VANAGLORIA, EL GUSTO POR LA JACTANCIA

“Nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo, buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás”. (Filipenses 2,3-4)

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1.    MI PROPIA JACTANCIA AL ESCRIBIR

Si la raíz es santa también las ramas.  (Romanos 11,16). Sabía palabras de San Pablo, que nos hace meditar sobre tal como es la raíz, es cómo será el árbol, por tanto sus frutos. En efecto, si la raíz del árbol se pudre, el árbol se cae y no da frutos y si la raíz es débil, los frutos serán igual de frágiles y tal vez desabríos. Lo mismo pasa en cualquier edificio, si la fundación es mala, cae en el peligro de desplomarse, es así como el Señor recomienda fundar sobre roca. (Lc 6,48).  De ahí esta reflexión, cuyo fin es meditar sobre la vanagloria, ese gusto por la jactancia, para que no fundemos nuestra vida en este mal tan presuntuoso y si lo hagamos en una vida cuya bases sean en una vida espiritual que descanse en las virtudes, comprendiendo que en las virtudes se fundan en la intención sana, pura y recta del buen corazón, unidos al Señor, sabiendo que; “El, que forma el corazón de cada uno, y repara en todas sus acciones”.  (Salmos 33,15)

Pero antes de continuar con esta reflexión, debo examinarme a mí mismo, sobre mi propia jactancia al escribir, en el sentido de  si lo estoy haciendo para agradar con esto a Dios o si me ha entrado el entusiasmo de contentar y agradar con mis reflexiones y artículos sobre la moralidad del cristiano a los hombres y por tanto guardo en mi interior una frívola alegría de satisfacción de esto, porque ciertamente, lo que comencé con buena intención y con deseo de agradar a Dios, después siento que ya no es tan pura esa pretensión cuando pienso sobre qué opinaran lo lectores sobre lo que escribo.

En nuestra fe, algo que nos satisface, es el oficio de predicar con el fin de ayudar a nuestros semejantes a llevar una vida hacia la perfección cristiana, pero luego puede ser que nos entre la vanidad, y deseemos hacerlo solo para contentar a los hombres y de ese modo ser considerados y estimados, y si no lo logramos, parece que sentimos que no nos ha ido bien.

2.    “MI GLORIA A OTRO NO CEDO”  (Isaías 42,8)

La vanagloria, es jactancia y el engreimiento que nos viene al pensar que todas las cosas que hacemos, es solo gracias a nosotros, olvidándonos de la ayuda de Dios y que solo a Él le corresponde la gloria y el honor.  Dice San Pablo: “Al Rey de los siglos, al Dios inmortal, invisible y único, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén”. (1 Timoteo 1,17) y que según Isaías, Él no la quiere dar: “mi gloria a otro no cedo”  (Isaías 42,8).

“Santo, santo, santo, es el Señor: llena está toda la tierra de su gloria” (Isaías 6, 3). Para nuestra fe, Dios ha ordenado en esta vida, que todo cuanto ha hecho sea para el buen provecho del hombre, sin embargo; “Todas las obras del Señor tienen su propio fin”,  (Proverbios 16,4) por eso toda la gloria es para el mismo Dios.

Por tanto, si por nuestra buenas obras buscamos la gloria y honra de los hombres,  para sí, estamos contraviniendo el orden que puso Dios en las buenas obras, y hacemos desprecio a Dios, tratando que los hombres, cuya misión es motivar a sus hermanos a honrar y alabar a Dios, se ocupen en alabarnos y a estimarnos por lo que damos o hacemos. En otras palabras, deseamos más que el corazón de los hombres se llene más de nosotros que de Dios. Y si la morada preferida de Dios es el corazón de los hombres, esto sería como tratar de sacar a Dios de su propia casa y morada. Juzgue cada uno si esto está bien, a mí me parece, que no podemos promover que los hombres nos miren con más dedicación que a Dios. Por tanto, como nos ha dicho Jesús: “aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”.  (Mateo  11,29), el verdadero humilde y hombre lejos de la vanagloria, es el que no quiere que viva en su corazón ninguna otra persona, sino sólo Dios y además, no  pretende estima de los hombres sino sólo de Dios, y no busca que primero que los hombres se ocupen de él, sino que se ocupe Dios y que Dios viva en su corazón y en de todos sus hermanos como su mejor tesoro.

“Al Rey de los siglos, al Dios inmortal, invisible y único, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén”. (1 Timoteo 1, 17)

3.    LA VANAGLORIA, DULCE DESPOJADORA DE NUESTROS DONES ESPIRITUALES Y AGRADABLE ENEMIGO DE NUESTRAS ALMAS (San Basilio)

Dice el Señor: “Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga”. (Mateo 6, 1-3) Este un importantísimo aviso del Señor Jesús. Ellos ya recibieron su paga, su premio, el ser honrado por sus semejantes, por tanto si eso era lo importante para nosotros, no esperemos otra paga u otro premio cuando lleguemos a mejor vida.  Y luego agrega el Señor: “Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”. (Mateo 6, 4). Por cierto, es la gran recompensa y mucho más valiosa.

Me parece una gran pérdida de tiempo, haber trabajado mucho y hacer muchas buenas obras para que la gente te alabe y no haber dedicado un segundo para dedicar lo que hemos hecho a Dios, reconociendo y alabando su ayuda. Dice el profeta: “Aplicad vuestro corazón a vuestros caminos. Habéis sembrado mucho, pero cosecha poca; habéis comido, pero sin quitar el hambre; habéis bebido, pero sin quitar la sed; os habéis vestido, más sin calentaros, y el jornalero ha metido su jornal en bolsa rota. Así dice El Señor: Aplicad vuestro corazón a vuestros caminos. (Ageo 1, 5-7). Esto hace la vanagloria. Por eso, todo lo que hagamos, que tenga sentido de servir a Dios, para que nuestro cansancio tenga valor, esto es, todo cuanto hagamos, sea provechoso y para la gloria de Dios, que ve en lo secreto nuestro esfuerzo y él sabrá como recompensarnos.

San Basilio llama a la vanagloria “dulce despojadora de nuestros dones espirituales y agradable enemigo de nuestras almas”. Es un enemigo muy adulador; es un dulce empobrecedor. Y con eso, dice el Santo que engaña a tanto en este vicio por la dulzura y suavidad que trae consigo. A los necios, dice, es cosa muy dulce y muy sabrosa esta alabanza humana, y con eso les engaña. Y San Bernardo dice: “Temed esta saeta de la vanagloria, que entra blandamente y parece una cosa liviana; pero os digo de verdad que no causa pequeña llaga en el corazón”.

4.    LA TENTACION DE LA VANGLORIA, TODOS ESTAMOS EXPUESTOS

La tentación de la vanagloria, llega a todos los niveles y todo tipo de personas, es una mal que no discrimina, el mismo diablo pretendió tentar a Jesús, “le lleva consigo a la Ciudad Santa, le pone sobre el alero del Templo, y le dice: - Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna-.  (Mateo  4, 5-6). El  demonio tuvo la osadía de pensar a quien no había podido vencerle con la tentación de convertir las piedras en pan, que ahora le convencería con la de la vanagloria, y así es como quiere tentarlo que se tire por el aire, para que sea diversión y admiración a todo el pueblo. Ciertamente, muchas veces no caemos en cualquier tentación, pero el maligno sabe que hay tentaciones donde nos puede poner una trampa, la vanagloria, la vanidad y la soberbia.

No es difícil caer en esta tentación de la vanagloria, ya que nos gusta que reconozcan lo que hacemos, que nos honren, que nos inclinen la cabeza, que digan cosas lindas de lo que hablamos, de cómo vivimos y que nuestro prójimo se sienta muy agradecido de nuestra ayuda, todo eso nos hace sentir bien, y esto le sucede a cualquier tipo de persona, especialmente a los que gustan de vivir más encumbrados. El Señor Jesús, nos dice que este amor a la publicidad y a los primeros puestos es típico de los escribas y de los fariseos; “Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres”.……quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas y que la gente les llame "Rabbí". (Mateo 23, 5-7)

En efecto, vivimos esperando ser reconocido por los hombres, nos hace bien para nuestra autoestima, nos agrada que nos evalúen bien, y la importancia radica en nuestra valía personal y afecta a nuestra manera  actuar en el mundo y de relacionarnos con los demás. Todo esto está bien, pero el punto es no vivir auto engañados, porque algunas veces basta que nos falte algo para que nos reconozcan como buenas personas o importantes, para sentirnos  confundidos y humillados, porque para que nos consideren también hay muchas exigencias, ya que vivimos en medio de una sociedad que compite con la vanidad, la suficiencia y es demasiado jactanciosa. Al contrario, como reza el salmista; “Ustedes hombres, ¿hasta cuándo son torpes de corazón, amando la vanidad, rebuscando mentira?   ¡Sepan que el Señor  mima a su amigo,  (Salmos  4, 3) y también canta: “¿Quién subirá al monte del Señor ? , ¿quién podrá estar en su recinto santo? El de manos limpias y puro corazón, el que a la vanidad no lleva su alma,  (Salmos 24, 4).

5.    PORQUE TENEMOS QUE CUIDARNOS DE LA VANAGLORIA

Me parece que todos tenemos que cuidarnos de este mal de la vanagloria, en especial si tenemos algún ministerio que tenga el sentido de ayudar a nuestros hermanos a ser mejores y a transitar por caminos de perfección. Todo esto, porque nuestros hermanos miran y esperan en nosotros una actitud espiritual donde sería una verdadera transgresión si andamos detrás, y hacemos todo, por ser tenidos y estimados por ellos y por otro lado andamos predicando que debemos ser servidores de todos, para honor y gloria del Señor y no nuestra. Y si hiciéramos nuestro trabajo para que nos vean y nos respeten, sería como alzarnos en contra de lo que Dios más precia y estima, que son las gracias y dones espirituales.

Y así dice San Bernardo: “¡Ay de aquellos a los cuales fue dado sentir y hablar bien de Dios y de las cosas espirituales y entender las Escrituras y predicar graciosamente, si lo que se les dio para ganar almas y extender y dilatar la honra y gloria de Dios lo convierten ellos en buscarse a sí mismos y ser tenidos y estimados de los hombres!”

Ninguno de nosotros, tiene derecho a hablar de la Palabra de Dios solo por ostentar que sabemos de ella y para que otros nos digan que bien lo hacemos, es decir, hablar de Dios para su honor y gloria está muy bien, pero hablar de Dios para tener beneficios que mejore nuestro imagen y así ganar cumplidos, nos lleva a vivir de una gloria que no nos pertenece. Y por eso llaman también los santos a la vanagloria lujuria espiritual por el deleite grande que en ella se recibe, mayor que cualquier otra, cuanto excede el alma al cuerpo. Pues no sofistiquemos la palabra de Dios, no pretendamos en nuestros ministerios otra cosa que la honra y gloria de su divina Majestad, conforme a aquello que nos enseñó el Señor Jesús: Pero yo no busco mi gloria; ya hay quien la busca y juzga. (Juan 8, 50), es decir la honra y gloria de su Padre celestial. Porque toda la gloria se ha de dar a Dios, que está en los Cielos, como lo cantaron los ángeles: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace”.  (Lucas  2,14)

6.    COMO CUIDARNOS DE LA VANAGLORIA

Finalmente, nos corresponde reflexionar sobre cómo cuidarnos de esta vanagloria, algunos como yo, en mi calidad de un simple seglar, a otros en su calidad presbiteral o religiosa, nadie está exento  de esta tentación. Y así dice San Crisóstomo que lo que hemos de procurar con todo cuidado y diligencia es ser tenidos y estimados delante de Dios; porque el serlo cerca de hombres ni quita ni pone, y así no hay que hacer caso de eso. San Pablo comenta. “Aunque a mí lo que menos me importa es ser juzgado por vosotros o por un tribunal humano. ¡Ni siquiera me juzgo a mí mismo! Cierto que mi conciencia nada me reprocha; más no por eso quedo justificado. Mi juez es el Señor.  (1 Corintios 4, 3-4).

Generalmente todos los santos nos recomiendan que nos guardemos con mucho cuidado de hablar palabras que puedan redundar en nuestra alabanza y estima. Aunque sea muy amigo y muy familiar nuestro aquel con el cual tratamos,  nunca digamos cosa que pueda redundar en alabanza nuestra; antes debemos de poner más cuidado en esconder las virtudes que los vicios.

Es así como Jesús nos da severas advertencias para ponernos en guardia ante el amor desordenado a la gloria terrena, al egoísmo, a las ambiciones de este mundo. Jesús condena la actitud de los hipócritas, que sólo desean el aplauso y la vanagloria, y realizan obras de justicia con la única finalidad de obtener la admiración de sus semejantes.

Es así, como a mí me parece, que la mejor forma para evitar la vanagloria, es acoger de corazón lo que el mismo Señor nos pide. Él nos dice: “Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos”  (Mateo 6, 1). También Jesus nos exhorta: “Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. (Mateo  6, 5-6). Es decir, nos debe interesar que nos vea Dios, no los hombres. También nos pide Jesus: “cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. (Mateo 6, 3-4). Es como si nos pidiera, que ni siquiera nosotros mismos lo debemos saber. Más adelante también nos pide: “Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. (Mateo  6, 16-18)

“Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es SENOR para gloria de Dios Padre. (Filipenses 2,10-11)

 

El Señor nos cuide y nos bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


Fuentes de inspiración:

Ejercicios de Perfección y Virtudes Cristianas, P. Alonso Rodríguez S.J.

Diccionario Teológico RAVASI

La Moral del Cristiano, Pedro Donoso Brant


Publicado en mi página WEB www.caminando.con-jesus.org en esta sección:

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