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Domingo VII de Pascua P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d. |
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El evangelio de
san Mateo, que se lee hoy en misa, termina diciendo: “Yo estoy con vosotros
todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28,21). Es impresionante
constatar que san Mateo comenzó su evangelio casi de la misma manera,
presentando a Jesús como el Enmanuel, “Dios con
nosotros” (Mt 1,23). Efectivamente, durante su vida mortal, Jesús fue la
presencia de Dios en el mundo y después de su ascensión lo sigue siendo. Él
es siempre la presencia cercana y amorosa de Dios entre los hombres, el
camino que nos lleva al Padre, la puerta del paraíso. Su ascensión es
nuestro triunfo, ya que Él ha entrado en el cielo con nuestra naturaleza
humana y nos ha abierto el camino que estaba cerrado a causa de nuestros
pecados. Desde entonces, la puerta sigue abierta y todos los creyentes tienen
acceso a la vida de Dios. Los místicos son testigos de que es posible
atravesar esa puerta, incluso durante esta vida mortal, aunque sea de manera
temporal e imperfecta. San Juan de la Cruz, por ejemplo, canta: Entréme
donde no supe y quedéme no sabiendo, toda
ciencia trascendiendo. Yo no supe dónde
entraba, pero cuando allí
me vi sin saber dónde
me estaba grandes
cosas entendí. No diré lo que
sentí, que me quedé no
sabiendo toda
ciencia trascendiendo. De paz y de
piedad era la ciencia
perfecta, en profunda
soledad entendida vía
recta. Era cosa tan
secreta que me quedé
balbuciendo toda
ciencia trascendiendo. Y si lo queréis
oír consiste esta
suma ciencia en un subido
sentir de la
divinal esencia. Es obra de su
clemencia hacer quedar no
entendiendo toda
ciencia trascendiendo. Para quienes
quieran profundizar en el origen y en la liturgia de la fiesta de la
ascensión, les envío el enlace de la reflexión que escribí el año pasado
sobre el tema. Basta clickear en: http://www.caminando-con-jesus.org/CARMELITA/ESDM/ASCENCION.htm P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d. |
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Caminando con Jesús Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds |