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SEÑOR ENSEÑANOS A ORAR

CAPITULO IV :

“VENGA TU REINO”

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

EVANGELIO Mt, 6,9

Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo.

EVANGELIO Lc 11, 1-4

Y sucedió que, estando él orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: "Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos." El les dijo: "Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino.

 

    11.     VENGA TU REINO

"venga a nosotros tu reino".

Cristo Jesus, no enseña que pidamos, “venga a nosotros tu reino”, es decir que tengamos el deseo y que pidamos que el reino de los cielos venga a nosotros, que estamos aquí en la tierra. Entonces nos acerca una pregunta, ¿de que reino nos habla Jesus?

   12.     ¿QUE REINO ESPERABAN LOS APÓSTOLES?

El reino de Dios, el Reino de los cielos. Cuando Jesus les enseña esta petición  los apóstoles, todo el pueblo de Israel esperaba con ansiedad el reino de Dios. Para la forma teocrática de pensar del pueblo de aquel entonces, Dios era el rey de Israel. En el rey David, el pueblo judío veía a un lugarteniente de Dios, y a este monarca se ligaba una promesa divina. “Tu casa y tu realeza permanecerán firmes para siempre ante Mi: tu trono será estable por siempre" (2 Sam 7, 16). Esta promesa concedida por Dios continuaba para los sucesores de David en el trono, es así como las esperanzas del pueblo israelita estaban a través de la familia davídica; es decir, seria un rey del linaje de David, de donde vendría la liberación de su pueblo. En esta expectación, con la espera del príncipe de la Paz, el Mesías, en un Israel sometido por mucho tiempo a otras naciones, con un deseo ardiente de libertad, y donde los discípulos de Jesús esperaban la llegada de un reino justo, aguardaban que Jesús restaurara el reino de Israel.

   13.   ¿ENTENDÍAN LOS APÓSTOLES DE QUE REINO LES HABLABA JESUS?

De hecho, los discípulos tenían sus preocupaciones y ambiciones personales respecto al reino, es así como se acercaron a Jesús le dijeron: ¿Quién es, pues, el mayor en el Reino de los Cielos?. El llamó a un niño, le puso en medio de ellos 3 y dijo: Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos (Mt 18, 1-4)

En el Evangelio de Marco, vemos algo de la ansiedad de los discípulos por participar del reino: Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: "Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir". Él les respondió: "¿Qué quieren que haga por ustedes?". Ellos le dijeron: "Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria". (Mc 10,35)

Luego, mas adelante durante la última cena, hablando Jesús con sus apóstoles les confirma: Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas; yo, por mi parte, dispongo un Reino para vosotros, como mi Padre lo dispuso para mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. (Lc 22, 28-30)

¿Habrían entendido bien los discípulos sobre que reino hablaba Jesus? De acuerdo a lo que le expresan al mismo Jesus los peregrinos de Emaus, esto no queda claro: Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. (Lc 24, 21)

Cuando esperaban la Ascensión del Señor: Se les presentó dándoles muchas pruebas de que vivía, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca de lo referente al Reino de Dios. Mientras estaba comiendo con ellos, les mandó que no se ausentasen de Jerusalén, sino que aguardasen la Promesa del Padre, “que oísteis de mí: Que Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días” Los que estaban reunidos le preguntaron: -- Señor, ¿es en este momento cuando vas a restablecer el Reino de Israel? (Hch 1,3-6)

   14.    LA INVITACIÓN QUE NOS HACE CRISTO JESUS

Jesús invita a sus discípulos a orar al Padre diciendo: "Venga a nosotros tu reino" entonces nos nace una pregunta: ¿cómo se explica que por una parte que se diga: “Convertíos, porque el Reino de Dios está cerca” (Mt 4,17), y luego por otra: Habiéndole preguntado los fariseos cuándo llegaría el Reino de Dios, les respondió: « El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. “Y no dirán: "Vedlo aquí o allá", porque el Reino de Dios ya está entre vosotros”. (Lc 17,21).?

Esta invitación que hacía Cristo Jesus, llenaba de alegría a las gentes, porque la invitación venía de alguien que respondían a lo que sus corazones deseaban con ansias. Por que el gran anhelo era que Dios, a través de su Mesías, implantara la justicia en la tierra y que lo hiciera como ningún otro rey lo había hecho. Toda la ilusión del pueblo de Israel, pasaba por la esperanza de que Dios estableciera pronto su reino entre los hombres, protegiendo los derechos de los desamparados, los pobres y los oprimidos.

La obra de Cristo Jesús, llenaba de admiración a los hombres que sabían apreciar su bondad,  que veían como curaba a los enfermos, como miraba a los necesitados, como su corazón acogía a pobres y despreciados. Del mismo modo era admirable porque no sólo comía con publicanos y pecadores, más aún, les perdonaba los pecados. Entonces exclamaban, “¿Estará llegando con Jesús el reino de Dios?”.

   15.     EL REINO DE LOS CIELO REALIDAD PRESENTE EN CRISTO JESUS

En efecto, para nuestra fe, el reino de Dios es una realidad presente, pero además una realidad futura. Lo hermoso de todo esto, es que Cristo Jesus, nos enseña a un Dios que nos tiene un reino cercano, todo ello, porque en Cristo Jesus, Dios salió al encuentro de los hombres.

También nuestra felicidad en Cristo Jesus, es saber que en el Hijo de Dios se acoplan los cielos y la tierra, como también se une lo humano y lo divino. Y así, se nos hace ver la cercanía del reino de Dios.

El reino de Dios está presente en Cristo Jesús y en su obra, como un avance del futuro, el reino de Dios apunta hacia un futuro ya temprano, pero aún por aparecer. Esta  proximidad del reino de Dios en Cristo Jesús, se manifiesta también en todos los que habiendo reconocido esta presencia del reino de Dios en El, aceptan seguirle. Es así también, como la presencia del reino de los cielos se hace palpable en los que se sus discípulos.

   16.     ¿Y ADEMÁS, COMO ES EL REINO DE LOS CIELOS?

Jesús nos enseña de diversas formas como es el “reino de los cielos”: El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo.  (Mateo 13,24) ¿Quien es que vino a sembrar la buena semilla?, ¿que nos representa la semilla?, ¿Qué representa el campo? La palabra de Jesús, es semilla de bondad y amor, que sembrada en el corazón de un hombre bueno, halla el campo ideal de tierra fértil donde puede crecer y prosperar. Jesús es quien nos siembra su palabra y nosotros la atesoramos en su lugar preferido, el corazón, acogiéndola con fe y amor. Esta palabra transforma nuestra vida y se convierte en nuestra principal guía de vida.

El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo. Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas.  (Mateo 13, 31-32) Jesús emplea este término que era usual en los judíos para comparar las cosas pequeñas, y lo hace así, para decir que el Reino de Dios comenzó modestamente y luego se expandió con gran vigor, igual que la semilla de mostaza o la levadura.

En las cosas sencillas y humildes siempre Dios pone la esperanza en sus hijos, y emplea medios sencillos para llegar hasta él, así fue también como eligió a una humilde y sencilla mujer para encarnar a su Hijo, y en un humilde pesebre fue a nacer, así también se nos hace presente Cristo en la Eucaristía, en pedacito de pan y en un poco de vino, signos de gran sencillez.

Sin embargo a los hombres nos gustan las cosas grandiosas, con exigentes preparativos, especialmente cuando no conocen bien a Dios. Sin embargo Dios no esta interesado en que emprendamos grandes obras para demostrarle nuestro amor, pero nos acoge con cariño con tan solo serle fiel en todo momento.

Una buena enseñanza es nuestra Iglesia, que nació modestamente, con hombres de condición humilde, que habían sido pescadores, y hoy esta por todo el mundo, y pueblos de diferentes costumbres, idiomas y razas la acogen y la engrandecen.

El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo.  (Mateo 13,34) Luego Jesús nos enseña a través de un parábola hogareña, “la levadura fermento todo”, para que nosotros podamos ser como ella, corrompiendo lo que nos hace cómodo, lo que no nos hace crecer, y para que comprobemos la eficacia de los Evangelios, del mismo modo como la levadura fermenta la masa, el mensaje del Evangelio nos fermenta a nosotros, del mismo modo como la levadura penetra en la masa, lo hace el Evangelio en los hombres.

Del mismo modo como se transforma la semilla, también la Palabra del Señor es levadura para transformarnos, así nos quiere decir Jesús como es el Reino de Dios, con fuerza y vigor para extenderse y fermentar y transformar el mundo.

Venga a nosotros tu reino. Pedimos a Dios que reine en las almas por la gracia, que se extienda su reino por toda la tierra y que después nos dé el reino de la gloria

   17.      PORQUE PEDIMOS AHORA “VENGA TU REINO”

Cristo Jesus, con sus enseñanzas y ejemplos, fue preparando a los hombres para que se dieran cuenta cual era su mensaje y fue preparándolos para aceptar que cosas eran de importancia en nuestra forma de vida y relación con los demás hombres. Su ejemplo fue de alguien sencillo y humilde, siendo Dios, se puso en el papel de los hombres, haciéndonos saber, que con El, se llega a la justicia, a la paz, al reino de la verdad y al camino hacia la santidad. Todo esto lo enseño con amor y gratuitamente para nuestra salvación.

“Venga tu reino”: Este Reino llega con su muerte y resurrección, se anticipa en la Última Cena, y por la Eucaristía está entre nosotros. El Reino de Dios llegará en la gloria cuando Cristo lo devuelva a su Padre.

“Venga a nosotros tu Reino”, es la demanda de quien sabe confiar sólo en Dios y en su Reino. Nuestro deseo es que Dios lleve a feliz término la obra que comenzó con Cristo Jesus. Nuestro gran anhelo es que se haga realidad el reino de Dios, es decir su reinado salvador, en otras palabras, instaurando su soberanía, primacía de Rey Universal y absoluto.

Y será Yahvé rey sobre toda la tierra: ¡el día aquel será único Yahvé y único su nombre! (Zacarías 14,9)

 

LO QUE NOS ENSEÑA EL CATECISMO CATOLICO

SOBRE EL PADRE NUESTRO

(CIC 2803 AL 2827)

 

VENGA A NOSOTROS TU REINO

En el Nuevo Testamento, la palabra "basileia" se puede traducir por realeza (nombre abstracto), reino (nombre concreto) o reinado (de reinar, nombre de acción). El Reino de Dios está ante nosotros. Se aproxima en el Verbo encarnado, se anuncia a través de todo el Evangelio, llega en la muerte y la Resurrección de Cristo. El Reino de Dios adviene en la Ultima Cena y por la Eucaristía está entre nosotros. El Reino de Dios llegará en la gloria cuando Jesucristo lo devuelva a su Padre:

Incluso puede ser que el Reino de Dios signifique Cristo en persona, al cual llamamos con nuestras voces todos los días y de quien queremos apresurar su advenimiento por nuestra espera. Como es nuestra Resurrección porque resucitamos en él, puede ser también el Reino de Dios porque en él reinaremos (San Cipriano, Dom. orat. 13).

Esta petición es el "Marana Tha", el grito del Espíritu y de la Esposa: "Ven, Señor Jesús":

Incluso aunque esta oración no nos hubiera mandado pedir el advenimiento del Reino, habríamos tenido que expresar esta petición , dirigiéndonos con premura a la meta de nuestras esperanzas. Las almas de los mártires, bajo el altar, invocan al Señor con grandes gritos: '¿Hasta cuándo, Dueño santo y veraz, vas a estar sin hacer justicia por nuestra sangre a los habitantes de la tierra?' (Ap 6, 10). En efecto, los mártires deben alcanzar la justicia al fin de los tiempos. Señor, ¡apresura, pues, la venida de tu Reino! (Tertuliano, or. 5).

En la oración del Señor, se trata principalmente de la venida final del Reino de Dios por medio del retorno de Cristo (cf Tt 2, 13). Pero este deseo no distrae a la Iglesia de su misión en este mundo, más bien la compromete. Porque desde Pentecostés, la venida del Reino es obra del Espíritu del Señor "a fin de santificar todas las cosas llevando a plenitud su obra en el mundo" (MR, plegaria eucarística IV).

"El Reino de Dios es justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo" (Rm 14, 17). Los últimos tiempos en los que estamos son los de la efusión del Espíritu Santo. Desde entonces está entablado un combate decisivo entre "la carne" y el Espíritu (cf Ga 5, 16-25):

Solo un corazón puro puede decir con seguridad: '¡Venga a nosotros tu Reino!'. Es necesario haber estado en la escuela de Pablo para decir: 'Que el pecado no reine ya en nuestro cuerpo mortal' (Rm 6, 12). El que se conserva puro en sus acciones, sus pensamientos y sus palabras, puede decir a Dios: '¡Venga tu Reino!' (San Cirilo de Jerusalén, catech. myst. 5, 13).

Discerniendo según el Espíritu, los cristianos deben distinguir entre el crecimiento del Reino de Dios y el progreso de la cultura y la promoción de la sociedad en las que están implicados. Esta distinción no es una separación. La vocación del hombre a la vida eterna no suprime sino que refuerza su deber de poner en práctica las energías y los meDios recibidos del Creador para servir en este mundo a la justicia y a la paz (cf GS 22; 32; 39; 45; EN 31).

Esta petición está sostenida y escuchada en la oración de Jesús (cf Jn 17, 17-20), presente y eficaz en la Eucaristía; su fruto es la vida nueva según las Bienaventuranzas (cf Mt 5, 13-16; 6, 24; 7, 12-13).

RESUMEN

En el Padrenuestro, las tres primeras peticiones tienen por objeto la Gloria del Padre: la santificación del nombre, la venida del reino y el cumplimiento de la voluntad divina. Las otras cuatro presentan al Padre nuestros deseos: estas peticiones conciernen a nuestra vida para alimentarla o para curarla del pecado y se refieren a nuestro combate por la victoria del Bien sobre el Mal.

En la segunda petición, la Iglesia tiene principalmente a la vista el retorno de Cristo y la venida final del Reino de Dios. También ora por el crecimiento del Reino de Dios en el "hoy" de nuestras vidas.

 

 

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Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

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