierno han cesado las lluvias y
se han ido. Aparecen las flores en la tierra el tiempo de las canciones es
llegadose oye el arrullo de la tórtola en nuestra tierra. Echa la higuera sus
yemas y las viñas en cierne exhalan su fragancia. ¡Levántate, amada mía
hermosa mía, y vente!.....Paloma mía….muéstrame tu semblante déjame oír tu
voz; porque tu voz es dulce y gracioso tu semblante. (Cant 2,10-14). 2.4
CUANDO LOS DOS ENAMORADOS SE APRECIAN Y SE
DESEAN, SE ELOGIAN Y SE ADMIRAN
El Cantar se abre con el anhelo del beso, de las caricias
y del encuentro con la persona amada, para saciarse de la felicidad de amar:
¡Que me bese con los besos de su boca!
Mejores son que el vino tus amores; mejores al olfato tus perfumes; ungüento
derramado es tu nombre por eso te aman las doncellas. Llévame en pos de ti:
¡Corramos! El Rey me ha introducido en sus mansiones; por ti exultaremos y
nos alegraremos. Evocaremos tus amores más que el vino; ¡con qué razón eres
amado! (Cant 1,1-4). Pero este deseo tan ardiente, para poder apagarse,
exige la búsqueda:”Indícame, amor de mi
alma dónde apacientas el rebaño dónde lo llevas a sestear a medio día para
que no ande yo como errante tras los rebaños de tus compañeros”. (Cant
1,7). “En el corazón de la noche la
novia, enferma de amor: Confortadme…..que enferma estoy de amor”. (Cant
2,5), se levanta del lecho, recorre las calles y las plazas de la ciudad en
busca del amado de su corazón: “En mi
lecho, por las noches, he buscado al amor de mi alma. Búsquele y no le hallé.
Me levantaré, pues, y recorreré la ciudad. Por las calles y las plazas
buscaré al amor de mi alma. Búsquele y no le hallé”. (Cant 3,1-3), y no
desiste ni siquiera ante los golpes y los ultrajes (Cant 5,5-9). Los dos enamorados se aprecian y se desean, se elogian y
se admiran, viviendo en un clima de dulce ensueño, léase y confronte (Cant 1,9-2,3.8-14; 4,1-16; 5,10-16;
6,4-7,10). La novia salta de gozo al oír la voz del amado, y éste a su vez
invita a la que ama a que le muestre su rostro encantador y le haga oír su
voz melodiosa (Cant 2,4-14). En realidad, los dos enamorados viven el uno
para el otro: "Mi amado es mío y
yo soy suya" (Cant 2,16, Cant
6,3). Se anhelan apasionadamente: "Yo
soy de mi amor y su deseo tiende hacia mí" (Cant 7,11). 2.5
LA FELICIDAD DE LOS NOVIOS SE ALCANZA EN LA UNIÓN
INDISOLUBLE DEL MATRIMONIO:
Su ardor es fuego inextinguible: "Ponme cual sello sobre tu corazón como un sello en tu brazo.
Porque es fuerte el amor como la Muerte implacable como el sol la pasión.
Saetas de fuego, sus saetas una llama del Señor. Grandes aguas no pueden
apagar el amor ni los ríos anegarlo. Si alguien ofreciera todos los haberes
de su casa por el amor se granjearía desprecio”. (Cant 8,6-8). Por esa
razón la felicidad de los dos novios se alcanza en el encuentro, en el abrazo
y en la unión indisoluble del matrimonio: “¿Habéis
visto al amor de mi alma? Apenas había pasado cuando encontré al amor de mi
alma. Le aprehendí y no le soltaré hasta que le haya introducido en la casa
de mi madre en la alcoba de la que me concibió.” (Cant 3,4). 3 TERCERA PARTE EL TIEMPO DE LA UNION MATRIMONIAL3.1
EL AMOR MATRIMONIAL.
Efectivamente, también para la Biblia el noviazgo tiende a
la unión matrimonial; el amor tierno y ardiente de los primeros encuentros
libres, la mutua búsqueda de los dos enamorados encuentra su feliz coronación
en el matrimonio, donde el amor de los dos esposos alcanza la estabilidad y
la maduración plena y fecunda. El grito de gozo de Adán por el don divino de
la compañera inseparable de su vida, carne de su carne y hueso de sus huesos,
insinúa la felicidad de la primera pareja que se deriva del amor conyugal: De
la costilla que Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante
el hombre.”Entonces éste exclamó: “Esta
vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada mujer,
porque del varón ha sido tomada. Por eso deja el hombre a su padre y a su
madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne”. (Gn 2,22-24). 3.2
AMORES CONYUGALES SOMBRÍOS
Pero la Sagrada Escritura no siempre pone de relieve la
importancia del amor en la vida conyugal; a menudo resalta más la relación
sexual o el atractivo-pasión que el don de sí en el amor: “A la mujer le dijo: Tantas haré tus
fatigas cuantos sean tus embarazos: con dolor parirás los hijos. Hacia tu
marido irá tu apetencia, y él te dominará” (Gn 3,16). Hubo hambre en el país, y Abram bajó a
Egipto a pasar allí una temporada, pues el hambre abrumaba al país. Estando
ya próximo a entrar en Egipto, dijo a su mujer Sara: Mira, yo sé que eres
mujer hermosa. En cuanto te vean los egipcios, dirán: "Es su
mujer", y me matarán a mí, y a ti te dejarán viva. Di, por favor, que
eres mi hermana, a fin de que me vaya bien por causa tuya, y viva yo en
gracia a ti” (Ge 12,10ss). Este factor del amor destaca sobre todo en la historia de
las mujeres desgraciadas o por ser estériles o porque se sienten poco amadas
por sus esposos, enamorados de otras mujeres. Jacob amó a Raquel más que a
Lía; esta última esperó que su marido la amara cuando le dio hijos (Gn 29,30
Gn 29,32 Gn 29,34). Ana, la futura madre de Samuel, aunque estéril, era amada
por su marido más que la otra mujer (1S 1,5-8). Del rey Roboán se narra que
amó a la hija de Absalón más que a sus otras mujeres y concubinas (2Ch
11,21). La legislación mosaica considera el caso del hombre con dos mujeres,
una de las cuales es menos amada que la otra (Dt 21,15-17). El éxito fabuloso
de Ester comenzó con el amor preferencial del rey Asuero por aquella judía,
que fue constituida reina (Est 2,15ss). 3.3
AMOR Y DRAMA CONYUGAL
Además de estos casos de amor de predilección, en la
Biblia encontramos otras referencias al amor conyugal, y no pocas veces para
exaltarlo. La descripción del matrimonio de Isaac concluye con la indicación
de su amor por su esposa Rebeca, fuente de consuelo y de felicidad: “Isaac introdujo a Rebeca en la tienda,
tomó a Rebeca, que pasó a ser su mujer, y él la amó. Así se consoló Isaac por
la pérdida de su madre” (Gn 24,67). Las mujeres filisteas de Sansón
insisten en el amor que les tiene su marido para lograr que les revele
secretos importantes (Jg 14,16 Jg 16,15). En la historia de David se nos
informa no sólo de que la hija del rey Saúl se enamoró de este joven héroe
(1S 18,20), sino que se casó con él y que lo amaba (1S 18,27s). Pero Mical
fue entregada como esposa a Paltiel, después de la fuga de David; este
segundo marido la amó tiernamente, la acompañó y la siguió llorando
continuamente cuando el nuevo rey de Israel pretendió su restitución (2S
3,13-16). La experiencia de Oseas, aunque reviste un profundo
significado religioso para ilustrar concretamente el amor del Señor a su
esposa Israel, se resiente ciertamente de un drama conyugal personal: el
profeta tomó por esposa y amó a una prostituta, que, desgraciadamente, no se
mantuvo fiel al marido: “Ve, tómate una
mujer dada a la prostitución e hijos de prostitución, porque la tierra se
está prostituyendo enteramente, apartándose de Yahveh. Fue él y tomó a Gómer,
hija de Dibláyim, la cual concibió y le dio a luz un hijo”. (Os l, 2ss; 3,1ss). 3.4
AMAR PROFUNDA E INTENSAMENTE A LA PROPIA MUJER
Escribe San Pablo: “Maridos,
amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo
por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en
virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga
mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada. Así deben
amar los maridos a sus mujeres como a sus propios cuerpos. El que ama a su
mujer se ama a sí mismo”. (Efesios 5, 25-29) Los sabios de Israel exhortan a amar profunda e intensamente
a la propia mujer para experimentar gozo y felicidad: "Goza de la vida con la mujer que amas" (Eclesiastés
9,9). El embriagador amor conyugal hará superar las asechanzas y las
seducciones de las prostitutas, más allá del peligro de la infidelidad.
"Bendita sea tu fuente, y que te
regocijes en la mujer de tu juventud: cierva amable y graciosa gacela, sus
encantos te embriaguen de continuo, siempre estés prendado de su amor. ¿Por
qué, hijo mío, desear a una extraña y abrazar el seno de una desconocida?"
(Pr 5,18-20). 4 CUARTA PARTE, EL TIEMPO DE LOS HIJOS Y LA FAMILA4.1
LA FECUNDIDAD Y PROCREACIÓN, AMOR A LOS HIJOS
El matrimonio en la Biblia fue instituido por el Señor
para la fecundidad y la procreación, además para la plenitud y la felicidad
de los esposos. La bendición de Dios a la primera pareja humana muestra sin
equívocos esta finalidad del amor conyugal: “Y bendíjolos Dios, y díjoles Dios: Sed fecundos y multiplicaos” (Gn 1,28). Por consiguiente, los hijos
aparecen como el fruto del amor de los padres. Pero este amor no se agota en
la procreación, sino que continúa todo el tiempo de la existencia. En la
Sagrada Escritura está documentado este sentimiento o virtud, alma de la
felicidad familiar. La conmovedora descripción dramática del sacrificio de
Isaac por medio de su padre subraya fuertemente el amor de Abrahán a la
víctima que tiene que inmolar en holocausto al Señor; se trata de su hijo, de
su único hijo, tan amado: “Toma a tu
hijo, a tu único, al que amas, a Isaac, vete al país de Moria y ofrécele allí
en holocausto en uno de los montes, el que yo te diga” (Gn 22,2). En la familia de Isaac encontramos una profunda
divergencia entre los dos cónyuges: el padre amaba al primogénito Esaú,
mientras que la madre prefería a Jacob: “Isaac
quería a Esaú, porque le gustaba la caza, y Rebeca quería a Jacob”. (Gn
25,28). El amor preferencial de Jacob por José fue la causa del odio profundo
de los demás hijos contra el hermano (Gen 37,3ss). Un amor análogo es el que
profesa este patriarca a su hijo más pequeño, Benjamín, que le dio Raquel, su
mujer predilecta (Gn 44,20). Por el contrario, David amaba mucho a su
primogénito Amnón; por esta razón se mostró débil, disimulando el delito
execrable de su hijo contra su hermana Tamar (2S 13,21). Quizá por este motivo, es decir, para no verse cegados por
el amor, los sabios de Israel exhortan a los padres a un amor viril y sin
debilidades para con los hijos, a no rechazar la vara y fomentar la
disciplina, a usar la correa contra los indisciplinados, a reprochar a los
que se equivocan (Pr 3,12 Pr 13,24 Si 30,1). El Cristo glorioso, el testigo
fiel, se inspira en esta doctrina cuando ordena escribir a la Iglesia de
Laodicea que él reprocha y castiga a los que ama: “Yo a los que amo, los reprendo y corrijo”. (Ap 3,19). 4.2
EL AMOR TIERNO Y FUERTE DENTRO DE LA FAMILIA
Hijos, obedeced a
vuestros padres en el Señor; porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu
madre, tal es el primer mandamiento que lleva consigo una promesa: Para que
seas feliz y se prolongue tu vida sobre la tierra. (Efesios 6,1-3) El amor tierno y fuerte dentro de la familia es
ciertamente un bien de un valor incalculable; constituye una ayuda poderosa
para superar las crisis más profundas y también para vencer la desesperación.
La Biblia nos habla de la experiencia de Sara, una mujer tremendamente
desgraciada por la muerte de sus siete maridos, que fallecieron todos ellos
la primera noche de bodas, antes de haber podido consumar el matrimonio.
Presa de la desesperación, Sara, la futura esposa de Tobías, estaba pensando
en el suicidio, pero el pensamiento de ser la hija única y tan querida de sus
padres le dio fuerzas para superar esta loca tentación: Entonces Sara, con el
alma llena de tristeza, se echó a llorar y subió al aposento de su padre con
intención de ahorcarse. Pero, reflexionando, pensó….. Es mejor que, en vez de
ahorcarme, suplique al Señor que me envíe la muerte para no tener que oír
injurias durante mi vida…y en aquel
momento, extendiendo las manos hacia la ventana, oró así: Bendito seas tú,
Dios de misericordias, y bendito sea tu Nombre por los siglos, y que todas
tus obras te bendigan por siempre. (Tb
3,10-11). Hablando del amor familiar, no podemos omitir al menos una
alusión a la conmovedora historia de Rut, la moabita, modelo de amor fuerte y
concreto a la madre de su marido, una nuera excepcional que amó a la suegra
más que sus siete hijos (Rut 4,15). Finalmente, en este contexto vale la pena
señalar también el amor del esclavo a su amo y a la mujer que se le ha dado
durante su esclavitud confróntese (Éx21, 5; Dt 15,16). 5 QUINTA PARTE, EL TIEMPO DE LA MISIÓN DEL MATRIMONIO Y LA FAMILIA5.1
LA SANTIDAD DEL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO
Entonces con lo ya expuesto, conviene reflexionar que se
nos quiere decir sobre el amor conyugal en las escrituras, por tanto habiendo
mostrado todo lo anterior, debemos hacer una síntesis y una conclusión. Observamos que hoy vivimos en un mundo con grandes cambios
sociales en los cuales el matrimonio y la familia no quedan al margen de los
mismos, por tanto es interesante y al mismo tiempo necesario considerar la
misión que tienen los esposos cristianos, donde podemos decir que
estamos reservados a vivir la unión
conyugal como expresión del amor santificador de Cristo y a construir una
comunidad de vida junto a nuestra Iglesia. No debemos olvidar que la santidad del sacramento del
matrimonio se ha de presentar en el testimonio que los esposos dan con su
conducta matrimonial y familiar, siendo así, la sacramentalidad del
matrimonio, la fuente de la que emergen las energías morales y espirituales
que ayudan a los esposos cristianos a ser con su vida verdadero signo del
amor de Cristo a la Iglesia. Si bien hemos de reconocer que los cristianos que
estamos casados por la Iglesia no estamos exentos de los engaños, tropiezos,
dificultades, conflictos y fracasos que amenazan a la vida matrimonial y
familiar y que forman parte de la condición de la humana naturaleza. Por eso, hay que tener en cuanta que la fe de los
cristianos en la santidad del matrimonio y de la familia es la mejor garantía
para que la vida de matrimonio y de familia responda en la práctica al modelo
cristiano de matrimonio y de familia deseado y bendecido por Dios. (Gonzalo Flores García en su libro
“Matrimonio y familia” de la Editorial BAC) 5.2
LA GRANDEZA DE LA UNIÓN CONYUGAL Y DE LA
SOLIDARIDAD FAMILIAR
Así deben amar los maridos a sus
mujeres como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer se ama a sí mismo.
(Efesios 5,28)…En todo caso, en cuanto a vosotros, que cada uno ame a su
mujer como a sí mismo; y la mujer, que respete al marido. (Efesios 5,33) A la luz de la fe cristiana, la unión matrimonial no ha de
verse simplemente como la consecuencia de una decisión que toma la pareja,
llevada por unas simpatías o preferencias humanas, por unos sentimientos
superficiales, poco dispuestos a hacer frente a las dificultades que puedan
surgir en la convivencia familiar, sino que es ante todo entrega a una
llamada interior, que se presenta como decisiva y trascendental en la vida de
los participantes. Esta entrega implica de forma irreversible la unión de dos
vidas, llamadas a formar juntas una misma existencia, enlaza con un impulso
universal de la especie humana, cuyo origen está en el autor del amor y de la
vida y responde a un proyecto de Dios sobre la entera humanidad, la
edificación de la gran familia humana. Esta entrega lleva en sí misma el
germen de una comunidad de amor y de vida, de una nueva célula, que se añade
al cuerpo vivo de la humanidad, destinado a ser el cuerpo mismo de Cristo. La grandeza de la unión conyugal y de la solidaridad
familiar, tal como se manifiesta en lo hondo del corazón humano y en la misma
experiencia de la vida conyugal y familiar, contrasta de tal manera con la
desventurada realidad del amor engañado o fracasado, del matrimonio desunido
o roto, de los hijos rechazados, maltratados o abandonados, que, cuando se
produce esta desgracia, nos sentimos tentados a pensar que el amor de los
esposos y la unión familiar son meras utopías, sostenidas por idealismos
religiosos o romanticismos culturales, muy alejados de las conductas reales y
aun de los verdaderos sentimientos humanos. En una sociedad pragmática como
la nuestra, amiga de las estadísticas y pendiente de las opiniones públicas,
se hace necesario determinar con nitidez qué es lo que debe considerarse una
conducta coherente y correcta en la convivencia de la pareja y de la familia. 5.3
LA CONDUCTA DE LA PAREJA ES EL DE LA FIDELIDAD
CONYUGAL
Y vosotros decís:
¿Por qué? - Porque el Señor es testigo entre tú y la esposa de tu juventud, a
la que tú traicionaste, siendo así que ella era tu compañera y la mujer de tu
alianza. ¿No ha hecho él un solo ser, que tiene carne y espíritu? Y este uno
¿qué busca? ¡Una posteridad dada por Dios! Guardad, pues, vuestro espíritu;
no traiciones a la esposa de tu juventud. (Malaquías 2,14-15) Al margen de las costumbres y de los criterios sobre el
comportamiento humano, sexual y social de la pareja y de la familia, que
dependen en gran medida del ambiente cultural y social en el que el hombre
vive, es importante contar con unas referencias básicas que sirvan de pauta
para determinar la normalidad y coherencia de los sentimientos y de las
relaciones que existen entre los esposos. Teniendo en cuenta el modelo
cristiano de matrimonio y lo que dicho modelo comporta en el orden moral, un
primer punto de referencia para la conducta de la pareja es el de la
fidelidad conyugal, entendida fundamentalmente como conducta que no es ni
pretende ser engañosa para la pareja. Bajo esta condición, los problemas que
normalmente surgen en el entendimiento y la convivencia de la pareja no
debería considerarse como datos que pongan en crisis o en duda la estabilidad
de la unión conyugal, sino como situaciones que forman parte de las
dificultades habituales de toda convivencia y que los esposos pueden superar
apelando a los múltiples resortes del amor conyugal. “Tened todos en gran honor el matrimonio, y el lecho
conyugal sea inmaculado” (Hebreos 13,4) Por lo que afecta a la vida familiar, el primer punto de
referencia en orden a conocer la coherencia de la pareja puede ser el de su
actitud en relación con el compromiso de tener un hogar común, de compartir
los mismos intereses y proyectos y de atender debidamente a los hijos. Cuando
se mantiene con sinceridad este compromiso, las dificultades que pueda
encontrar la pareja para resolver los problemas de la vida familiar no deben
considerarse un obstáculo insalvable para el mantenimiento de la unidad
familiar. Teniendo en cuenta esta doble pauta, puede decirse en términos
generales que los matrimonios cumplen hoy dignamente en un alto porcentaje
con las funciones inherentes a la vida matrimonial y familiar y se muestran
capaces de superar los muchos obstáculos que encuentran en la actual sociedad
para una convivencia estable y armónica. 5.4
UNA ELEVADA MISIÓN DENTRO DE LA IGLESIA Y DENTRO
DEL MUNDO
La familia cristiana tiene una elevada misión dentro de la
Iglesia y dentro del mundo en el que la Iglesia ha de anunciar de palabra y
con el ejemplo vivo de sus miembros la presencia de Cristo y de su gracia. La
familia cristiana vive el misterio del amor de Cristo a la Iglesia cuando sus
miembros se expresan mutuamente el amor, la misericordia, el servicio, la
donación mutua, cuando comparten su fe y se esfuerzan en vivir de acuerdo con
la voluntad de Dios y con las exigencias de la caridad. Al tiempo que percibe
en sí misma la acción de la gracia de Cristo y da gloria al Padre con sus
obras, la familia cristiana se convierte en testigo de la dignidad y santidad
de la familia dentro de la sociedad. “A semejanza de la Iglesia, la familia cristiana es una
comunidad de amor, en la que los padres ejercen en nombre de Dios Padre y
como instrumentos suyos el ministerio de engendrar, alimentar, cuidar, guiar
y servir amorosamente a sus hijos, y éstos están llamados a descubrir,
desarrollar y poner al servicio de los demás sus cualidades, dones y
carismas. Es una comunidad profética, diaconal y cultual, en la que sus
miembros se educan unos a otros en la fe, se reúnen en la oración y se
mantienen unidos por los lazos del amor fraterno. Es una comunidad martirial,
misionera y apostólica, destinada a confesar y anunciar el amor de Dios, que
se encarna en el amor conyugal de los esposos, en el amor fraternal que los
hijos se manifiestan entre sí, en el amor familiar que existe entre padres e
hijos y que se extiende a la gran familia humana.” (Gonzalo Flores García en su libro “Matrimonio y familia” de la
Editorial BAC.) 5.5
PREGUNTAS Y RESPUESTAS QUE DEBEMOS HACERNOS
Finalmente, para completar la idea de este articulo,
quedamos invitados a responder lo que nos presenta San Pablo en la carta a
los Efesios 5, 20-33, donde se nos invita a “dar gracias continuamente y por
todo a Dios Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo…..Sed sumisos los
unos a los otros en el temor de Cristo” ….Las mujeres a sus maridos, como al
Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es Cabeza de la
Iglesia……como la Iglesia está sumisa a Cristo, así también las mujeres deben
estarlo a sus maridos en todo……Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo
amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, …..para santificarla,
purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y
presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni
cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada…..Así deben amar los maridos a
sus mujeres como a sus propios cuerpos….. El que ama a su mujer se ama a sí
mismo…... la alimenta y la cuida con cariño, lo mismo que Cristo a la Iglesia….pues
somos miembros de su Cuerpo……Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre
y se unirá a su mujer, y los dos se
harán una sola carne……En todo caso, en cuanto a vosotros, que cada uno ame a
su mujer como a sí mismo; y la mujer, que respete al marido. (Efesios 5,
20-33) a)
¿Veo a Cristo en mi esposo (a)? b)
¿Soy Cristo para mi esposo (a)? c)
¿Hasta dónde llega nuestro ideal de amor? d)
¿Es como el de Cristo a su Iglesia? e)
¿Qué puesto ocupa Cristo en nuestra relación como esposos? f)
¿Qué esperamos de él? g)
¿Qué valores nos aporta el sacramento del Matrimonio? El Señor les Bendiga
y les haga uno en el amor. “Pues bien, lo que
Dios unió no lo separe el hombre” (Mt. 19,6) Pedro Sergio Antonio
Donoso Brant ocds Escrito de paso (vacaciones) en Colombia, en diciembre de
2011 Fuentes utilizadas
para este articulo Este articulo esta apoyado en el Nuevo Diccionario de
Teología Bíblica de Rossano, Ravasi y Girlanda, Editorial San Pablo, los
textos Bíblicos están tomados de la Sagrada Biblia de Jerusalén (SBJ).
También me he apoyado en lo expuesto por Gonzalo Flores García en su libro
“Matrimonio y familia” de la Editorial BAC y otros autores ya mencionado en
este mismo texto sobre le amor conyugal. Revisado por Anita Luz Núñez Farias ocds Este tema está publicado en el
Link de mi pagina WEB www.caminando-con-jesus.org
, CRONICAS Y COMENTARIOS |
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds |
……..