1.
I. RITOS
INICIALES
ANTÍFONA
DE ENTRADA Flp 4, 4. 5
Alégrense siempre en el
Señor. Vuelvo a insistir, alégrense. El Señor está cerca.
ACTO
PENITENCIAL
·
Defensor
de los pobres. Cuando no vemos que vienes a salvarnos. Señor, ten piedad.
·
Refugio de
los débiles. Cuando impedimos la acción del Espíritu en nosotros. Cristo,
ten piedad.
·
Esperanza
de los pecadores. Cuando no reconocemos tú presencia y por eso no estamos
alegres. Señor, ten piedad.
No se dice Gloria.
ORACIÓN
COLECTA
Dios y Padre nuestro, que
acompañas bondadosamente a tu pueblo en la fiel espera del nacimiento de tu
Hijo, concédenos festejar con alegría su venida y alcanzar el gozo que nos
da su salvación. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los
siglos.
2.
II. LITURGIA
DE LA PALABRA
PRIMERA
LECTURA
Isaías
anuncia las características del futuro Mesías y los frutos de su misión.
Lectura del libro de Isaías. Is 61, 1-2a. 10-11
El espíritu del Señor
está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Él me envió a llevar la buena
noticia a los pobres, a vendar los corazones heridos, a proclamar la
liberación a los cautivos y la libertad a los prisioneros, a proclamar un
año de gracia del Señor. Yo desbordo de alegría en el Señor, mi alma se
regocija en mi Dios. Porque él me vistió con las vestiduras de la salvación
y me envolvió con el manto de la justicia, como un esposo que se ajusta la
diadema y como una esposa que se adorna con sus joyas. Porque así como la
tierra da sus brotes y un jardín hace germinar lo sembrado, así el Señor
hará germinar la justicia y la alabanza ante todas las naciones. Palabra de
Dios.
COMENTARIO: Después de un breve recuerdo de su
vocación, que lo justifica ante su auditorio, el profeta presenta la
alianza entre el Señor y su pueblo (vv 8-9) en un estilo que prefigura el
de las Bienaventuranzas. El hombre que decide vivir en la presencia del
Señor debe aceptar inevitablemente un camino radical. Participando, así, de
la vida del Señor, el pueblo canta su alegría en un himno que anuncia el
Magnificat. Frente a los agoreros del castigo y a los predicadores de la
resignación, el heraldo proclama la justicia. El Espíritu del Señor está en
él, creando la alegría expansiva que debe transfigurar la faz de la tierra.
SALMO Sal
Lc 1, 46-50. 53-54
Como
un eco de este anuncio el salmo responsorial tomado del cántico de la
Virgen María, expresa profundos sentimientos de gozo. Participamos de esta
oración, aclamando:
R. Mi alma se regocija en mi Dios.
Mi alma canta la
grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi
Salvador, porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora. En
adelante todas las generaciones me llamarán feliz. R.
Porque el Todopoderoso
ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se
extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. R.
Colmó de bienes a los
hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel,
su servidor, acordándose de su misericordia. R.
SEGUNDA
LECTURA 1Tes 5, 16-24
San Pablo nos exhorta a
estar alegres construyendo nuestra paz en la docilidad al Espíritu.
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos
de Tesalónica.
Hermanos: Estén siempre
alegres. Oren sin cesar. Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que
Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús. No extingan la acción del
Espíritu; no desprecien las profecías; examínenlo todo y quédense con lo
bueno. Cuídense del mal en todas sus formas. Que el Dios de la paz los
santifique plenamente, para que ustedes se conserven irreprochables en todo
su ser – espíritu, alma y cuerpo – hasta la Venida de nuestro Señor
Jesucristo. El que los llama es fiel, y así lo hará.
Palabra de Dios.
COMENTARIO: San Pablo desea que los destinatarios de
su carta la constancia en la alegría, en la oración y en la acción de
gracias (vv. 16-18) y la dichosa armonía de los carismas (vv. 19-22). Lo
que caracteriza al cristiano, según esta carta, es la profunda certeza de
que una renovación es siempre posible. La comunidad cristiana se mantiene a
través de la celebración fraterna en la Eucaristía, en la que urge evitar
la tentación dictatorial que apague la luz del Espíritu. Se trata de un
sentido de la historia para el cual todo acontecimiento entraña una “venida
del Señor Jesucristo”.
ALELUYA Is
61, 1
Aleluya. El Espíritu
del Señor está sobre mí; él me envió a llevar la buena noticia a los
pobres. Aleluya.
EVANGELIO
Jn 1, 6-8. 19-28
Juan
el Bautista da testimonio de su misión de anunciador de Jesús.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Apareció un hombre enviado
por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la
luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino el
testigo de la luz. Éste es el testimonio que dio Juan, cuando los judíos
enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para preguntarle: “¿Quién
eres tú?”. Él confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: “Yo no soy
el Mesías”.
“¿Quién eres,
entonces?”, le preguntaron: “¿Eres Elías?”. Juan dijo: “No”. “¿Eres el
Profeta?”. “Tampoco”, respondió.
Ellos insistieron:
“¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado?
¿Qué dices de ti mismo?”. Y él les dijo: “Yo soy una voz que grita en el
desierto: Allanen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías”.
Algunos de los enviados
eran fariseos, y volvieron a preguntarle: “¿Por qué bautizas, entonces, si
tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?”. Juan respondió:
“Yo bautizo con agua,
pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen: Él viene
después de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia”. Todo
esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba.
Palabra del Señor.
COMENTARIO: Los sacerdotes y levitas investigan a
Juan Bautista y comprueban el valor del rito de ablución que él ha
introducido. Pero el Bautista no hace de su fe un asunto de ritos. Y así
orienta la atención de sus interlocutores sobre la única realidad esencial:
la persona del Señor y Maestro es más importante que la suya y, a pesar de
eso, desconocida. Juan bautiza con agua y Jesús en el Espíritu. Esa
expresión define la obra primordial del Mesías: regenerar la humanidad en
el Espíritu Santo.
SE DICE EL
CREDO
ORACIÓN DE
LOS FIELES
A cada intención, pedimos: Ayúdanos a dar testimonio de tí ¡Ven,
Señor Jesús!
· Para que la Iglesia, mensajera de Cristo, siga
llevando la Buena Noticia de la salvación a todos los pueblos. Oremos,
·
Para que
todos los que trabajan por el progreso material y espiritual del hombre
experimenten la alegría de su misión. Oremos.
·
Para que
todos los que sufren sientan en su corazón la esperanzada alegría de Jesús
que viene. Oremos.
· Para que los grupos y movimientos de nuestra
parroquia asuman con alegría la misión de ser testigos de la luz, que es
Cristo. Oremos.
3.
III. LITURGIA
EUCARÍSTICA
PRESENTACIÓN
DE LAS OFRENDAS: Cristo muerto y resucitado para nuestra salvación es
nuestra gran ofrenda al Padre. Unidos a él, junto al pan y el vino,
presentemos la colecta, símbolo de nuestro amor hacia los hermanos
necesitados.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Ayúdanos, Padre, a
ofrecerte este sacrificio como expresión de nuestra propia entrega, para
que así cumplamos debidamente lo que tú mismo nos mandaste celebrar y
obtengamos la plenitud de la salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO
DE ADVIENTO: El Señor nos convoca al gozo y la alegría, a ser fuertes y no
temer, Por eso, nos unimos al himno de alabanza llamado Prefacio y
desbordamos de alegría porque amanece el día de nuestra liberación.
ANTÍFONA
DE COMUNION Cfr. Is 35, 4
Digan a los que están
desalentados: “Sean fuertes, no teman; miren que nuestro Dios vendrá a
salvarnos”.
COMUNIÓN:
Hermanos: Jesús viene a nosotros en la eucaristía, para darnos ánimo. Con
alegría, vayamos a participar del banquete eucarístico.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor y Dios nuestro,
imploramos tu clemencia para que la fuerza de este alimento divino,
liberándonos de todo pecado, nos prepare para la celebración del nacimiento
de tu Hijo. Que vive y reina por los siglos de los siglos.
4.
IV. RITO DE
CONCLUSIÓN
CANTO FINAL
Queridos amigos: Con la
decisión de contagiar a los d más la alegría de ser y obrar como
cristianos, nos retiramos cantando.
|
“Él no era la luz, sino el testigo de la
luz”
Jn 1, 6-8. 19-28
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
1 ISAÍAS ANUNCIA LAS CARACTERÍSTICAS DEL
FUTURO MESÍAS Y LOS FRUTOS DE SU MISIÓN.
La misión del Salvador es
así trazada en la profecía de Isaías: (Is 61, 1-2a. 10-11) “El espíritu del Señor está sobre mí,
porque el Señor me ha ungido. Él me envió a llevar la buena noticia a los
pobres, a vendar los corazones heridos, a proclamar la liberación a los
cautivos y la libertad a los prisioneros”
En sinagoga de Nazaret,
(Lc 4, 17-21), Jesús leyó este pasaje y se lo dedicó a sí mismo, porque en
él se cumplió plenamente esa profecía. Y no podía ser de otro modo, ya que
en Cristo Jesús, se cumple el poder de salvación universal que no se limita
a sanar las miserias de un pequeño pueblo, sino que se extiende a curar las
de toda la humanidad, sobre todo liberándola de la miseria más temible, que
es el pecado, y enseñándole a transformar el sufrimiento en medio de
felicidad eterna. “Bienaventurados
los pobres, los afligidos, los hambrientos, los perseguidos porque de ellos
es el reino de los cielos” (Mt 5, 10). Este es el sentido profundo de
su obra redentora, y de él deben hacerse mensajeros los creyentes
haciéndolo comprensivo a los hermanos y ofreciéndose con generosidad para
aliviar sus sufrimientos. Entonces la Navidad del Salvador tendrá un
sentido aún para los que se hallan lejanos y llevará la alegría al mundo.
(Intimidad Divina).
Porque así como la tierra
da sus brotes y un jardín hace germinar lo sembrado, así el Señor hará
germinar la justicia y la alabanza ante todas las naciones.
El Espíritu del Señor
está en Jesús, creando la alegría efusiva, cordial, afectuosa, que debe
transfigurar la faz de la tierra.
2 SAN PABLO NOS EXHORTA A
ESTAR ALEGRES Y NOS DA LA RECTA: “OREN SIN CESAR”
Es el mismo san Pablo,
(1Tes 5, 16-24), quien nos recuerda exactamente como debe ser la misión que
tenemos como cristianos, misión que debe ser bondadosa y al mismo tiempo
alegre. Y nos recomienda: “Estén
siempre alegres” y luego nos da la receta para estarlo: “Oren sin cesar”.
Otra recomendación que
nos hace san Pablo es: “Den gracias a
Dios en toda ocasión”, más adelante nos recomienda: “examínenlo todo y quédense con lo
bueno.” Porque lo que no debemos
olvidar es que no sólo nuestras acciones malas son censurables, además lo
son también la omisión de todas aquellas obras buenas que dejamos de hacer
por egoísmo, o porque nos dejamos dominar por el desamor o indiferencia
hacia el prójimo que nos necesita.
Nuestro amado Padre
Dios, se complacerá en ver como sus hijos, van por el mundo haciendo el
bien, tal como lo hizo Jesucristo, nuestro Señor, pero para estar siempre
dispuesto a hacer el bien, hay que vivir en comunión con Jesús. Dejemos que
en nuestro corazón se empape de los sentimientos de bondad, de amor y de
misericordia de Cristo Jesús, esto nos mantendrá siempre alegres, y para
ello ya tenemos la receta de san Pablo: “Oremos
sin cesar”.
3 JUAN EL BAUTISTA DA
TESTIMONIO DE SU MISIÓN DE ANUNCIADOR DE JESÚS. ÉL NO ERA LA LUZ, SINO EL
TESTIGO DE LA LUZ.
“Apareció un hombre
enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar
testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.”
El Verbo hasta ahora no
había ofrecido a los hombres más que una cierta participación de su luz;
ahora va a darla con el gran esplendor de su encarnación. Para esto aparece
introducida la figura del Bautista, y aparece situado en un momento
histórico ya pasado, en contraposición al Verbo, que siempre existe. Juan
no viene por su propio impulso; “es enviado por Dios.” Trae una misión
oficial. Viene a “testificar”, que en su sentido original y que indica
preferentemente un testigo presencial Viene a testificar a la Luz, que se
va a encarnar, para que todos puedan creer por medio de él. El prestigio
del Bautista era excepcional en Israel (Jn 1:19-28), hasta ser recogido
este ambiente de expectación y prestigio por el mismo historiador judío
Flavio Josefo. El tema del “testimonio” es uno de los ejes en el evangelio
de san Juan, que se repartirá multitud de veces y por variados testigos. Él
no era la luz, sino el testigo de la luz.
4 YO NO SOY EL MESÍAS.
Este es el testimonio
que dio Juan el Bautista, cuando los judíos de Jerusalén enviaron una
comisión de sacerdotes y levitas para preguntar a Juan quién era. El
confesó rotundamente: “Yo no soy el Mesías.”
Estas palabras
introductorias podrían ser una alusión literaria a la misión del Bautista,
que se dijo en el prólogo que era la de dar testimonio de Cristo (Jn
1:6-8), aunque allí nada se dijo de la forma histórica en que el Bautista
cumplió ese testimonio.
El momento en que el
Bautista hace su aparición en el valle del Jordán, predicando la proximidad
del reino de Dios y orientando hacia él los espíritus y preparándoles con
un bautismo que era símbolo de la renovación total, era un momento en
Israel de máxima expectación mesiánica.
La figura y predicación
de Juan el Bautista era lo que más contribuía a crear este interés
mesiánico en las multitudes. Los evangelios sinópticos hablan ampliamente
de la persona ascética del Bautista: se presenta con una vestidura austera,
que evocaba la vestidura de viejos profetas de Israel, y con ausencia de
ellos después de tantos siglos, y con gran austeridad en su vida y su
escenario era el desierto de Judá, de donde, conforme al ambiente de
entonces, se esperaba saldría el Mesías.
La manifestación del
Bautista en la región del Jordán, en aquel ambiente de expectación
mesiánica, y anunciando que “llegó el reino de Dios” (Mt 3:2), produjo una
conmoción fortísima en Israel. Ante esta fuerte conmoción
religioso-mesiánica, es cuando el evangelista recoge la comisión que le
enviaron desde Jerusalén los judíos.
En el Evangelio de Juan
los judíos tienen diversas acepciones, pero en este caso, se puede decir
con bastante probabilidad que los judíos enviaron a Juan Bautista, una
delegación de sacerdotes y levitas que son las autoridades religiosas de
Jerusalén, los grandes sacerdotes, excitados y movidos por los fariseos.
A primera vista extraña
por qué se incluyen en esta delegación oficial a los levitas, ya que éstos
no eran miembros del Sanedrín. Los levitas eran especialistas en los actos
cultuales, eran los liturgistas o ritualistas del culto. Y el Bautista se
caracterizaba por un especial bautismo, de tipo desconocido en Israel, y
del que esta delegación le pedirá cuenta porque lo hace. Talvez por eso la
delegación está formada por especialistas en materia de purificación
cultual.
El diálogo de este
interrogatorio, tal como lo relata el evangelista, es sintético, pero
preciso, y acusa la austeridad, y puede pensarse como de sagacidad, del
Bautista.
“¿Tú quién eres?”
Naturalmente, lo que les interesa no es su origen, sino su misión, la
respuesta del Bautista es clara y terminante: Yo no soy el Mesías. Acaso
hubo preguntas más explícitas sobre este punto. Pero, en todo caso, el
Bautista responde al ambiente de expectación que había sobre su posible
mesianismo. Lc dice, a propósito de la acción y conmoción que produce la
presencia del Bautista: se hallaba el pueblo en expectación, y pensando
todos en sus corazones acerca de Juan si sería él el Mesías (Lc 3:15; cf.
Hech 13:25).
5 NO SOY ELÍAS.
Ellos le preguntaron: Entonces,
¿eres tú Elías? Juan respondió: No soy Elías.
Descartado que fuese el
Mesías, su aspecto y conducta, anunciando la proximidad de la venida del
reino, hizo pensar, en aquellos días de expectación mesiánica, que él,
vestido como un viejo profeta pudiera ser el precursor del Mesías, el cual,
según las creencias rabínicas, sería el profeta Elías.
Los rabinos habían ido
estableciendo las diversas funciones que ejercería Elías en su venida
precursora. Vendría a reprochar a Israel sus infidelidades, para que se
convierta, vendría a resolver cuestiones difíciles, que aún no estaban
zanjadas, tendría una misión cultual y restituiría al templo el vaso del
maná, la redoma del agua de la purificación, la vara de Aarón, y traería la
ampolla con el aceite de la unción mesiánica. Y según una tradición judía,
recogida por San Justino, Elías anunciaría la venida del Mesías, le daría
la consagración real y le presentaría al pueblo. Tal era el ambiente que
sobre la función precursora de Elías, que había en el Israel contemporáneo
de Cristo, como reflejan estos escritos. Jesucristo mismo hizo ver que esta
función de Elías precursor la había cumplido el Bautista (Mt 17:10-13; Mc
9:11-13).
Por otra parte, dado el
grado de suficiencia y petulancia farisaicas, sería difícil saber el grado
de sinceridad que hubo en este interrogatorio. Las respuestas secas del
diálogo, ¿serán simple resumen esquemático, acusándose literariamente el
intento polémico del Evangelista, o reflejarán el desagrado del Bautista
ante el interrogatorio y tono exigente y escéptico de aquella misión
farisaica jerosolimitana?
6 ¿ERES EL PROFETA QUE
ESPERAMOS?
Luego volvieron a
preguntarle: ¿Eres el Profeta que esperamos? Él respondió: No. No de no
ser ninguno de estos personajes mesiánicos, no cabría más que preguntar,
ante aquella figura y conducta del Bautista, si era un profeta, cuya
investigación es uno de los puntos de competencia explícitamente citados en
la legislación sobre el Sanedrín. ¡Hacía tanto tiempo que la voz del
profetismo había cesado en Israel! ¡Unos cinco siglos!
Pero el problema está
en que aquí le preguntan si él es el Profeta, en singular y con artículo,
determinándolo de modo preciso. Los rabinos no parecen que hayan
interpretado este pasaje de ningún profeta insigne en concreto. Los judíos
entendían un confuso modo, que sea el Mesías (Jn 6:14), sea de alguno de
entre los grandes personajes de Israel (Jn 7:40): como Samuel, Isaías,
Jeremías. Y hasta se pensó que pudiera referirse al mismo Moisés, pues se
tenía la creencia popular de que no había muerto, sino que había sido
arrebatado corporalmente al cielo.
Lo más extraño es que
el Bautista niega ser el Profeta, cuando, en realidad, su misión era
profética. En el Benedictus se le reconoce por tal: será llamado profeta
del Altísimo (Lc 1:76). Y Cristo dirá de él mismo que no hay entre los
nacidos de mujer profeta más grande que Juan (Lc 7:28).
Acaso la solución se
encuentra en el mismo evangelio de Jn. Después de la multiplicación de los panes,
los “hombres, viendo el milagro que había hecho, decían: Verdaderamente
éste es el Profeta que ha de venir al mundo (Jn 6:14). Juan entiende
probablemente el profeta en un sentido equivalente a Mesías; de ahí su
respuesta negativa.
7 ¿QUÉ DICES DE TI MISMO?
De nuevo insistieron: “Entonces
dinos quién eres. Tenemos que dar una respuesta a los que nos enviaron.
¿Qué dices de ti mismo?” Y el Bautista, ante aquella delegación
oficiosa del Sanedrín, va a dar: testimonio de la Luz (Jn 1:7). Y va a dar
el testimonio oficialmente, para que lo transmitan a la autoridad de la
nación. Yo soy la voz que grita en el desierto: enderecen el camino del
Señor.
El Bautista se figura
que él es el mensajero que, estando en el desierto, desde él pide a todos
que se preparen para la inminente venida del Mesías.
Algunos de la comisión
eran fariseos. No sería improbable que, si el Sanedrín fue el que envió
esta delegación, lo hiciese, como antes se dijo, movido por los fariseos.
Estos le preguntaron: Si no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta
esperado, ¿por qué bautizas?
Estos enviados
fariseos, especialistas en todo lo de la Ley, al ver que él negaba ser el
Mesías, o Elías, o el Profeta, le preguntan por qué entonces bautiza. Que
éstos instituyesen ritos nuevos, nada tenía de particular; como enviados de
Dios, podían obrar conforme a sus órdenes. Pero un simple asceta, ¿podría
arrogarse este derecho?
En la época de Cristo,
los judíos practicaban numerosos ritos de purificación. Pero no eran
verdaderos bautismos. El verdadero bautismo para ellos era el de los
prosélitos, que se administraba a los paganos que se incorporaban al
judaísmo. Los demás ritos de lavado, entre los judíos, no tenían carácter
bautismal, y ninguno estaba en función de la venida del reino. Pero el
Bautista había introducido un rito nuevo, pues estaba en función de la
purificación del corazón, conversión, y en relación con la inminencia de la
venida del reino de Dios. ¿Qué potestad tenía él para esto? Era lo que le
exigía la autoridad religiosa, encargada de velar por las tradiciones de
Israel.
8 YO BAUTIZO CON AGUA.
Entonces Juan, afirmó: “Yo
bautizo con agua.” En efecto, a la primera parte de la respuesta
del Bautista: Yo bautizo con agua, se esperaría la contraposición que
Cristo bautizaría en fuego o en Espíritu Santo. El Bautista no conoció el
bautismo en el Espíritu Santo, como apropiación de una persona divina; no
salió de la mentalidad del ambiente del A.T., en el que el Espíritu Santo
era la acción del Dios “ad extra.”
En efecto, el bautismo
de Juan no tenía valor legal moral, sino que tenía valor en cuanto, siendo
un símbolo externo de purificación, excitaba y protestaba la confesión de
los pecados (Mt 3:6; Mc 1:5). Hasta el historiador judío Flavio Josefo
destaca esto, así es como escribe que: este bautismo no era usado para
expiación de crímenes, sino para la purificación del cuerpo, una vez que ya
las mentes estaban purificadas por la justicia.
Pero, en lugar de
contraponer a su bautismo el de Cristo, hace el elogio de éste en
contraposición consigo mismo, “pero en medio de ustedes hay uno a
quien no conocen.” Es ello una alusión al tema mesiánico conocido
en Israel. Según creencia popular, el Mesías, antes de su aparición,
estaría oculto en algún lugar desconocido. Llama así la atención mesiánica
sobre Cristo, conforme a la creencia ambiental. Luego dirá el Bautista cómo
supo él que Cristo era el Mesías (Jn 1:31-34). Por eso, si Cristo está
oculto, el que los judíos no le conozcan no es reproche. Precisamente la
misión del Bautista es presentarlo a Israel (Jn 1:31). Así evocaba la
creencia ambiental en el Mesías oculto, Cristo, y en Elías precursor, cuya
función realizaba el Bautista (Mt 11:14; Lc 7:27).
9 EL VIENE DETRÁS DE MÍ,
AUNQUE YO NO SOY DIGNO DE DESATAR LAS CORREAS DE SUS SANDALIAS.
Luego dice: “El
viene detrás de mí, aunque yo no soy digno de desatar las correas de sus
sandalias.” El Bautista, de forma enigmática, anuncia que él sólo
es el precursor de una persona cuya dignidad anuncia, pero que él no es
digno de desatarle las correas de la sandalia. Era este oficio propio de
esclavos.
Aprendemos de este
fragmento del Evangelio, que profetizar es proclamar un mensaje de
salvación, ya que el profeta es un mensajero, un porta voz que habla en
nombre de Dios, y todos nosotros podemos ser como Juan Bautista, pero al
modo de él, sin evanecerse por su misión. Recordemos que él niega lo que
es, pero da a conocer lo que es y lo hace defiriéndose a Cristo y lo alaba
juzgándose a sí mismo, indigno aún de desatar las correas de sus sandalias.
El Bautista nos da
demostración que su razón de ser es dar testimonio del Mesías, a él no le
interesa otra cosa que dar testimonio de Cristo, él nos demuestra que no
hace falta perder tiempo en defender posiciones propias, y lo que importa
no es el concepto que otros tengan de nosotros y si tenemos o no autoridad,
lo que vale es el testimonio de Cristo. No tengamos miedo de hablar de
Jesucristo, podemos hacerlo en cualquier momento, en cualquier ocasión,
hablar de Él nunca está de más, al contrario, es positivo y da mucha paz
hacerlo.
10 EN MEDIO DE USTEDES HAY ALGUIEN AL QUE USTEDES NO CONOCEN:
Avivemos hoy nuestra fe
de creyente, hagamos notar la bondad activa que nos ha enseñado Jesús para
con nuestros hermanos, esto será un medio importante y eficaz para dar
testimonio de Cristo, pero por sobre todo, darlo a conocer al mundo.
Tengamos presente las
palabras del Bautista: “Yo bautizo con agua, pero en medio de
ustedes hay alguien al que ustedes no conocen”. Es Jesús el que
está en medio de nosotros, en medio de la Iglesia, en la Eucaristía, y en
la gracia por la cual esté presente y operante en los bautizados.
“Hay alguien al que
ustedes no conocen”. En efecto, el mundo no lo conoce, y esto sucede porque
a nuestro pesar, muchos prefieren cerrar los ojos, y también porque no son
muchos los que dan testimonio del Evangelio vivido de esa bondad que revele
al mundo de la bondad de Cristo Jesús.
Y también tenemos que
reconocer, que en medio de nosotros, hay muchos hermanos que son creyentes,
y tampoco lo conocen, porque no se dan el tiempo a estar muy unidos con el
Señor a través de la oración, o porque su frialdad no les permite reconocer
donde él se esconde, allí en los más pobres, en los afligidos, en los que
buscan consuelo, en los que sufren de enfermedad física o espiritual.
El Evangelio, nos
muestra a un Juan Bautista, que es modelo de testimonio de Cristo; que nos
revela una fe pujante, que es austero, desinteresado, humilde y que:
“Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran
por medio de él.”
El Señor le Bendiga
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Domingo III de Adviento Ciclo B
|