Reflexión Personal Autor: Pedro Sergio
Antonio Donoso Brant 1.
LA RELACIÓN CONYUGAL
Tener una buena relación de esposos, no es
difícil como muchos piensan hoy, cuando la sociedad matrimonial se cuestiona
por aquellos que por diversas circunstancias hoy están separados o llevan una
mala relación conyugal. Tengo la impresión, que se le da más tribuna a los
que tienen conflictos en su vida conyugal que a los muchos que o no la tienen
o con sabiduría manejan bien su relación. Evidentemente, en todo esto hay
muchos escenarios diversos, pero para esta ocasión voy a centrar mi reflexión
en los aspectos más comunes de la vida marital. Ciertamente, el matrimonio es una
invitación donde están implícitos los deberes mutuos, es decir aquellas
necesidades que recíprocamente y solidariamente sabemos que tenemos que
entregar para el bien del ser amado y el de uno mismo. Todo esto en el
entendido, que cuando se contrae matrimonio, se pactan acuerdos de cómo se
formará el hogar en los aspectos relativos a la administración de los bienes
que ya hay o que habrán, y lo fundamental, los relativo a la mutua fidelidad conyugal,
y la formación de la familia en cuanto al número de hijos y oportunidad para
traerlos al mundo. 2.
FUENTE Y COMIENZO DEL MATRIMONIO
La fuente, esto es el origen del matrimonio
es el amor, y el comienzo se da cuando producto de este amor se pone la
primera piedra donde se funda un proyecto de vida en común. Por eso, una de
las grandes razones para casarse es estar enamorados y una de las grandes
razones para no contraer matrimonio es tener dudas del amor mutuo. En efecto,
en estos tiempos donde se exige deberes y derechos recíprocos, el amor debe
ser mutuo y correspondido entre sí, para lo cual se pide que ha de ser muy
sincero, fuerte y profundo, y a eso, es lo que los creyentes le llamamos hacerse
una sola carne, porque dos enamorados constituidos en matrimonio, deben
constituir espiritualmente un solo corazón, que se ensancha frente al otro y
que agita en la distancia. San Pablo, dedica algunas reflexiones sobre
el matrimonio y el divorcio, y pone dos casos en cuanto lo ordena el Señor y
en cuanto a su opinión personal en 1 Corintios 7, 10-16 donde concluye “para
vivir en paz os llamó el Señor. Pues ¿qué sabes tú, mujer, si salvarás a tu marido?
Y ¿qué sabes tú, marido, si salvarás a tu mujer? (1 Corintios 7,16). Y
también, el apóstol se preocupa de escribir en sus cartas algunas hermosas
recomendaciones: ·
Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la
Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola
mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y presentársela
resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida,
sino que sea santa e inmaculada. Así deben amar los maridos a sus mujeres
como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer se ama a sí mismo. Porque
nadie aborreció jamás su propia carne; antes bien, la alimenta y la cuida con
cariño, lo mismo que Cristo a la Iglesia,
(Efesios 5, 25-29) ·
En todo caso, en cuanto a vosotros, que cada uno ame a
su mujer como a sí mismo; y la mujer, que respete al marido. (Efesios 5, 33) ·
Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos, como conviene
en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas.
(Colosenses 3, 18-19). 3.
AFECTIVIDAD Y EFECTIVIDAD DEL MATRIMONIO
Estos dos aspectos, afectividad o
sentimiento y efectividad o seguridad son
muy importantes en la relación conyugal. En efecto, el amor que se tiene por
la pareja, no solamente debe ser afectivo o sentimental, además es necesario
que tenga efectividad y seguridad, es decir habilidad y comprensión para
relacionarse o vivir correspondidos. Es muy habitual, que muchas personas ven en
el amor algo más bien afectivo, esto es fundado solo en la belleza exterior de
su pareja, es decir en lo guapa o guapo que es su pareja, no obstante la
hermosura corporal no es de toda la vida, ya que a medida que pasa el tiempo
se desluce rápidamente, y aunque se posean medios técnicos y económicos no se
puede detener este proceso natural. Pasa lo mismo, con fijarse en los medios
económicos, posición social, niveles de instrucción profesional, pero
ciertamente ninguna de estas cosas acrecienta a las cualidades personales, y
lo que verdaderamente vale es, que las personas posean capacidades y dones permanentes
en el alma, virtudes, honradeces y moralidades, que la hace poseedora de nobleza
en el corazón. Por tanto, considero muy importante que el
amor sea efectivo y seguro. Todo esto ha de manifestarse en la solidaria y
recíproca ayuda en las necesidades, insuficiencias, dificultades, aspectos de
salud y económicos, con firmeza para resistir mutuamente las dificultades que
puedan surgir, evitando de sobremanera los propios egoísmos, las ofensas, los
sarcasmos, el menosprecio, palabras injuriosas, las controversias domésticas,
la perdida de la suavidad que los unió en matrimonio, la dureza en el trato, los
celos infundados, y todo aquellos que haga perder la paz, porque eso lleva
con seguridad a la ruina conyugal. 4.
EL AUXILIO MUTUO DEL MATRIMONIO
Que no nos quepa la menor duda, los ojos del
Señor sobre quienes se aman es una poderosa protección, porque es algo que él
nos ha pedido constantemente, “que nos amemos los unos a los otros”, (Juan 13,34),
pero también él tiene buenos ojos para los que se auxilian mutuamente, y no
dejan de ayudarse en cualquier tropiezo o caída. Por tanto aquellos que se
aman y se auxilian, tendrán su bendición. “La salvación de los que se aman
viene del Señor, él su refugio en tiempo de ansiedad; El Señor los ayuda y los libera, de los incrédulos
él los libra, los salva porque a él se acogen”. (Cfr. Salmos 37, 39-40) Dijo luego Dios: “No es bueno que el hombre
esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”
(Génesis 2,18). Esto nos muestra, como Dios se ha preocupado desde
siempre de la mutua vida en común
entre el hombre y la mujer, por eso podemos decir con toda certeza, que el
autor del matrimonio es Dios y no el hombre. La mutua ayuda y consuelo de los cónyuges
es uno de los más nobles propósitos del matrimonio, es así, cómo los hombres
y las mujeres, hallan en el matrimonio el complemento ideal para cuidarse entre
sí, acompañarse en las pequeñas y grandes necesidades, caminar juntos, no
estar solos, y entregarse al mutuo auxilio como cónyuges. La convivencia,
vivir en una misma casa, compartir la mesa, descansar en el mismo lecho, ser
un solo corazón en todo, lo sabía a la perfección nuestro Señor Jesucristo,
razón por la cual proclama: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre
y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne?
De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió
no lo separe el hombre”. (Mateo
19,5-6) Con todo, pienso que una de las falta más
graves y que daña el matrimonio, es cuando uno de los cónyuges sin mediar
motivo real, abandona y desampara al otro por tiempos prolongados, porque
esto interrumpe la vida común, y el abandono descuida la atención y
protección mutua. También es gravísimo que uno de los dos lleve una vida
desordenada y no atienda al otro cónyuge, pasado la convivencia a una
situación inaguantable para el desamparado. 5.
DEBERES CONYUGALES DEL ESPOSO
Muchos de los deberes conyugales están
técnicamente establecidos, por leyes y constituciones, dependiendo de
idiosincrasia o país, no obstante, para los matrimonios que viven la fe, los
deberes matrimoniales se rigen por obligaciones especiales, del tipo
espiritual y morales. A través de la historia del hombre, el esposo es por
derecho natural, y siendo el matrimonio una institución creada por Dios, por derecho divino, la cabeza (jefe) de la
familia; “Hacia tu marido irá tu apetencia, y él te dominará”. (Génesis 3,16),
quizá esto se dice así, en razón a los que dice San Pablo: “En efecto, no
procede el hombre de la mujer, sino la mujer del hombre. Ni fue creado el
hombre por razón de la mujer, sino la mujer por razón del hombre”. (1
Corintios 11, 8-9), sin embargo, esto debe entenderse siempre, en el sentido
de que al esposo le corresponde administrar y tutelar la familia, pero el
trato debe ser siempre en calidad de compañera y nunca de sirvienta, porque la
esposa no es una esclava. “Del trabajo
de tus manos comerás, ¡dichoso tú, que
todo te irá bien! Tu esposa será como parra fecunda en el secreto de tu casa.
Tus hijos, como brotes de olivo en torno a tu mesa”. (Salmos 128, 3-4) Es así, como dentro de los principales
deberes del esposo, después de amar con fidelidad, es el cuidado y la
proporción del debido sustento, esto incluye el abrigo o vestido, la salud,
la vivienda, y compartir sin humillación los recursos económicos para que la
esposa pueda desempeñar sus tareas de esposa, madre y dueña del hogar. El esposo cristiano, no promueve y no actúa
jamás con golpes o malos tratos, no amenaza ni insulta a su esposa, no la
trata con palabras soeces o frases duras, en otras palabras, debe llevar la
vida matrimonial sin perturbar la paz y tranquilidad del hogar. Por tanto, es
falta grave y no es una actitud cristiana del esposo el tratar con dureza a
su mujer, tratarla como si fuese una esclava, obligarla a trabajos impropios
para su condición y sexo, celarla y acusarla de adultera sin ninguna
justificación. San Pablo recomienda: “Maridos, amad a vuestras mujeres, y no
seáis ásperos con ellas”. (Colosenses 3,19) 6.
DEBERES COYUGALES DE LA ESPOSA
“Feliz el marido de mujer buena, el número
de sus días se duplicará”. (Eclesiástico 26,1).San Pablo recomienda:
“Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos, como conviene en el Señor”.
(Colosenses 3,18) Bien entendida esta frase, sumisa es dócil, mansa y disciplinada.
Es esto difícil?, pienso que no, porque el respeto
al esposo como jefe y cabeza de la familia es un acto de amor y entrega que
siempre va a repercutir en un gran reconocimiento del esposo hacia su amada. Por
eso a la esposa le corresponde llevar el cuidado de la casa con delicadeza, administrar
los gastos diarios con disciplina, prudencia y sabiduría. La mujer que valora
el esfuerzo de su esposo, no se excede y no reclama lujos excesivos, como
tampoco se queda por debajo de lo que corresponda a su estado y condición
social. Por tanto, si la esposa ama de verdad a su marido, ha de procurar
contentarle en todo a lo que no atente jamás a las leyes de Dios, y a los
valores que nos ha enseñado Cristo. Esta es una forma, de llevar la relación
conyugal a gusto de ambos. Si fuese necesario, por motivos de
enfermedad del marido o alguna incapacidad, a la esposa le corresponde
cuidar, atender y alimentar a su esposo y si este no tiene recursos, hacerlo
además con sus bienes propios si no hay otra forma de procurarse el sustento
por sí mismo. Con todo, el esposo sigue siendo el jefe del hogar. Ninguna cosa justifica a la esposa fomentar
dentro de la relación conyugal las peleas o insultos, como tampoco maldecir y
condenar a su marido por el solo hecho de que este se preocupe de hacer bien
su trabajo y mejorar las condiciones utilizando tiempo extra, como tampoco
menospreciar la actividad laboral del esposo. Tampoco es bueno para la
convivencia no darle el espacio que necesita el esposo para atender a sus
padres cuando estos lo requieren. Del mismo modo, no es vida de respeto si la
esposa se burla del deseo del marido de proponer orden en la casa cuando la
esposa es negligente en la administración y cuidado del hogar. A la esposa le
corresponde administrar el hogar cuidando de no entrar en gastos excesivos, y
si tiene que hacer gastos, que estos sean acordados con el marido. La esposa
debe cuidarse de ser frívola y mundana, es decir y debe hacer todo cuanto pueda para no
avergonzar ni a la familia ni al marido. “La gracia de la mujer recrea a su marido,
y su ciencia reconforta su vida. Un don del Señor la mujer silenciosa, no
tiene precio la bien educada. Gracia de gracias la mujer pudorosa, no hay
medida para pesar a la dueña de sí misma. Sol que sale por las alturas del
Señores la belleza de la mujer buena en una casa en orden”. (Eclesiástico 26,
13-17) 7.
LOS DERECHOS DE UNO Y DEL OTRO
Este es uno de los puntos más difícil de
comentar, dado que en estos tiempos se pide que tanto el hombre como la
mujer, sean iguales en derechos y obligaciones y ciertamente la sociedad más
adulta, ha vivido en tiempos donde se consideraba que el igualar los derechos
y deberes del esposo y la esposa, es contraria a las Sagradas Escrituras. Durante
muchos años, la fidelidad y obediencia confiada y honesta que ha de tener la
mujer a su esposo era algo implícito dentro de todo matrimonio, no obstante
hoy muchas esposas se atreven a decir en nombre de la emancipación femenina,
por cierto con mucha audacia, que no tienen que darle cuenta a su marido de
sus actividades, también muchos esposos, gustan de tener actividades con su amigos
dejando de atender la casa, ninguna de estos derechos es válido, tanto el
como ella, no deben olvidarse que siendo casados, no pueden llevar una vida
como si fueran solteros. La dirección de la casa, la administración
del patrimonio familiar, es un deber y un derecho de ambos, el trabajo para
sustentar los gastos, puede ser encargado al esposo y el gobierno del hogar
puede ser encargado a la esposa, este es un acuerdo mutuo y debe llevarse con
dignidad, no obstante es así como el esposo no puede desligarse de la
obligación del trabajo exterior y la mujer no puede ni debe desligarse de las
responsabilidades maternales propias de una esposa. Los cuidados de los
hijos, en especial cuando son párvulos, es una obligación común, no obstante
es una prerrogativa donde la que primero debe entregarse es la madre, por
encima, de la dedicación a ocupaciones y negocios fueras del hogar. La esposa que se olvida de su oficio de
madre, trastorna la sociedad familiar, con lo cual priva al marido de una
buena esposa, como priva a los hijos de una buena madre. Pero por otra parte,
el esposo, que obliga a su mujer a vivir entre cuatro paredes, la transforma
en una sirvienta o la reduce a un simple instrumento en manos del hombre. Finalmente, el esposo y la esposa, tienen
los mismos derechos naturales esenciales a la persona humana, con todas sus consideraciones,
por eso podemos afirmar que ambos cónyuges gozan de los mismos derechos y
están sujetos a las mismas obligaciones. Todo esto implica, que no hay inconveniente
en que la mujer trabaje fuera de casa o realice profesiones diversas, pero
ella debe tener conciencia que su prioridad está en el hogar y los hijos.
Ciertamente, esto último produce que la mujer tenga doble trabajo, el externo
y el de ama de casa, en este caso, el esposo debe ser solidario con las
tareas del hogar. 8.
ERRORES AL CASARSE
En esta reflexión, no puedo dejar de lado comentar
los errores que se cometen al contraer matrimonio, en especial, cuando hoy la
gente se casa y se divorcia al poco tiempo, dañando la vida y la felicidad de
ambos y sus familias. A mi parecer, para evitar el fracaso, hay
que tener mucha claridad de lo que es y el sentido del matrimonio, es decir, comprender algunos conceptos importantes, qué
es una familia, el origen y el destino, tanto en la sociedad como para la
propia vida, por esa razón antes de casarnos, la reflexión importante es si realmente
quiero formar una familia, porque y para qué. Esto significa, que si no se
conoce con seguridad el sentido del matrimonio, el doble papel de esposos y
padres, si no hay conciencia que la vida familiar presupone nuevas
obligaciones, preocupaciones, decisiones en común, si no hay disposición de sacrificar
la vida de soltero, esto es, si no hay definiciones claras, es mejor esperar
a conseguirlas. Por tanto antes de casarse, hay que ser muy
consciente de que aumentaran las obligaciones, para el esposo, mantener el
trabajo externo y para la esposa, quiera o no lo quiera, aumentarán los
quehaceres de la casa. Es así como me parece bueno, que ya en el camino al
matrimonio, comenzar a adquirir hábitos que permitan poner en orden la
conciencia de ser esposos, en lo principal, que el matrimonio es una
transformación muy seria de la vida de soltero. Algunas razones para no adelantar el
matrimonio o apurarlo, es el desconocimiento del otro, por esa razón casarse
con la primera persona que se cruza, es un camino muy arriesgado. En este
sentido, hay que respetarse a sí mismo, y esto se hace conociendo bien a la persona
a la cual se tiene pensado como esposo o como esposa. Casarse con la persona
equivocada, es una situación muy dolorosa. “Cuídate del malvado, porque
maquina el mal, no sea que te manche para siempre. Mete en casa al extraño, y
te traerá el desorden, te hará extraño a tu propia familia”. (Eclesiástico 11,
34) Finamente, sobre este punto, es un error soñar
con la vida matrimonial y desesperarse porque no llega, y no hay que casarse para
no quedarse sola o porque me estoy envejeciendo, porque si no hay conciencia
del matrimonio, se puede acabar en una relación infeliz, hundida y sin fe. Por esta razón, no hay que tener imágenes irreales
de la vida conyugal o imágenes falsas de la persona con la cual se espera contraer
matrimonio, el tener ideales comunes, el crear juntos un plan de vida, el conocimientos real del otro ayudara a no
tener fracasos. Esto significa, que hay que descubrir a las personas fieles y
amorosas en personas que se muestran reales, es decir, no ocultan lo que son.
“Yo la amé y la pretendí desde mi juventud; me esforcé por hacerla esposa mía
y llegué a ser un apasionado de su belleza”. (Sabiduría 8,2) Conclusión para no caer en errores, hay que
estar atento a los signos de Dios, él es el autor de lo que une a los hombres
en matrimonio. La persona adecuada, es la que busca encontrarse contigo en la
fe en común y en la belleza del alma, es la que te respeta tu creencia, no te
cuestiona los valores, se siente atraído por ti, quiere estar a tu lado porque
te ama, y desea tu bien, te tiene confianza, no teme pedirte consejos, te
quiere alegrar la vida, no crítica a tu familia y está dispuesto a ayudarte
en todo. 9.
COMPROMISOS DE LA FE
Algunas sugerencias que pueden practicarse
son: Ninguno de los cónyuges debe impedir el
cumplimiento de sus deberes religiosos, esto sería una gravísima falta, como
tampoco, ninguno de los dos debe impedir el ejercicio de la humanidad y
piedad para con sus familiares, o la virtud de la caridad para con los
pobres. Una de las importantes cosas que deben
vencer los matrimonios, es el reclamarle al otro por el entusiasmo en las
actividades religiosas, todo lo contrario, ojala se pueda acordar el rezar juntos,
esto es sencillo y enriquecedor. Es así, como también es muy positivo para la
unidad en la fe, asistir juntos a misa. Cuando se han enfrentado a dificultades
donde ha habido roces y heridas, me parece ideal visitar el templo para
perdonarse mutuamente y reconciliarse frente al Señor. Esto ayudará a
acercarse a Dios, y abrir el corazón de ambos unidos en la oración. Seguro,
que esta actitud, ayudará a llenarse de gozo dando gracias a Dios. No hay
nada más especial, que descubrir a Dios juntos Leer la Biblia y comentar juntos el relato leído,
y de este modo hacer la Lectio Divina juntos. Esto se puede hacer con el
evangelio del día. También, la lectura orada de los salmos, buscando alguna
que se ajuste a los sucesos de los cuales están hablando, invita a comentar
lo que se ha recitado. Dar siempre y en todo lugar, gracias a Dios
juntos. Descubrir a Dios juntos, profundizando una oración. Dar gracias a
Dios, a medida que en la vida familiar se sienta la presencia de Dios. Acompañarse
en las actividades religiosas. Dormirse en la paz de Cristo y bendecirse
mutuamente. El Señor nos
bendiga Pedro Sergio
Antonio Donoso Brant 23 de agosto de 2013 Los textos bíblicos, están extraídos de la
Biblia de Jerusalén Otros artículos relacionados: Publicado en mi
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