LA RECONCILIACIÓN, CAMINO DE PAZ Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant El Papa Francisco, nos ha invitado
recientemente a rezar por la paz y la reconciliación de los hombres, y frente
a los recuerdos de dolor por el pasado que vivimos hoy en Chile, creo que su
palabras nos llegan a tiempo: "Que cada uno mire dentro de su propia
conciencia y escuche la palabra que dice: Sal de tus intereses que atrofian
tu corazón, supera la indiferencia hacia el otro que hace insensible tu
corazón, vence tus razones de muerte y ábrete al diálogo, a la
reconciliación; mira el dolor de tu hermano y no añadas más dolor, detén tu
mano, reconstruye la armonía que se ha perdido; y esto no con la confrontación,
sino con el encuentro". Estamos en Chile, en unos días difíciles,
el tema es sobre la reconciliación y esta parece que no se produce, han
transcurrido 40 años desde la intervención militar y los que fueron ofendidos
en su dignidad, claman justicia, los que ofendieron, desean que se comprendan
sus motivos. Un tercer grupo de personas desean apaciguamiento en los
corazones, hay quienes lo aceptan, y otros no. Por otra parte, hay un grupo
humano que se ha dedicado a recordar los
momentos dolorosos del pasado con una muestra de los aspectos más violentos
de nuestra humanidad, siendo esto una invitación a reflexionar sobre el
triste actuar de nuestra sociedad contaminada de ideales irreverente de toda
índole. Al respecto, que debemos hacer los cristianos y en especial los que
decimos ser católicos?. La respuesta no es difícil, ya que lo que pide la
gran mayoría de los ciudadanos de mi país, es lograr la paz entre nosotros, la
misma paz que pide nuestra fe. El apóstol Pedro, nos hace una invitación
que nos viene muy bien: “tened todos unos mismos sentimientos, sed
compasivos, amaos como hermanos, sed misericordiosos y humildes. No devolváis
mal por mal, ni insulto por insulto; por el contrario, bendecid, pues habéis
sido llamados a heredar la bendición. Pues quien quiera amar la vida y ver
días felices, guarde su lengua del mal, y sus labios de palabras engañosas,
apártese del mal y haga el bien, busque la paz y corra tras ella. Pues los
ojos del Señor miran a los justos y sus oídos escuchan su oración, pero el
rostro del Señor contra los que obran el mal”. (1 Pedro 3, 6-11). Los hombres de fe, sabemos que Dios nos
quiere reconciliados, nos quiere en paz y lejos del mal. Y en nosotros,
seguidores de Jesucristo, está el mandato de llevar la palabra de
reconciliación a todos los hombres. Ciertamente, hay personas que deben
cumplir con la verdad y ayudar a que
se haga justicia, pero la gran mayoría debe contribuir a que se viva
en paz, y si hay que perdonar, hagámoslo de corazón para que se produzca esa
paz, y si debemos perdón, pidámoslo en nombre de esa misma paz. En nuestro
paso por ese duro tiempo de vida que nos tocó vivir, fue un tiempo de pecado
contra Dios al no respetar la dignidad del hombre, algunos directamente, y
otros inactivamente y muchas veces actuando con indiferencia. Frente a todo
los que nos ha ocurrido y a los que nos sucede hoy, tenemos una responsabilidad
apostólica de gran relevancia, el ministerio de la reconciliación y esta
tarea es un compromiso del cual ningún discípulo de Cristo debe eludir. Dice
san Pablo: "Pues Dios, por medio de Cristo, estaba reconciliando el
mundo, no teniendo en cuenta sus pecados y haciéndonos a nosotros
depositarios de la palabra de la reconciliación" (2Co 5,19). De ahí el apremiante
consejo del apóstol: "En nombre de Cristo os rogamos: reconciliaos con
Dios" (2Co 5,20) y nos reconciliamos con Dios reconciliándonos entre
nosotros, por tanto en este ministerio como apóstoles que trabajan por la
reconciliación, nos debe convertir en los promotores de la paz que anunciamos. El hecho de que Dios sea el autor primero y
principal de la reconciliación no induce a creer que el hombre tenga una
parte exclusivamente pasiva; pero debe acoger el don divino de la
reconciliación. Esta acción divina sólo se realiza en quienes la acogen con
fe eficaz y se abren a ella. Sabemos que Dios no tiene en cuenta el pecado
para la acción reconciliadora, el desea crear en nosotros algo nuevo, y crea
una nueva criatura, porque la reconciliación implica una renovación completa,
y a partir de ella debemos transfórmanos en hombres nuevos. Al respecto dice
san Pablo: “el que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo
es nuevo. Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo y
nos confió el ministerio de la reconciliación. Porque en Cristo estaba Dios
reconciliando al mundo consigo, no tomando en cuenta las transgresiones de
los hombres, sino poniendo en nosotros la palabra de la reconciliación”. (2
Corintios 5, 17-20). Son palabras que podemos aplicar y meditar en nuestro
interior para pacificarnos y así contagiar esta paz con los demás, porque de
enemigos que éramos por nuestra
conducta, ahora podemos "gloriarnos en Dios" (Rm 5,11), que nos
hace comparecer en su presencia sin odiosidad y sin rencor con nuestros
semejantes. Cristo es así nuestra paz, por habernos reconciliado con Dios,
Cristo será nuestra paz si nos reconciliamos entre los hombres. Por tanto, si buscamos la reconciliación
perfecta y definitiva, tenemos contemplar a Jesús, El la realizó como mediador
entre Dios y los hombres. No olvidemos que Cristo nos ha pedido un
mandamiento nuevo: “que nos amemos los unos a los otros, como él nos ha
amado, así nos amemos también nosotros los unos a los otros”. (Juan 13, 34) Con todo, lo que me queda claro, es que el
hombre es incapaz de reconciliarse con sus similares en una posición alejada
de Dios, como también le es difícil reconciliarse con su creador si aleja de Él
creando odiosidad entre sus semejantes. Ciertamente, el hombre común, vive alejado
de su salvación, y no valora que la acción divina está en la reconciliación con
Dios y sus hermanos, no obstante, como nos dice el apóstol Pablo: "Todo
viene de Dios, que nos reconcilió con él por medio de Cristo" (2Co 5,18);
Si cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su
Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su
vida! “Y no solamente eso, sino que
también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos
obtenido ahora la reconciliación”. (Romanos 5, 8-11). Ciertamente me parece bien meditar lo que
nos ha sucedido, como también hablar de cómo estamos viviendo y como debemos
vivir, pero todo debe llevar a apaciguar los ánimos y a pacificar los
corazones, la reconciliación es camino de paz y quienes la buscan, son amados
por Dios como sus hijos predilectos, por eso Nuestro Señor Jesucristo nos ha
dicho: Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán
llamados hijos de Dios. (Mateo 5,9) El Señor
nos Bendiga Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant Los textos bíblicos, están extraídos de la
Biblia de Jerusalén Publicado en mi página WEB www.caminando.con-jesus.org en
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