EL ALMA SENCILLA

“Piensen rectamente del Señor y con sencillez de corazón búsquenle”. (Sabiduría 1, 1)

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1.    REFLEXIONAR Y EXPLICAR LA PALABRA CON SENCILLEZ

A través del libro de los Hechos de los Apóstoles, podemos ir siguiendo los primeros pasos de la vida de la Iglesia, que nace en Jerusalén y se va extendiendo luego gradualmente, primero a las regiones cercanas de Judea y Samaría y, por fin,  todo el mundo. Algo que me llama profundamente la atención, es el efecto del discurso de Pedro y las primeras conversiones, relatados por Lucas en el capítulo 2:37-41, en ese fragmento se describe que: “Con otras muchas palabras atestiguaba y los exhortaba diciendo: Salvaos de esta generación perversa. Ellos recibieron su palabra y se bautizaron, y se convirtieron aquel día unas tres mil almas”, es decir, con un predica muy cercana al deseo de salvación, se convierten tres mil y yo he oído tres mil predicas que no convierten a nadie. ¿Por qué? un hombre sencillo, de oficio pescador es capaz de esta proeza y hombres preparados teológicamente no lo hacen? Quizá una de las respuesta puede ser que Pedro tuvo algo muy importante, y es el conocer personalmente a Cristo, convivir supuestamente unos 1000 días con El, ser testigo de sus milagros, ser unos de sus íntimos discípulos, es decir, caminar y hacer una vida junto al Señor, le hizo ser un testimonio vivo del Hijo de Dios vivo. El mismo Señor le pregunto a Pedro: ¿quién decís que soy yo? Y Simón Pedro contestó: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”.  (Mateo 16, 16).

Por tanto, el que da verdadero testimonio de conocer a Cristo y con sencillez, es capaz de llegar a la gente, que en temas teológicos, quiere oír cosas sencillas. Ciertamente no tengo méritos para criticar, pero me da pena oír predicas, que se asemejan más a una exposición frente a un comisión examinadora de un ramo teológico, donde la audiencia queda impresionada, pero por no entender nada, o en el otro extremo, se olvida de ayudar a explicar la Palabra con naturalidad. 

El segundo evangelista nos ha enseñado que el reino de Dios es de cuantos se asemejan a los niños, es decir, muestran su misma sencillez, humildad y confianza; “Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios”.  (Marcos 10,14)

Aunque no parece que Jesús asistiera a las escuelas rabínicas de la época, todos los evangelistas están de acuerdo en presentar a Jesús como un maestro. Efectivamente, a menudo lo encontramos dedicado a enseñar en lugares públicos, en las sinagogas y en el templo. Las palabras de Jesús son iluminadoras, llenas de sencillez, van tocando los problemas más acuciantes de su tiempo, como, por ejemplo, las prácticas religiosas, la familia, los preceptos morales, las relaciones con el poder político. Como método pedagógico, hace amplio uso de las parábolas, con las que abre incluso para las mentes más sencillas los misterios del reino de Dios: “Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas”  (Marcos 4,33)

2.    EL ALMA SENCILLA

Relata Lucas en los Hechos de los Apóstoles: “Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común; vendían sus posesiones y sus bienes y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada uno. Acudían al Templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón. Alababan a Dios y gozaban de la simpatía de todo el pueblo. El Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se habían de salvar”!. (Hechos (SBJ) 2, 44-47)

En mi país, como en muchos otros lugares, hay cientos de pequeños pueblos apartados de la gran ciudad, pero en este territorio se hace muy evidente. Chile tiene aproximadamente 4 mil 500 kilómetros de longitud por 200 kilómetros de ancho, y la cantidad de habitantes de todo el país es menor que alguna grandes ciudades de América Latina. Otro aspecto singular, es que el 50% de la población se concentra en la capital y sus cercanías. Entonces no es de extrañarse, el encontrar en las rutas rurales pequeños pueblos muy aislados de otros, la gran mayoría habitados por campesinos de vida sencilla, muchos de los cuales aún, con toda la modernidad existente, utilizan algún animal para desplazarse.

Mayoritariamente, la población se confiesa creyente, asimismo patrimonio de Dios, es así como la mayoría dice con gran seguridad, somos cristianos, y siempre se ven muy preocupados de cumplir los mandamientos de Dios y la Iglesia. Cuando en algún poblado hay alguna fiesta religiosa todos van a celebrar, y lo más cierto que he visto, es que el ir al Culto, actividad de muchos evangélicos y en el caso de los católicos a la Santa Misa, especialmente en los días domingos, es ir a una celebración importante, es el día de vestirse con las mejores prendas, es un día para compartir socialmente.

También he comprobado que el amor por Jesucristo no es un sentimiento afectivo y vago, todo lo contrario, es un verdadero compromiso. En mi caso como católico, lo que me hace tener esta convicción son las actitudes que tienen los fieles durante la celebración de la Santa Misa, tal como el canto de entrada que es muy alegre, el respeto y silencio cuando el rito lo amerita, al momento de la antífona una gran respuesta, durante la proclamación de la palabra, mueven la cabeza con un gesto de verdadera aprobación. El Evangelio es oído como si lo estuvieran viviendo, la homilía es la palabra de Dios a través de la Iglesia, terminado el canto de alabanza después del prefacio Santo, Santo, nadie se queda de pie, el arrodillarse es un sentimiento y hasta el final de la oración eucarística. La oración del hombre sencillo y humilde las nubes atraviesa, hasta que no llega a su término no se consuela él. (Cfr Eclesiástico 35, 17)

Es hermoso comprobar como en los pueblos rurales, o en la periferia de la gran ciudad, se vive con gran sencillez y mucho sentimiento la fe. Es notable y emotivo saber que familias con un grado de escolaridad limitada, que pocas veces han tenido la oportunidad de leer la Biblia, que no conocen documento teológico alguno, que no tienen como buscar en libros y bibliotecas documentos para reforzar su fe, no saben de meditaciones o retiros espirituales, ellos no necesitan de citas para defender su fe, entonces, comprendemos que la mano del Señor está con ellos, ha recibido la fe y se ha convertido al Señor, y la gracia de Dios se alegra y les alienta a todos a permanecer, con corazón firme, unidos al Señor, porque son gente buena, lleno de Espíritu Santo y de fe.  (Cfr. Hechos 11, 21), en otra palabras, son personas totalmente entregadas a Dios, a Cristo, a Nuestra Madre la Virgen María en forma libre, y si les preguntamos, porque sucede tal cosa, le es fácil responder; “es la voluntad de Dios y debemos aceptarla”.

Estas actitudes, me hacen pensar en la Virgen María, mujer sencilla y humilde que por sólo amor a Dios, le responde al ángel, “Hágase en mí según tu palabra”, así, también es la respuesta que se oye decir en tanta gente rural y de lugares apartados o en la periferia de la gran ciudad con simplicidad y naturalidad; “hágase tu voluntad Señor”.

3.    PEQUEÑOS, SENCILLOS, HUMILDES

¿Qué se espera de la vida y qué la hace buena y hermosa? Las reflexiones de los sabios parecen poner en primer lugar la tranquilidad de la vida familiar, hombres de trabajo, mujeres abnegadas, hijos respetuosos, suficientes recursos para vivir. La riqueza es una bendición, pero basta también con poco, con tal de que haya seguridad y paz. En los lugares apartados, a diferencia de la gran ciudad, la vida social no se mira a destacar o dominar, sino que se busca más bien lo que hoy llamaríamos un vivir tranquilo, para cuya consecución hay que atender sobre todo a hablar con prudencia y a no hacer una vida alterada. Aun a riesgo de simplificar demasiado, se podrían recordar como síntesis de la buena vida los dos ideales, muy modestos, como lo expresa Miqueas; “Se sentará cada cual bajo su parra, y bajo su higuera, sin que nadie le inquiete”, (Miqueas 4,4), es decir y ninguno vendrá a turbar su paz, o como en Zacarías; "Ancianos y ancianas se sentarán en las plazas de Jerusalén; tendrán un bastón en la mano a causa de sus muchos años, y las calles de la ciudad estarán llenas de niños y niñas que jugarán en sus plazas".  (Zacarías 8,4). Darse por satisfecho con poco y contentarse incluso con el mínimo parece ser el ideal del buen vivir, como dice Jesús, "la vida vale más que el alimento y el cuerpo más que el vestido" (Mateo 6,25). Moderación, sencillez, capacidad de gozar de lo poco y aceptación serena y confiada del mandamiento divino de vivir a pesar de la agitación y las dificultades, parecen ser, pues, los ideales más comúnmente deseados por el alma sencilla, y por otra parte, los pequeños que son los predilectos del Señor.

El mismo Jesús se alegra con los más sencillos y reza: “Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños”. (Mateo 11, 25).

¿Quiénes son los pequeños?, son los grandes en la presencia de Dios, y no es una paradoja, en el sentido de ser un hecho extraño u opuesto al sentir general; en efecto los sublimes misterios del Reino, son revelados a los pequeños, esto es a los sencillos, a los humildes, se tienen por pequeños, pero en realidad, ellos son los únicos grandes en la presencia de Dios. “Porque, habiendo ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes...”, lo más recóndito del amor de Dios queda oculto para los soberbios, para esos que se hacen llamar grandes, poderosos y superiores a los demás. “Dios se resiste a los soberbios, a los humildes les da la gracia” (Santiago 4,6)

Es bueno recordar que Jesús buscó y eligió a hombres humildes y sencillos como apóstoles, fueron hombres elegidos del mismo pueblo, sin una gran cultura, humildes de corazón, no tenían de que presumir, y con ellos caminó mil días, comieron juntos, durmieron, rieron, compartieron pan, vino, pescados, tuvieron conversaciones íntimas, esto es, trataron directamente con el Señor, y se hicieron grandes.

Los habitantes de muchos pueblos pequeños y lugares apartados, son personas que no conocen el estilo de vida de la gran ciudad, no participan del Pub, la discoteca, las fiestas, la elegancia, la moda, los Mall, los restaurantes y todas las formas de vida de la ciudad, y su entretenimiento diario es la conversación familiar, y el compartir con los vecinos y amigos. Todo lo que necesitan para comunicarse con Dios, es su alma, su corazón no contaminado, no es necesario buscar a Dios en los libros, no buscan cuál puede ser el camino para encontrase con el Señor, ellos confían que el Señor se los indique y se sienten tomados de la mano por ÉL. Todo lo que hacen lo hacen por Dios, todo es por Jesucristo o por la Santísima Virgen a quien reconocen como su madre.

4.    LOS SENTIMIENTOS DE AMOR PURO SE ADQUIEREN POR LA GRACIA DE DIOS

¿Quién es para ti Jesucristo?, le pregunté en una ocasión a un campesino, y emocionado me responde sobre lo grande que es para él. Sin embargo, no he sentido esa emoción en los que se saben más instruidos, y me da la impresión que soberbios y autosuficientes, cultos y letrados, no alcanzan a comprender quien es Cristo para ellos. Dios no cambia sus modos de obrar; sigue ocultándose a los soberbios y sigue revelándose a los humildes y sencillos. Ciertamente, si Dios valoriza enormemente la humildad y la sencillez, es porque es algo bueno, y no significa ser humilde no tener auto estima, o no tener ideas de superación, o no amarse a sí mismo. Al contrario, la humildad da mucha fuerza, en especial porque ella abre las puertas que Dios nos tiene para vivir en el Reino. “Soy paciente (manso) y humilde de corazón”, nos ha dicho el Señor.

La sencillez tiene una gran importancia en nuestra relación con Dios y con todos los hombres, el cristiano está llamado a ser un eterno buscador de esta virtud y vivir con ella todos los días de su vida temporal. Y como todo este edificio va fundamentado en humildad, cuanto más nos vamos acercando a Dios mayor ha de ser esta virtud y si no, todo se viene abajo (Santa Teresa de Jesús 12, 5; CN 2).

Al hacer otras preguntas sobre la fe a unos campesinos, sus repuestas me maravillaron, y no me quedó ninguna duda, el Señor se les hace presente.

Pregunté en esa ocasión ¿Cómo han aprendido ustedes su fe, que han leído? ¿Qué libro los motivó a amar al Señor?, y alguien me respondió, que no han sido los libros porque no les provoca curiosidad leer, en cambio con otra pregunta respondieron, ¿Pero es qué usted no siente amor por Jesucristo?, y creo que esta respuesta es una lección. En efecto, sólo se sabe bien aquello que la vida o la experiencia nos han enseñado por el camino que hemos recorrido. Lo que se lee o se ve, no nos hace más capaces de amar al Señor, eso es virtud y luz que viene de lo aprendido por el camino recorrido, por la experiencia. Tener fe, no es conocer mucho de Dios, sino que tener voluntad de adherirse a Él.

Los sentimientos de amor puro se adquieren por la gracia de Dios, y no por comerse libros y libros y conocer cada versículo letra por letra. El Señor nos instruye en el corazón no por medio de ideas, lo hace por medio de las cosas que nos suceden cada día, sean éstas de alegría o penas. Amor puro del hombre sencillo, es total indiferencia por el sistema de vida consumista en el cual nos desarrollamos, todos los avances de la tecnología no son nada para él, pero el Señor lo es todo.

5.    EL FÁCIL CAMINO HACIA LA SANTIDAD SE CONSIGUE CON LA SABIDURÍA DEL ALMA SENCILLA

Es en los poblados lejanos de la ciudad ruidosa, es donde nuestro Dios pone al alcance nuestro todo lo creado por Él, esas cosa tan sencillas pero de gran valor para vivir como el agua, el aire, la tierra para cultivarla, el dormir en paz casi sin ruido, sólo el que producen los animales, el gallo, las aves en la aurora. Además en esos apartados lugares campestres hay algo muy importante, tiempo para el silencio y la meditación, excelente condición para oír a Dios, en la ciudad todos hablamos, todo es ruido, ¿Cuándo le dejamos un ratito para oír al Señor?.

El fácil camino hacia la santidad se consigue con la sabiduría del alma sencilla, que es contentarse con lo que le es propio, sin salirse del camino planificado por el Señor, sin curiosidad por saber cómo obra Dios, pero sí dejarse inspirar y mover por el Espíritu Santo, y con gran conformidad aceptar su voluntad.

Creo que son más los que sin ningún esfuerzo comunican el amor al Señor con palabras simples, que los que buscan establecerlas por medio de comparaciones y conjeturas, y que viven afanados por saber más de lo que les revela esa voluntad divina en cada palabra que encuentran. El mismo Señor nos hace saber su admiración por el “publicano, que manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!"  (Lucas 18, 13)

No me cabe la menor duda, adorar a Dios, estar junto al Señor, cumplir sus mandatos, adherirse a Cristo como respuesta al llamado personal de Dios, el diálogo de compromiso entre el Señor y el hombre, es decir ser activamente fiel a Él, y que el resto sea según la voluntad de Dios, es lo que nos llevará camino al encuentro con el Señor. Debemos dejarnos llevar por la acción del Espíritu Santo, y no pretender tanto “hacer yo”, cuanto “dejarme hacer” por el Espíritu Santo”

Pongamos oído, pongamos sentimiento, pongamos corazón. El Señor se nos hace presente, Él vino al mundo y está en el mundo, cada vez que nos entregamos a la voluntad de Dios, cada vez que necesitamos su auxilio, Él está con nosotros.

Gocemos de la felicidad de esta venida del Señor, que nos llega con tanta dulzura, cuanto mejor comprende el bien inmenso que nos hace estar siempre y en todos los momentos a esa voluntad de adorable Padre.

El amor a Dios se reconoce en el corazón, especialmente cuando bajo esa presentación de un pobre está Cristo, no olvidemos que Jesús nació en un lugar humilde y con gran sencillez.

6.    LA VERDADERA VERDAD VIENE DE DIOS Y ÉSTA LLEGA DIRECTAMENTE AL CORAZÓN DE LOS HOMBRES

La Palabra de Dios está escrita en el corazón de los hombres prudentes y sencillos, de ahí no sale ni se borra. El hombre natural, escucha la palabra del Verbo Eterno cuando se hace oír en el fondo de su corazón, y no está deseosa de saber si está escrita o no. Dice el Apóstol Pablo; “Más bien, como dice la Escritura, anunciamos: lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman. Porque a nosotros nos lo reveló Dios por medio del Espíritu; y el Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios”.  (1 Corintios 2, 9-10)

Finalizando esta reflexión, les aseguro que no estoy en contra de los libros ni de los discursos espirituales, pero creo que hay dos cosas importante, no nos dejemos llevar por la saciedad de saberlo todo, que eso no nos quite la paz y cuando hablemos de la Palabra, no pretendamos hacer entender que sabemos mucho de teología tratando de dar clases magistrales, esto es, solo mostremos nuestra adhesión de corazón al evangelio, que hace al creyente partícipe del reino.  

¿Quiénes son estos miembros del reino? Son los pobres de espíritu, los afables, los misericordiosos, los agentes de paz, los perseguidos a causa de la justicia. Las bienaventuranzas nos indican precisamente a quién pertenece el reino de los cielos. Mateo muestra con particular elocuencia las varias clases de personas partícipes del reino (Mt 5,3-10). También los que se parecen a los niños por la sencillez y la pobreza se deben contar entre los miembros del reino; Jesús es muy explícito al respecto: cuando los discípulos querían echar a los niños, él impidió aquel gesto y sentenció que el reino de los cielos es de cuantos son parecidos a los niños en su sencillez (Mt 19,14), es decir que en el abandono total, viven confiado al amor de Dios.  

La lectura espiritual hecha por los hombres hoy día, pone palabra de Dios como una verdad, pero la verdadera verdad viene de Dios y ésta llega directamente al corazón de los hombres, y a esa palabra debemos prestar oído. El Señor se nos hace presente, es un misterio, pero el misterio no es sino vida y amor del corazón por la fe, y no hay en esto contradicción alguna. Cuando oímos el Evangelio, el Señor se nos hace presente, abramos el corazón para oírlo, y sepamos reconocer en mucho hombres que sirven a Dios, que el Señor se les hace presente en sus palabras, éstos pueden ser consagrados o laicos, pueden ser los párrocos de un pequeño pueblo, o un obispo, un campesino, un panadero, un profesional superior o una autoridad, ¿cómo se logra reconocerlo?, busquemos a Cristo, él está presente en nosotros, Él nos indicará como, pero en todos los casos, se hace con amor y con el alma sencilla.

Con sencillez la aprendí y sin envidia la comunico; no me guardo ocultas sus riquezas (Sabiduría 7,13)

El Señor nos Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

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Los textos bíblicos, están extraídos de la Biblia de Jerusalén

Alguna opiniones están tomadas del Diccionario Teológico RAVASI

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