LA TOLERANCIA, UN DON DE DIOS, QUE SE RECIBE COMO PARTE DE SU SABIDURÍA Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant “Pedro tomó la palabra y dijo: Verdaderamente
comprendo que Dios no hace diferencia de personas” (Hechos 10, 34) “porque no hay más que un
solo Dios, (Romanos 3, 29-30) y, “uno
mismo es el Señor de todos”. (Romanos 10,12) 1.
LA SABIDURÍA ES UN ESPÍRITU QUE AMA AL
HOMBRE Y LO HACE TOLERANTE
Muchas personas, ven a la religión, como un
ideal de fe intolerante, que se opone y no acepta que otros que no son de la
misma fe piensen distintos, y esto viene por que las sagradas escrituras nos presentan
relatos que contienen una fuerte carga de intolerancia y fanatismo, pero lo
cierto, es que esa es la parte humana, porque lo que viene de Dios, es de un
amor gratuito que siempre defiende, protege y propone tolerancia y respeto a
las conciencias del hombre. Lo que necesita el hombre, para comprender lo que
Dios desea de nosotros, es dejar que Él nos alimente con su sabiduría y para
comenzar este tema, lo he hecho con una lectura del Libro de la Sabiduría, a
fin de que su luz y la claridad que de
ella viene, nos permita ver de un modo distinto y comprender mejor porque la
tolerancia, un don de Dios, que se recibe como parte de su sabiduría. El sabio nos recomienda: “Amen la justicia,
los que juzgan la tierra, piensen rectamente del Señor y búsquenle con
sencillez de corazón”, importante recomendación para poseer la gracia de ser
tolerante, abierto y comprensivo con nuestro prójimo. Y luego sigue: “Porque
se deja hallar de los que no le tientan, se manifiestan a los que no
desconfían de él. Pues los pensamientos tortuosos (intolerantes) nos apartan
de Dios y el Poder, puesto a prueba, rechaza a los insensatos”. La escritura
sagrada, siempre nos piden no alejarnos de Dios, y los pensamientos
tortuosos, muchas veces hacen del hombre un intolerante. Y sigue la lectura:
“En efecto, en alma fraudulenta no entra la Sabiduría, no habita en cuerpo
sometido al pecado; pues el espíritu santo que nos educa huye del engaño, se
aleja de los pensamientos necios y se ve rechazado al sobrevenir la
iniquidad. La Sabiduría es un espíritu que ama al hombre”. Y esa sabiduría,
viene de Dios, porque quien todo los sabe y lo conoce, es solo Dios. Finaliza
este párrafo: “Porque el espíritu del Señor llena la tierra y él, que todo lo
mantiene unido, tiene conocimiento de toda palabra”. (Sabiduría 1, 1-7) “Radiante y eterna es la Sabiduría.
Fácilmente la contemplan los que la aman y la encuentran los que la buscan.
Se anticipa a darse a conocer a los que la anhelan. Quien madrugue para
buscarla, no se fatigará, que a su puerta la encontrará sentada. Pensar en
ella es la perfección de la prudencia, y quien por ella se desvele, pronto se
verá sin cuidados. Pues ella misma va por todas partes buscando a los que son
dignos de ella: se les muestra benévola en los caminos y les sale al encuentro
en todos sus pensamientos”. (Sabiduría 6, 12-15) “Por eso pedí y se me concedió la
prudencia; supliqué y me vino el espíritu de Sabiduría”. (Sabiduría 7, 7),
“La amé más que la salud y la hermosura y preferí tenerla a ella más que a la
luz, porque la claridad que de ella nace no conoce noche”. (Sabiduría 7, 16) 2.
LAS PERSONAS TOLERANTES, SON PERSONAS DE
DIOS
El objeto de este trabajo, es no solo
reflexionar sobre la virtud de la tolerancia y el mal de la intolerancia,
sino que además conocer sus fuentes, con el fin de ayudar a perfeccionarnos
en nuestro caminar cristiano y poder tener un respaldo sobre cómo podemos
formar jóvenes que no se dejen dominar por la intransigencia que tanto daño
le hace al mundo. Ser tolerante, es tener aguante, es ser paciente
y misericordioso con los demás, también es la capacidad de aceptar con
respeto que somos diferentes social y culturalmente, teniendo presente que
Dios que está en los cielos nos considera a todos iguales (Cfr. Efesios 6,
9), por tanto, a mí me parece que las personas tolerantes, son personas de
Dios, al contrario de los intolerantes, que son amigos de la intransigencia y
la obcecación. También pienso sinceramente que el vivir sin Dios, o sin
conocerlo, se manifiesta principalmente en la intolerancia, la falta de amor
y caridad por el ser humano. La intolerancia no ve las cosas con esa
sabiduría que nos llega de Dios, al contrario de la tolerancia, que tiene un
corazón que practica la bondad, la paciencia, la prudencia y reconoce en sus
semejantes un hijo de Dios. Por tanto, ser tolerante es respetar a nuestros
semejantes, es amar al prójimo, aunque las opiniones sean diferentes a las
nuestras, y tener capacidad de comprender los errores y las limitaciones de
los demás. Dice el Señor: “amar al prójimo como a si mismo vale más que todos
las ofrendas y sacrificios” (Mc 12,31). Por otra parte, la tolerancia ayuda a
que mejoren nuestras relaciones con nuestro prójimo. Por consiguiente, una
persona tolerante, tiene una disposición especial para entender los sentimientos
y emociones de los demás, es capaz de
escuchar con atención opiniones distintas y no impone a la fuerza sus propias
opiniones. 3.
UN DIOS TOLERANTE, PACIENTE Y PONDERADO
“El Señor, es un Dios misericordioso y clemente, tardo a la
cólera y rico en amor y fidelidad, que mantiene su amor por millares, que perdona la iniquidad, la rebeldía y el
pecado”, (Éxodo 34, 6-7). En esta
frase, llena de apreciaciones y evaluaciones del obrar divino, nos muestran
un Dios tolerante, paciente y ponderado, así como rico en generosidad, en
compasión y en tolerancia; tan rico que los gestos de su misericordia no se
restringen ni siquiera al espacio por millares, es decir de mil generaciones,
lo que se condice con ese verso que tantas veces se lee en las páginas sagradas:
"Dad gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor”. (Salmos 107, 1) Nuestro Señor Jesucristo, nos hace un
fuerte llamado a esa docilidad y humildad que se tiene con la tolerancia y la
mansedumbre; “aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis
descanso para vuestras almas”. (Mateo 11,29), es decir, si somos tolerantes y
mansos, seremos también hombres con paz en nuestras almas. Y también, nos
pide el Señor una actitud nueva frente a la odiosidad; “Habéis oído que se
dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a
vuestros enemigos y rogad por los que os persigan” (Mateo 5, 44) Nuestro Señor Jesucristo, nos presenta a un
Dios que es Padre de todos, que “para que seáis hijos de vuestro Padre celestial,
que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e
injustos”. (Mateo 5,45), y el mismo fue extremadamente acogedor y tolerante
con los excluidos de su tiempo, pecadores, publicanos, prostitutas, leprosos
y endemoniados. Pero también las páginas sagradas de la
Biblia, nos traen una seria advertencia en el sentido de no abusar de la
paciencia de Dios y eso se hace amándolo intensamente, lo que propicia no
olvidar sus preceptos, es así como él nos dice; “Tengo misericordia por millares
con los que me aman y guardan mis mandamientos”. (Éxodo 20, 6) 4.
LA TOLERANCIA Y LA INTOLERANCIA EN LA
RELIGION
Convivimos en un mundo, donde cada vez es
más necesario compartir con hombres de diversas culturas y religiones y donde
se hace necesario una vida pacífica y de gran concordia, para que se respeten
los deberes y derechos de los hombres para desarrollar libremente la vida
religiosa dentro de la sociedad, de ahí, la importancia de hacer una vida
tolerante en lo religioso, tanto nosotros con los que practican otra fe, como
de las otra religiones con nosotros mismos. La “DECLARACIÓN DIGNITATIS HUMANAE SOBRE LA
LIBERTAD RELIGIOSA” (C. Vaticano II), (10 y 11) expone que: “La libertad del
acto de fe, es uno de los más importantes principios de la doctrina católica,
contenido en la palabra de Dios y enseñado constantemente por los Padres, que
el hombre, al creer, debe responder voluntariamente a Dios, y que, por tanto,
nadie debe ser forzado a abrazar la fe contra su voluntad. Porque el acto de
fe es voluntario por su propia naturaleza, ya que el hombre, redimido por
Cristo Salvador y llamado por Jesucristo a la filiación adoptiva, no puede
adherirse a Dios que se revela a sí mismo, a menos que, atraído por el Padre,
rinda a Dios el obsequio racional y libre de la fe. Está por consiguiente en
total acuerdo con la índole de la fe que quede excluido cualquier género de
imposición por parte de los hombres en materia religiosa”. “Porque Dios tiene
en cuenta la dignidad de la persona humana que El mismo ha creado, que debe
regirse por su propia determinación y gozar de libertad.” Por tanto, la tolerancia religiosa
significa respetar y aceptar la existencia de otras formas de pensar en la
fe, de otras creencias e ideas, así como la no creencia en ninguna religión. Por el contrario, la intolerancia religiosa
es una forma de intransigencia contra las creencias, contra las prácticas
religiosas o contra la falta de creencia en Dios de otra persona y esta
intolerancia, puede estar motivada porque tenemos diferentes creencias
religiosas o por un sentimiento
antirreligioso o por ideologías
incrédulas. El cuidado que debemos tener de la intolerancia, es que esta
promueve la falta de respeto en materia de religión. Los intolerantes,
piensan que su religión es la única verdadera y las demás son falsas o tienen
graves errores morales y los tolerantes, seguros de su fe, creen que los
demás merecen respeto por sus creencias, siempre que no hagan daño al hombre
en su naturaleza. Los cristianos, debemos rechazar la
persecución religiosa, porque esta constituye un caso extremo de intolerancia
y porque además es fuente de maltrato, violencia, y promueve la agresión a
hacia el prójimo o los grupos religiosos. En efecto, por la ausencia de
tolerancia religiosa o la prohibición de la libertad de religión y pluralismo
religioso, el mundo ha sido testigo de agresiones, apedreamientos, torturas,
pena de prisión, ejecuciones injustificadas, destrucción de propiedades o
incitamiento al odio y negación de los derechos fundamentales del hombre. 5.
“EL QUE ANDA POR EL CAMINO DE LA PERFECCIÓN
SERÁ MI SERVIDOR”. (Salmos 101,2).
La edad avanzada es adecuada para la
comunicación de la sabiduría, de la tolerancia, del testimonio de fe, pero
hay que haber hecho un camino sin engaño a Dios. Dice el sabio: “Sin dolo se
ha de cumplir la Ley, y sabiduría en boca fiel es perfección. Hombre que ha
corrido mundo sabe muchas cosas, el que tiene experiencia se expresa con
inteligencia”. (Eclesiástico 34, 8) Mi padre, vivió ochenta y siete años, fue
un ejemplo maravilloso de vida y actitud para mí, al igual que mi abuelo y mi
bisabuelo, ellos fueron educados siempre en la fe y manifestaron toda su vida
haber recibido el don de la tolerancia y la prudencia, por ello siempre
dieron gracias al Señor. Así fue, como el pensar muy bien lo que se dice y no
decir todo lo que se piensa para no herir a alguien, era una actitud de vida.
Mi Padre tenía un decir, “Para ser sabio, es necesario la sencillez de
corazón”. Este es un lema que encabeza
del Libro de Sabiduría de la Biblia. Pero en la vida normal, nos encontramos con
un cierto tipo de persona, con la cual convivimos a diario, que manifiesta
abiertamente su intolerancia y siempre se le ve frustrado. En efecto, a
través de los años, he conocido muchas personas adultas que no pueden o no
son capaces de aceptar o tolerar la más mínima idea o planteamiento que no
sea parecido al suyo, les molesta además cualquier contratiempo o demora, se
sienten pésimo si no se satisfacen sus deseos, y no tienen capacidad para
soportar ninguna circunstancia desagradable. Entonces me imagino que no
conocen o no practican el don de la tolerancia y viven inmersos en la
frustración, sintiendo la peor sensación que puede existir en sus vidas. No
obstante, no todos son así, ya que también hay muchas personas virtuosas y
ejemplares que peinan canas y caminan con sus pies cansados, pero muy alegres
de haber hecho una vida de mucha caridad con sus hermanos, a pesar de las
mucha penurias e injusticias que nos trae la vida. “Porque bella cosa es tolerar
penas, por consideración a Dios, cuando se sufre injustamente”. (1 Pedro 2,19) 6.
ATENDER OPORTUNAMENTE A LOS NIÑOS, BUSCANDO
LAS FUENTES DE LA INTOLERANCIA
Jesús, nos enseñó la preocupación por los
niños. “Le presentaban unos niños para que los tocara; pero los discípulos
les reñían. Más Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: Dejad que los niños
vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino
de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no
entrará en él. Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos
sobre ellos. (Marcos 13-16) Me parece que en necesario también buscar
las fuentes de la intolerancia, porque esta viene en muchas ocasiones desde
la niñez, ciertamente, no es la intolerancia racial o religiosa, no obstante
es una manera recurrente de ser. Destaco que no me refiero a este tema como
especialista, más bien como observador. En los niños, especialmente cuando
son más pequeños, por su falta de madurez, parece ser más comprensible una cierta
intolerancia, incluso a veces casi normal. En todo caso, es una cierta
intolerancia que en la primera etapa de vida del niño, es motivada por sus
necesidades fisiológicas que aún no son auto-controlables, entonces
manifiestan su incomodidad como un llamado de atención a través del llanto o
el quejido, así mismo les ocurre, cuando existe la necesidad de alimentarse,
dormir, etc. Es así, como sabemos y sentimos que a esa edad es importante que
los deseos de los niños se satisfagan rápidamente y al hacerlo comprobamos su
alegría, y esto es porque les proporciona una sensación de seguridad y
estabilidad, además como dicen los especialistas, atender oportunamente un
niño a esta edad es importante para su desarrollo emocional. En su etapa de crecimiento, los niños se
van dando cuenta de que no siempre pueden tener sus deseos satisfechos de
inmediato, y aprenden a resolver algunas cosas personales, como atender sus
necesidades fisiológicas, también van aprendiendo como tolerar y aceptar
cierta molestia y que la demora en atender sus deseos, es algo inevitable. Es
decir, aprenden, en mayor o menor medida a tolerar la frustración, esto le
enseña además adquirir un cierta autonomía y una mayor capacidad para
manejarse, esto es hacen cosas por sí mismos, y les da satisfacción poder
cumplir algunos de sus deseos, y no esperar que otros lo hagan por ellos. Así
también, poco a poco conocen la capacidad de aprender, que hay ciertas
limitaciones en ellos y en el ambiente que les rodea, se van adaptando y
conociendo que en el hogar existen normas, hábitos, costumbres, formas y
maneras de vivir y se van haciendo más sociables. Por tanto debemos estar
atentos para corregir a los niños en esos instantes que quieren arman un
escándalo, patalean, gritan, lloran, se tiran al suelo, como una demostración
para exigir que sus deseos se satisfagan de inmediatamente. Es entonces, una
responsabilidad de los adulto, tutelar y enseñar a los pequeños, a no ser
intransigentes, a fin de que ya en la madurez, no se transformen en personas
obcecadas e intolerantes. 7.
AL HACERME HOMBRE, DEJÉ TODAS LAS COSAS DE
NIÑOS.
San
Pablo, recuerda su niñez y el cambio que se experimenta cuando ya se es adulto: “Cuando yo
era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño. Al
hacerme hombre, dejé todas las cosas de niño.
(1 Corintio13, 11). San Pablo, nos trata de decir el cambio que se
experimenta de la imperfección a la perfección, esto es a medida que vamos
madurando en el conocimiento de Dios, también nos vamos haciendo más dóciles
a EL. Como padre de cinco hijos, abuelo de cuatro
nietos y tío de muchos sobrinos, sensible observador de la actitud de los
pequeños, siempre he pensado que este comportamiento de una relativa
intolerancia resulta frecuente en los niños, pero también me doy cuenta que
igual se da en mayor o menor medida en los adultos, quienes consideran que
sus propias necesidades están por encima de cualquier otra cosa o persona,
disposiciones, normas, leyes, formas de vida de la sociedad. No soportan que
las cosas sean distintas a sus deseos, y que no resulten como ellos quieren,
entonces se ahogan en su propia obstinación. Situaciones que vemos a menudo en la vida
cotidiana, la gente se irrita si se acabaron las entradas del cine justo
cuando ellos llegaron, se ponen insoportables si perdió un partido su equipo
favorito, sienten una gran frustración si organizó un paseo al campo y
llovió, no les gusta que en la carretera les adelante un automóvil de menor
calidad, se incomodan si un compañero de trabajo le dieron un ascenso, le da
envidia si el vecino de al lado tiene un auto nuevo, y así, todo es
inadmisible, todo es frustrante, todo es un inconveniente, y ven verdaderas
catástrofes en muchas situaciones, al contrario de los que conocen la
tolerancia, la prudencia, la paciencia, estos, conllevan las contrariedades
con mucha naturalidad, tal vez igual en algunos casos se molestan, pero estos
hechos no le perturban y ni los pone hostiles. En efecto, la intolerancia, crea
superlativos extremos en cada cosa que sucede, todo parece más desagradable,
todo se mira desde un cristal que aumenta la situación que se está
observando, no es malo, es pésimo, no es feo es horrible. Así este modo la
vida de las personas está llena de insatisfacciones, tragedias, el mundo les
parce injusto pues no satisface sus deseos, el mal humor pasa a ser un estilo
de vida, se agitan, siempre están ansiosos, tristes, resentidos, humillados
por las leyes porque no se hicieron para satisfacer todos sus deseos. “Se
parecen a los chiquillos que están sentados en la plaza y se gritan unos a
otros diciendo: "Les hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, les
hemos entonando lamentaciones, y no habéis llorado." (Lucas 7, 32) Ciertamente, es preocupante encontrarse
casi siempre con un tipo de persona, con ideas y sentimientos negativos, sin
amor por los demás y entonces se les nota un cierto prejuicio, y mucha veces
estos prejuicios llevan a una persona a actuar de un modo determinado
respecto a un tipo de persona, como la discriminación, entonces culpan al
otro por ser de otra raza, blanca, negra, judía, árabe, mapuche, asiático,
caucásico, etc. 8.
VIVIR EN PAZ CON TODO EL MUNDO, AYUDADO DE
LA TOLERANCIA Y LA PRUDENCIA
“En cambio, las almas de los justos están
en las manos de Dios y no les alcanzará tormento alguno. (Sabiduría 3,1) Pienso que las personas que son tolerantes,
llevan una a vida más agradable, más fácil, se observan más tranquilos y por
lo tanto con menos estrés, muestran una gran capacidad de convertir los
problemas en soluciones y tienen más probabilidades de resolverlos, se ven
optimista y en los fracasos rápidamente buscan nuevas oportunidades, frente a
cualquier dificultad no reaccionan con tanta intensidad ni buscan escapar o
huir de la realidad, siempre, aceptan con más facilidad el dolor, son
solidarios con el sufrimiento, son capaces de entender la incomodidad, no
dejan que cualquier situación les perturben excesivamente y como decía Teresa
de Jesús, “Solo Dios basta” Vemos y nos damos cuenta, que una de las
características importante para aquellos que luchan por el liderazgo,
aquellos que trabajan por metas a veces tan difíciles de cumplir, son
constantes porque pueden tolerar la frustración y cuando la situación se pone
cuesta arriba, difícil, solicitan la ayuda del Señor, y luego sabe responder
adecuadamente en las situaciones difíciles, reflexionan un minuto, y ante los
imprevistos, las interrupciones, los contratiempos, son abrazado por el Padre
Divino, y son capaces de mantener la calma en estas situaciones, entonces les
permite pensar con claridad y con un poquito de sabiduría, le es fácil
encontrar las soluciones apropiadas, en vez de reclamar, quejarse,
lamentarse, armar un escándalo, escapar de los problemas, en cierto modo
reconocen que la fe les da más probabilidades de resolverlos situaciones
difíciles, la esperanza lo pone optimista, y al dejar las cosas en las manos
del Señor, y luego ver como las cosas salieron como se esperaba, les hace
vivir con una paz interior, que limpia el corazón, la mente, elimina la basura
y les deja espacio para almacenar mayor sabiduría. “¡Grande es el Señor, que
en la paz de su siervo se complace!”
(Salmos 35,27) 9.
LA TOLERANCIA DEL CRISTIANO
La tolerancia del cristiano, debe ir por
los caminos del respeto y la libertad y el bien del ser humano por encima de
todo. El ejemplo que debe dar el cristiano al mundo, es no imponer por la
fuerza un fe, y no ser intolerante con la forma de llevar la fe de otros
hermanos en cristo, dice el Señor; “No se lo impidáis, pues el que no está
contra vosotros, está por vosotros”
(Lucas 9, 50). Dios, respeta profundamente la libertad del hombre y
sólo quiere atraerlo con la fuerza de su amor. El Concilio Vaticano II
concluye también que el respeto por la dignidad de la persona debe llevar a
aceptar que siga su propia conciencia, aunque sea errónea, aunque no busque
la verdad ni se adhiera a ella: el ser humano está por encima: “la verdad no
se impone sino en virtud de la misma verdad, la cual se difunde en las mentes
suavemente, pero con vigor” (Dignitatis Humane, 1) El mismo Jesús, en un exquisito dialogo con
el hombre, se dirige a ellos sin ninguna presión y en la más absoluta
tolerancia; “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a
los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme” (Mateo
19, 21), “¿Quieres curarte?” (Juan
5,6), “¿Qué quieres que te haga?” (Lucas 18, 45), es así, como se dirige a
los hombres, con diálogos en paz, sin intransigencias, y cuando sus
discípulos se la proponen, el mismo los aclara; “Al verlo sus discípulos
Santiago y Juan, dijeron: “Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del
cielo y los consuma?” Pero volviéndose, les reprendió; y se fueron a otro
pueblo”. (Lucas 9, 54-55). Así también, Jesús les pide que si en algún lugar
no los reciben y no los escuchan, se marchen de allí sacudiendo el polvo de
la planta de sus pies (Cfr. Marcos 6, 11), es decir con gestos simbólicos de
desaprobación y de ninguna manera con una reacción violenta. La dignidad del ser humano, procede de su
condición de ser hijo de Dios, donde ha sido creado a su imagen y semejanza
de Él, una dignidad que el ser humano no deja de tener, haga lo que haga, aun
actuando erradamente. El hombre, no puede proponer nada que dañe al hombre,
en nombre de Dios, porque él no desea la muerte del pecador, sino que se
convierta y viva: “Yo no me complazco en la muerte del malvado, sino en que
el malvado se convierta de su conducta y viva. (Ezequiel (SBJ) 33, 11). En síntesis, lo que me queda claro, es que
el Señor no enseña que no hay motivos para justificar la intolerancia, todo
lo contrario, él nos invita a llevar una relación con los hombres tolerante,
con amor y respeto por la dignidad de nuestros semejantes, haciéndonos
comprender que todos somos hijos de un mismo Padre, por tanto somos hermanos,
y que es necesario alejarnos de la
indiferencia y el prejuicio, de la intransigencia y el sectarismo que
divide y daña la convivencia y no nos permite avanzar hacia un sociedad más
justa. EL Señor nos
Bendiga Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant Fuentes y Bibliografía Textos Bíblicos de la Biblia de Jerusalén Dignitatis Humane, 10 y 11 Publicado en este enlace de mi WEB: www.caminando.con-jesus.org
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