LA FAMA Y EL HONOR DEL PRÓJIMO Más vale buen nombre que muchas riquezas, (Proverbios 22,1) Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1.
EL DERECHO A LA
BUENA FAMA ES NATURAL Y NECESARIA Todos tenemos derecho a la fama, es decir
al buen nombre, y pecan gravemente aquellos que buscan de mala fe que los que
gozan de fama y admiración la pierdan. Creo además que mayor es el pecado
cuando se pretende desprestigiar alguien para arrebatarle su cargo, o cuando
aprovechándose de un cargo superior, se mancilla a alguien por miedo a que le
superen. La fama puede ser de dos tipos, buena o
mala. Si tenemos una conducta honrada e intachable, gozamos de buena fama;
si, por el contrario, nuestra conducta es conocida por ser inmoral o
escandalosa, tenemos mala fama. Lo que hay que comprender, es que el derecho
a la buena fama es natural y necesaria en todos los hombres y nadie ha de ser
considerado como persona de mala fama mientras no se demuestre que se tiene
argumentos para que se le considere así, por tanto, la persona que difama a
otro, comete un pecado grave y ante los ojos de Dios, está obligado a restituir
la fama del que ha dañado. Si no la restituye, pasa a ser un hombre
desacreditado frente a los demás. La fama se transgrede principalmente con la
calumnia, la murmuración y el descrédito, lo que se hace siempre en forma
cobarde, porque se realiza a las espaldas o en ausencia del prójimo al cual
se desacredita. Mayor pecado es cuando esta se hace por pura envidia, algo
habitual en persona que padecen de este mal. “Y tú, ¿cómo juzgas a tu hermano
o por qué desprecias a tu hermano? Pues todos hemos de comparecer ante el
tribunal de Dios” (Rom. 14,10). La fama de una persona, puede ser corriente
y común, y es la que corresponde a todo hombre mientras no se demuestre lo
contrario y con hechos probados, pero también hay famas extraordinarias, que
tienen personas por razón de sus especiales y magníficas cualidades, por
ejemplo, personas muy sabias, justas, bienhechores,
buenos ciudadanos, etc. Aparte de la fama, también existe el honor,
esto es una designación que dan los hombres a cierto tipos de personas, con
tratamientos especiales en palabras, a
veces con reverencias o dándoles un premio. Para Dios, esto es
distinto que a los hombres, ya que él conoce los corazones de los hombres, y
eso es suficiente. También, el honor es una manifestación de la excelencia
ajena y por lo general se hace en presencia de la persona a la cual se le da
ese trato. El honor se transgrede por la injuria, sea esta verbal o por
escrita, pero por lo general hecha contra el prójimo en su misma presencia. Las
injurias, también pueden ser realizadas movidas por los celos y la envidia y
el chisme mal intencionado. “Chismosos,
detractores, enemigos de Dios,
(Romanos 1,29-30) Cuando los motivos son apropiados, y la
persona es de verdad motivo de honor, la tratamos con reverencia, e invitamos
a los demás a dar la misma reverencia, y compartimos las alabanzas con
saludos. Merecen para nosotros este trato, aquellos que por su testimonio de
vida, son personas llenas de bondad y brillan más de esta bondad que muchos
otros. Pero, el solo hecho de ostentar un cargo superior, no es motivo para
que una persona sea honorable y en algunos casos, solo debe primar el respeto
a su cargo. Ciertamente, hay personas que ocupan sitios y sillas de honor,
pero por su actitud de vida, no merecen ni sentarse en el suelo, ellos son
aquellos que no han sabido respetar la dignidad del hombre. 2.
COMO DESTRUIR LA
FAMA Y EL HONOR DE LAS PERSONAS Y QUE TIPO DE PERSONA ES QUIEN LO HACE “No juzguéis, para que no seáis juzgados.
Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con
que midáis se os medirá” (Mateo 7, 3) Hay distintas forma de destruir la fama y
el honor de las personas, como también son variado los motivos, al respecto
hay que tener mucho cuidado, por quien lo hace, puede caer en gravísima falta
con la ley de Dios y la de los hombres. Es decir, quebrantar la fama y el
honor del prójimo, puede ser un grave pecado para los hombres de fe, y un
espantoso atentado para la moral de la sociedad. Para emitir un juicio negativo sobre la
fama y el honor de cierta persona, no lo podemos hacer por una elemental
percepción de una cosa o simple aprehensión, sino únicamente cuando se sabe
la verdad y se está seguro que esta verdad no conduce a un error. Por tanto
hay que cuidarse de las sospechas y las actuaciones imprudentes que puede
llevar a juicios temerarios. Quien no se cuida, y cae en esto, comete falta
grave. “No habléis mal unos de otros, hermanos. El que habla mal de un
hermano o juzga a su hermano, habla mal…… ¿quién eres para juzgar al prójimo?”
(Santiago 4, 11-12) Cuando sin fundamento o sin suficientes
pruebas se comienza a dudar de la conducta o intenciones de cualquier
persona, automáticamente se suspende el juicio sobre la bondad del prójimo
sin suficiente fundamento, entonces, se entra en el campo de la opinión
temeraria, esto es más peligroso que la simple sospecha y se convierte en una
grave falta y pecado si hacemos publica esta sospecha, por el necesario derecho
que tiene el prójimo a su propia fama mientras no se demuestre lo contrario.
Ciertamente, la simple sospecha no injuria gravemente al prójimo, y puede
surgir por la simple debilidad humana y la actitud de flaqueza que nos hace propenso
a las sospechas. Es por tanto, muy necesario reflexionar si esta sospecha es
producto del odio o envidia grave, si es así, hay pecado grave en la simple
sospecha deliberadamente admitida y alimentada, por la grave injuria que con
ello se le hace al prójimo. La sospecha en alguien, puede venir de
personas que no son buenas, y viven pensando mal del prójimo, como dice el
sabio en las Sagradas Escrituras: “Además, en cualquier camino que tome el
necio, su entendimiento no le da de sí y dice de todo el mundo: Ese es un
necio”. (Eclesiastés 10,3). También
estas sospechas, a veces obsesivas y perturbadas, aparecen en personas que tienen en su corazón desprecio u odio a
otro, por lo que le irrita y le envidia, y entonces piensa mal del prójimo por
ligeros indicios, porque cada persona a veces cree fácilmente lo que se le da
la gana o porque estas sospechas proceden de sentimientos perversos. “Cómo
ves la paja en el ojo de tu hermano y no la viga en el tuyo?”
(Mt. 7,4). No obstante, tenemos una tercera opción, que es cuando la sospecha
proviene de personas de la larga experiencia lo que los hace desconfiados, y
porque ellos han experimentado los defectos de otros. 3.
EL JUICIO
TEMERARIO O IMPRUDENTE, CUANDO SIN SUFICIENTE FUNDAMENTO SE JUZGA MAL DEL
PRÓJIMO “Porque
tendrá un juicio sin misericordia el que no tuvo misericordia; pero la
misericordia se siente superior al juicio”. (Santiago 2, 13). Esta sentencia
de Santiago, satisfacen por sí solas la objeción desatinada que muchas veces
se opone al sano y cristiano consejo de interpretar siempre en buen sentido
las intenciones del prójimo mientras no conste con seguridad lo contrario. Es
cierto que, haciéndolo así siempre, nos exponemos a equivocarnos muchas
veces. Pero esta equivocación redundará en nuestro mayor provecho, pues, a la
hora de la cuenta definitiva, Dios empleará con nosotros el mismo
procedimiento misericordioso que hayamos empleado con el prójimo. Hay, además, otra razón, puede suceder que
el que interpreta en el mejor sentido se engañe más frecuentemente; pero es
mejor que alguien se engañe muchas veces teniendo buen concepto de un hombre
malo que el que se engañe raras veces pensando mal de un hombre bueno, pues
en este caso se hace injuria a otro, lo que no ocurre en el primero. “No
juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad
y seréis perdonados”. (Lucas 6,37) Algo que parece clarísimo, es no confundir el
juicio temerario y aventurado con el juicio erróneo. El primero, es cuando sin
suficiente fundamento se juzga mal del prójimo, aunque luego resulte
verdadero o se confirme plenamente el pecado del prójimo que se juzgó osadamente.
Pero, cuando hay motivos serios o fundamentos suficientes para emitir un juicio,
no es, ni puede llamarse temerario aunque después resulte erróneo, por no
confirmarse la sospecha o juicio que se emitió razonablemente con aquellos
motivos suficientes. El juicio temerario e imprudente, transgrede siempre la
justicia aunque luego resulte verdadero. El erróneo, en cambio, no la
quebrantó si se emitió con suficiente fundamento, aunque pudo fácilmente
quebrantar la caridad. 4.
LO QUE ABORRECE
EL SEÑOR “Seis cosas hay que aborrece El Señor, y
siete son abominación para su alma: ojos altaneros, lengua mentirosa, manos
que derraman sangre inocente, corazón que fragua planes perversos, pies que
ligeros corren hacia el mal, testigo falso que profiere calumnias, y el que
siembra pleitos entre los hermanos” (Proverbios 6, 17-19) Se entiende por desprestigio o difamación
la denigración injusta de la fama del prójimo o sea, estropear, ennegrecer y
obscurecer la fama de una persona. Y se dice que es injusta, porque se
realiza contra una persona que no lo merece, donde no es el caso del malhechor
que acaba de cometer un delito y se le ha probado. El descrédito, en alguno casos, puede ser
simple cuando consiste en manifestar sin justa causa un vicio o defecto
oculto del prójimo. Si se critican sus defectos públicos, recibe más bien el
nombre de murmuración. No obstante se puede caer en la calumnia, que consiste
en imputar falsamente al prójimo algo que no ha cometido, algo que se hace
por simple descrédito la mentira perniciosa. Hay que tener cuidado del modo
como se efectúa, acusando falsamente
una falta, exagerando lo verdadero, revelando lo oculto y atribuyendo mala
intención a la misma acción buena. Y al respecto, hay que cuidarse además de
ese modo sutil e hipócrita del que lo dice y como lo dice, por ejemplo; “si
supieran lo que se”, o lo que se dice, “gracias a Dios prefiero no decirlo”,
etc. A veces basta el silencio, un gesto, una sonrisa, etc., para que la fama
del prójimo se venga abajo. “Antes de juzgar examínate a ti mismo, y en el
día de la visita encontrarás perdón” (Eclesiástico 18, 20) En síntesis, el descrédito, la detracción o
difamación del prójimo, sea simple o calumniosa, directa o indirecta, formal
o material, es de suyo pecado grave contra la justicia y la caridad. Hay que
considerar, que la calumnia es más grave, por la mentira que encierra; pero
aun la simple difamación constituye una verdadera injusticia contra el
prójimo y una falta evidente de caridad. Pero también hay que cuidarse, de
esas maliciosas ideas oscuras, de personas que se afanan en desacreditar al
prójimo, por aspectos del pasado que ya ha sido superados y perdonados,
porque la rehabilitación y la recuperación de la buena fama es necesaria, y
el respeto a los que la han recuperado, es un gesto de caridad y de nobleza. Con todo lo expuesto, nos consta claramente
por la Sagrada Escritura, que Dios no aprueba que se lesione el prójimo ni a su propia fama, todo esto
porque la caridad nos manda amar al prójimo y nos prohíbe hacerle daño. Ya tiene prohibido el Señor que nadie
ofenda a su prójimo de obra y ahora preceptúa que tampoco se le ofenda de
palabra, o sea: "No levantarás falso testimonio contra tu prójimo".
(Éxodo 20,16), esto se hace acusando falsamente: "No seas calumniador ni
chismoso entre el pueblo". (Lev 19, 6). Y observa que así como no debes
decir falsedad, tampoco debes callar la verdad”. "Si tu hermano pecare
contra tí, ve y repréndele". (Mt 18, 15). También
la persona del que testifica mintiendo.: "El testigo falso no quedará
impune". (Prov 19, 5). En efecto, este precepto incluye todos los precedentes,
porque ese tal a veces es homicida, a veces ladrón, etc. 5.
UNA OBLIGACIÓN
QUE DEBEMOS LLEVAR ESCRITA EN EL CORAZÓN Y éstos seres, murmuradores, chismosos, llenos
de maldad y que buscan el descredito por envidia o celos, y que dan falsas
pistas para desacreditar al hombre bueno, dicen la Escrituras Sagradas que
deben ser castigados; "Si después de una escrupulosa investigación,
averiguasen que el falso testigo ha dicho mentira contra su hermano, le harán
a él lo que él pensaba que se le hiciera a su hermano... No te compadecerás
de él, sino que le exigirás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente,
mano por mano, pie por pie"; (Deut 19, 18, 19, 21) y "El hombre que
rinde falso testimonio contra su prójimo es un dardo, una espada y aguda
saeta". (Prov 25, 18). También el que gustosamente escucha a los calumniadores.
"Pon a tus orejas una cerca de espinas, y no des oído a la lengua
malvada, y pon puertas a tu boca y cerraduras a tus orejas". (Eccli 28, 28). Pues no debe el hombre oír complaciente a
tales gentes: muy al contrario debe mostrarle al detractor un rostro triste y
severo. "El viento norte ahuyenta la lluvia, y el rostro severo la
lengua detractora". (Prov 25, 23) Es así, como finalmente, el deseo y la
necesidad de respetar la dignidad humana, es una obligación que debemos
llevar escrita en el corazón, esta verdad, nos debe alejarnos del pecado de
desacreditar la buena fama de los hombres, dado que cometemos una injusticia
y maldad, que en otras palabras es un pecado que ofende a Dios. El
Señor nos ayude y nos bendiga Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant Fuentes:
Teología Moral Para Seglares, A. Royo Marín. Moral,
www.caminando-con-jesus.org Los textos bíblicos, están extraídos de la
Biblia de Jerusalén Publicado en mi página WEB www.caminando.con-jesus.org en
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