LOS FIELES A LOS SACERDOTES Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant NO
SOY SACERDOTE ORDENADO Cuando la gente no me conoce, me da el
tratamiento de “padre”. No soy sacerdote ordenado, es una explicación que doy
casi a diario a mucha gente que me escribe luego de visitar mi página WEB que
ha recibido cerca de 6 millones de visitas o por mis envíos desde ya hace más
de 12 años de la Misa Diaria que ya llega a más de 21.500 personas, o cuando
me pide amistad a través del Facebook, yo trato de comprenderlos, porque para
muchos no es común que una seglar o laico común tenga unas página WEB como www.caminando-con-jesus.org
y www.caminando-con-maria.org
No obstante, cuando niño, y luego cuando joven, mi sueño fue ser sacerdote,
lo conversé más de alguna vez con los padres de mi parroquia en mi barrio
natal, (Recreo Alto, Viña del Mar), y también le hablé a mi papa, quien con
tristeza me comentó que él tuvo el mismo ideal en su juventud, pero como era
de una familia sin recursos para dar una dote, su padre, mi abuelo un hombre
muy devoto, le dijo que lamentablemente no podía ayudarlo. En mi caso, un
accidente en mis manos no me lo permitió.
Ya estoy en la tercera edad, soy padre de cuatro hijas y un hijo,
abuelo de dos nietos y dos nietas. El
Señor me ha sido fiel en todas sus
palabras, en todas sus obras, con mi familia ha sido amoroso, me ha regalado
a su Hijo Jesús que es mi más fiel amigo y seguro refugio, en El encontré un
tesoro, es así como intento guardar sus mandamientos, con todo lo difícil que
es, para permanecer fiel a su aceptación como uno de sus hijos, y con el
deseo de amar a todos mis hermanos
como él los ama, obediente a su ruego de ir por el mundo con la buena noticia
para evangelizar el corazón de los hombres. Rezo para que siempre permanezca
con fidelidad al Señor que tanto amo y que tanto me ama. Yo tengo mucho respeto por los sacerdotes, hay
algunos los cuales los quiero mucho, no obstante sé que hay otros que
decepcionan mucho, de todo hay en la viña del Señor, y es así como por ser
una persona publica en internet y en algunas radios que transmiten mis
reflexiones, recibo una gran cantidad de cartas donde se atreven los fieles
laicos a comentar porque se sienten decepcionados de sus sacerdotes y que
esperan de ellos. Y este artículo, lo escribo con mucho
respeto a mis sacerdotes, y es posible que muchos de los suscriptores que
reciben a diario mi tarea le pueda ser de utilidad, y reitero que es el
cariño por ellos y ningún otro sentimiento lo que me motivó a escribir este
artículo. No me considero digno de escribir cómo deben ser y vivir los
sacerdotes, tampoco me considero digno de dar algunas lecciones, no obstante
me he decidido a escribir este artículo no para criticarlos, sino para
transmitir lo que muchos fieles esperan de ellos. Ciertamente se pueden
escribir muchas cosas, pero solo tomaré cuatro aspectos que considero
relevante destacar. 1.
USTEDES, PERMANEZCAN EN MI
AMOR. (Jn 15,9) El pueblo fiel,
busca en los sacerdotes hombres de Dios, que vivan la Palabra de Dios,
hombres de Misericordia, capaces de que entregar amor y de alimentar
espiritualmente, hombres que sean Pan de Vida. ¿Y qué pasa cuando no lo son? San Juan, nos
dice que el que conoce al Señor, guarda sus mandamientos y quién dice: “Yo le
conozco” y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en
él. Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha
llegado a su plenitud. En esto se le conoce que estás en él y luego agrega
que quien dice que permanece en él, debe vivir como vivió él. (Cfr 1 Jn 2,
3-5), es así como los fieles quieren ver al sacerdote, como otro Cristo.
También San Juan nos recomienda; “Queridos, amémonos unos a otros, ya que el
amor es de Dios”, (1 Jn 4,7) y nos dice que; “Dios es Amor y quien permanece
en el amor permanece en Dios y Dios en él” (1 Jn 4,7). Ciertamente, el
pueblo fiel, exige mucho de sus sacerdotes y reclama un hombre que practique
su palabra, la misma que predica y la misma que su imagen dice representar.
El mismo San Juan exhorta a ser buenos hermanos de sus hermanos, dar la vida
por ellos, no cerrarles el corazón, y si lo hace; ¿cómo puede permanecer en
él el amor de Dios? y concluye; “Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca,
sino con obras y según la verdad. En esto conoceremos que somos de la verdad”
(Cfr 1Jn 3,17-19). Y el sacerdote, necesita frente a su pueblo, demostrar que
es de la verdad, caso contrario,
provoca desánimo. Cuando el Papa
Benedicto XVI inaguraba el Año Sacerdotal, citando al Santo Cura de Ars,
expresa que “el sacerdocio es el amor al Corazón de Jesús”, (cfr. Homilía en la celebración de las Vísperas
de la Solemnidad del Sacratísimo Corazón de Jesús, 19 de junio de 2009) y
como él (Cristo) nos amó, los sacerdotes los deben obedecer a la verdad, para
amarnos los unos a los otros sinceramente como hermanos, intensamente unos a
otros con corazón puro. (Cfr 1Pe 1,22) 2.
ROGAMOS PARA QUE SEAN GUARDADOS DEL MALIGNO No buscamos que
los sacerdotes vayan por ahí haciendo cosas sorprendentes, es preferible que
sirvan humildemente, y si lo hacen, para el pueblo fiel es una actitud
extraordinaria, porque en esa humildad, nos damos cuenta como Cristo actúa en
ellos. En efecto, cuando observamos que los sacerdotes se dejan modelar por
el Espíritu Santo, observamos como que hay una fuerza que los promueven hacia
la santidad. Ciertamente,
todos piensan que los sacerdotes fueron bendecidos, consagrados y enviados al
mundo para ayudar en la misión salvífica del Hijo enviado por el Padre, por
tanto, los Presbíteros tienen una tarea importante que cumplir dentro de la
comunidad de fieles, es decir necesaria para nuestra Iglesia y para todos los
hombres, por tanto si ellos quieren ser eficaces en su tarea, tienen que
mostrarle una total fidelidad a Cristo, es decir vivir plenamente unido a él.
Entonces, si
los sacerdotes, hacen su tarea, con el mismo espíritu de servicio que les ha
inspirado su fe, con humildad, es decir sin sentirse más importante que los
fieles a los cuales se deben, serán verdadero guías llevando por el buen
camino a sus hermanos de fe, permitiéndoles avanzar en su propósito de
santidad. Y así, se nos
hace más sencillo hacer nuestra la súplica que le hace el Hijo al Padre;
“Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno
como nosotros…..para que tengan en sí mismos mi alegría colmada…..No te pido
que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno…..Ellos no son
del mundo, como yo no soy del mundo…..Santifícalos en la verdad: tu Palabra
es verdad”. (Cfr. Jn 17,12-17) 3.
EN LA BUSQUEDA DE LA MISERICORDIA Misericordia y
reconciliación. Este es un detalle muy importante, buscado y querido por los
fieles y lamentablemente no está siempre disponible. Cuando nos reconciliamos
con alguien, volvemos a disfrutar de su amistad, cuando recibimos de alguien
un perdón a lo que hemos faltado, nos llenamos de paz, si esto nos ocurre con
un amigo o un familiar, mayor aún es la amistad que deseamos con Dios cuando
nos hemos reconciliado con él, como también más intensa es nuestra Paz. En
efecto, la reconciliación es lo que nos hace experimentar el amor de la
misericordia divina, y gracia a Él, (Dios) nos sentimos liberados en el alma
de los pecados, entonces esto nos produce una paz tan grande que nos hace
saborear la belleza de volver a rencontrarnos con el Padre verdadero, que lo
da todo por sus hijos, y que es un
enamorado de los hombres. Para esto, en la vida real, necesitamos encontrarnos
con un sacerdote que nos muestre que él también está convencido que realmente
somos perdonados por Dios, que sepa convencernos que él aunque pecador, sabe
de la misericordia de Dios, que nos anime y nos aliente a que seamos hombres
de bien, y su actitud sea como la de Cristo, que dijo; “Tampoco yo te
condeno. Vete, y en adelante no peques más” (Jn 8,11), así, misericordioso
como El, amado por él, será más fácil sentirnos también amados por Dios y
nuestra vida será después de cada confesión, una vida nueva. Misericordia,
conversión, perdón, reconciliación, van siempre de la mano. Dice el Señor;
“Del mismo modo, os digo, se produce alegría ante los ángeles de Dios por un
solo pecador que se convierta.” (Lc 15,10), por tanto podemos decir que el
sacramento de la alegría es justamente el del perdón y la reconciliación.
Claro ejemplo de esta alegría es el Evangelio que nos relata el regreso del
hijo prodigo, donde “le vió su padre y, conmovido, corrió, se echó a su
cuello y le besó efusivamente”. (Cfr. Lc 15,20). Es así como tengo la convicción de que cada
vez que alguien se confiesa, encuentra la alegría de sentir la misericordia
de Dios. Esta es una tarea un poco olvidada, incluso, hay templos que ni
siquiera tienen confesionario. 4.
SACERDOTES QUE PREDIQUEN EL EVANGELIO Y VIVAN DEL
EVANGELIO Cada día, se
observa que es muy necesario que los sacerdotes sean portadores de la Buena
Noticia del Evangelio, por lo demás, es lo que Cristo encomendó a los
Apóstoles, predicar la Buena Nueva a todos los hombres y en todas partes.
Pero ésta predica debe estar empapada de del amor ilimitado Cristo, es decir
vivir lo que se predica. San Pablo expresa; “el Señor ha ordenado que los que
predican el Evangelio vivan del Evangelio. (1 Cor 9,14) y aún más él se
lamenta si no lo hace: “Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio!”.(1 Cor
9,15). Esta es otra de las tareas que el fiel laico espera con urgencia, ver
que sus sacerdotes sean colaboradores de Cristo en la transferencia de la fe,
hombres de oración, adheridos a Cristo, motivadores de que sus fieles tengan
un encuentro personal con Cristo, sacerdotes amigos de Cristo, por tanto
buenos ejemplos para seguir Cristo, y para que el sacerdote sea buen ejemplo,
resulta especialmente importante que él sea testimonio de vida, autentico,
creíble, hombre de Dios y que su Palabra ensanche los corazones, en otros
términos, que él sea Buena Noticia. Ciertamente, si
los fieles observan que el sacerdote acepta con gozo las palabras de Cristo,
y vive las verdades que enseña, se transforma en un instrumento importante de
la doctrina católica. Por tanto, el sacerdote debe siempre vivir preparado
para guiar a sus fieles hacia una fe sólida. Pero para que esto suceda, ellos
son los primeros que tienen que tener dispuesto para el mundo sus corazones a
través de la palabra viva y vivida de la Buena Noticia. ORACIÓN POR LOS SACERDOTES ESCRITA POR SANTA TERESA DE
LISIEUX ¡Oh Jesús! Te ruego por
tus fieles y fervorosos
sacerdotes, por tus
sacerdotes tibios e infieles, por tus
sacerdotes que trabajan cerca o en lejanas
misiones, por tus
sacerdotes que sufren tentación, por tus
sacerdotes que sufren soledad y desolación, por tus jóvenes
sacerdotes, por tus
sacerdotes ancianos, por tus
sacerdotes enfermos, por tus
sacerdotes agonizantes por los que padecen
en el purgatorio. Pero sobre
todo, te encomiendo a los sacerdotes que me son más
queridos, al sacerdote
que me bautizó, al que me
absolvió de mis pecados, a los
sacerdotes a cuyas Misas he asistido y que me dieron
tu Cuerpo y Sangre en la Sagrada Comunión, a los
sacerdotes que me enseñaron e instruyeron, me alentaron y
aconsejaron, a todos los
sacerdotes a quienes me liga una deuda de gratitud, especialmente a ...... ¡Oh Jesús,
guárdalos a todos junto a tu Corazón y concédeles abundantes bendiciones en el
tiempo y en la eternidad! Amén El
Señor nos bendiga Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant Publicado en mi
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