EL MAESTRO JESUS

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Comentarios, Estudios y Reflexiones del Evangelio Contemplado

 

 

CAPITULO XLVIII

Prisión de Cristo, Mt 26:47-56 (Mc 14:43-52; Lc 22:47-53; Jn 18:1-12).

47 Aún estaba hablando, cuando llegó Judas, uno de los Doce, y con él una gran turba armada de espadas y garrotes, enviada por los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo. 48 El que iba a entregarle les dio una señal diciendo: Aquel a quien yo besare, ése es; prendedle. 49 Y al instante, acercándose a Jesús, le dijo: Salve, Rabí. Y le besó. 50 Jesús le dijo: Amigo, ¿a qué vienes? Entonces se adelantaron y echaron las manos sobre Jesús, apoderándose de El.5I Uno de los que estaban con Jesús extendió la mano y, sacando la espada, hirió a un siervo del pontífice, cortándole una oreja. 52Jesús entonces le dijo: Vuelve tu espada a su vaina, pues quien toma la espada, a espada morirá. 53 ¿O crees que no puedo rogar a mi Padre, que me enviaría luego doce legiones de ángeles? 54¿Cómo van a cumplirse las Escrituras de que así conviene que sea? 55 Entonces dijo Jesús a la turba: ¿Como a ladrón habéis salido con espadas y garrotes a prenderme? Todos los días me sentaba en el templo para enseñar, y no me prendisteis. 56 Pero todo esto sucedió para que se cumpliesen las Escrituras de los profetas. Entonces todos los discípulos le abandonaron y huyeron.

COMENTARIO

Los sinópticos ponen la llegada de Judas, con el pelotón para prender a Jesús, cuando El estaba aún hablando con sus discípulos.

Con Judas llegaba una “gran turba armada de espadas y garrotes, enviada por los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo.” Marcos cita las tres partes del sanedrín. Pero es procedimiento usual en los evangelistas el citar parte de los elementos componentes del mismo, o todo, para indicar lo mismo. Ya por Juan se sabe la condena de Caifás y, oficiosamente, del sanedrín, lo mismo que el pacto de Judas con ellos y con sus “ministros” para entregarlo y preparar hábilmente el prendimiento. Lucas pone que llega sólo una “turba.” En Juan, por citarse también una, ο “cohorte” romana, y a su frente un, ο tribuno, se llegó a pensar que, además de este pelotón de tropa a las órdenes sanedritas, venía un destacamento romano de protección. Pero no hay exigencia ninguna para ello. Y en Juan, como en otros pasajes bíblicos y extrabíblicos, ambas palabras son usadas para designar tropas y mando judíos.

En cuanto al número, si bien significa “cohorte,” destacamento de unos seiscientos hombres, también designaba el “manípulo,” teóricamente de doscientos soldados. Pero todas estas agrupaciones romanas, como es conocido, muchas veces conservando el nombre, tenían reducido el número de sus componentes. En la naturaleza de las cosas está no desorbitar el número de las tropas, por innecesario, y hasta en ellos por no llamar la atención. Un pelotón de unos cincuenta hombres era más que suficiente para enfrentarse con una docena de galileos desarmados, para ser tomados por sorpresa y en la nocturnidad de una hora inesperada que no podía provocar reacciones en el pueblo.

El hecho de proceder así la sola autoridad judía es un hecho conocido, ya que Roma solía respetar los poderes legales locales. El sanedrín tenía sus ministros policías.

Judas va “delante de ellos” (Lucas), no como capitán, sino como guía.

Este pelotón iba armado de “espadas” y “garrotes”; Juan añade también “linternas.” Eran elementos del equipo militar, aunque seguramente no faltaron lanzas. El uso de estos “garrotes” y “antorchas” pertenecía al armamento de la guardia del templo. Josefo (Historiador Judio) cuenta que los soldados se servían de “garrotes”. Es bien repetido en el Talmud un dicho irónico contra la familia sacerdotal de Boethus porque los criados “aporreaban” a los acreedores. El uso de las “linternas,” o teas, era necesario para evitar que entre las sombras y recovecos de aquel olivar pudiesen esconderse o fugarse.

La señal que Judas había dado para que le reconociesen bien en aquella penumbra era besarle. Era uso normal en los discípulos de los rabinos; cuando se encontraban con ellos, después de abrazarse, los besaban en la mano, rostro y cabeza.

Judas se adelanta disimuladamente, como para darle cuenta del resultado de alguna misión que le había hecho salir del Cenáculo, a favor del Colegio apostólico — preparación para las festividades o dar algo a los pobres, pensaron entonces los apóstoles (Juan) —, y le dice: “Salve, Maestro.” Y le “besó.” La frase que le debió de decir fue la en uso: “La paz contigo, Rabí,” que es traducida al griego por una versión idiomática. El verbo usado para decir le “besó”, lo mismo puede significar simplemente le besó que le besó con afecto, reiteradamente, al modo como hacían los discípulos con sus rabís. Acaso esto convenga más aquí, como signo hipócrita de afecto y como prueba reiterada, en la penumbra del olivar, para que la guardia supiese bien quién era.

Pero, ante esta iniquidad, Jesús le dice: “camarada”, no amigo, aunque en sentido familiar pudiera ser equivalente al primero. Y luego viene una frase sujeta a discusión. El texto griego dice: ¿Cuál es su sentido?

El verbo párei, sea de (venir), sea de  (estar presente), no cambia fundamentalmente.

Algunos autores le dan un sentido interrogativo. Así se traduciría: “¿Por qué has venido?” Pero esta expresión no significa por qué, sino sobre qué.

Generalmente se admite una frase elíptica que hay que suplir. Suponen que lo que hay que suplir es:

 l)”Que a qué viniste,” o “haz a lo que viniste”;

2) “¿Me besas, amigo, para aquello por lo cual estás presente?” Lo cual viene a coincidir con lo que dice Lucas: “¿Con un beso entregas al Hijo del hombre?”;

3) “¿por qué viniste tú?” Así el relativo puede ser una traducción incorrecta del interrogativo arameo. Es solución que sostienen hoy muchos exegetas.

Juan relata otro aspecto de la prisión de Jesús, en el que se destaca el dominio de Jesús sobre las circunstancias y sobre los que vinieron a llevarle prisionero.

Los tres sinópticos ponen a continuación la prisión de Jesús. Pero ésta debió de suceder después de su “discurso” a los que le prendían. SÍ ya hubiese sido prendido, no hubiesen los apóstoles podido atacar a la tropa, pues huyeron, ni menos Jesús, ya atado, curar la oreja de Maleo “tocándosela.”

Al ver lo que venía encima, los apóstoles quisieron acometer con la espada. Era nobleza de almas galileas, inflamables ante aquella desproporción de gentes y de armas (Lucas). Pero Pedro no esperó. Atacó a un siervo del sumo sacerdote llamado Maleo (Juan), que acaso por celo se destacó al frente del grupo o capitaneando a aquella tropa irregular, y le cortó la oreja derecha. Se hacen cábalas por qué fue la “derecha,” cuando atacando parecía lógico que fuese (1) la izquierda. Se quiere ver en el relato un sentido de deshonor. La espada acaso pegó en el casco y, posiblemente, resbalando le produjo un fuerte tajo en la oreja, sin desprenderla del todo, ya que luego, con sólo “tocarla,” Jesús se la curó (Lucas 22:51). Pero les dijo, en forma sapiencial, que guardaran la espada, porque el que usa la espada así, a espada morirá — ¿puede haber una condena de los “zelotes”? —. Era la venganza oriental de la ley del “talión” .No es que niegue la defensa armada justa, pero es que allí era imprudente ante la desproporción de gentes, y, sobre todo, ante la inutilidad, pues había llegado “su hora.” De ahí el decirles: “Basta ya. Dejad.” Las cosas seguirán el curso de permisiones y plan divino.

Por eso no le prendieron cuando estaba de ordinario entre ellos en el templo enseñando. Nunca lo tuvieron más cerca ni más en sus manos. Pero no lo hicieron porque habían de cumplirse las Escrituras a este propósito: sea que se refiera a un sentido profético global del A. Τ. ο a algún pasaje concreto, acaso a la misma citación alegada antes de Zacarías, con la que se les profetiza a los apóstoles su “escándalo” aquella noche, o también a Isaías (53:312) en su vaticinio sobre el “Siervo de Yahvé.”

Es la razón por la cual El se entrega libremente. Si no, no tendría más que rogar al Padre, y pondría a sus órdenes “doce legiones de ángeles,” sobre seis mil ángeles, frase hiperbólica oriental con la que indica que con sólo querer aquel pelotón de tropas quedaría, literalmente, aniquilado (cf. Mateo 25:31); es una formulación apocalíptica. Los descubrimientos literarios de Qumrán han hecho ver esta importancia masiva dé los ángeles en aquella teología. La conciencia de Jesús y su poder con su Padre se acusan ostensiblemente.

Pedro le seguía “de lejos” hasta entrar en el palacio del sumo sacerdote. Con ello se prepara la ocasión de las negaciones de Pedro.

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Octubre de 2005

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