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LA PAZ

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant  

www.caminando-con-jesus.org


 

“Que el Señor te bendiga y te proteja. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te muestre su gracia. Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz”. Con esta bendición, comenzamos el año litúrgico, Primera Lectura Núm 6, 22-27, Liturgia 1 de Enero, y así abrigamos esperanza para tengamos una año de “paz”, no obstante nuestro anhelo, es necesario trabajar y orar por la paz, para que el mundo viva en armonía, concordia y amistad.

1.    LA PAZ  ES UN DON DE DIOS

La paz es un don Dios, la paz viene de Dios, es allí donde debemos buscarla, y en su morada favorita, en el corazón de los hombres, en ese lugar debe nacer el concierto o la buena disposición en todo orden de las cosas entre sí o de las partes que forman un todo en la armonía de la vida en tranquilidad y buena convivencia. Construir la paz, requiere una gran dosis de amor por la vida, y una gran conciencia de que se debe vivir en una situación y estado de legalidad normal en los que los ciudadanos respetan y obedecen sin protesta lo establecido por las autoridades, pero en conciencia no lo hacen por una determinada autoridad designada por los hombres, sino porque amamos a Dios, que es el creador de los hombres, por tanto cuidamos de sus criaturas.

En Dios, la paz tiene su origen, y nosotros contribuimos a ella, lo hacemos con justicia, con natural inclinación a dar y reconocer a cada uno lo que le corresponde, con la facultad natural de las personas para elegir como llegar a ella en forma adecuada, pero con obligación a buscar todos los recursos para conseguirla, especialmente con el diálogo, con apertura de oído, para saber escuchar, pero básicamente por medio de una promesa y en definitiva unión con Dios, fuente primordial de la paz auténtica.

Dirijamos nuestras oraciones a Dios, en voz alta o mentalmente, oremos todos a Dios por la paz en el mundo, no hacerlo es evadir nuestra responsabilidad en nuestra historia, es huir del amor por los hombres. Todos nosotros, hijos de Dios, sepamos afrontar esta necesidad, oremos porque no es bueno afrontar esta realidad solo, porque es maravilloso contar con la fuerza que procede de lo alto de los cielos, es magnífico contar con la fuerza de la verdad, y del amor del Señor, porque con El contaremos siempre para enfrentar cualquier dificultad, de El viene la absoluta voluntad del bien.

2.    NECESITAMOS LA AYUDA DE DIOS, NECESITAMOS PEDIRLE POR LA PAZ

Oremos por la paz, con el convencimiento como verdaderos cristianos de que la justicia y la paz son dos bienes absolutamente inseparables, producto de los corazones justos y de conciencia de camino en rectitud, pero al mismo tiempo, seamos consecuente en lo que oremos y en lo que hacemos, promoviendo la convivencia pacífica en nuestras autoridades, a fin de que ellas además, a través de la educación y del buen comportamiento moral, y por sobre todo con un obrar de justicia, mantengan siempre un clima social con sincero respeto a la verdad y a la libertad, sin pisotear ninguno de los derechos que Dios le ha otorgado a sus hijos en la tierra.

Nos encanta hablar de las actitudes de la buena convivencia y disposición de vivir en armonía y paz, nos gusta decir que estas nacen en las conciencias rectas, que es la expresión de un corazón que se ha dispuesto a ser morada de Dios, pero callamos la vergüenza de estar profundamente heridos por el pecado de la permisividad y la irreverencia, disponiéndonos a actuar débilmente frente al mal, y siempre nos disculpamos con motivos muchas veces insignificante, para no asumir la responsabilidad que nos cabe en la falta de paz en la sociedad.

"No siempre hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero", nos dice San Pablo hablando de la condición moral del hombre (Rom 7, 19).  Es por eso que necesitamos la ayuda de Dios, para que nos entregue fuerza para no ceder ni rendirnos a ninguna presión externa, para no fallar en la observancia de los propios principios o normas de conducta de la moral que nos enseñó a través de los Evangelios nuestro Señor Jesucristo, con una voluntad recta fundada en los principios de la verdad que con tanto amor y dedicación nos instruyó, en el profundo respeto a los mandamientos de Dios y en el amor al prójimo.

Si aún no hemos comenzado a orar por la paz, hagámoslo ya, para que hagamos mucha fuerza para acabar con el terrorismo en nuestra tierra, por el fin de las guerras, por el término de la opresión y por abrir las puertas a la paz, pidamos sin cesar a Dios que nos conceda este bien tan necesario.

3.    NO PODEMOS DEJAR DE PASAR POR ALTO Y NO TENER CONCIENCIA DEL SUFRIMIENTO DE LAS PERSONAS QUE VIVEN AMENAZADAS POR ESTOS HORRORES DE LA GUERRA O DEL TERRORISMO

Los acontecimientos de estos tiempos los cuales hemos sido testigo, tales como el atentado a las torres gemelas, a los ferrocarriles españoles, en las calles de Londres, en diversos barrios de París y de los que estamos siendo a diario testigo en perjuicio de los inocentes de Afganistán, Irak, Siria, Líbano, Nigeria, a los corazones de Palestina e Israel y a los hombres de buena voluntad de todo el mundo, nos obligan a insistir en esta petición de paz. Del mismo modo, pedir por nuestros hermanos que sufren por resistirse a las ideologías contrarias al pensamiento cristiano. Nuestro mundo no deja de estar amenazado por el terrorismo, y hoy lloramos con amargura los crueles momento de los inocentes hijos de Dios que viven tanto en Europa, como en Asia Menor, Medio Oriente, África y muchos otros lugares de esta tierra que es de todos, creando perturbaciones a la convivencia de amor en los hombres, donde por lo general se atropellan los derechos de los más débiles, haciéndolos pasar por situaciones horrorosas.

Nosotros los cristianos, no podemos dejar de pasar por alto y no tener conciencia del sufrimiento de las personas que viven amenazadas por estos horrores de la guerra o del terrorismo, y desde este sentimiento que nos embarga, no dejemos de orar por nuestros hombres a los cuales se le ha entregado la responsabilidad de buscar dentro de los imperativos de la justicia y de la legalidad, la tarea de poner fin a las actividades del terrorismo y establecer un orden justo y pacífico.

Pero nada se puede hacer sin la ayuda de Dios para que todos nuestros planes de paz y justicia, se hagan con acierto y esta ayuda la conseguimos con la oración, y luego no olvidar la ayuda de la sociedad toda a los dirigentes, para que no pierdan ni la fuerza ni el compromiso de trabajar por la paz. Todo esto con el convencimiento que sólo de Dios nos puede venir la necesaria sabiduría, prudencia, la fortaleza y la iluminación para que los corazones comprometidos en la búsqueda de la paz, sepan contagiar a los corazones de los enemigos de esta, y que para todos, incluso los terroristas sientan la necesidad de ella.

No dejemos de pedir a Dios, como nos dice el mismo Señor Jesucristo, “Pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen y se les abrirá la puerta” (Mt 7, 7), y no olvidemos los que nos dice luego; “Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡con cuánta mayor razón el Padre de ustedes, que está en el Cielo, dará cosas buenas a los que se las pidan!” Mt 7,11

Nuestro Señor, es Dios de la paz, organicemos nuestras oraciones por ella, pidamos a diario por la paz y por el término del terrorismo. Oremos a Jesús, él nos trajo la paz de Dios a los hombres y es el Príncipe de la paz. “Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde.” (Jn 14, 27) “La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.”  (Jn 20, 21)

4.    TODOS LOS CRISTIANOS, DEBEMOS PRIVILEGIAR EL COMPROMISO GENEROSO CON LA PAZ

“Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado y me dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo.”  Palabra del Señor (Jn 16, 32-33)

Cristo es nuestra paz, y los cristianos expresamos nuestro convencimiento de que sólo Cristo es "nuestra paz" (Ef 2, 14), reafirmando así que Él mismo es un don de paz, e Hijo del Padre de toda la humanidad. Destruyendo el pecado y el odio, y llamando a todos a la concordia y a la fraternidad, vino a unir lo que estaba dividido; por eso, Él es el principio y el ejemplo de la humanidad renovada, llena de amor fraterno, de sinceridad y de espíritu de paz, a la que todos aspiran.

Es así, como no dejemos de alentar a las comunidades cristianas, que con su vida y su acción hacen presente a Jesucristo, a que acrecienten su unión con Él, intensificando la oración confiada y perseverante por la paz. Nuestras súplicas harán de cada uno de nosotros instrumentos de paz, sembradores de concordia, artífices del perdón. En una sociedad marcada por fuertes tensiones, las iglesias particulares de los territorios que desgraciadamente padecen con tanta frecuencia la herida del terrorismo, tienen la misión de promover la unidad y la reconciliación, rechazando todo tipo de violencia, de terror y de chantaje, pues con estas triste situaciones de las cuales estamos siendo testigo a diario, es el mundo el que sufre.

Por encima de cualquier cosa, es necesario no ser tibio y levantar, una vez más, la voz en favor del valor de la vida, de la seguridad, de la integridad física, de la libertad. En efecto, la vida humana no puede ser considerada como un objeto del cual disponer arbitrariamente, sino como la realidad más sagrada e intangible que está presente en el escenario del mundo. No puede haber paz cuando falta la defensa de este bien fundamental. No se puede invocar la paz y despreciar la vida.

Todos los cristianos, debemos privilegiar el compromiso generoso con la paz auténtica, contribuyendo a remover obstáculos, a derribar muros, a favorecer iniciativas y proyectos en colaboración y diálogo social con tantas personas y grupos interesados en alcanzarla.

Esta es una tarea que nos compete a todos y no podemos no tenerla presente, es de los hombres y la mujeres, de los jóvenes y de los ancianos, de las escuelas y universidades, de la cultura, del deporte, de todas las fuerzas laborales, de civiles y militares, de nuestra Iglesia Católica y de todas las Iglesias, es de competencia ecuménica, paz dentro y fuera, paz en todo y con todos.

El Señor nos bendiga y nos ayude en éste caminar por las senda de la paz

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

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Escrito el 1 Enero 2012 y complementado en noviembre de 2015

Este articulo pertenece a mi próximo Libro la Moral y Virtudes del Cristiano


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