MURMURACIÓN, LA MALDAD DEL CHISMOSO “No
habléis mal unos de otros, hermanos. El que habla mal de un hermano o juzga a
su hermano, habla mal” (Santiago 4,11) Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1.
MURUMURAR, HABLAR MAL DEL PROJIMO
Extraña es la personalidad del chismoso,
siempre se muestra risueño, quizás es parte de su arma de convencimiento, y por
otro lado debe ser por el deleite que le produce la murmuración y por otra
parte, sabiendo en su interior su maldad, se cuida mucho que hablen de él, ya
que vive con el temor que se repita con él, lo que hace con los demás delante
de ellos, y quien le ha prestado oído, después haga lo mismo de él. La murmuración y el chisme son detestadas
por Dios y los hombres de bien, San Pablo dice: “Chismosos, detractores, enemigos de Dios” (Romanos 1, 30) y el sabio sentencia: “La necedad sólo maquina pecados, el arrogante
es abominable a los hombres”. (Proverbios 24, 9). Como no van a ser
detestable o abominables, cuando la murmuración siempre lleva consigo
malicia?. En efecto, la murmuración, tiene oscuros propósitos para
ensombrecer y desprestigiar la buena fama y opinión de la persona que se
rumorea, junto con el deseo de menoscabar la estima del prójimo. La fama y la
buena opinión que se tiene de nosotros, es de gran
valor, es una riqueza temporal, pero es muy importante para desarrollar
nuestra vida. Así lo expresa el sabio: “Mejor
es el buen nombre que las muchas riquezas” (Prov. 22, 1); “ten cuidado de la
buena fama, porque más vale y más duradera te será que mil tesoros preciosos
y grandes”. (Eclesiástico 41, 15) Moral y teológicamente, la murmuración no
es una falta simple, es una gran falta de caridad, dice San Pedro: Sed caritativos unos con otros sin
murmurar. (1 Pedro 4, 9). Pues ésa
es la regla de la caridad que hemos de guardar con nuestros hermanos. Por
tanto es un pecado grave, porque el chisme puede llevar a la destrucción de
la estima, la fama y buena opinión de
alguien que se la merece. Canta el salmista: “el corazón repleto de maldad, va a murmurar afuera. A una cuchichean
contra mí todos los que me odian,
(Salmos 41, 7-8). En efecto, la murmuración aunque parece una
cosa pequeña, es peligrosa. Y la habladuría puede venir de cualquier tipo de
persona, y según la actividad que se tiene, es la gravedad de la falta que se
comete, es decir si viene de una persona común, con poca conciencia de que es
un pecado, no es lo mismo cuando viene de una persona religiosa o de un cura
o una monja, en estos casos es una fuerte imperfección, pues la gente espera
de los hombres de Dios un comportamiento distinto. En todos los casos, el que
cae en la tentación de murmurar, pierde la estima de su prójimo, se
desprestigia el mismo y pasa a ser considerada como una persona poco
juiciosa. No obstante, me parece que deshonrar e
infamar, no puede ser el propósito de vida de los que dicen amar al Señor.
Por tanto, debemos procurar no entrar en este mal, y estar advertidos, que no
es un pecado venial si se rumorea livianamente y mortal si se rumorea
fuertemente, cualquier de las formas, es grave y debemos procurar mantener la
estima y reputación nuestra y no destruir la de otra persona. 2.
LA MURMURACIÓN, UN CAMINO IMPERFECTO
Se dice que nadie es perfecto y que somos
unos constantes pecadores y, como seres humanos estamos expuestos a caer en
tentación, y muchas veces no tenemos conciencia de la gravedad del cuchicheo,
por eso nos resulta fácil murmurar. Pero si estamos determinados a caminar
hacia la perfección, debemos tomar conciencia de que no debemos hacer nuestra
la idea de hacer perder a mi hermano la estima y buena opinión que otra
persona tiene de él. Es entonces necesario que andemos con mucho
cuidado y moderación en nuestros comentarios, hay que pensar muy bien lo que
se opinará de otro y no decir todo lo que se piensa si tenemos dudas de hacer
daño, caso contrario, nos encontraremos en una situación de escrúpulos y remordimientos.
Porque esto del murmurar, y de ahí el gran cuidado, es una inclinación que
nos nace con facilidad y ligereza, y se nos descontrola la lengua. Ahí está la diferencia de los que buscan la
perfección de los que no le importa la vida imperfecta, donde los primeros se
cuidan y piensan que murmurar es una grave falta y los segundos la consideran
una falta pequeña. Y más perfección es, hacerle caso al Señor,
que nos enseñó cómo tratar a nuestros hermanos que conviven nuestra fe,
cuando hay dificultades, diciéndonos: “Si
tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te
escucha, habrás ganado a tu hermano” (Mt 18,15) Y dicen que San Ignacio
de Loyola, guardaba silencio frente a los demás cuando alguien de la casa
tenía faltas, porque si alguno hacía alguna cosa que no era edificable, no la
revelaba a nadie, sino a quien la hubiese de remediar; y entonces, con mucho
miramiento, recato y respeto al buen nombre del que había faltado, que si
para su remedio bastaba que lo supiese uno sólo, no lo decía a dos. Esto es
un buen ejemplo que debemos considerar cómo tenemos que hablar de nuestros
hermanos. Si San Ignacio, con ser superior, y poder para decir y reprender
las faltas de los de casa delante de todos andaba con este recato, y esto aun
en faltas pequeñas y menudas, ¿Por qué no podemos hacer lo mismo? 3.
ALGUNAS REGLAS RECOMENDADAS POR LOS SANTOS
San Buenaventura, gran doctor, que por 17
años fue Superior General de los Padres Franciscanos, nos enseña esta regla
para hablar de los ausentes: “Así deben ustedes hablar del ausente, como si
él estuviera presente, y lo que ustedes no se atrevieran a decir de él si
estuviera presente y lo oyera, lo han de hacer en su ausencia. Entiendan
todos que tienen seguras las espaldas en ustedes.” Ésta es una regla muy
buena y que comprende así las cosas graves como las que parecen livianas, que
son las que muchas veces nos suelen engañar, porque algunas veces no son tan
livianas como entonces nos parecen, como queda dicho. Y así no nos hemos de
excusar con esto, ni con decir que no hacen los otros caso de aquellas cosas,
ni con decir que son públicas; porque la perfección que profesarnos no admite
estas excusas. Por tanto, así como nos enseña San
Buenaventura, el cual nunca hablaba en su conversación de los vicios ajenos,
aunque fuesen públicos y se dijesen por las plazas, y quería que los nuestros
por nuestros vicios se hiciesen lo mismo. Es decir, todo lo que salga de
nuestra boca, sean palabras buenas, virtuosas y honradas, y tenga todo el
mundo entendido que por nuestros dichos, ninguna persona sea dañada ni ser
tenida en menos. Entonces, nos cabe muy bien la enseñanza
del sabio: “¿Has oído algo? ¡Quede
muerto en ti! (Eclesiástico 19,10) haciéndonos comprender que los sabios y prudentes tienen corazón amplio para guardar y sepultar
esas cosas tontas que oímos y que mueran y se acaben allí. 4.
NO DEBEMOS DE DAR OÍDO A MURMURACIONES.
Pero no solo no debemos murmurar, sino que
además debemos cuidarnos de prestar oídos a las murmuraciones, porque al que
le gusta oír, induce al otro a hablar y decir más imprudencias. Por otra
parte, es vergonzoso y de mala costumbre oír estupideces y malos comentarios.
Por tanto, es tan censurable el que se dedica a la murmuración, como al que
oye la murmuración. Y así dice San Jerónimo que lo hagamos: “Si oyereis murmurar a alguno, huid de él
como de serpiente y dejadle”. Los eruditos en estos temas de difamación,
opinan que el que oye al que murmura y no le resiste, peca mortalmente. Y
esto debe ser muy cierto, porque cuando oímos algo mal de nuestro prójimo, y
más encima tratamos de averiguar más, o cuando porque no estamos bien con la
otra persona, nos alegramos y nos entusiasmos que murmurasen de él, ambos,
murmurador y oidor, le hacemos daño importante al prójimo. Es como la complicidad
del que le prende fuego a una casa y el otro le echa más combustible. También es cierto, que a veces sucede, que
una persona de un cargo superior es la que hace la murmuración y el que es
subordinado no se atreve a decirles algo ni entrometerse en eso, ¿qué hacer
en este caso?, a mí me parece, que primero no se debe inquirir más
información y lo segundo, hacer ver que respetamos de quien se habla y
solicitar finalizar esta conversación, claro, hay que hacerlo con sutileza y
sepultar lo oído. En el caso contrario, si la persona que escucha la
murmuración tiene autoridad sobre aquellos que están hablando, este tiene una
gran obligación de frenar el asunto y cuidar la honra del prójimo. 5.
CAMINO HACIA LA PERFECCION
Decir camino hacia la perfección, es decir
camino a la corrección, delicadeza, y bondad, condiciones que se nos pide
como cristianos, por tanto, esta reflexión, que también es para mí mismo, es
deducir como debemos actuar cuando nos enfrentamos a esta criticables
conversaciones y como reconocer el peligro que produce disimular y callar y
pasar con ellas como si no nos afectara o apocarnos y encogernos de hombros
frente a la murmuración. Y
como se usa tanto en estos días el rumorear, hay periódicos y revistas
dedicadas exclusivamente al chismoso, esto de murmurar, aparece en todas las
conversaciones, y parece que no hay otro tema de conversación que no sea
tratar de vidas ajenas, y nosotros tratamos y convivimos con ello. Entonces
es ahí donde nos sometemos a las prueba de que hacer o cómo actuar, para no
participar de esta grave falta. Qué hacer?, nos
mostrarse alegre de oír, ni mostrar buen cara a lo que se dice, haciendo
notar que condescendemos con lo que se murmura. Nuestra obligación frente a la murmuración
es caminar hacia nuestra perfección, esto significa no entrar ni participar
del pecado que se comete. El que toma el buen camino, es el que busca hacer
siempre lo mejor y lo que es de más provecho. Pero esto no significa
callarnos por puro apocamiento, y si nos hallamos en una conversación donde
están murmurando de nuestro prójimo, no callemos, porque callar es consentir.
Porque lo que demostramos al callar, es que no tenemos ni fortaleza ni virtud
para caminar en el bien nuestro y del prójimo. Mi recomendación final, es muchas veces ir
por un camino fácil y delicado, cambiar la conversación y distraer
naturalmente con otras conversaciones y así terminar con la continuación de
aquéllas. Y para esto no es necesario esperar muchos acoplamientos con lo que
se conversa, ni que el nuevo tema venga muy a propósito, entonces así, el que
pone en el tapete la murmuración, entenderá mejor que no estaba bien tratar
lo que se alternaba, y que actuamos con fineza al no reprender más claramente
y avergonzarle delante de todos. En efecto, si esperamos la oportunidad de
poner otros temas para que se termine la conversación, ni el otro entenderá
el mensaje ni remediaremos el daño. El
Señor nos ayude y nos bendiga Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant Fuentes
y Bibliografía: Textos Bíblicos de la Biblia de Jerusalén Lectura y reflexión del Libro Ejercicio de
Perfección y Virtudes Cristianas P Alonso Rodríguez S.J. Lectura y reflexión del Libro Teología
Moral Para Seglares, A. Royo Marín. Temas sobre Moral de, www.caminando-con-jesus.org Otros
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