LA
IRA, UNA PASIÓN DESTRUCTORA Autor:
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1. LA
IRA ES EL ENOJO Y EL DISGUSTO EXTREMO DEL QUE LA PADECE. Este
sentimiento de indignación y de actitud violenta, es la furia contra algo o
alguien. La ira es el trastorno del enojo y la peor de las molestias que
sufre el corazón del hombre. La ira, no solo produce molestias y heridas a
quien la recibe, también mucha pena y es alimento del rencor, por tanto es un
estado vergonzoso del hombre, es decir, la ira es una pasión indigna. Por
eso el sabio recomienda: “Vive en calma ante el Señor, espera en él, no te
acalores contra el que prospera, contra el hombre que urde intrigas. Desiste
de la cólera y abandona el enojo, no te acalores, que es peor”; (Salmos (SBJ) 37,8) ¿Es
posible no sentir ira?, ¿es posible no enojarse?, tal vez no, ya que esta es
una emoción de la naturaleza del hombre, pero no tener control sobre la ira,
es algo que no solo es peligroso, es además maléfico, porque este descontrol
da lugar al pecado y a la destrucción de las relaciones entre los hombres. En
efecto, la ira descontrolada da origen a la agresión física y verbal, además
atenta contra el respeto a nuestro prójimo y contra nosotros mismos. En
muchas ocasiones, la ira siempre está acompañada de un lenguaje ofensivo e
hiriente, y esta puede producir sentimientos de venganzas, por tanto bajo el
estado de cólera puedes ser presa fácil del demonio. Los
años nos van enseñando que la ira es un sentimiento del hombre, que depende
del temperamento de la persona y en muchos caso de los patrones de conducta
aprendidos en el seno familiar, está muy influenciado por las experiencias de
injusticia, es herencia de asuntos doloroso nunca resueltos, que llevan
implícitas situaciones de pesar y sus
consecuencias es la incapacidad de perdonar al prójimo, de perdonarnos a
nosotros mismos. Pedro pregunta: ¿cuántas veces tengo que perdonar las
ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces? Y el Jesús le responde:
“No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”. (Mateo 18, 21-22) y la pregunta que hay que
hacerse ahora; Si me lleno de ira, cuantas veces soy capaz de perdonar?. 2. RESPETAR
A NUESTRO PRÓJIMO “No
te dejes llevar del enojo, pues el enojo reside en el corazón de los
necios. (Eclesiastés 7,9) La
falta de tranquilidad en el corazón de los hombres, la impaciencia, el
descontrol sobre sí mismo, la negativa por aceptar el punto de vista de los
demás, alimenta la ira, por tanto es necesario tener conciencia que cada
persona tiene derecho a tener diferentes opiniones, y no dejarse llevar por
la ira, especialmente si nuestras opiniones no son consideradas. La
ira atenta contra nuestro prójimo, y como dice las sagradas Escrituras,
tenemos que respetar a nuestro prójimo, como también lo dice Santiago:
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo obráis bien” y luego agrega que; pero si
tenéis altercado (diferencias con las personas), cometéis pecado (Cfr. Santiago 2, 8-9). Entonces recordemos que el prójimo
más cercano están en nuestra propia familia con
quien convivimos y ellos no pueden ser consecuencia de nuestra ira, pero
tenemos un prójimo aún más íntimo, es el que habita en nuestro corazón y ese
es Jesús, y no podemos descargar nuestra ira sobre nuestro propio cuerpo. Es
así como reconozcamos con humildad al Señor que tenemos sentimientos de ira,
y solicitemos su ayuda para controlarla, pero no para reprimirla y amargarnos
porque no podemos desahogarnos, sino para apartarla o liberarla de forma tal
que no les provoquemos daño a otras personas. No
confundamos el control sobre este mal sentimiento con reprimir, porque
podríamos acumular resentimientos y esto nos va a impedir que tengamos paz
interior, es así como en esta situación, pidamos un buen consejo, acudamos a
quien nos pueda ayudar a la paz
espiritual, y no dejemos de acudir a nuestro Señor, con humildad y
disposición, él nos comprenderá y nos dará la fuerza que necesitamos para
ganarle a esta negativa emoción. 3. EL
PECADO DE LA IRA La
Ira es uno de los siete pecados capitales. Los vicios pueden ser catalogados
según las virtudes a que se oponen, o también pueden ser comprendidos en los
pecados capitales que la experiencia cristiana ha distinguido siguiendo a S.
Juan Casiano y a S. Gregorio Magno (mor. 31,45). Son llamados capitales
porque generan otros pecados, otros vicios. Entre ellos soberbia, avaricia,
envidia, ira, lujuria, gula, pereza. (CC 1866) De
acuerdo a Santo Tomás (II-II:153:4) “un vicio capital es aquel que tiene un
fin excesivamente deseable de manera tal que en su deseo, un hombre comete
muchos pecados todos los cuales se dice son originados en aquel vicio como su
fuente principal”. Entonces, no es la gravedad del vicio en sí mismo que lo
torna en capital sino el hecho que da origen a muchos otros pecados. Estos
son enumerados por Santo Tomás (I-II:84:4) como vanagloria (orgullo),
avaricia, glotonería, lujuria, pereza, envidia, ira. La
Escritura, en el relato de la muerte de Abel a manos de su hermano Caín (cfr
Gn 4,8-12), revela, desde los comienzos de la historia humana, la presencia
en el hombre de la ira y la codicia, consecuencias del pecado original. (CIC
2259) El hombre se convirtió en el enemigo de sus semejantes. Dios manifiesta
la maldad de este fratricidio: "¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu
hermano clamar a mí desde el suelo. Pues bien: maldito seas, lejos de este
suelo que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano"
(Gn 4,10-11). 4. LA
IRA TIENE UNA GRAN FUERZA DESTRUCTORA. "El
necio da rienda suelta a toda su ira, más el sabio al fin la sosiega"
(proverbios 29:11). Cuando
alguien recibe ofensa o insultos muy graves contra la honra o dignidad, se
enfrenta a una situación difícil de controlarse. Lo peor es que si no ha dado
una respuesta, pierde la tranquilidad hasta el desagravio. Son muchas las
familias, amigos, vecinos y compañeros de trabajo, que no han sabido
controlar la pasión de la ira y hoy se sienten como verdaderos enemigos. También
son mucho los graves errores que se ha cometido en el mundo, motivado por los
impulsos de cólera. Muchos llantos y lágrimas han sido provocados por
arrebatos incontrolados. Es así, como la ira tiene una gran fuerza
destructora. Y es así también como provoca una pasión destructora y es la
causante de grandes tragedias. En efecto, son irreparables los males que ha
provocado un instante de descontrol y cólera. Nosotros
mismo, sabemos en conciencia, como hemos sido arrastrados por el impulso de
la cólera, la rabia o la ira. Y luego también hemos sentido en nuestro
corazón indignación por no haber sabido dominar esta pasión. Peor no hemos
sentido cuando sabiendo lo mala que es, volvemos a ser dominado por ella. Por
tanto, hay que tener conciencia de que la ira no solo nos produce
enemistarnos con los demás, también nos produce grandes males a nosotros
mismo. El pesar de haber experimentado pasiones de ira, no solo nos produce
vergüenza, también dolor. A
todos nos sucede, que al observar a dos personas dominada por la pasión de la
ira y enceguecida por los arrebatos, nos decimos que incomprensible una
obcecación así. Sin embargo, no siempre somos capaces de ayudar a quien la
razón no le deja pensar en la torpeza que está cometiendo. 5. UNA
PASION QUE DESTRUYE AL HOMBRE De
las pasiones y emociones del hombre, esto es el placer, el amor, el miedo, el
odio, el deseo y el temor, la alegría, la tristeza, la ira es una de las más
perniciosas para el ser humano. Las pasiones son numerosas. La más
fundamental es el amor que la atracción del bien despierta. El amor causa el
deseo del bien ausente y la esperanza de obtenerlo. Este movimiento culmina
en el placer y el gozo del bien poseído. La aprehensión del mal causa el
odio, la aversión y el temor ante el mal que puede venir. Este movimiento
culmina en la tristeza del mal presente o la ira que se opone a él. (CIC
1765) Después
del Sermón de la Montaña, hablando sobre la ley, el Señor nos recuerda el
precepto: No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal. Pues yo os
digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el
tribunal; (Mateo 5, 21-22), es decir
él nos señala el rechazo absoluto de la ira, del odio y de la venganza:
“Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pues yo os digo:
no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha
ofrécele también la otra: (Mateo 5,
38-39). Lo que pide el Señor, es ir contra la ira, con el amor, por eso
además pide a sus discípulos no solo presentar la otra mejilla, sino que al
mismo tiempo, amar a los enemigos: “yo
os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, (Mateo 5, 44). Y lo demostró el mismo,
cuando amonestó a Pedro cuando era atacado pidiéndole: “Vuelve tu espada a su
sitio” (Mateo 26,52) El
Señor, nos exige la paz del corazón y denuncia la inmoralidad de la ira, que
lleva muchas veces al hombre al homicidio y al odio. En efecto, esta destructiva pasión,
no nos permite saber lo que hacemos y menos aun lo que decimos, porque cuando
un hombre está dominado por la ira, está abandonado a la razón. 6. LA
IRA EN LAS SAGRADAS ESCRITURAS La
sagradas Escrituras, tienen muchas sentencias para invitarnos a abandonar el
mal de la ira: "Desiste de la ira y abandona el enojo, no te acalores,
que es peor” (Salmos 37,8). San Pedro
pronuncia; “Pues quien quiera amar la vida y ver días felices, guarde su
lengua del mal, y sus labios de palabras engañosas, apártese del mal y haga
el bien, busque la paz y corra tras ella. Pues los ojos del Señor miran a los
justos y sus oídos escuchan su oración, pero el rostro del Señor contra los
que obran el mal. (1 Pedro 3, 10-12). San Pablo recomienda; “Si os airáis, no
pequéis; no se ponga el sol mientras estéis airados, ni deis ocasión al
Diablo. (Efesios 4, 26-27) Humillaos,
pues, bajo la poderosa mano de Dios para que, llegada la ocasión, os ensalce;
confiadle todas vuestras preocupaciones, pues él cuida de vosotros. (1 Pedro
5, 6-7). Él no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de poder, amor y
dominio propio; "Porque no nos dio el Señor a nosotros un espíritu de
timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza. (2 Timoteo 1,7). Un poco más fuerte es el
sabio, que expresa: No te dejes llevar del enojo, pues el enojo reside en el
pecho de los necios. (Eclesiastés 7,9) “En
conclusión, tened todos unos mismos sentimientos, sed compasivos, amaos como
hermanos, sed misericordiosos y humildes. No devolváis mal por mal, ni
insulto por insulto; por el contrario, bendecid, pues habéis sido llamados a
heredar la bendición. Pues quien quiera amar la vida y ver días felices,
guarde su lengua del mal, y sus labios de palabras engañosas, apártese del
mal y haga el bien, busque la paz y corra tras ella.” (1 Pedro
3, 8-11) "Por
tanto, revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas
de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándoos
unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro.
Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros. Y por encima de todo
esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección. (Colosenses (SBJ) 3, 12-14) “Amarás
a tu prójimo como a ti mismo. Pero si os mordéis y os devoráis mutuamente,
¡mirad no vayáis mutuamente a destruiros!”
(Gálatas (SBJ) 5, 14-15). En cambio el fruto del Espíritu es amor,
alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio
de sí; contra tales cosas no hay ley”
(Gálatas 5, 22-23) 7. NUESTRA
MISIÓN ES LA PAZ ENTRE LOS HOMBRES, LA PAZ DE CRISTO “Según
sea la leña, así arde el fuego, según su violencia, arde la disputa; según la
fuerza del hombre es su furor y conforme a su riqueza sube su ira. Riña
súbita prende fuego, disputa precipitada vierte sangre”. (Eclesiástico 28,
10-11) La
ira y todo tipo de actitud insoportable, impide actuar de forma serena y
produce alteraciones de la conducta que llegan a ser extremas, es así, como
la rabia está muy relacionada con los fracasos, frustraciones y conflictos
del hombre. Lo peor este estado de ánimo, crea situaciones de violencia en
muchos casos y en otros lleva a los individuos a alimentar odios y
resentimientos, haciendo vivir a las persona en un estado de conflicto y
odiosidad. “El odio provoca discusiones, el amor cubre todas las faltas”.
(Proverbios 10,12). Por supuesto, que el odio es el sentimiento contrario al
amor, pero lo peor de quien lo padece, es que no conoce la palabra perdón. Es
así, como cristianos, no podemos ser dominados por esta pasión odiosa de la
ira, ya que nos aleja del principal precepto que tenemos de amar a Dios y a
nuestro prójimo, por tanto, debemos hacer un esfuerzo para lidiar con la
rabia, la ira y el odio. Este esfuerzo, nos traerá mucha paz a nuestro
corazón. “¡Grande es el Señor, que en la paz de su siervo se complace!” (Salmos 35,27) Si
bien es cierto que es necesario descargar nuestras rabias, aprendamos a
hacerlo de una forma lejos de toda violencia y odiosidad. La reflexión, la
meditación y la oración siempre será un buen método, pues esta nos reconforta
y nos lleva a la calma. A
pesar de que vivimos en un mundo agresivo, recordemos que nuestra misión es
la paz entre los hombres, la paz de Cristo. Busquemos y motivemos la paz
anímica y espiritual, haciendo todo el esfuerzo posible para desterrar la
ira, hagámoslo por Cristo nuestro Señor. EL Señor nos
Bendiga Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant Fuentes y Bibliografía Textos Bíblicos de la Biblia de Jerusalén Dignitatis Humane, 10 y 11 Publicado en este enlace de mi WEB: www.caminando.con-jesus.org
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