EL MAESTRO JESUS

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Comentarios, Estudios y Reflexiones del Evangelio Contemplado

 

 

 

 

CAPITULO LI

 

Cristo ante Pilato. Mc 15:1-20 (Mt 27:1-2. 11-31; Lc 23:1-25; Jn 18:28-38; 19:1-16)

1 En cuanto amaneció celebraron consejo los príncipes de los sacerdotes con los ancianos y escribas, es decir, todo el Sanedrín; después, atando a Jesús, le llevaron y entregaron a Pilato. 2 Le preguntó Pilato: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y Jesús le respondió, diciendo: Tú lo has dicho. 3 E insistentemente le acusaban los príncipes de los sacerdotes. 4 Pilato de nuevo le interrogó, diciendo: ¿No respondes nada? Mira de cuántas cosas te acusan. 5 Pero Jesús ya no respondió nada, de manera que Pilato quedó maravillado. 6 Por la fiesta solía soltárseles un preso, el que pedían. 7 Había uno llamado Barrabás, encarcelado por sedicioso, que en sedición había cometido un homicidio; 8 y subiendo la muchedumbre, comenzó a pedir lo que solía otorgárseles. 9 Pilato les preguntó diciendo: ¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos? 10 Pues conocía que por envidia se lo habían entrega-do los príncipes de los sacerdotes. 11 Pero los príncipes de los sacerdotes excitaban a la muchedumbre para que les soltase a Barrabás. 12 Pilato de nuevo preguntó, y dijo: ¿Qué queréis, pues, que haga de este que llamáis Rey de los judíos? 13 Ellos otra vez gritaron: ¡Crucifícale! Pero Pilato les dijo: ¿Pues qué mal ha hecho? 14 Y ellos gritaron más fuerte: ¡Crucifícale! 15 Pilato, queriendo dar satisfacción a la plebe, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de haberle azotado, le entregó para que le crucificasen. 16 Los soldados le llevaron dentro del atrio, esto es, al pretorio, y convocaron a toda la cohorte, 17 y le vistieron una púrpura y le ciñeron una corona tejida de espinas, 18 y comenzaron a saludarle: Salve, Rey de los judíos. 19 Y le herían en la cabeza con una caña, y le escupían, e hincando la rodilla, le hacían reverencias. 20 Después de haberse burlado de El, le quitaron la púrpura y le vistieron sus propios vestidos.

COMENTARIO-ESTUDIO

Marcos, que relató el proceso “nocturno” del Sanedrín para condenar a Cristo, vuelve, como Mateo, a destacar que el Sanedrín tuvo también un consejo “matutino” para condenar a Cristo. Este que Lc refiere debió de ser el acto oficial de la condena, como se exigía por la jurisprudencia judía.

El proceso es presentado a Pilato sólo bajo el aspecto político de un competidor del Cesar, al hacerse el Rey Mesías. Omite, como Mt y Jn, el envío a Antipas.

Como Mt, Mc “elimina” la escena de burla de los soldados para darle una mayor extensión, aunque fue antes de la condena. Esto sucede “dentro del atrio,” y precisa que “es el pretorio.” Esta escena, así presentada y precisada, puede ser índice de una “incrustación” posterior, o un relato que se añade al anterior, por tener en la catequesis o fuente primitiva una redacción ya “cerrada.”

Mateo-Marcos, después de narrar la sesión “nocturna” del proceso judío contra Jesús, dicen que a la “mañana” los sanedritas tuvieron consejo para condenar a Jesús. Y Lucas narra en la mañana esta condena, aunque suponiendo implícitamente otra sesión nocturna (Lucas 22:54). Esto ha creado una serie de hipótesis de solución. La solución que se presenta más viable parece ser la siguiente: las dos sesiones son históricas y distintas, como se ve por la afirmación de los tres sinópticos. Ambas redacciones reflejan, literariamente, un mismo contenido. Sin embargo, hay en ellas un desplazamiento. El relato de Lucas está situado en una perspectiva jurídica más verosímil: interrogatorio con la condena. El proceso “nocturno” que relatan Mateo-Marcos no debió de ser el proceso oficial, sino una reunión previa, de urgencia y “oficiosa,” de un grupo más o menos numeroso de sanedritas, expectantes o convocados con urgencia, ante la imprevista prisión de Jesús, para examinar, en casa de Caifás, al reo y preparar los motivos que jurídicamente se alegarían en el proceso oficioso, en la mañana y cuando estuviesen todos convocados.

Mateo-Marcos, acaso por ignorar su “fuente” el detalle de aquel proceso preparatorio, traspasan, por un procedimiento literario conocido, el esquema de la condena tenido en la sesión de la “mañana,” a la sesión “nocturna.” Este adelantamiento del proceso “matutino” llevaba aneja la descripción del mismo con las líneas fundamentales de Lucas, que eran las históricas. Pero su adelantar el proceso era sintetizar, en esta sesión, la condena oficial, de la cual la “nocturna” no era más que la preparación de la “matutina”; pero, en realidad, ya tan condenatoria como esta última. De ahí que por esta identidad de condenas se forme, literariamente, aunque adelantada, la “nocturna” con las líneas de la “matutina.” Por eso, una vez “adelantada” por Mateo-Marcos, les basta a éstos aludir, para el proceso histórico, a la sesión de la mañana, como justificación del traspaso jurídico de su condena al tribunal de Pilato, único que podía autorizar la ejecución de la condena a muerte.

Mateo-Marcos siguen en este proceso un relato muy paralelo; Lucas da algún detalle de interés (23:2), más la escena del envío de Jesús a Antipas. Juan no sólo da detalles que matizan las narraciones sinópticas, sino que trae parte de la conversación de Jesús con Pilato sobre el sentido espiritual de su reino, la escena del “Ecce Homo” y la tercera escena del juicio de Pilato sobre Jesús, y sobre su filiación divina. El relato de Mateo es bastante esquemático, y, como es ordinario, va a la sustancia del hecho.

Los tribunales romanos se abrían muy de mañana: “prima luce”. Podría suponerse el comienzo de este proceso sobre las seis o siete de la mañana. Mateo introduce sin más el proceso, yendo, como es su estilo, a la sustancia de los hechos, preguntándosele si es el “Rey de los judíos.” Esto supone el conocimiento que de esta acusación tenía Pilato, ya que el acusado tenía que haber sido presentado al procurador con una notificación oral o escrita de su acusación s. Mateo pone la respuesta afirmativa de Jesús: “Tú lo dices.” La fórmula no era ordinaria, pero su uso revestía solemnidad. Juan destacará bien el sentido teológico de esta interrogación de Pilato y la precisión de la respuesta de Jesús.

Pero hubo otras “acusaciones” de los príncipes de los sacerdotes y ancianos. En Lucas, estas acusaciones eran todas convergentes en llevar la acusación al terreno político de su realeza, lo que era una competición contra Roma. Jesús no se presentaba como un “zelote” exigiendo la libertad política, sino como el mismo Rey Mesías profetizado.

A la pasión de estas “acusaciones,” Jesús no respondió nada. Era el silencio de la inocencia y de la dignidad ante la pasión y la falsedad. Pilato mismo, que le invitó a defenderse, se “maravilló” ante aquel silencio. No sería improbable que en el evangelio de Mateo, con tantas conexiones mesiánicas con el A.T., se quiera resaltar en este silencio el cumplimiento del “silencio,” una vez más, del “Siervo de Yahvé” (Is 53:7).

Este relato tan esquemático de Mateo está suponiendo el más explícito de Lucas, a cuyo momento, y tras la inquisición de la acusación y sus motivos, se reconoce al instante la inocencia de Jesús. No es una realeza temporal a la que aspira, como lo demuestra su enseñanza y el ser su conducta social tan distinta de los agitadores políticos y pseudomesías que por entonces aparecían.

Pero dar una negativa rotunda a la petición del sanedrín y con el pueblo delante, excitado y fanatizado en los días pascuales, era de temer una revuelta.

Lucas cuenta la salida de Pilato, remitiendo, hábilmente, el proceso a Antipas, a cuya jurisdicción pertenecía Jesús, aunque en lo judío caía bajo la jurisdicción del Gran Sanedrín, ya que Roma solía respetar su administración y leyes.

Ceso de Antipas, a cuya jurisdicción pertenecía Jesús, aunque en lo judío caía bajo la jurisdicción del gran Sanedrín, ya que Roma solía respetar su administración y leyes.

Fracasándole esta salida de remitir Jesús a Herodes, hizo conocer a los príncipes de los sacerdotes y al pueblo, reforzado por el juicio de Antipas, la inocencia de Jesús. Pero, temiendo revueltas y queriendo complacer a los judíos y salvar a Jesús, y acaso para no ceder ante la imposición judía, anuncia que lo “corregirá,” que era la “flagelación” (Juan-Lucas), y que luego lo soltará.

Psicológicamente se ve a Pilato con el pleito perdido por torpeza. Entró en diálogo con el pueblo, y las exigencias de éste, bien adoctrinado por sus jefes religiosos, y las exigencias de ellos, están ya respaldadas por el temor de la revuelta. Y en vista del fracaso de la “flagelación” y la “escena de burla” que relata Juan, apela a otro expediente: soltarles a un preso “famoso,” pero planteándoles el dilema de él o Jesús.

Existía entre los judíos la “costumbre” de liberar a un encarcelado por la “fiesta,” que era la Pascua (Juan 18:39). Esta “costumbre” acaso estaba establecida en memoria de la liberación de Egipto. Roma la respetó, como respetaba tantos usos de sus pueblos sometidos. En un papiro greco-egipcio, aproximadamente del año 89 después de Jesús, se lee que el prefecto de Egipto C. Séptimo Vegeto recibe la petición que le hace una parte litigante contra un tal Phibion; y, reconociendo el prefecto que es digno de la “flagelación,” dice que lo perdona en gracia al pueblo.

Apelando a esta “costumbre,” Pilato quiere utilizarla como un expediente de liberación de Jesús y de su misma humillación ante aquellas exigencias, lo que está en pleno acuerdo con lo que se sabe de él por los datos de Josefo y Filón. Máxime conociendo que se lo habían entregado “por envidia” (Mateo-Marcos).

Les propone el dilema de soltarle a Jesús o Barrabás. En aquella época, las turbulencias sociales se sucedían fácilmente. Barrabás era “ladrón” (Juan), había sido encarcelado por cierta “sedición que hubo en la ciudad,” y en la que había tomado parte en un “homicidio” (Marcos). Además, debió de ser un cabecilla temible, pues era un “preso famoso” (Mateo).

No obstante este dilema, “los príncipes de los sacerdotes y los ancianos persuadieron a la muchedumbre que pidiesen a Barrabás.” Se comprende fácilmente este cambio en la psicología de la multitud. Eran sus dirigentes religiosos los que ejercían — sobre' todo los fariseos — un influjo totalmente fanático sobre las gentes. El gran profeta, el Mesías, por ellos deformadamente presentado, estaba preso por orden de sus dirigentes religiosos, y, no bastando esto, ahora les exigían pedir su muerte. Es lo que tumultuosamente van a hacer, como se ve en el relato de los evangelios.

Pero, en este intervalo de indecisiones, Mateo es el único que cuenta la escena del aviso que la mujer de Pilato le envía al “tribunal,” para que no se comprometa con la condena de ese “justo,” pues ha “padecido mucho en sueños esta noche a causa de él.”

Los sueños tenían en la antigüedad importancia y superstición. Sobre todo para un romano, pesaba el sueño de Calpurnia, la mujer de Cesar, que, por haberlo soñado la víspera de su muerte bañado en sangre, no quería dejarlo salir de casa. No hace falta pensar en una gracia sobrenatural que se enviase así a Pilato, que estaba proclamando la inocencia de Jesús. Pues la hora de la redención estaba a punto. Todo se puede explicar bien naturalmente. La mujer del procurador de Roma había oído hablar de Jesús, de sus milagros, y probabilísimamente aquella noche los servicios secretos de Pilato debían haber traído sus informes sobre Jesús y sobre lo que contra El se tramaba. Mujer sensible y justa — hasta se la quiere hacer “prosélita” del judaísmo —, manifiesta en aquella hora trágica su sentir sobre aquel “justo,” para evitar a su marido aquella condena.

Ciertamente un magistrado no podía atenerse en la administración de la justicia a sueños de mujeres. En todo caso, una coincidencia providencial no es para hacerle decidir, pero sí para hacerle pensar. La tradición la llama Claudia Prócula.

Se ha querido dudar de la historicidad de este dato de Mateo; acaso podría pertenecer a una tradición tardía. Además, se dice, la mujer que intercede ante su marido por un prisionero pertenece al folklore, y se encuentra entre los rabinos de Babilonia. “Los detalles históricos que Mateo él solo trae no están absolutamente garantizados, y acaso se trate de una tradición tardía. Y se pudo introducir en el relato de Mateo por algún influjo extranjero”. Para otros, en cambio, “no es inverosímil”, pues se sabe su presencia allí; contra la prohibición de Tiberio, los procuradores llevaron a sus mujeres, pero había caído en desuso; lo mismo que se sabe por Josefo la intervención de las mujeres en la política local e imperial de entonces.

El diálogo, o la táctica inhábil de Pilato con el pueblo, amaestrado astutamente allí por sus dirigentes, condujo a la catástrofe de su claudicación. El peligro a perturbaciones sociales, en la sobreexcitación pascual, le hizo temer. Sobre todo, el peligro de delaciones a Roma, donde ya tenía otras que le valieron el aviso de su corrección; delación que sería ahora de no velar por la autoridad de Roma ante un competidor rey. Y esto Tiberio lo castigaba.

Por eso Pilato, viendo “que el tumulto crecía cada vez más,” da la demencia de crucifixión de Jesús. Pero antes protestó su inocencia, lavándose en público sus manos.

El uso de lavarse las manos para protestar inocencia es conocido tanto de los greco-romanos como de los judíos.

Pero a este gesto y a esta protesta hubo una respuesta terrible: que cayese su sangre sobre ellos y sobre sus hijos. Acaso primero lo dijeron los sanedritas, y luego “el pueblo” se le unió con la fórmula usual: “Amén.” Sobre su significado en la literatura rabínica se ha escrito: “Estas palabras significaban que la responsabilidad y la falla vienen a nosotros y a nuestros hijos. Ejemplo: si alguno bebe, lleva su sangre sobre su cabeza (es decir, la responsabilidad de su falta).” Sin embargo, en los judíos que lo pronuncian era, para ellos, una prueba de su inocencia y de la culpabilidad de Jesús.

A Mateo, escribiendo para judeocristianos, le interesaba resaltar con la expresión rotunda ”todo el pueblo,” cuando allí de hecho sólo debería haber una multitud, una responsabilidad moral amplia, por vinculación con el sanedrín, de Israel.

Hecho lo cual, Pilato dio la sentencia de muerte. Esta había de darse sentado en la “silla curul” puesta sobre el  estrado. La fórmula posiblemente fue Irás a la cruz,” u otra semejante. Y soltó a Barrabás.

Excepto Lucas, los otros tres evangelistas traen estas dos escenas distintas.

1)    Flagelación. — La “flagelación” judía se daba a los reos con un fuste que tenía aladas correas, y no se podían dar más de 40 azotes; de hecho, por prevención para no traspasar la Ley, no se pasaba de los 39. Pero la flagelación de Jesús es aplicada por la autoridad romana y cambia su valoración.

Esta se daba con el flagellum, que podía revestir dos formas. El simple “flagellum” era un fuste que tenía unidas una o varias correas (loris). Pero frecuentemente, con los esclavos y en los casos más graves, se usaba el flagellum en su forma de flagrum. Este tenía dos tipos:

1) Scorpiones, que era un fuste con correas al que se unían en sus extremidades trozos de hueso o puntas; y

2)plumbata, que era un fuste con correas o cadenas, que tenía adheridas a las correas trozos de hueso, y que terminaban en pequeñas bolas de plomo.

Para flagelar se desnudaba al reo en su mayor parte. Se le ataba fuertemente a una columna. Solían azotar al reo dos, cuatro o seis verdugos. La jurisprudencia romana no señalaba número de golpes; quedaba a discreción del juez que lo determinase. Los golpes no sólo caían en las espaldas, sino que habrían de caer en otras partes del cuerpo, incluso por abuso de los jueces o sayones, como se citan casos.

Los efectos que producía este tormento los describen los historiadores romanos con los calificativos siguientes:

El flagellum: “cederé” (herir), “secare” (cortar), “scindere” (desgarrar).

Y flagrum: ”rumpere” (romper),” pinsere” (machacar),”forare” (agujerear), “fodere” (excavar).

Josefo cuenta que él mismo mandó azotar a un enemigo, en Tariquea, hasta que se le “vieron los huesos.” De esta flagelación hasta la “denudación de los huesos” se conocen documentalmente más datos extrabíblicos.

Se sabe que el atormentado quedaba frecuentemente tendido en tierra, sin sentido y bañado en sangre, o retorciéndose por el dolor, y, no raramente, muriendo allí mismo.

La flagelación de Jesús fue dentro del pretorio (Juan 19:1), y hecha por los “milites” del procurador (Mateo 27:26-27; Marcos 15:15; Juan 19:12) 23. No se sabe el número de azotes recibidos. Las cifras “clisé” de 5.000 y más azotes de ciertas revelaciones privadas están al margen de lo científico.

¿Cuándo fue la “flagelación” de Jesús? Mateo-Marcos dicen que a Jesús, “después” de haberlo hecho “flagelar,” se lo entregó para que lo crucificaran.” Luego “incrustan” la “escena de burlas,” y terminada ésta, dicen, sin más, “que lo condujeron a crucificar.” Lucas omite la “escena de burlas,” y sólo presenta a Pilato dos veces anunciando ante el pueblo que lo “corregirá” (= flagelará), y que “después lo soltará.” Pero después de soltar a Barrabás, Lucas, sin mentar ya la “flagelación,” dice que a Jesús “lo entregó a la voluntad de ellos,” para crucificar. Juan, después de decir que soltó a Barrabás, añade que a él “lo mandó azotar.” Y luego narra la “escena de burlas,” el ”Ecce Homo,” más interrogatorios, y así lo entrega para crucificar. Pero un hombre así acabado de “flagelar,” ¿podía estar en condiciones para todo lo que se dice en estos relatos?

Por eso, teniendo en cuenta todo esto y los procedimientos redaccionales, las dos “flagelaciones” prometidas por Pilato en Lucas, como tales, no tuvieron lugar. Por el procedimiento de “cierre” literario o “eliminación,” Mateo-Marcos y Juan ponen el hecho de la “flagelación,” pero “incrustando” luego las otras escenas. Por eso, la “flagelación” no fue más que una, y fue la que precedió a la Vía dolorosa, después de haberse dado la condena, que era lo jurídico.

Si no, habría que suponer dos “flagelaciones,” una a título independiente, para liberarlo (Juan-Lucas); o que Mateo-Marcos juntaron la independiente con la jurídica, que era después de la condena y antes de la crucifixión; o ¿se podría suponer que después de la primera “flagelación” — la independiente — se suprimió la segunda — la jurídica —, dándose, antijurídicamente, por válida la primera? Dos “flagelaciones” no son admisibles ni humanamente — porque no se resisten —, ni jurídicamente ante la legislación romana.

2)    Escena de burla por los soldados. — Lucas omite esto, probablemente por pensar que fue hecho por tropas romanas o auxiliares de ellas.

La escena tiene lugar dentro del pretorio (Mateo v.27; Juan 19:4). Para ello se convoca a “toda la cohorte.” La palabra “cohorte” no hay que urgirla; sobre esta época constaba de 500 soldados. Pero también se llamaba con este nombre al “manípulo,” de unos 170. Se trata posiblemente de los soldados que suben de escolta con Pilato, sobre todo si el pretorio estaba en el palacio de Herodes. Está en la naturaleza de las cosas que se trata de una brutal bufonada, por la que se convoca a todos los soldados disponibles y a mano en aquella hora. No es una orden militar. Es el odio y escarnio feroz de los soldados romanos contra un judío, al que oyeron que le acusaban de ser el Rey de los judíos.

Para ello le “despojaron” de sus vestidos. Esta es la túnica o manto, pues luego va a salir así presentado por Pilato al pueblo, y es increíble que lo llevase en una casi desnudez, aunque luego le pongan encima la capa.

Encima le ponen una “capa roja” (Mateo). Era ésta un manto basto de lana, teñida de rojo, y que los soldados usaban sobre la armadura. Después de esto, seguramente lo sentaron en un trono o piedra algo elevada para simular el trono real.

Y, ya sentado, le “tejieron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza.” Era otro signo de la dignidad real. Debió de ser del tipo de espinas llamadas en hebreo sirah, frecuentísimas en Jerusalén y almacenadas y usadas por las gentes de la ciudad para el fuego doméstico. Pero no ha de suponerse una corona esmeradamente tejida, que ni les interesaba ni les era fácil hacer. Fue seguramente tomar un zarzal de espinas y formar un casquete que pusieron sobre su cabeza, acabando de darle forma al encajarla sobre ella. Para continuar el escarnio, le pusieron “una caña en la mano derecha” (Mateo). Precisamente los profetas comparan la inconsistencia del cetro real de Egipto a un bastón de caña.

Y cuando ya lo tenían así entronizado, se “arrodillaban” grotescamente ante El. Marcos lo precisa mejor: “Se arrodillaban y lo adoraban.” Era la señal de reverencia y adoración a los emperadores. Probablemente fue hecha conforme a la forma romana. Generalmente se hacía con una leve inclinación de cuerpo hacia adelante, con las piernas medio dobladas, mientras que con la mano derecha se tocaba el objeto reverenciado; también había la forma de elevar la mano izquierda hacia la boca, besándola y agitándola hacia el objeto que se quería reverenciar. Esto explica bien la transformación del rito en bofetadas. Y mientras hacían esto, lo saludaban burlescamente con el “Salve Rey de los judíos.” Es un remedo de la ceremonia militar del saludo al emperador: “Ave, Caesar Auguste.”

Y “tomando la caña,” que le pusieron por cetro, le “golpearon la cabeza.” No era cetro de gobierno, sino de burla. Uniéndose a la injuria moral el dolor físico, al hacer más hirientes las espinas de la cabeza.

Y le “escupieron.” Seguramente fue en el rostro. Aparte de todo lo que tiene de soez y repugnancia física, era considerado por la ley judía como injuria gravísima.

No se dice el tiempo empleado en esta escena brutal. Mateo corta la escena, deliberadamente separada de lo anterior, diciendo, sin más, que, “después de haberse divertido con El, le quitaron la “clámide,” y le pusieron sus vestidos, y lo llevaron a crucificar.” Este ponerle sus vestidos, hace ver que le tuvieron que quitar aquel caparazón de espinas, por lo que es seguro, aparte de ser una burla improvisada y una irregularidad jurídica, que no se la volvieron a poner.

La escena complementaria de este relato es la de Juan en su evangelio (19:1-12).

También se propone otra solución. Separadas las escenas, literariamente contiguas, de la flagelación y la escena de burlas, ésta se empalmaría, complementándose, por los soldados de Pilato, con Jesús que viene, vestido burlescamente, de la escena que Lucas relata de Antipas. Sobre la relación sobre este tema Mateo-Lucas, se ve en el Comentario a Lucas 23:7-11.

 

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Octubre de 2005

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